
El redoble de los tambores reverbera en los antiguos edificios que circundan la florentina Piazza Santa Croce. Las plazas de los cuatro barrios histĂłricos se tiñen de sus colores: blanco, verde, azul y rojo. Las calles estĂĄn atestadas y el murmullo del gentĂo se funde con la mĂșsica. EstĂĄ a punto de empezar un partido de calcio storico, el precedente del fĂștbol y uno de los deportes mĂĄs antiguos que se conocen.
De repente, irrumpen 27 hombres vestidos de blanco y el pĂșblico rompe en aplausos y gritos de ĂĄnimo. Las calles, intransitables, se abren; la muchedumbre se repliega y deja paso a decenas de hombres con uniformes de otra Ă©poca. Se dirigen a la plaza Santa Croce, que hoy es un poco menos de los turistas y un poco mĂĄs de los florentinos.
La primera regla del calcio storico es que no hay reglas. Al menos, eso parece cuando da comienzo la partida. Veintisiete calcianti por equipo y una pelota. A la pelota se le puede golpear con manos y piernas, al adversario tambiĂ©n. AquĂ no veremos a los jugadores tirarse al suelo y fingir una falta porque, probablemente, de hacerlo se llevarĂan una patada.
Los contrastes son brutales. Los ricos atuendos histĂłricos, la refinada clase pudiente florentina en los palcos y la majestuosidad de la basĂlica neogĂłtica dan al evento una pĂĄtina de elegancia, un refinamiento anacrĂłnico que se rompe en pedazos al bajar a la arena. La testosterona de casi sesenta hombres estalla en un ejercicio de violencia, una violencia que recordarĂa mĂĄs a callejones y viejas rencillas que a pĂșgiles y cuadrilĂĄteros.
Pero los torsos desnudos y la vestimenta de Ă©poca evocan otra violencia mucho mĂĄs antigua que tambiĂ©n se dio en la arena, y tambiĂ©n en este paĂs: son unos gladiadores modernos vestidos de prĂncipes. âNo siempre ha sido asĂâ, rememora apesadumbrado Massimo Nigi, uno de los mĂĄs reputados calcianti de los Ășltimos años. âCuando yo empecĂ©, lo importante era el deporte; habĂa menos violencia y la gente sentĂa mĂĄs los colores de su propio barrio. Ahora juega gente de fuera, no hay tanto sentido de pertenencia a un equipoâ.

Nigi ha vestido el blanco, el color del barrio de Santo Spirito, durante mĂĄs de treinta años. Es una leyenda viva del calcio storico y lo ha visto evolucionar desde la arena, por eso sus palabras tienen especial relevancia. Pero no todo son crĂticas. Nigi sigue viendo los valores que le llevaron a la arena cuando apenas habĂa dejado atrĂĄs la adolescencia. Por ello, a partir del año que viene, va a ser el entrenador del equipo infantil de los bianchi, un proyecto con el que se muestra ilusionado y que lo ligarĂĄ de nuevo a su equipo.
Filippo Giovannelli, en cambio, nunca ha jugado al calcio storico. A pesar de la insistencia, no confiesa ser de ningĂșn equipo. Pero eso no le ha impedido escribir un libro, Il calcio fiorentino, sobre este deporte. âSolo he redactado un tercio, la parte histĂłrica, que es la que mĂĄs me interesaâ, matiza. El resto del folleto lo firman Sandro Bennucci y Uberto Bini.
Giovannelli, florentino de mediana edad, asegura que los precedentes del calcio storico se encuentran en los poemas de Homero con los primeros juegos de pelota. Para el 1400, el llamado calcio fiorentino ya era un deporte popular en la ciudad. Sin embargo, las tres partidas anuales que se juegan en la Florencia actual evocan no estos orĂgenes, sino una partida en concreto, la que se jugĂł en febrero de 1530.
La ciudad estaba asediada por las tropas de Carlos I de España y V de Alemania, que estaba ayudando a los MĂ©dicis a acabar con la RepĂșblica Florentina para devolver el poder a esta familia. Durante el asedio, los orgullosos florentinos organizaron una partida de su popular deporte haciendo ver al enemigo que no era digno de su atenciĂłn.
Siglos después, el calcio, rebautizado con el sobrenombre de storico, fue recuperado por la Italia de Musolini en 1930. Desde entonces los tres partidos anuales se han jugado en la ciudad salvo contadas excepciones, como la que se produjo durante la II Guerra Mundial o, mås recientemente, en 2007, cuando se prohibieron los festejos después de que la edición anterior acabara con disturbios y 50 calcianti en los tribunales.
Este acontecimiento adelantĂł la retirada de Nigi de la arena. Iba a ser su despedida, pero esa violencia que tanto detesta fue la que le impidiĂł jugar su Ășltima partida. Ahora echa la vista atrĂĄs y de todos los momentos vividos en la Piazza Santa Croce se queda con uno, âla Ășltima vez que ganamos, en 1981â.
Volvemos a la arena, a la lucha encarnizada que se produce bajo el sol florentino. âEs indescriptibleâ asegura Nigi. âCuando llegas a la plaza, el corazĂłn te late tan fuerte que lo sientes en la cabeza. No se puede explicar con palabrasâ. Esos sentimientos se transforman en energĂa cuando se inicia el partido. Las peleas se suceden en las cuatro esquinas de la plaza, la pelota cambia de un jugador a otro entre carreras, codazos y pases cortos.
DespuĂ©s de dos tiempos de 50 minutos, los bianchi ganan a los verdi por nueve y medio a dos. Hoy es un gran dĂa para el barrio de Santo Spirito, un gran dĂa para los 27 jugadores que enfundan el blanco. Y un gran dĂa para Nigi, que ve cĂłmo su equipo pasa a la final y sueña con volver a hacerse con la enorme vaca blanca. Puede que sea un premio un tanto peculiar, carente de la sofisticaciĂłn de las estatuillas doradas y el glamour de las copas. Es mucho mĂĄs animal, mĂĄs visceral. Es un trofeo consecuente con el torneo que premia.


Fotos: Damiano Bonfitto
Reportaje publicado en Ling
Creo que no he disfrutado tanto viendo calcio como cuando vivĂa en Firenze, me encantaba. Es pura brutalidad, pero te metes en el partido a tope đ
ÂżSerĂĄn conscientes de los niveles de homoerotismo que desprende todo esto?
Interesante es poco !
Firenze era famosa per il costume libertino dei suoi abitanti e molto nota per la pratica della sodomia. I tedeschi finirono per chiamare âFlorenzerâ, ossia âfiorentiniâ tutti i pederasti, mentre i francesi indicavano la sodomia come âvizio fiorentino”…
…qui il palato diventa “sopraffino” direi…
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