Y, cuando despertó, el espaƱol todavĆa estaba allĆ, con sus cosillas.
Cada vez me resulta menos sorprendente escuchar frases como «¿Has visto qué patadas le meten al idioma?», «¿Y es que esta gente solo sabe inventarse palabras?» o «”Hala, otro anglicismo! A ver si con el brexit y el murito de Trump dejan de invadirnos el idioma», y yo, desde hace un tiempo, me he currado una respuesta escatológica a la par que molona: «No creas. Antes hablÔbamos como el culo, ahora hablamos que te cagas».
Muchos no saben quĆ© responder y cambian de tema, otros sonrĆen con cara de póker y unos poquitos āno mĆ”s de dos personas en un grupo de doce tomando cervezasā se atreven a preguntarme por quĆ© pienso asĆ.
Son muchas las ciudades que en los albores de su fundación construĆan aquĆ o allĆ” sin tener un plan de ordenación urbanĆstica ni nada por el estilo; el pueblo edificaba, derribaba y volvĆa a edificar segĆŗn les interesaba: la iglesia, en el centro; el bar, cerca; el ayuntamiento, al otro lado⦠Sin tener en cuenta que con estas acciones estaban creando la estructura. Pero nada es eterno, y muchas veces las ciudades tienen que crear planes de urbanismo, reorganizarse o trasladarse por falta de espacio o porque algunos edificios o barrios dejan de tener un sentido prĆ”ctico. Y esto es lo mismo que sucedió con el espaƱol: esta pronunciación es mĆ”s difĆcil que encontrar ropa de nuestra talla en rebajas, o no la utiliza ni Jordi, o ya no se utiliza con el significado de antaƱo.
En este caso, el primer toque de atención a la forma de hablar y escribir lo que serĆa mĆ”s tarde el espaƱol tuvo lugar hace un montón de aƱos āincluso dos montonesā, entre los siglos IIIĀ y IVĀ d. C., cuando los habitantes de Roma, que hablaban un latĆn algo diferente al que aprendimos en el instituto, se toparon con una obra bastante curiosa: el Appendix Probi, una lista de errores ortogrĆ”ficos y de pronunciación en latĆn con las correspondientes formas consideradas correctas, que fue redactada por un gramĆ”tico posterior a Marco Valerio Probo.
Por ejemplo, el gramĆ”tico insistĆa en casos como Ā«diga camera, no cammara; tabula, no tabla; mensa, no mesaā¦Ā», y otros muchos que hoy damos por supuesto que son correctĆsimos. Interesante, Āæverdad? Sin embargo, tambiĆ©n puede que nos llamen la atención otros del tipo Ā«diga articulus, no articlus; aquaeductus, no aquiductus; pavor, no paorā¦Ā».
La ciudad del espaƱol se fundó sobre los pilares de distintos idiomas y dialectos āprincipalmente el latĆn y Ć”rabeā sobre los que se levantan distintos edificios: verbos, adverbios, sustantivos, adjetivos⦠Los cuales se emplazan en un lugar o en otro segĆŗn los planes de ordenación lingüĆstica āpara entendernosā: la gramĆ”tica y la ortografĆa.
Estos edificios cambian segĆŗn las necesidades de los vecinos. Por ejemplo, hace muchos aƱos varios franceses quisieron comprar una palabra en la que veranear y hacerle una buena reforma por dentro y respetar la fachada, porque era lo suficientemente bonita para respetarla y mucho mĆ”s barato y sencillo que hacer una nueva. Es el caso de lĆvido āque no se debe confundir con libidoā, que hasta finales del diecinueve significaba estrictamente en espaƱol āamoratadoā y que, por la influencia de los nuevos inquilinos en los vecinos, tambiĆ©n pasó a significar āintensamente pĆ”lidoā, aunque al principio la Real Academia EspaƱola rechazara ese sentido. A dĆa de hoy encontramos ambos sentidos en nuestro diccionario.
Es curioso que, en muchas ocasiones, a la hora de remodelar edificios, nos hemos pasado con la capa de yeso y hemos corregido āmĆ”s de lo necesarioā tĆ©rminos que no hacĆa falta corregir y que hoy estĆ”n mĆ”s que asentados, como la palabra cocodrilo (del latĆn crocodilus) e incluso, segĆŗn distintas hipótesis, el propio sustantivo espaƱol.
Al igual que en nuestras ciudades fĆsicas, en las de los idiomas tambiĆ©n hace falta crear o adaptar nuevas palabras que designan realidades distintas que antes no tenĆamos āo que no nos hacĆan faltaā y a las que llamamos neologismos: internet, pizza, hackear, removerā¦
SegĆŗn lo anterior, podrĆamos preguntarnos: «¿Significa eso que todo tĆ©rmino ajeno al espaƱol debe quedarse?Ā». La respuesta es clara: no.
Al igual que muchas personas se van de vacaciones unos dĆas y luego se marchan, o trabajan en un lugar concreto durante una temporada, algunos tĆ©rminos vienen para pasar quince dĆas metafóricos en el espaƱol y, mĆ”s tarde, volver a su idioma correspondiente o a compartir significado con otro tĆ©rmino y nadie lo vuelve a echar en falta.
Sin duda, estas palabras que llegan a nuestras conversaciones y diccionarios son los nuevos edificios que hermosean nuestro idioma actualmente āy que lo harĆ”n durante muchos aƱosā y se adaptarĆ”n a las necesidades que tenemos los hablantes para comunicarnos de forma adecuada.
Dado que el espaƱol es una ciudad viva, atrevido lector, te dirƩ dos cosas: no tengas miedo a construir, revisar y disfrutar de las palabras del espaƱol y no te olvides de que los jornaleros del idioma tambiƩn pasamos sed y una cerveza siempre serƔ bienvenida.
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Muy buen artĆculo. He disfrutado mucho leyĆ©ndolo.
Solo me gustarĆa aƱadir que “remover” no es un anglicismo, ya se usaba en latĆn y en castellano antiguo con el sentido de “eliminar”.
NacĆ en una familia vallisoletana.Como a mis hermanos mayores el primer dĆa en el jardĆn de infantes fue terrible,se reĆan de mi hablar y acento y me llamaban gallega.Mi padre me explicó que era yo argentina,hija de castellanos.Y QUE GALLEGOS ERAN pARDO bAZĆN,Castelao,Valle INCLAN,sEOANE,mARĆA pITA.Concluyó,el acento lo perderĆ”s pero recuĆ©rdales que asĆ hablaba el GENERAL sAN mARTĆN.
PorquĆ© nunca se menciona el pilar quĆ© sustentó la evolución del latĆn en la penĆnsula?
Las lenguas ibƩricas.
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