El secreto de la coca sagrada vs. cocaĆna

”Yorokobu gratis en formato digital!
La hoja de la planta de coca es un bien estigmatizado por gobiernos, organismos sanitarios, cuerpos de seguridad y gran parte de la sociedad por ser la materia base que se utiliza para elaborar la cocaĆna. SegĆŗn el informe mundial de drogas de la ONU, el consumo de esta sustancia causa -junto al de otros mejunjes- cerca de 200.000 muertes al aƱo en todo el planeta, sin contar los otros miles causados por la violencia generada por las redes de narcotrĆ”fico que mueven el producto.
No obstante, ese problema se inició desde que a mediados del siglo XIX los laboratorios de la sociedad desarrollada decidiesen procesar quĆmicamente este desacreditado vegetal, obtenido por primera vez en probetas parisinas. Antes, mucho antes de eso, dos siglos antes de la existencia de Cristo, las comunidades indĆgenas de la actual AmĆ©rica ya cultivaban la planta con fines que no eran ni ilegales, ni recreativos.
Sus costumbres y ritos estĆ”n aĆŗn hoy envueltos del uso de esta hoja, para ellos sagrada, que contiene desde propiedades āmilagrosasā a facultades curativas, segĆŗn afirman estos cultivadores. Su proclama en la actualidad es que esta mata no se considere āun sĆmbolo de muerte, sino de vidaā.
La forma que tienen de utilizarla, no obstante, sigue siendo un secreto prohibido de revelar fuera de las comunidades indĆgenas.
Marina Canastroches es la gobernadora del cabildo indĆgena de López, en el departamento colombiano del norte del Cauca (Colombia). Rodeada de su consejo, habla de cómo la etnia Nasa, a la que pertenece, cultiva la coca porque āes una planta sagradaā.
– ĀæQuĆ© se consigue con la planta?
– Se consiguen curaciones para diferentes enfermedades. AdemĆ”s de otras cosas.
– ĀæQuĆ© otras cosas?
– (Silencio largo. Vista alrededor buscando aprobación) Pues cosas de nuestra cultura, como una conexión de las personas con los espĆritus.
– ĀæY cómo se hace eso?
– Eso no se lo puedo decir.
– El rito, me refiero.
– Deje de hacer esas preguntas, usted no es de la comunidad indĆgena.
Parece que la información prohibida no es fĆ”cil de arrancar asĆ como asĆ. Pero que serĆa del periodismo si no existiesen las personas a las que se les escapan los secretos.
Ana (nombre ficticio) es una joven indĆgena del cabildo de Corinto. Ella ha asistido a un ritual de coca. Ante la insistencia del reportero, -y su promesa de tratar el tema con respeto- sucumbe a describir una de esas ābonitasā ceremonias:
āUn theāwala (lĆder espiritual) la oficia. Ćl lo tiene que hacer porque ha recibido el poder y la sabidurĆa del Trueno. La prĆ”ctica que se realiza con Ć©l se denomina mambear coca o refrescamiento, y sirve como tĆ©cnica de armonización y limpieza. Aunque no es la Ćŗnica ceremonia que se hace con cocaā, define la chica.
Cuenta que, cuando se celebra el culto que ella conoce, varias personas de la comunidad se colocan en lĆnea paralela frente a un rio y que el theāwala mambea la coca antes de partir al sitio sagrado. (De prohibida revelación por Ć©tica periodĆstica).
āEntonces el maestro de ceremonias saca la jigra (bolsa de algodón usada en esta zona del Cauca) repleta de coca y pasa en frente de cada uno de los que estĆ”n ahĆ para darles un puƱado de ellaā, continĆŗa el relato. En esa ceremonia prohibida, ālos asistentes deben voltiar esa entregaā, lo que quiere decir atrapar con su mano las plantas y rodear el cuerpo con movimientos en cĆrculo āantes de llevarse las hojas a la bocaā.
āEs entonces cuando se deben sentir los tirones en la pielā, describe, ādespuĆ©s de un buen rato, el theĀ“wala ofrece a todos una mezcla de coca y tabaco que tambiĆ©n hay que voltiar, meterse entre los dientes junto a otras plantas y aguardiente y conservarlo sin tragar. DespuĆ©s se escupe. Y se repite la operación hasta tres veces antes de meterse todos en la quebrada (riachuelo).ā
¿Y qué se consigue?
“Se quita uno el sucio. Se protege de las energĆa negativas, se carga de buenas vibras, se aleja a los que quieren hacer daƱo a la madre tierra y se evita caer en las malas acciones de otros vecinos”.
Ceremonias como Ć©sta, o parecidas, se continĆŗan realizando por centenares de etnias indĆgenas de AmĆ©rica a lo largo y ancho del continente, en especial en el sur de Ć©ste. Bolivia, PerĆŗ, Colombia y Ecuador son los principales cultivadores del vegetal. AdemĆ”s, la función mĆ©dica que estos nativos le atribuyen a la planta como antidepresivo, correctivo gĆ”strico, anestĆ©sico, calmante o producto estimulante, entre otros, son corroboradas por ciertos miembros de la comunidad cientĆfica como aciertos de la medicina natural (otros cientĆficos aseguran que es perjudicial su consumo).
En 2008, la Organización Mundial de la Salud, sugerĆa la necesidad de estudiar los potenciales usos terapĆ©uticos de la hoja de coca para aliviar ciertos males “tales como el alivio de problemas gastrointestinales y respiratorios o el tratamiento del mal de altura”. Algo que los nativos, hace mĆ”s de 5.000 aƱos, ya habĆan descubierto.
āNada tienen que ver los ritos y usos de la planta con el trĆ”fico de estupefacientesā, dice Ana. Con esa apelación, las comunidades autóctonas en conjunto no quieren permitir que los gobiernos de los paĆses que ahora les legislan les prohĆban el cultivo de sus sagradas matas.
Tampoco que continĆŗen con su actividad los nativos que sĆ han sucumbido al suculento negocio de su venta al narcotrĆ”fico. En defensa de la planta, los lĆderes indĆgenas de las AmĆ©ricas se reunieron en Cartagena de Indias (Colombia) el pasado mes de abril haciendo coincidir su cita con la de la cumbre de las AmĆ©ricas, que sentaba a los gobernantes de la mayorĆa de paĆses del continente. Su reivindicación era clara: āLa coca sĆmbolo sagrado de vida y no de muerte”.
Manifestaron que ellos “tienen derecho a disponerā de sus ocupadas tierras, y que ānadie debe quitarles la potestadā de plantar su sacra mata. A pesar de las excepciones otorgadas a sus pueblos en algunos de los estados donde se encuentran, todos las comunidades acudieron juntas a exclamar que todos ellos tienen derecho a cultivar la planta. āLa cocaĆna es una maldición. La vinculación que se le atribuye a la coca con el estupefaciente sigue daƱando nuestra imagen y acotando nuestro derecho a llevar a cabo las prĆ”cticas sagradasā, apostilla la gobernadora de López.
SegĆŗn defienden algunos los expertos āno todos- , las propiedades mĆ©dicas del consumo de la hoja de coca, bajo un control profesional, son una verdad comprobada. SegĆŗn los indĆgenas, las propiedades mĆsticas tampoco pueden pasarse por alto. Mientras, la comunidades nativas siguen expectantes āen la tierra que habitan desde hace miles de aƱos- al debate de los nuevos gobiernos sobre su libertad para cultivar la planta. La cocaĆna que se consume mayoritariamente en los paĆses del primer mundo (EspaƱa encabeza el ranking en Europa) les ha causado un grave estrago. Canastroches culmina: āLa maldición, no estĆ” en la hojaā.
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La hoja de la planta de coca es un bien estigmatizado por gobiernos, organismos sanitarios, cuerpos de seguridad y gran parte de la sociedad por ser la materia base que se utiliza para elaborar la cocaĆna. SegĆŗn el informe mundial de drogas de la ONU, el consumo de esta sustancia causa -junto al de otros mejunjes- cerca de 200.000 muertes al aƱo en todo el planeta, sin contar los otros miles causados por la violencia generada por las redes de narcotrĆ”fico que mueven el producto.
No obstante, ese problema se inició desde que a mediados del siglo XIX los laboratorios de la sociedad desarrollada decidiesen procesar quĆmicamente este desacreditado vegetal, obtenido por primera vez en probetas parisinas. Antes, mucho antes de eso, dos siglos antes de la existencia de Cristo, las comunidades indĆgenas de la actual AmĆ©rica ya cultivaban la planta con fines que no eran ni ilegales, ni recreativos.
Sus costumbres y ritos estĆ”n aĆŗn hoy envueltos del uso de esta hoja, para ellos sagrada, que contiene desde propiedades āmilagrosasā a facultades curativas, segĆŗn afirman estos cultivadores. Su proclama en la actualidad es que esta mata no se considere āun sĆmbolo de muerte, sino de vidaā.
La forma que tienen de utilizarla, no obstante, sigue siendo un secreto prohibido de revelar fuera de las comunidades indĆgenas.
Marina Canastroches es la gobernadora del cabildo indĆgena de López, en el departamento colombiano del norte del Cauca (Colombia). Rodeada de su consejo, habla de cómo la etnia Nasa, a la que pertenece, cultiva la coca porque āes una planta sagradaā.
– ĀæQuĆ© se consigue con la planta?
– Se consiguen curaciones para diferentes enfermedades. AdemĆ”s de otras cosas.
– ĀæQuĆ© otras cosas?
– (Silencio largo. Vista alrededor buscando aprobación) Pues cosas de nuestra cultura, como una conexión de las personas con los espĆritus.
– ĀæY cómo se hace eso?
– Eso no se lo puedo decir.
– El rito, me refiero.
– Deje de hacer esas preguntas, usted no es de la comunidad indĆgena.
Parece que la información prohibida no es fĆ”cil de arrancar asĆ como asĆ. Pero que serĆa del periodismo si no existiesen las personas a las que se les escapan los secretos.
Ana (nombre ficticio) es una joven indĆgena del cabildo de Corinto. Ella ha asistido a un ritual de coca. Ante la insistencia del reportero, -y su promesa de tratar el tema con respeto- sucumbe a describir una de esas ābonitasā ceremonias:
āUn theāwala (lĆder espiritual) la oficia. Ćl lo tiene que hacer porque ha recibido el poder y la sabidurĆa del Trueno. La prĆ”ctica que se realiza con Ć©l se denomina mambear coca o refrescamiento, y sirve como tĆ©cnica de armonización y limpieza. Aunque no es la Ćŗnica ceremonia que se hace con cocaā, define la chica.
Cuenta que, cuando se celebra el culto que ella conoce, varias personas de la comunidad se colocan en lĆnea paralela frente a un rio y que el theāwala mambea la coca antes de partir al sitio sagrado. (De prohibida revelación por Ć©tica periodĆstica).
āEntonces el maestro de ceremonias saca la jigra (bolsa de algodón usada en esta zona del Cauca) repleta de coca y pasa en frente de cada uno de los que estĆ”n ahĆ para darles un puƱado de ellaā, continĆŗa el relato. En esa ceremonia prohibida, ālos asistentes deben voltiar esa entregaā, lo que quiere decir atrapar con su mano las plantas y rodear el cuerpo con movimientos en cĆrculo āantes de llevarse las hojas a la bocaā.
āEs entonces cuando se deben sentir los tirones en la pielā, describe, ādespuĆ©s de un buen rato, el theĀ“wala ofrece a todos una mezcla de coca y tabaco que tambiĆ©n hay que voltiar, meterse entre los dientes junto a otras plantas y aguardiente y conservarlo sin tragar. DespuĆ©s se escupe. Y se repite la operación hasta tres veces antes de meterse todos en la quebrada (riachuelo).ā
¿Y qué se consigue?
“Se quita uno el sucio. Se protege de las energĆa negativas, se carga de buenas vibras, se aleja a los que quieren hacer daƱo a la madre tierra y se evita caer en las malas acciones de otros vecinos”.
Ceremonias como Ć©sta, o parecidas, se continĆŗan realizando por centenares de etnias indĆgenas de AmĆ©rica a lo largo y ancho del continente, en especial en el sur de Ć©ste. Bolivia, PerĆŗ, Colombia y Ecuador son los principales cultivadores del vegetal. AdemĆ”s, la función mĆ©dica que estos nativos le atribuyen a la planta como antidepresivo, correctivo gĆ”strico, anestĆ©sico, calmante o producto estimulante, entre otros, son corroboradas por ciertos miembros de la comunidad cientĆfica como aciertos de la medicina natural (otros cientĆficos aseguran que es perjudicial su consumo).
En 2008, la Organización Mundial de la Salud, sugerĆa la necesidad de estudiar los potenciales usos terapĆ©uticos de la hoja de coca para aliviar ciertos males “tales como el alivio de problemas gastrointestinales y respiratorios o el tratamiento del mal de altura”. Algo que los nativos, hace mĆ”s de 5.000 aƱos, ya habĆan descubierto.
āNada tienen que ver los ritos y usos de la planta con el trĆ”fico de estupefacientesā, dice Ana. Con esa apelación, las comunidades autóctonas en conjunto no quieren permitir que los gobiernos de los paĆses que ahora les legislan les prohĆban el cultivo de sus sagradas matas.
Tampoco que continĆŗen con su actividad los nativos que sĆ han sucumbido al suculento negocio de su venta al narcotrĆ”fico. En defensa de la planta, los lĆderes indĆgenas de las AmĆ©ricas se reunieron en Cartagena de Indias (Colombia) el pasado mes de abril haciendo coincidir su cita con la de la cumbre de las AmĆ©ricas, que sentaba a los gobernantes de la mayorĆa de paĆses del continente. Su reivindicación era clara: āLa coca sĆmbolo sagrado de vida y no de muerte”.
Manifestaron que ellos “tienen derecho a disponerā de sus ocupadas tierras, y que ānadie debe quitarles la potestadā de plantar su sacra mata. A pesar de las excepciones otorgadas a sus pueblos en algunos de los estados donde se encuentran, todos las comunidades acudieron juntas a exclamar que todos ellos tienen derecho a cultivar la planta. āLa cocaĆna es una maldición. La vinculación que se le atribuye a la coca con el estupefaciente sigue daƱando nuestra imagen y acotando nuestro derecho a llevar a cabo las prĆ”cticas sagradasā, apostilla la gobernadora de López.
SegĆŗn defienden algunos los expertos āno todos- , las propiedades mĆ©dicas del consumo de la hoja de coca, bajo un control profesional, son una verdad comprobada. SegĆŗn los indĆgenas, las propiedades mĆsticas tampoco pueden pasarse por alto. Mientras, la comunidades nativas siguen expectantes āen la tierra que habitan desde hace miles de aƱos- al debate de los nuevos gobiernos sobre su libertad para cultivar la planta. La cocaĆna que se consume mayoritariamente en los paĆses del primer mundo (EspaƱa encabeza el ranking en Europa) les ha causado un grave estrago. Canastroches culmina: āLa maldición, no estĆ” en la hojaā.