[pullquote]«Para mà la creatividad es lo que dice la RAE, facultad de crear y capacidad de creación. A partir de aquà hay diferentes niveles». Ferran Adrià [/pullquote]
No existe el software que transcriba de manera fiable una entrevista, menos una a Ferran Adrià . Tampoco el cerebro que asimile, procese y digiera todo lo que dice y lo rÔpido que lo expresa. MÔs que un cerebro, hace falta una esponja y un cubo en el que escurrir todo ese conocimiento desconectado, a priori, que atesora fruto del estudio y beberlo.
El efecto es como si hubiĆ©ramos tomado varios chupitos seguidos de JƤgermeister. Una bebida que tambiĆ©n imagino que sirven en La Resistencia, el programa de Movistar+ que acapara la decoración de la sede de Telefónica, en la Gran VĆa madrileƱa, donde el cocinero catalĆ”n nos atiende.
Parece que viste como lo hacĆa Steve Jobs y como lo hace Mark Zuckerberg, de manera razonada, cómoda y prĆ”ctica. Combina una chaqueta y un pantalón azul marino, con una camiseta y unas deportivas negras, con suela de goma ancha y blanca. La elegancia de los que no pierden el tiempo con minucias. Un atuendo que no encaja con el estereotipo de una persona creativa y que le sirve para dar una rueda de prensa, ir a una junta de vecinos o sacar el perro, en caso de tenerlo.

Pide que se le tutee, por favor. MÔs que un don y una vocación, Ferran Adrià cuenta que empezó a desarrollar su creatividad en El Bulli, que es raro, aunque hay mÔs gente que no ha sido creativa de manera vocacional. Acto seguido, de su chaqueta saca un trozo de papel y un boli y escribe algo. «En las entrevistas siempre cae alguna reflexión interesante que puedes cambiar», dice.
Es un trabajador de la creatividad con el mismo hĆ”bito del estudio que un monje. Un creativo ordenado y meticuloso que dice, por un lado, que la creatividad es como el amor, no se puede explicar; y por el otro, que le vale la definición de la RAE: Ā«Facultad de crear y capacidad de creación. A partir de aquĆ āaƱadeā, hay diferentes nivelesĀ».
Es un tipo activo y reflexivo, nunca estĆ” quieto y siempre estĆ” buscando nuevos retos. Ferran AdriĆ solo sabe ser Ć©l mismo en gerundio. En Las huellas de elBulli, el documental original de Movistar+ dirigido por JosĆ© Larraza e ĆƱigo Ruiz y estrenado el 7 de octubre (el 20 de septiembre fue el prestreno en el Festival Internacional de Cine de San SebastiĆ”n), el poco tiempo que aparece en pantalla estĆ” desayunando viendo el mar acompaƱado de su pareja, Isabel PĆ©rez. Un momento de tranquilidad en el que ella cuenta que no es raro que Ć©l se pregunte quĆ© se puede hacer con la espuma de un zumo de naranja. Como si bebĆ©rselo no fuera suficiente.

Dice que lo mejor del documental es precisamente eso, que Ć©l aparece poco. La hora que dura la copan una sucesión de testimonios de bullinianos como Andoni Luis Aduriz, JosĆ© AndrĆ©s, Joan Roca y Oriol Castro, y cocineros como Juan Mari Arzak, RenĆ© Redzepi, Hiroyoshi Ishida y Pepe RodrĆguez y Jordi Cruz,de Masterchef, ademĆ”s del cómico y presentador de televisión Andreu Buenafuente, la artista conceptual coreana Anicka Yi y el entrenador de fĆŗtbol Diego MartĆnez, quienes explican a travĆ©s de sus propias experiencias cómo Ferran AdriĆ y El Bulli han influido en sus profesiones, que nada tienen que ver con la gastronomĆa.
Esa es la grandeza y la locura de este cocinero que, a base de innovar, revolucionó la cocina sin saberlo y sin referencias en los aƱos noventa del siglo pasado. Ā«No nos dimos cuenta ni de lo que estaba pasando ni de lo que estĆ”bamos haciendo. En la actualidad, estamos haciendo la cuarta auditoria creativa de El Bulli. Vamos descubriendo cosas que hicimos. El Bulli era un centro de experimentación. Un restaurante en el que experimentĆ”bamos con el cliente viendo los lĆmites que habĆaĀ», comenta al respecto.
Aunque legalmente El Bulli era un restaurante, si uno se sube al carro del que tiraba el pintor surrealista RenĆØ Magritte, se puede decir o que no lo era o que tambiĆ©n era una empresa, si hablamos en tĆ©rminos de microeconomĆa; o un intento de experimentación, si hablamos en relación a la innovación, sobre la que le gusta mucho teorizar.
Ferran AdriĆ dice que El Bulli, como todo, puede ser muchas cosas y que dependen del punto de vista desde el que se vea. Lo que estĆ” claro, fuera lo que fuera, es que a El Bulli los comensales mĆ”s que a comer iban a ser felices, y los que trabajan en el mismo mĆ”s que preparar platos lo que hacĆan era abrir caminos.

Para explicar cuĆ”l era la reacción de la gente ante su cocina de vanguardia, Ferran AdriĆ me pregunta si me gustan las pelĆculas de miedo. Ante mi indecisa respuesta me dice que con la cocina de vanguardia pasaba un poco lo mismo, nadie sabĆa si le gustaba o no. Pero cada aƱo eran mĆ”s los que llamaban para reservar mesa para cenar en aquel lugar ubicado en Cala Montjoi (Girona) en el que han seguido ocurriendo cosas una vez dejó de estar abierto al pĆŗblico y se transformó en algo que Ferran AdriĆ no se cansa de explicar quĆ© es. Es una persona a la que no hace falta entender lo que dice para estar de acuerdo con ella. Ferran AdriĆ es una cuestión de fe.
Este cocinero revolucionó la cocina respetando el pasado. Cuando miró hacia atrĆ”s encontró referencias y mentores, fue al mirar hacia adelante cuando descubrió que nadie le podĆa guiar. Y hacia allĆ” que se fue. Ā«No tener ni referencias ni mentores nos hizo ser muy naif. Ćramos como unos niƱos gamberros. EstĆ”bamos cambiando la manera de entender la gastronomĆa, sin ser conscientes de ello. Fueron los demĆ”s los que dijeron que estĆ”bamos haciendo una revoluciónĀ», cuenta AdriĆ .
Quien aƱade que cuando dejaron de sentir ese gusanillo de estar haciendo algo nuevo, cuando sintieron que habĆan llegado al lĆmite, cuando ya no sabĆan abrir nuevos y grandes caminos, pararon. Las auditorĆas que hacĆan a todo lo que se hacĆa en El Bulli les indicaban cuĆ”ndo iba a llegar su decadencia y querĆan ser honestos con ellos mismos. Entonces dejaron de servir cenas y Ć©l y su equipo se pusieron a trabajar en transformar El Bulli.
Entonces se puso a estudiar. Estudiar le parece un placer al que cree que hay que volver. Ćl ha estado estudiando y aprendiendo durante siete aƱos sobre el conocimiento y la innovación. El resultado ha sido una web, un libro, de nombre Conectando conocimiento. MetodologĆa Sapiens y una conclusión poliĆ©drica, compleja y diversa.

«Con el método Sapiens que hemos desarrollado he llegado a comprender el mundo según cómo yo lo comprendo», dice Ferran Adrià . Y añade que todo lo que se quiera comprender estÔ en la naturaleza, en el ser humano o en lo que hace el ser humano.
En Las huellas de elBulli se menciona de soslayo El Bulli 1846. Una idea que no queda clara viendo el documental y que Ferran Adrià confiesa que estÔ hecho adrede. Adelanta que habrÔ una segunda parte en la que se explicarÔ qué es. A modo de aperitivo cuenta que El Bulli 1846 es un centro expositivo en el que hay varios laboratorios de innovación. Un sitio en el que su equipo y él se reúnen para cuestionarse muchas cosas.
Todo lo que estÔn haciendo desde que El Bulli dejó de funcionar como un restaurante al uso, si es que alguna vez fue un restaurante al uso, es para dejar un legado. «Hay que dar contenido para que la gente no se olvide y sepa qué pasó. El Bulli 1846 y este documental hacen que la gente se pregunte qué paso aquà y que demanden respuestas», explica Ferran Adrià .
Un cocinero que trabaja de manera meticulosa y obsesiva la idea de hacer que El Bulli quede como un museo igual que los que hay dedicados a Picasso para conservar y legar su obra a los que vienen por detrĆ”s y estĆ”n por venir. Y es que buscarse retos dice Ferran AdriĆ que es lo mĆ”s importante para Ć©l. Retos a la altura de los que tenĆa. Lo que tiene entre manos en estos momentos dice que le tendrĆ” ocupado hasta 2023, que despuĆ©s ya verĆ”. Hasta entonces, durante los próximos dos aƱos y medio, sabe que harĆ”, casi cada dĆa. Es lo que tiene ser un creativo a su manera.