Cada red social tiene sus peculiaridades. La principal virtud de Twitter, por ejemplo, es la inmediatez. Es a dĂa de hoy la Ăşnica que ofrece contenido en directo sin mediar algoritmo alguno que condicione lo que se ve. Porque sĂ, está la opciĂłn de ‘lo que te has perdido’, pero de momento es eso, una opciĂłn. AsĂ las cosas, entre tĂş y lo que ves lo Ăşnico que hay es tu propia selecciĂłn de fuentes.
Eso ha convertido a la plataforma en un impresionante cañón de informaciĂłn en tiempo real sobre un montĂłn de cosas, desde lo que sucede tras un atentado a lo que opina la gente de un programa de televisiĂłn. Y en tiempo real se difunden tambiĂ©n los bulos, claro. Lo malo, algo que ya se ha hablado varias veces, es que la compañĂa no ha sabido sacarle rentabilidad y —dicen los expertos— es un gigante de 300 millones de usuarios que podrĂa tener un futuro complicado en tĂ©rminos econĂłmicos.
Es muy frecuente, dentro de esa plataforma con sus peculiaridades, hablar de los rankings de polĂticos y partidos, que usan el entorno como plataforma de contacto. En ese mundo paralelo Podemos barre, seguido del PP, el PSOE, IU y luego ya Ciudadanos. En los listados de polĂticos el que barre es Pablo Iglesias, seguido de Mariano Rajoy, Alberto GarzĂłn y Albert Rivera. Para encontrar a un socialista hay que bajar al puesto nueve, donde resiste —tambiĂ©n ahĂ— Pedro Sánchez.
A fin de cuentas, y de ahĂ las peculiaridades, Twitter es una plataforma de envĂo de informaciĂłn para los polĂticos. El nĂşmero de seguidores no es determinante —muchos son falsos—, pero ayuda. Sobre todo a determinado tipo de polĂticos que sabe usar el canal para colocar sus mensajes, distraer el foco de atenciĂłn o hacer pruebas. Es el ejemplo perfecto de Donald Trump, que da un nuevo sentido a las teorĂas de la comunicaciĂłn aplicadas a las redes sociales.
The #Trump Tweet: Weapons of Mass Distraction https://t.co/LUFtyv5dKS with permission from @GeorgeLakoff and Greg @gibilisco pic.twitter.com/qSYQ9lOMIW
— Chris Morris (@camorris) February 22, 2017
Pero, ¿qué pasa con Facebook?
En Facebook la cosa cambia, y mucho. Primero, porque es muchĂsimo más grande (1.700 millones de usuarios y creciendo) y mucho más rentable. Pero lo importante en tĂ©rminos polĂticos no es eso, sino que (se supone) que todos sus usuarios son reales —asĂ que las cifras son mucho más representativas—. Y, sin embargo —o quizá por eso— los polĂticos suelen tener más predicamento en Twitter que en Facebook. No porque lleguen a más gente, sino porque sus mensajes, sencillamente, tienen mayor impacto.
Por comparar las cifras, la cuenta oficial del presidente Obama liderarĂa el ranking de polĂticos con más seguidores, con 84,9 millones de seguidores, por delante de Narendra Modi (primer ministro de la India) con 27,3 —nĂłtese la brutal distancia— y de Donald Trump, que no aparece en el listado como polĂtico pero suma ya 25,4 millones de seguidores.
En las primeras veinte posiciones podrĂa sorprender ver a muchos lĂderes de fuera del mundo occidental, como el expresidente indonesio, el primer ministro y el expresidente turco, el gobernador de Delhi, el jeque de Dubái, dos ministros indios, el gobernador de Yakarta o el rey de Arabia SaudĂ. Y no, ningĂşn europeo.
ÂżY Facebook? En Facebook la dinámica se repite, lo que confirmarĂa que —cuentas falsas y bots aparte— el factor poblacional es mucho más determinante a estas alturas que la penetraciĂłn tecnolĂłgica: el mundo es muchĂsimo mayor que Europa y EEUU, y las redes sociales lo evidencian… aunque aquĂ no se vea.

Hay, evidentemente, implicaciones más allá de las cifras: la notoriedad. Para el mundo —al menos el que vemos— es mucho más importante un mensaje del lĂder de EEUU que el de la India. Y eso condiciona, por ejemplo, la composiciĂłn geográfica de los seguidores, donde tambiĂ©n interviene el idioma: la comunidad detrás del primer ministro indio, o de un lĂder indonesio, será eminentemente nacional, si acaso regional; la comunidad detrás del presidente de EEUU es internacional.
Eso tiene un pero añadido: el tipo de mensaje del lĂder en cuestiĂłn, especialmente cuando no representa —todavĂa— a un paĂs. Sirva el ejemplo de Marine Le Pen, de ultraderecha, cuya comunidad es eminentemente francesa —igual que es británica la de Theresa May, defensora del Brexit y actual primera ministra en su paĂs—. Por contra, la de Angela Merkel es mayoritariamente internacional, y la de Trump, que tiene un tercio de sus seguidores fuera de sus fronteras.

Facebook además tiene otra cosa que Twitter no: un algoritmo que decide quĂ© ves. Eso explica, por ejemplo, que haya contactos de los que pasen meses sin que veas nada, y contenidos de otros que se pasen dĂas enteros apareciendo en tu timeline sin moverse.
De esta forma, como sucede con Google o Instagram, Facebook decide quĂ© enseñarte y quĂ© ocultarte, y eso en tĂ©rminos polĂticos es peligroso. Sonado fue cuando hubo confesiones de miembros del equipo de la red social que confesaron haber estado ocultando contenido conservador de forma sistemática. La red social, aunque no sea la plataforma predilecta de los polĂticos por sus caracterĂsticas, es la más poblada y posiblemente la más influyente, aunque no sea tan instantánea como Twitter.
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