Sus compañeros abandonaron a los pocos meses. Claire no. Ella hizo uso de las habilidades que habÃa aprendido y se construyó una choza. Medio año más tarde ya cazaba canguros, los despellejaba y se los comÃa. Al cabo del año regresó a la civilización, pero le costaba adaptarse. «No digo que todos deban dejarlo todo por tanto tiempo, pero hay algo de nuestra conexión con la naturaleza que definitivamente hemos perdido».Â
Ese es el caso de la rusa Agafia Lykov, descubierta en medio de la tundra allá por los años 70. Su padre habÃa trasladado a toda la familia en balsa hasta uno de los rincones más apartados de Siberia. Ella sobrevivió y allà sigue con sus cabras y un compañero con el que riñe durante los largos inviernos. La comunidad religiosa de la que provenÃa su familia hablaba un dialecto del siglo XVI, un idioma casi tan medieval como su vida actual.
Timothy Treadwell era un enamorado de los osos. Tan enamorado de ellos como desencantado de los seres humanos. En los veranos se marchaba a la zona más salvaje de Alaska para convivir con esos animales y filmar sus documentales caseros, algunos de ellos con imágenes francamente increÃbles. Pero un dÃa Treadwell desapareció. Su historia era tan apasionante que el renombrado cineasta Werner Herzog le dedicó su excelente documental: Grizzly Man.
Por eso SurÃs vive con un pie en un mundo y un pie en el otro, tiene móvil y está muy conectado a las redes sociales. Seguramente, es fiel a su teorÃa de las tribus porque vivir de la naturaleza no resulta tan sencillo. Es una pena, pero la pasta –al menos en las zonas menos agrestes— sigue tirando pa’l cemento.
Sus compañeros abandonaron a los pocos meses. Claire no. Ella hizo uso de las habilidades que habÃa aprendido y se construyó una choza. Medio año más tarde ya cazaba canguros, los despellejaba y se los comÃa. Al cabo del año regresó a la civilización, pero le costaba adaptarse. «No digo que todos deban dejarlo todo por tanto tiempo, pero hay algo de nuestra conexión con la naturaleza que definitivamente hemos perdido».Â
Ese es el caso de la rusa Agafia Lykov, descubierta en medio de la tundra allá por los años 70. Su padre habÃa trasladado a toda la familia en balsa hasta uno de los rincones más apartados de Siberia. Ella sobrevivió y allà sigue con sus cabras y un compañero con el que riñe durante los largos inviernos. La comunidad religiosa de la que provenÃa su familia hablaba un dialecto del siglo XVI, un idioma casi tan medieval como su vida actual.
Timothy Treadwell era un enamorado de los osos. Tan enamorado de ellos como desencantado de los seres humanos. En los veranos se marchaba a la zona más salvaje de Alaska para convivir con esos animales y filmar sus documentales caseros, algunos de ellos con imágenes francamente increÃbles. Pero un dÃa Treadwell desapareció. Su historia era tan apasionante que el renombrado cineasta Werner Herzog le dedicó su excelente documental: Grizzly Man.
Por eso SurÃs vive con un pie en un mundo y un pie en el otro, tiene móvil y está muy conectado a las redes sociales. Seguramente, es fiel a su teorÃa de las tribus porque vivir de la naturaleza no resulta tan sencillo. Es una pena, pero la pasta –al menos en las zonas menos agrestes— sigue tirando pa’l cemento.
Wow wow wow. Este artÃculo es genial. Gracias!
Comentarios cerrados.