‘FariƱa’: del papel a la pantalla
”Yorokobu gratis en formato digital!
Adaptar una obra literaria al lenguaje audiovisual es como hacer una escultura de hielo. Se parte de una base sólida, de un bloque que hay que picar cuidadosamente hasta eliminar todo lo que no integrarÔ el resultado final. Es complicado y requiere pericia, pero, si se hace bien, nadie se preguntarÔ dónde fue a parar el hielo descartado.
En las series, no obstante, existen dos alternativas. Por un lado, aquellas que utilizan el material previo como punto de partida para extenderse durante horas y horas a lo largo de varias temporadas. Esto es, usar el libro como cimiento. Las tramas literarias se verÔn superadas por el discurrir de los episodios y la serie acabarÔ volando libre. En cambio, la otra opción es ceñirse a lo escrito y extraer los elementos mÔs atractivos para resumir la historia en imÔgenes. Los creadores de Fariña, claro estÔ, optaron por lo segundo.
El fantĆ”stico libro de Nacho Carretero es, a fin de cuentas, un reportaje. AsĆ, con su caracterĆstico estilo Ć”gil, el periodista gallego se nutre de su conocimiento del terreno, de las entrevistas realizadas, de la bibliografĆa y del archivo. Aunque rechaza recrearse en la ingente cantidad de datos disponibles para evitar el carĆ”cter enciclopĆ©dico, lo cierto es que la narración queda minada de nombres, fechas, lugares y cifras. Y convertir todo eso en una serie de televisión requiere tomar muchas decisiones.
Lo primero que debieron hacer en BambĆŗ, la productora que adquirió los derechos, fue acotar el relato. El autor dedica el inicio del volumen a contextualizar el fenómeno del contrabando en Galicia, y prĆ”cticamente toda la segunda mitad del libro narra eventos que se desarrollan mucho despuĆ©s de las principales andanzas de los protagonistas de la serie (MiƱanco, OubiƱa y compaƱĆa). De hecho, el libro le pisa los talones a la actualidad, fecha que la ficción estrenada por Antena 3 ni siquiera rozarĆ” a lo largo de sus diez episodios (o eso se supone).
Una vez delimitada la Ć©poca, toca agrupar ideas. Pese a que el relato de Carretero arranca hace varias dĆ©cadas y concluye en nuestros dĆas, los hechos no siempre se describen en orden cronológico. Por tanto, el siguiente paso para los guionistas era establecer una lĆnea temporal. Es decir, delimitar el punto de arranque y saber hasta dónde se quiere llegar y por dónde ha de pasar la narración para lograrlo.
El protagonismo recae claramente en Sito MiƱanco. Su conversión de don nadie a Pablo Escobar de las RĆas Baixas, una historia de ascenso fulgurante que marcarĆ” la lĆnea temporal de la serie. Alrededor se vertebra todo. ĀæY quĆ© ocurre cuando se navega por un ocĆ©ano de sucesos y personas? Que para que funcionen en pantalla hay que unir tramas, eliminar personajes o poner en su boca cosas que dijeron otros. Por ejemplo, valga la genial anĆ©cdota del sacerdote y la procesión de la Virgen del Carmen. En el libro (pĆ”gina 57) no se dice que fuera MiƱanco quien trató con el cura, pero eso es lo de menos. Sirve para describir la Ć©poca y el personaje. No sucedió asĆ, pero podrĆa haberlo hecho. Es mĆ”s que verosĆmil.
AsĆ llegamos a uno de los puntos bĆ”sicos de toda adaptación; las obras de ficción inspiradas en hechos reales no han de ser fidedignas. Por supuesto que es lo deseable, pero su Ćŗnica obligación es entretener, y si para ello es preciso modificar, reducir o exagerar algunos aspectos, pues adelante. El que quiera saber quĆ© pasó realmente, que investigue por su cuenta. FariƱa, al ser un libro periodĆstico (apuesta habitual de su editorial, Libros del KO), pone en bandeja la documentación al que le apetezca ahondar en lo que se ve en la tele.
La historia del cura con MiƱanco es solo un ejemplo. En los primeros capĆtulos se hacen malabarismos temporales con la conexión colombiana y el paso del contrabando de tabaco al narcotrĆ”fico, asĆ como con el apartado policial. Para que la serie sea lógica, alguien tiene que oponerse a los planes de los protagonistas. Y debe suceder desde el principio. Por eso el personaje de TristĆ”n Ulloa tiene peso desde el episodio piloto, aunque en el libro quede claro que la oposición de las fuerzas del orden fue muy posterior al aƱo de arranque de la serie. La policĆa llegó tarde, pero el antagonista del relato no puede permitirse ese lujo.
Y no solo se adelantan u omiten aspectos, tambiĆ©n se rellenan huecos. Para adaptar es necesario ficcionar, ese verbo que no recoge la RAE pero tan comĆŗn entre aquellos que lo practican. De la denuncia presentada por Laureano OubiƱa se deduce que tampoco estĆ” familiarizado con el concepto, ya que se queja por ser presentado⦠”manteniendo relaciones sexuales! Un escĆ”ndalo mayĆŗsculo, se mire por donde se mire. El narcotraficante aduce que nada de eso aparece en el libro, por lo que ha de ser fruto de la imaginación de Ramón Campos, Gema R. Neira, Cristóbal Garrido y Diego Sotelo. En resumen, que un seƱor se ha querellado contra unos guionistas por inventarse algo. Si es que te tienes que reĆr.
Conviene detenerse en el humor, aunque sea de manera breve. Otra de las tareas de la adaptación es saber captar el tono de la obra literaria. Obviamente, FariƱa no es un texto cómico, pero entre sus lĆneas se cuela, en ocasiones, una socarronerĆa muy sutil, casi soterrada, que busca la complicidad del lector. Algo de eso quisieron trasladar a la ficción, ya que algunos diĆ”logos alivian la gravedad de la trama. MĆ”s que bromas o situaciones cómicas, lo que se esparcen son ligeros guiƱos que se integran a la perfección en el relato.
Otro ejemplo de buena adaptación. En el libro (concretamente, en la pĆ”gina 107) se lee: Ā«Hubo casos de maletines de dinero extraviados en depósitos de aguaĀ». Apenas una lĆnea. Con ese Ćŗnico concepto, una aguja en el pajar del libro, los guionistas pergeƱaron un comienzo de episodio con un arranque tan potente en lo visual como ver fajos de billetes saliendo de las alcantarillas de un pueblo.
La escena que tanto ha indignado a OubiƱa (por la que pide una millonada y suspender la emisión) se encuadra en el inicio de la serie, otra de las decisiones de sus creadores. Una de las mĆ”s importantes, en realidad. Muy acertadamente, dieron un salto (en los hechos y en el libro) para arrancar con la espectacular imagen de Baltasar Garzón aterrizando en helicóptero en plena Operación NĆ©cora. Porque, ya se sabe, hay que impactar desde el inicio. A continuación, marcha atrĆ”s hasta los orĆgenes de Sito. Pero la atención ya estĆ” captada y, a partir de ahĆ, el piloto es un alarde de ritmo narrativo que engancha y deja con ganas de mĆ”s.
Adaptar un buen libro es un reto apasionante y una responsabilidad. Si encima se parte de un trozo de la historia espaƱola reciente, el compromiso es doble. El sector de espectadores patrios que demanda calidad es cada vez mĆ”s amplio, y buscan que las series nacionales se parezcan a lo que hace tiempo reciben desde el extranjero. Y, como es sabido, fuera de EspaƱa eso de tratar sucesos contemporĆ”neos es una tónica mĆ”s que habitual. Ya va siendo hora de que tambiĆ©n lo sea aquĆ. En el horizonte aparece otra adaptación, la de Patria a manos de HBO, que parece incidir en la voluntad de transitar este camino.
Mientras tanto, hay que paladear FariƱa. El trabajo realizado para extraerle el jugo al libro y adaptarlo al formato serie es notable. Desde luego, hay pĆ”rrafos escritos por Carretero que parecen gritar desde las pĆ”ginas su necesidad de ser llevados a la pantalla. Son tantos que la duda es si habrĆ” espacio para todo. Ni Antena 3 ni BambĆŗ han anunciado si habrĆ” mĆ”s entregas, pero aquellos que hayan visto Narcos (cuyas conexiones con FariƱa son mĆ”s que evidentes) saben lo bien que puede funcionar una primera temporada donde los aƱos vuelan y una segunda que abarque un perĆodo mucho mĆ”s reducido.
Sea como fuere, los pasos dados ya son importantes. No solo volver a demostrar el nivel de calidad que la ficción nacional puede alcanzar, sino poner de manifiesto que también es posible hacerlo con historias desarrolladas en regiones concretas y con actores que hablan como lo hacen en su tierra. Es decir, que una España real también puede ponerse frente al espejo. Y, si es necesario, airear sus vergüenzas. Lo poco acostumbrados que estaremos que, en cuanto a alguien se le ocurre hacerlo, empiezan a lloverle las demandas.
”Yorokobu gratis en formato digital!
Adaptar una obra literaria al lenguaje audiovisual es como hacer una escultura de hielo. Se parte de una base sólida, de un bloque que hay que picar cuidadosamente hasta eliminar todo lo que no integrarÔ el resultado final. Es complicado y requiere pericia, pero, si se hace bien, nadie se preguntarÔ dónde fue a parar el hielo descartado.
En las series, no obstante, existen dos alternativas. Por un lado, aquellas que utilizan el material previo como punto de partida para extenderse durante horas y horas a lo largo de varias temporadas. Esto es, usar el libro como cimiento. Las tramas literarias se verÔn superadas por el discurrir de los episodios y la serie acabarÔ volando libre. En cambio, la otra opción es ceñirse a lo escrito y extraer los elementos mÔs atractivos para resumir la historia en imÔgenes. Los creadores de Fariña, claro estÔ, optaron por lo segundo.
El fantĆ”stico libro de Nacho Carretero es, a fin de cuentas, un reportaje. AsĆ, con su caracterĆstico estilo Ć”gil, el periodista gallego se nutre de su conocimiento del terreno, de las entrevistas realizadas, de la bibliografĆa y del archivo. Aunque rechaza recrearse en la ingente cantidad de datos disponibles para evitar el carĆ”cter enciclopĆ©dico, lo cierto es que la narración queda minada de nombres, fechas, lugares y cifras. Y convertir todo eso en una serie de televisión requiere tomar muchas decisiones.
Lo primero que debieron hacer en BambĆŗ, la productora que adquirió los derechos, fue acotar el relato. El autor dedica el inicio del volumen a contextualizar el fenómeno del contrabando en Galicia, y prĆ”cticamente toda la segunda mitad del libro narra eventos que se desarrollan mucho despuĆ©s de las principales andanzas de los protagonistas de la serie (MiƱanco, OubiƱa y compaƱĆa). De hecho, el libro le pisa los talones a la actualidad, fecha que la ficción estrenada por Antena 3 ni siquiera rozarĆ” a lo largo de sus diez episodios (o eso se supone).
Una vez delimitada la Ć©poca, toca agrupar ideas. Pese a que el relato de Carretero arranca hace varias dĆ©cadas y concluye en nuestros dĆas, los hechos no siempre se describen en orden cronológico. Por tanto, el siguiente paso para los guionistas era establecer una lĆnea temporal. Es decir, delimitar el punto de arranque y saber hasta dónde se quiere llegar y por dónde ha de pasar la narración para lograrlo.
El protagonismo recae claramente en Sito MiƱanco. Su conversión de don nadie a Pablo Escobar de las RĆas Baixas, una historia de ascenso fulgurante que marcarĆ” la lĆnea temporal de la serie. Alrededor se vertebra todo. ĀæY quĆ© ocurre cuando se navega por un ocĆ©ano de sucesos y personas? Que para que funcionen en pantalla hay que unir tramas, eliminar personajes o poner en su boca cosas que dijeron otros. Por ejemplo, valga la genial anĆ©cdota del sacerdote y la procesión de la Virgen del Carmen. En el libro (pĆ”gina 57) no se dice que fuera MiƱanco quien trató con el cura, pero eso es lo de menos. Sirve para describir la Ć©poca y el personaje. No sucedió asĆ, pero podrĆa haberlo hecho. Es mĆ”s que verosĆmil.
AsĆ llegamos a uno de los puntos bĆ”sicos de toda adaptación; las obras de ficción inspiradas en hechos reales no han de ser fidedignas. Por supuesto que es lo deseable, pero su Ćŗnica obligación es entretener, y si para ello es preciso modificar, reducir o exagerar algunos aspectos, pues adelante. El que quiera saber quĆ© pasó realmente, que investigue por su cuenta. FariƱa, al ser un libro periodĆstico (apuesta habitual de su editorial, Libros del KO), pone en bandeja la documentación al que le apetezca ahondar en lo que se ve en la tele.
La historia del cura con MiƱanco es solo un ejemplo. En los primeros capĆtulos se hacen malabarismos temporales con la conexión colombiana y el paso del contrabando de tabaco al narcotrĆ”fico, asĆ como con el apartado policial. Para que la serie sea lógica, alguien tiene que oponerse a los planes de los protagonistas. Y debe suceder desde el principio. Por eso el personaje de TristĆ”n Ulloa tiene peso desde el episodio piloto, aunque en el libro quede claro que la oposición de las fuerzas del orden fue muy posterior al aƱo de arranque de la serie. La policĆa llegó tarde, pero el antagonista del relato no puede permitirse ese lujo.
Y no solo se adelantan u omiten aspectos, tambiĆ©n se rellenan huecos. Para adaptar es necesario ficcionar, ese verbo que no recoge la RAE pero tan comĆŗn entre aquellos que lo practican. De la denuncia presentada por Laureano OubiƱa se deduce que tampoco estĆ” familiarizado con el concepto, ya que se queja por ser presentado⦠”manteniendo relaciones sexuales! Un escĆ”ndalo mayĆŗsculo, se mire por donde se mire. El narcotraficante aduce que nada de eso aparece en el libro, por lo que ha de ser fruto de la imaginación de Ramón Campos, Gema R. Neira, Cristóbal Garrido y Diego Sotelo. En resumen, que un seƱor se ha querellado contra unos guionistas por inventarse algo. Si es que te tienes que reĆr.
Conviene detenerse en el humor, aunque sea de manera breve. Otra de las tareas de la adaptación es saber captar el tono de la obra literaria. Obviamente, FariƱa no es un texto cómico, pero entre sus lĆneas se cuela, en ocasiones, una socarronerĆa muy sutil, casi soterrada, que busca la complicidad del lector. Algo de eso quisieron trasladar a la ficción, ya que algunos diĆ”logos alivian la gravedad de la trama. MĆ”s que bromas o situaciones cómicas, lo que se esparcen son ligeros guiƱos que se integran a la perfección en el relato.
Otro ejemplo de buena adaptación. En el libro (concretamente, en la pĆ”gina 107) se lee: Ā«Hubo casos de maletines de dinero extraviados en depósitos de aguaĀ». Apenas una lĆnea. Con ese Ćŗnico concepto, una aguja en el pajar del libro, los guionistas pergeƱaron un comienzo de episodio con un arranque tan potente en lo visual como ver fajos de billetes saliendo de las alcantarillas de un pueblo.
La escena que tanto ha indignado a OubiƱa (por la que pide una millonada y suspender la emisión) se encuadra en el inicio de la serie, otra de las decisiones de sus creadores. Una de las mĆ”s importantes, en realidad. Muy acertadamente, dieron un salto (en los hechos y en el libro) para arrancar con la espectacular imagen de Baltasar Garzón aterrizando en helicóptero en plena Operación NĆ©cora. Porque, ya se sabe, hay que impactar desde el inicio. A continuación, marcha atrĆ”s hasta los orĆgenes de Sito. Pero la atención ya estĆ” captada y, a partir de ahĆ, el piloto es un alarde de ritmo narrativo que engancha y deja con ganas de mĆ”s.
Adaptar un buen libro es un reto apasionante y una responsabilidad. Si encima se parte de un trozo de la historia espaƱola reciente, el compromiso es doble. El sector de espectadores patrios que demanda calidad es cada vez mĆ”s amplio, y buscan que las series nacionales se parezcan a lo que hace tiempo reciben desde el extranjero. Y, como es sabido, fuera de EspaƱa eso de tratar sucesos contemporĆ”neos es una tónica mĆ”s que habitual. Ya va siendo hora de que tambiĆ©n lo sea aquĆ. En el horizonte aparece otra adaptación, la de Patria a manos de HBO, que parece incidir en la voluntad de transitar este camino.
Mientras tanto, hay que paladear FariƱa. El trabajo realizado para extraerle el jugo al libro y adaptarlo al formato serie es notable. Desde luego, hay pĆ”rrafos escritos por Carretero que parecen gritar desde las pĆ”ginas su necesidad de ser llevados a la pantalla. Son tantos que la duda es si habrĆ” espacio para todo. Ni Antena 3 ni BambĆŗ han anunciado si habrĆ” mĆ”s entregas, pero aquellos que hayan visto Narcos (cuyas conexiones con FariƱa son mĆ”s que evidentes) saben lo bien que puede funcionar una primera temporada donde los aƱos vuelan y una segunda que abarque un perĆodo mucho mĆ”s reducido.
Sea como fuere, los pasos dados ya son importantes. No solo volver a demostrar el nivel de calidad que la ficción nacional puede alcanzar, sino poner de manifiesto que también es posible hacerlo con historias desarrolladas en regiones concretas y con actores que hablan como lo hacen en su tierra. Es decir, que una España real también puede ponerse frente al espejo. Y, si es necesario, airear sus vergüenzas. Lo poco acostumbrados que estaremos que, en cuanto a alguien se le ocurre hacerlo, empiezan a lloverle las demandas.