2 de octubre 2012    /   CIENCIA
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El secreto de la coca sagrada vs. cocaĆ­na

2 de octubre 2012    /   CIENCIA     por          
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La hoja de la planta de coca es un bien estigmatizado por gobiernos, organismos sanitarios, cuerpos de seguridad y gran parte de la sociedad por ser la materia base que se utiliza para elaborar la cocaína. Según el informe mundial de drogas de la ONU, el consumo de esta sustancia causa -junto al de otros mejunjes- cerca de 200.000 muertes al año en todo el planeta, sin contar los otros miles causados por la violencia generada por las redes de narcotrÔfico que mueven el producto.

No obstante, ese problema se inició desde que a mediados del siglo XIX los laboratorios de la sociedad desarrollada decidiesen procesar químicamente este desacreditado vegetal, obtenido por primera vez en probetas parisinas. Antes, mucho antes de eso, dos siglos antes de la existencia de Cristo, las comunidades indígenas de la actual América ya cultivaban la planta con fines que no eran ni ilegales, ni recreativos.

Sus costumbres y ritos estĆ”n aĆŗn hoy envueltos del uso de esta hoja, para ellos sagrada, que contiene desde propiedades ā€˜milagrosas’ a facultades curativas, segĆŗn afirman estos cultivadores. Su proclama en la actualidad es que esta mata no se considere ā€œun sĆ­mbolo de muerte, sino de vidaā€.

La forma que tienen de utilizarla, no obstante, sigue siendo un secreto prohibido de revelar fuera de las comunidades indĆ­genas.

Marina Canastroches es la gobernadora del cabildo indĆ­gena de López, en el departamento colombiano del norte del Cauca (Colombia). Rodeada de su consejo, habla de cómo la etnia Nasa, a la que pertenece, cultiva la coca porque ā€œes una planta sagradaā€.

– ĀæQuĆ© se consigue con la planta?

– Se consiguen curaciones para diferentes enfermedades. AdemĆ”s de otras cosas.

¿Qué otras cosas?

– (Silencio largo. Vista alrededor buscando aprobación) Pues cosas de nuestra cultura, como una conexión de las personas con los espĆ­ritus.

– ĀæY cómo se hace eso?

– Eso no se lo puedo decir.

– El rito, me refiero.

– Deje de hacer esas preguntas, usted no es de la comunidad indĆ­gena.

Parece que la información prohibida no es fÔcil de arrancar así como así. Pero que sería del periodismo si no existiesen las personas a las que se les escapan los secretos.

Ana (nombre ficticio) es una joven indĆ­gena del cabildo de Corinto. Ella ha asistido a un ritual de coca. Ante la insistencia del reportero, -y su promesa de tratar el tema con respeto- sucumbe a describir una de esas ā€œbonitasā€ ceremonias:

ā€œUn the’wala (lĆ­der espiritual) la oficia. Ɖl lo tiene que hacer porque ha recibido el poder y la sabidurĆ­a del Trueno. La prĆ”ctica que se realiza con Ć©l se denomina mambear coca o refrescamiento, y sirve como tĆ©cnica de armonización y limpieza. Aunque no es la Ćŗnica ceremonia que se hace con cocaā€, define la chica.

Cuenta que, cuando se celebra el culto que ella conoce, varias personas de la comunidad se colocan en lĆ­nea paralela frente a un rio y que el the’wala mambea la coca antes de partir al sitio sagrado. (De prohibida revelación por Ć©tica periodĆ­stica).

ā€œEntonces el maestro de ceremonias saca la jigra (bolsa de algodón usada en esta zona del Cauca) repleta de coca y pasa en frente de cada uno de los que estĆ”n ahĆ­ para darles un puƱado de ellaā€, continĆŗa el relato. En esa ceremonia prohibida, ā€œlos asistentes deben voltiar esa entregaā€, lo que quiere decir atrapar con su mano las plantas y rodear el cuerpo con movimientos en cĆ­rculo ā€œantes de llevarse las hojas a la bocaā€.

ā€œEs entonces cuando se deben sentir los tirones en la pielā€, describe, ā€œdespuĆ©s de un buen rato, el theĀ“wala ofrece a todos una mezcla de coca y tabaco que tambiĆ©n hay que voltiar, meterse entre los dientes junto a otras plantas y aguardiente y conservarlo sin tragar. DespuĆ©s se escupe. Y se repite la operación hasta tres veces antes de meterse todos en la quebrada (riachuelo).ā€

¿Y qué se consigue?

“Se quita uno el sucio. Se protege de las energĆ­a negativas, se carga de buenas vibras, se aleja a los que quieren hacer daƱo a la madre tierra y se evita caer en las malas acciones de otros vecinos”.

Ceremonias como ésta, o parecidas, se continúan realizando por centenares de etnias indígenas de América a lo largo y ancho del continente, en especial en el sur de éste. Bolivia, Perú, Colombia y Ecuador son los principales cultivadores del vegetal. AdemÔs, la función médica que estos nativos le atribuyen a la planta como antidepresivo, correctivo gÔstrico, anestésico, calmante o producto estimulante, entre otros, son corroboradas por ciertos miembros de la comunidad científica como aciertos de la medicina natural (otros científicos aseguran que es perjudicial su consumo).

En 2008, la Organización Mundial de la Salud, sugerĆ­a la necesidad de estudiar los potenciales usos terapĆ©uticos de la hoja de coca para aliviar ciertos males “tales como el alivio de problemas gastrointestinales y respiratorios o el tratamiento del mal de altura”. Algo que los nativos, hace mĆ”s de 5.000 aƱos, ya habĆ­an descubierto.

ā€œNada tienen que ver los ritos y usos de la planta con el trĆ”fico de estupefacientesā€, dice Ana. Con esa apelación, las comunidades autóctonas en conjunto no quieren permitir que los gobiernos de los paĆ­ses que ahora les legislan les prohĆ­ban el cultivo de sus sagradas matas.

Tampoco que continĆŗen con su actividad los nativos que sĆ­ han sucumbido al suculento negocio de su venta al narcotrĆ”fico. En defensa de la planta, los lĆ­deres indĆ­genas de las AmĆ©ricas se reunieron en Cartagena de Indias (Colombia) el pasado mes de abril haciendo coincidir su cita con la de la cumbre de las AmĆ©ricas, que sentaba a los gobernantes de la mayorĆ­a de paĆ­ses del continente. Su reivindicación era clara: ā€œLa coca sĆ­mbolo sagrado de vida y no de muerte”.

Manifestaron que ellos “tienen derecho a disponerā€ de sus ocupadas tierras, y que ā€œnadie debe quitarles la potestadā€ de plantar su sacra mata. A pesar de las excepciones otorgadas a sus pueblos en algunos de los estados donde se encuentran, todos las comunidades acudieron juntas a exclamar que todos ellos tienen derecho a cultivar la planta. ā€œLa cocaĆ­na es una maldición. La vinculación que se le atribuye a la coca con el estupefaciente sigue daƱando nuestra imagen y acotando nuestro derecho a llevar a cabo las prĆ”cticas sagradasā€, apostilla la gobernadora de López.

SegĆŗn defienden algunos los expertos –no todos- , las propiedades mĆ©dicas del consumo de la hoja de coca, bajo un control profesional, son una verdad comprobada. SegĆŗn los indĆ­genas, las propiedades mĆ­sticas tampoco pueden pasarse por alto. Mientras, la comunidades nativas siguen expectantes –en la tierra que habitan desde hace miles de aƱos- al debate de los nuevos gobiernos sobre su libertad para cultivar la planta. La cocaĆ­na que se consume mayoritariamente en los paĆ­ses del primer mundo (EspaƱa encabeza el ranking en Europa) les ha causado un grave estrago. Canastroches culmina: ā€œLa maldición, no estĆ” en la hojaā€.

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La hoja de la planta de coca es un bien estigmatizado por gobiernos, organismos sanitarios, cuerpos de seguridad y gran parte de la sociedad por ser la materia base que se utiliza para elaborar la cocaína. Según el informe mundial de drogas de la ONU, el consumo de esta sustancia causa -junto al de otros mejunjes- cerca de 200.000 muertes al año en todo el planeta, sin contar los otros miles causados por la violencia generada por las redes de narcotrÔfico que mueven el producto.

No obstante, ese problema se inició desde que a mediados del siglo XIX los laboratorios de la sociedad desarrollada decidiesen procesar químicamente este desacreditado vegetal, obtenido por primera vez en probetas parisinas. Antes, mucho antes de eso, dos siglos antes de la existencia de Cristo, las comunidades indígenas de la actual América ya cultivaban la planta con fines que no eran ni ilegales, ni recreativos.

Sus costumbres y ritos estĆ”n aĆŗn hoy envueltos del uso de esta hoja, para ellos sagrada, que contiene desde propiedades ā€˜milagrosas’ a facultades curativas, segĆŗn afirman estos cultivadores. Su proclama en la actualidad es que esta mata no se considere ā€œun sĆ­mbolo de muerte, sino de vidaā€.

La forma que tienen de utilizarla, no obstante, sigue siendo un secreto prohibido de revelar fuera de las comunidades indĆ­genas.

Marina Canastroches es la gobernadora del cabildo indĆ­gena de López, en el departamento colombiano del norte del Cauca (Colombia). Rodeada de su consejo, habla de cómo la etnia Nasa, a la que pertenece, cultiva la coca porque ā€œes una planta sagradaā€.

– ĀæQuĆ© se consigue con la planta?

– Se consiguen curaciones para diferentes enfermedades. AdemĆ”s de otras cosas.

¿Qué otras cosas?

– (Silencio largo. Vista alrededor buscando aprobación) Pues cosas de nuestra cultura, como una conexión de las personas con los espĆ­ritus.

– ĀæY cómo se hace eso?

– Eso no se lo puedo decir.

– El rito, me refiero.

– Deje de hacer esas preguntas, usted no es de la comunidad indĆ­gena.

Parece que la información prohibida no es fÔcil de arrancar así como así. Pero que sería del periodismo si no existiesen las personas a las que se les escapan los secretos.

Ana (nombre ficticio) es una joven indĆ­gena del cabildo de Corinto. Ella ha asistido a un ritual de coca. Ante la insistencia del reportero, -y su promesa de tratar el tema con respeto- sucumbe a describir una de esas ā€œbonitasā€ ceremonias:

ā€œUn the’wala (lĆ­der espiritual) la oficia. Ɖl lo tiene que hacer porque ha recibido el poder y la sabidurĆ­a del Trueno. La prĆ”ctica que se realiza con Ć©l se denomina mambear coca o refrescamiento, y sirve como tĆ©cnica de armonización y limpieza. Aunque no es la Ćŗnica ceremonia que se hace con cocaā€, define la chica.

Cuenta que, cuando se celebra el culto que ella conoce, varias personas de la comunidad se colocan en lĆ­nea paralela frente a un rio y que el the’wala mambea la coca antes de partir al sitio sagrado. (De prohibida revelación por Ć©tica periodĆ­stica).

ā€œEntonces el maestro de ceremonias saca la jigra (bolsa de algodón usada en esta zona del Cauca) repleta de coca y pasa en frente de cada uno de los que estĆ”n ahĆ­ para darles un puƱado de ellaā€, continĆŗa el relato. En esa ceremonia prohibida, ā€œlos asistentes deben voltiar esa entregaā€, lo que quiere decir atrapar con su mano las plantas y rodear el cuerpo con movimientos en cĆ­rculo ā€œantes de llevarse las hojas a la bocaā€.

ā€œEs entonces cuando se deben sentir los tirones en la pielā€, describe, ā€œdespuĆ©s de un buen rato, el theĀ“wala ofrece a todos una mezcla de coca y tabaco que tambiĆ©n hay que voltiar, meterse entre los dientes junto a otras plantas y aguardiente y conservarlo sin tragar. DespuĆ©s se escupe. Y se repite la operación hasta tres veces antes de meterse todos en la quebrada (riachuelo).ā€

¿Y qué se consigue?

“Se quita uno el sucio. Se protege de las energĆ­a negativas, se carga de buenas vibras, se aleja a los que quieren hacer daƱo a la madre tierra y se evita caer en las malas acciones de otros vecinos”.

Ceremonias como ésta, o parecidas, se continúan realizando por centenares de etnias indígenas de América a lo largo y ancho del continente, en especial en el sur de éste. Bolivia, Perú, Colombia y Ecuador son los principales cultivadores del vegetal. AdemÔs, la función médica que estos nativos le atribuyen a la planta como antidepresivo, correctivo gÔstrico, anestésico, calmante o producto estimulante, entre otros, son corroboradas por ciertos miembros de la comunidad científica como aciertos de la medicina natural (otros científicos aseguran que es perjudicial su consumo).

En 2008, la Organización Mundial de la Salud, sugerĆ­a la necesidad de estudiar los potenciales usos terapĆ©uticos de la hoja de coca para aliviar ciertos males “tales como el alivio de problemas gastrointestinales y respiratorios o el tratamiento del mal de altura”. Algo que los nativos, hace mĆ”s de 5.000 aƱos, ya habĆ­an descubierto.

ā€œNada tienen que ver los ritos y usos de la planta con el trĆ”fico de estupefacientesā€, dice Ana. Con esa apelación, las comunidades autóctonas en conjunto no quieren permitir que los gobiernos de los paĆ­ses que ahora les legislan les prohĆ­ban el cultivo de sus sagradas matas.

Tampoco que continĆŗen con su actividad los nativos que sĆ­ han sucumbido al suculento negocio de su venta al narcotrĆ”fico. En defensa de la planta, los lĆ­deres indĆ­genas de las AmĆ©ricas se reunieron en Cartagena de Indias (Colombia) el pasado mes de abril haciendo coincidir su cita con la de la cumbre de las AmĆ©ricas, que sentaba a los gobernantes de la mayorĆ­a de paĆ­ses del continente. Su reivindicación era clara: ā€œLa coca sĆ­mbolo sagrado de vida y no de muerte”.

Manifestaron que ellos “tienen derecho a disponerā€ de sus ocupadas tierras, y que ā€œnadie debe quitarles la potestadā€ de plantar su sacra mata. A pesar de las excepciones otorgadas a sus pueblos en algunos de los estados donde se encuentran, todos las comunidades acudieron juntas a exclamar que todos ellos tienen derecho a cultivar la planta. ā€œLa cocaĆ­na es una maldición. La vinculación que se le atribuye a la coca con el estupefaciente sigue daƱando nuestra imagen y acotando nuestro derecho a llevar a cabo las prĆ”cticas sagradasā€, apostilla la gobernadora de López.

SegĆŗn defienden algunos los expertos –no todos- , las propiedades mĆ©dicas del consumo de la hoja de coca, bajo un control profesional, son una verdad comprobada. SegĆŗn los indĆ­genas, las propiedades mĆ­sticas tampoco pueden pasarse por alto. Mientras, la comunidades nativas siguen expectantes –en la tierra que habitan desde hace miles de aƱos- al debate de los nuevos gobiernos sobre su libertad para cultivar la planta. La cocaĆ­na que se consume mayoritariamente en los paĆ­ses del primer mundo (EspaƱa encabeza el ranking en Europa) les ha causado un grave estrago. Canastroches culmina: ā€œLa maldición, no estĆ” en la hojaā€.

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