Parece que el mundo sólo funciona comprando, pagando y vendiendo. Pero no. Hay otra forma de vivir en la que no es necesario sacar monedas cada vez que quieres adquirir algo. Es lo que hace el movimiento contracultural de los freegans.
Este colectivo pone en entredicho las fechas de caducidad, en concreto, y la sociedad de consumo, en general. El dĆa impreso en un producto no es para ellos una sentencia de muerte. Es, mĆ”s bien, todo lo contrario. El dĆa que se liberan de caer en la basura y morir vĆctimas de la descomposición. El dĆa en que las cadenas de las grandes corporaciones, de la cultura de “usar y tirar” y del circuito monetario en el que si no hay billetes, no hay nada que hacer. Y, a menudo, nada tiene que ver con la podredumbre.
Muchos de esos artĆculos acaban en un contenedor por un desperfecto en su envasado o porque al dĆa siguiente el calendario dirĆ” que, efectivamente, es ese dĆa de la fecha impresa.
Las tiendas de los freegans abren cuando los supermercados cierran. Los locales son los cubos de basura donde depositan los productos que han desechado las cadenas de alimentación y el precio es 0. Lo Ćŗnico que hay que hacer es ser puntual para que alguien no se haya llevado la mercancĆa antes.
El freeganismo no queda aquĆ. No sólo se ciƱe a la comida. Es un modo de vida que hace de la calle un supermercado lleno de bicicletas, muebles, ropa… en oferta siempre que alguien haya decidido, previamente, deshacerse de ellas. Es, en general, una crĆtica a la sociedad de consumo y se adscribe totalmente a la cultura del reciclaje. Los freegans frecuentan espacios como Sin dinero, donde se fomenta el intercambio y la cultura de lo gratis.
Parece que el mundo sólo funciona comprando, pagando y vendiendo. Pero no. Hay otra forma de vivir en la que no es necesario sacar monedas cada vez que quieres adquirir algo. Es lo que hace el movimiento contracultural de los freegans.
Este colectivo pone en entredicho las fechas de caducidad, en concreto, y la sociedad de consumo, en general. El dĆa impreso en un producto no es para ellos una sentencia de muerte. Es, mĆ”s bien, todo lo contrario. El dĆa que se liberan de caer en la basura y morir vĆctimas de la descomposición. El dĆa en que las cadenas de las grandes corporaciones, de la cultura de “usar y tirar” y del circuito monetario en el que si no hay billetes, no hay nada que hacer. Y, a menudo, nada tiene que ver con la podredumbre.
Muchos de esos artĆculos acaban en un contenedor por un desperfecto en su envasado o porque al dĆa siguiente el calendario dirĆ” que, efectivamente, es ese dĆa de la fecha impresa.
Las tiendas de los freegans abren cuando los supermercados cierran. Los locales son los cubos de basura donde depositan los productos que han desechado las cadenas de alimentación y el precio es 0. Lo Ćŗnico que hay que hacer es ser puntual para que alguien no se haya llevado la mercancĆa antes.
El freeganismo no queda aquĆ. No sólo se ciƱe a la comida. Es un modo de vida que hace de la calle un supermercado lleno de bicicletas, muebles, ropa… en oferta siempre que alguien haya decidido, previamente, deshacerse de ellas. Es, en general, una crĆtica a la sociedad de consumo y se adscribe totalmente a la cultura del reciclaje. Los freegans frecuentan espacios como Sin dinero, donde se fomenta el intercambio y la cultura de lo gratis.
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