Habitualmente se comenta, quizĆ” para amortiguar el golpe de la mala distribución de la renta en nuestra sociedad, quizĆ” para conformar nuestro estado de insatisfacción, que la felicidad no proviene del dinero, aunque lo cierto es que existe una clara correlación entre paĆses ricos y felices.
Aunque, segĆŗn Kant, āla felicidad depende de nosotros mismosā, tratĆ”ndose asĆ de un estado de Ć”nimo de largo plazo, la edad parece influir en esa percepción. De esta forma, la relación felicidad-edad podemos dibujarla como una ācurva en Uā, dónde jóvenes, hasta el entorno de los 25 aƱos, junto a maduros, que superen los 50, cuentan con valoraciones mĆ”s altas respecto a su satisfacción con la vida. La infelicidad, cuenta con su etapa dorada, coincidiendo con esa afamada crisis de los 40.
No se trata entonces de una cuestión sencilla, baladĆ. Nos interesa encontrar los secretos de la felicidad, con el fin de gestionar mejor esferas sociales, económicas y polĆticas, sustituyendo el crecimiento de la producción por el aumento de la satisfacción, y con ello el nivel de calidad de vida.
¿Cómo medir la felicidad?
Para esta pregunta, la de si uno es feliz, en principio, las propuestas cientĆficas sobre medición pasan por utilizar indicadores objetivos, sobre el nivel o calidad de vida de los individuos. Usualmente se circunscriben a la renta, propiedades o el trabajo, por ejemplo el PIB o la tasa de desempleo.
Satisfacción con la vida, seguridad y confianza. En clara referencia a dos ambientes clave para todo individuo, el laboral y el de su vivienda. Somos seres sociales, por lo que nos preocupa la calidad de nuestro trabajo, la relación con el jefe, los compañeros, nuestra realización y desarrollo personal, son cuestiones clave que motivan nuestra existencia. Por supuesto, que las relaciones sociales del otro entorno mÔs cercano, aquel relacionado con dónde vivimos, quienes y cómo son nuestros vecinos, la seguridad y confianza que se nos ofrece en nuestro barrio, su limpieza, e incluso su calidad como espacio libre de contaminantes, nos hace sin duda mÔs felices.
Cultura, movilidad y deporte. No se trata de circunstancias complementarias, o de efecto colateral al estado de nuestra felicidad, son todas las cuestiones relacionadas con el cuidado del espĆritu. SegĆŗn reza el dicho satĆrico de Juvenal āmens sana in corpore sanoā, por decirlo de alguna manera, son las necesidades que nos permiten hacer de lo cotidiano algo especial. Entre ellas destacan los espacios dedicados al desarrollo de ejercicio fĆsico, la fĆ”cil accesibilidad, distancias cómodas en tiempo, transporte pĆŗblico de calidad, facilidades culturales y de ocio, como las posibilidades en oferta cultural de cines, teatros, bibliotecasā¦
Eficiencia de los servicios pĆŗblicos bĆ”sicos. Con especial detenimiento en los referentes a salud y educación, en todos sus niveles, desde el bĆ”sico al especĆfico. A ellos se aƱaden la relación flexible, rĆ”pida y eficiente con las administraciones pĆŗblicas, para lo que las tecnologĆas son muy apreciadas.
De esta forma, se puede esbozar el perfil actual de un individuo feliz:
Es una persona de entre 55 y 60 aƱos de edad.
Cuenta con un trabajo en el que se siente realizado, una vivienda que ya ha pagado en su mayor parte, ubicada en un barrio residencial, tranquilo, de pueblo o ciudad, en este caso no demasiado poblada.
Ese lugar le proporciona una oferta lĆŗdica, deportiva y cultural suficiente y sostenible.
Entre sus vecinos y entorno se encuentran integradas varias culturas.
Los servicios públicos bÔsicos de salud y educación estÔn a su alcance y al de su entorno familiar.
Ahora piense que esto son sólo datos, estudios de economistas y sociólogos. OjalÔ haya encontrado el secreto para ser feliz, coincida o no con este retrato de nuestra sociedad actual. Y un consejo: aprecie lo logrado y no se pase la vida queriendo ser Finlandia, cuando ya hace tiempo que no es SudÔn.
Habitualmente se comenta, quizĆ” para amortiguar el golpe de la mala distribución de la renta en nuestra sociedad, quizĆ” para conformar nuestro estado de insatisfacción, que la felicidad no proviene del dinero, aunque lo cierto es que existe una clara correlación entre paĆses ricos y felices.
Aunque, segĆŗn Kant, āla felicidad depende de nosotros mismosā, tratĆ”ndose asĆ de un estado de Ć”nimo de largo plazo, la edad parece influir en esa percepción. De esta forma, la relación felicidad-edad podemos dibujarla como una ācurva en Uā, dónde jóvenes, hasta el entorno de los 25 aƱos, junto a maduros, que superen los 50, cuentan con valoraciones mĆ”s altas respecto a su satisfacción con la vida. La infelicidad, cuenta con su etapa dorada, coincidiendo con esa afamada crisis de los 40.
No se trata entonces de una cuestión sencilla, baladĆ. Nos interesa encontrar los secretos de la felicidad, con el fin de gestionar mejor esferas sociales, económicas y polĆticas, sustituyendo el crecimiento de la producción por el aumento de la satisfacción, y con ello el nivel de calidad de vida.
¿Cómo medir la felicidad?
Para esta pregunta, la de si uno es feliz, en principio, las propuestas cientĆficas sobre medición pasan por utilizar indicadores objetivos, sobre el nivel o calidad de vida de los individuos. Usualmente se circunscriben a la renta, propiedades o el trabajo, por ejemplo el PIB o la tasa de desempleo.
Satisfacción con la vida, seguridad y confianza. En clara referencia a dos ambientes clave para todo individuo, el laboral y el de su vivienda. Somos seres sociales, por lo que nos preocupa la calidad de nuestro trabajo, la relación con el jefe, los compañeros, nuestra realización y desarrollo personal, son cuestiones clave que motivan nuestra existencia. Por supuesto, que las relaciones sociales del otro entorno mÔs cercano, aquel relacionado con dónde vivimos, quienes y cómo son nuestros vecinos, la seguridad y confianza que se nos ofrece en nuestro barrio, su limpieza, e incluso su calidad como espacio libre de contaminantes, nos hace sin duda mÔs felices.
Cultura, movilidad y deporte. No se trata de circunstancias complementarias, o de efecto colateral al estado de nuestra felicidad, son todas las cuestiones relacionadas con el cuidado del espĆritu. SegĆŗn reza el dicho satĆrico de Juvenal āmens sana in corpore sanoā, por decirlo de alguna manera, son las necesidades que nos permiten hacer de lo cotidiano algo especial. Entre ellas destacan los espacios dedicados al desarrollo de ejercicio fĆsico, la fĆ”cil accesibilidad, distancias cómodas en tiempo, transporte pĆŗblico de calidad, facilidades culturales y de ocio, como las posibilidades en oferta cultural de cines, teatros, bibliotecasā¦
Eficiencia de los servicios pĆŗblicos bĆ”sicos. Con especial detenimiento en los referentes a salud y educación, en todos sus niveles, desde el bĆ”sico al especĆfico. A ellos se aƱaden la relación flexible, rĆ”pida y eficiente con las administraciones pĆŗblicas, para lo que las tecnologĆas son muy apreciadas.
De esta forma, se puede esbozar el perfil actual de un individuo feliz:
Es una persona de entre 55 y 60 aƱos de edad.
Cuenta con un trabajo en el que se siente realizado, una vivienda que ya ha pagado en su mayor parte, ubicada en un barrio residencial, tranquilo, de pueblo o ciudad, en este caso no demasiado poblada.
Ese lugar le proporciona una oferta lĆŗdica, deportiva y cultural suficiente y sostenible.
Entre sus vecinos y entorno se encuentran integradas varias culturas.
Los servicios públicos bÔsicos de salud y educación estÔn a su alcance y al de su entorno familiar.
Ahora piense que esto son sólo datos, estudios de economistas y sociólogos. OjalÔ haya encontrado el secreto para ser feliz, coincida o no con este retrato de nuestra sociedad actual. Y un consejo: aprecie lo logrado y no se pase la vida queriendo ser Finlandia, cuando ya hace tiempo que no es SudÔn.