En el pasado, mucho antes de que los vuelos chĆ”rter y las lĆneas de bajo coste popularizasen los trayectos de larga distancia, las personas que viajaban eran bĆ”sicamente de dos clases: los ricos⦠y los emigrantes.
Los que lo hacĆan por necesidad no tenĆan muchas ganas de recordar un periplo que podĆa durar semanas en camarotes destartalados. Los que lo hacĆan por placer estaban ansiosos por contar a sus allegados detalles sobre los lugares por los que habĆan pasado. Viajar, en su caso, era un signo de distinción y estatus.


El problema con el que se encontraban esos acomodados viajeros es que, como la fotografĆa domĆ©stica todavĆa no se habĆa popularizado, las Ćŗnicas formas de probar que se habĆa estado en esos lejanos lugares eran las tarjetas postales y los objetos del este artĆculo: las etiquetas de hotel.
Aunque estas pequeƱas piezas grĆ”ficas existĆan desde finales del siglo XIX, fue en las primeras dĆ©cadas del siglo XX cuando alcanzaron su mĆ”ximo esplendor, coincidiendo con el mayor desarrollo de los ferrocarriles, las compaƱĆas navieras y los primeros viajes en avión.



SolĆan adquirirse en los hoteles en los que se alojaban los turistas, que acostumbraban a pegarlos en sus maletas y baĆŗles, mucho mĆ”s voluminosos y numerosos que ahora dado que, por entonces no existĆan las restricciones de la IATA ni de la Patriot Act.
AdemĆ”s de servir de souvenir, las etiquetas eran un soporte promocional óptimo para transmitir los conceptos de confort y lujo de las compaƱĆas navieras, de ferrocarril o los establecimientos hoteleros.
Sin embargo, con el paso del tiempo, esas etiquetas se han convertido en un material grĆ”fico muy interesante para conocer otros aspectos de la sociedad de la Ć©poca; por ejemplo, los diferentes estilos artĆsticos en boga en ese momento. Creadas por artistas anónimos o grafistas de prestigio, como Mario Borgoni, Franz Lenhart o Filippo Romoli, en ellas es posible encontrar desde tipografĆas art noveau a composiciones formalistas inspiradas por la Bauhaus e incluso algĆŗn que otro experimento vanguardista.



Junto con el aspecto artĆstico, estos elementos destacan por su importante valor sociológico e histórico, dado que permiten conocer tambiĆ©n los gustos de los viajeros, los destinos mĆ”s demandados en esos aƱos o hasta la situación polĆtica del mundo.
En ellas, paĆses exóticos como Egipto o la India āpor entonces bajo dominio inglĆ©sā compiten en preferencia con lugares como las estaciones de esquĆ de Saint Moritz, las ruinas de Atenas y Roma, la elegancia de Florencia y ParĆs, o los exuberantes destinos de ultramar, como RĆo de Janeiro, Caracas, Buenos Aires o Hong Kong.
AdemĆ”s, en una Ć©poca en la que las reproducción grĆ”fica en serie era muy precaria y apenas se disponĆa de imĆ”genes reales de esos lugares, las etiquetas proporcionaban un efecto evocador y mĆ”gico imposible de transmitir en la actualidad con las fotografĆas de Instagram.




Hace unos años, casi un millar de esas etiquetas fueron recopiladas en World Tour. Vintage Hotel Labels From the Collection of Gaston-Louis Vuitton. Este libro, escrito por la chilena afincada en Francia Francisca Mattéoli recopila, en palabras de su autora, esas «pequeñas maravillas de diseño grÔfico que evocan lejanos y exóticos lugares».
Lo mÔs sorprendente de ese trabajo es que el material procede de la colección personal de Gaston-Louis Vuitton. El nieto del fundador de la prestigiosa casa de bolsos y baúles pasó su vida coleccionando esos trabajos grÔficos, muchos de los cuales se pegaban en los productos de la marca.
De hecho, uno de los reclamos publicitarios de la compaƱĆa francesa era Ā«MuĆ©streme su equipaje y le dirĆ© quiĆ©n esĀ». Una frase que puede ser excesivamente cruda, pero que contiene mucho de verdad, pues hay muchas diferencias entre el propietario de un baĆŗl Louis Vuitton y el de una maleta de cartón atada con una cuerda de esparto.


