Por qué algunos gais se han pasado a la ultraderecha
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El 11 de junio de 2017 Barack Obama pronunció un discurso que tuvo algo de visionario. Trazó un paralelismo claro entre racismo y homofobia, al asegurar que «no puedes, por un lado, quejarte cuando alguien te lo hace a ti, y luego hacérselo a los demás. Tiene que haber cierta consistencia en tu forma de pensar sobre estos temas».
Dos dĂas más tarde, un estadounidense de origen afgano mataba a 50 personas en un club gay de Orlando. El que estaba llamado a ser el sucesor de Obama no tuvo problema en defender la hipĂłtesis contraria. Donald Trump se apresurĂł a alertar sobre la entrada de radicales «que esclavizan a mujeres y asesinan a gais» al tiempo que acusĂł a las comunidades musulmanas de EEUU de proteger a los responsables.
Las dos ideas, la que defiende Obama y equipara discriminaciĂłn sin atender el motivo que la origina, y la de Trump, que se vale del miedo de unos para discriminar a otros, representan dos formas de entender la polĂtica. La primera sigue teniendo más predicamento entre el votante LGBT. La segunda está siendo alentada por la ultraderecha. Y está aumentando a niveles alarmantes.
El primer polĂtico europeo en combinar con Ă©xito tolerancia gay e intolerancia racial fue Pim Fortuyn. El fundador del partido ultraderechista neerlandĂ©s era abiertamente homosexual y aĂşn más abiertamente xenĂłfobo. Fue asesinado a tiros en 2002.
En su ensayo Contra la islamizaciĂłn de nuestra cultura, apuntaba que el islam atenta contra los derechos de las mujeres y contra minorĂas sociales como el colectivo LGTB. Este era y es el factor clave, potenciado por acontecimientos recientes como los asaltos sexuales masivos en la estaciĂłn de tren de Colonia o la citada masacre de Orlando. La estrategia de la ultraderecha es convertir sucesos puntuales en alertas generalizadas. En miedo. Y funciona.
SegĂşn los Ăşltimos sondeos, el Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen tiene el apoyo de un 25% de los homosexuales de la ciudad de ParĂs. El porcentaje baja al 16% cuando hablamos de heterosexuales. Abriendo el abanico al resto de Francia, dos tercios de las parejas casadas homosexuales podrĂan optar por el FN. Hace unos años, cuando el padre de la actual presidenta estaba al frente del FN, describĂa la homosexualidad como una «anomalĂa biolĂłgica y social». Pero Âża quĂ© se debe este viraje?
En su libro Pourquoi les gays sont passĂ©s Ă droite (Por quĂ© los gays se han pasado a la derecha, 2012), Didier Lestrade, fundador de la revista TĂŞtu, critica el estilo de vida gay contemporáneo. Lo define como superficial, consumista y estático, caracterĂsticas que asocia a los movimientos polĂticos conservadores.
«El racismo siempre ha existido», reconoce Lestrade. «Actualmente la ultraderecha abre sus brazos a los gais para defenderlos de los negros y los árabes. Hace falta denunciar esto, porque es contrario a la agenda LGTB. Contrario al ideal gay, contrario a todo lo que nos ha hecho felices y orgullosos de ser homosexuales», predica el escritor. Pero más allá de estereotipos sociales, el vuelco del voto LGTB tiene nombres y apellidos.
Julien Odoul es la cara (y el cuerpo) de la nueva ultraderecha francesa. En la portada de la revista gay TĂŞtu (irĂłnicamente, la revista de Lestrade) aparecĂa luciendo unos potentes brazos, unos sugerentes pectorales y una mirada acero azul que harĂa temblar al mismĂsimo Zoolander. Años despuĂ©s, Odoul se presenta encorbatado, repeinado y siempre cerca de su valedora, Marine Le Pen.
Odoul comparte pasado con su compañero de partido, Bruno Clavier. Él tambiĂ©n se fotografĂa con la misma soltura dando abrazos a otros hombres ligeros de ropa o a Le Pen, esta vez más cubierto y más casto. Son los guiños más evidentes del partido a los jĂłvenes gais. Pero hay otros, menos mediáticos, más relevantes. Sebastian Chenu es el fundador del colectivo LGTB GayLib y actual consejero de polĂtica cultural de Le Pen. El nĂşmero dos del partido, Florian Philippot, a quienes muchos acusan de haber instaurado un lobby homosexual alrededor de la lĂder.
El ejemplo más inesperado lo encontramos en Austria. Jörg Haider nunca pensĂł en mezclar homosexualidad y xenofobia. Al menos no de forma pĂşblica. El lĂder del racista BZĂ– falleciĂł en un accidente de coche en 2008, pero la autĂ©ntica tragedia vino despuĂ©s, cuando se supo que conducĂa ebrio tras abandonar un club de ambiente. La cosa tomĂł tintes de melodrama cuando Stefan Petzner, su sucesor en el cargo, reconociĂł en una entrevista que ambos eran más que amigos. Fue destituido pero la semilla quedĂł ahĂ, cambiando el ideal de lĂder heterosexual y xenĂłfobo.
Hoy en dĂa alguien como Haider no tendrĂa que esconder su sexualidad. No serĂa escandaloso, apenas llamarĂa la atenciĂłn. En lugares como Rusia y Alemania proliferan las organizaciones neonazis gais. Las webs de los supremacistas blancos estadounidenses venden banderas confederadas junto a banderas del arcoĂris. El movimiento trasciende lo polĂtico y empieza a calar en la sociedad civil.
LA ULTRADERECHA PATRIA. EL CASO DE ESPAÑA
A pesar de todos estos casos Pablo SimĂłn, politĂłlogo y autor en Politikon, descarta catalogar el fenĂłmeno como global. Pone como ejemplo organizaciones como la Liga Norte italiana o el Amanecer Dorado de Grecia. «Estos partidos se mantienen xenĂłfobos y anti-LGTB, porque esa postura entronca con la historia de sus paĂses», reflexiona. «En Italia, donde hay una tradiciĂłn religiosa muy fuerte, se mantiene la homofobia. TambiĂ©n está el ejemplo de Polonia, otro paĂs enormemente catĂłlico y conservador que tuvo el ejemplo de los hermanos KaczyĹ„ski, que incluso iniciaron una cruzada contra los Teletubbies por incitar a la homosexualidad. En Europa del este existe un miedo a la decadencia de Occidente. Igual que en otros lados ven el islam como algo nuevo, ellos ven la homosexualidad como una tradiciĂłn importada».
Todos estos paĂses se mantienen al margen de una tendencia que se da sobre todo en estados donde ha habido mucha inmigraciĂłn y una integraciĂłn difĂcil. ÂżY dĂłnde encajarĂa España en todo este tema? En un tĂ©rmino medio. SimĂłn no entra a valorar demasiado a VOX, el partido que más a la derecha se sitĂşa en el panorama polĂtico español. SegĂşn el politĂłlogo se encuentra «fuera de cualquier coordenada parlamentaria», aunque concede que «no crea mensajes especĂficos para este colectivo al tener una base catĂłlica».
Catolicismo y racismo parecen ser los dos ingredientes que hacen bascular a la ultraderecha europea hacia una u otra posición. Owen Jones no ve gran diferencia en el resultado final. Jones es columnista del diario The Guardian, homosexual y una de las voces más respetadas de la izquierda europea.
En una de sus Ăşltimas columnas alertaba sobre cĂłmo «los movimientos de la ultraderecha están marchando sobre el mundo occidental, tratando de apropiarse de la campaña de los derechos homosexuales para su propio beneficio». «Los musulmanes», decĂa Jones, «son reflejados como una amenaza existencial hacia las personas gais. Hay muchos que sĂłlo mencionan los derechos LGTB para atacar a los inmigrantes o a los musulmanes como si fueran un todo».
El periodista relaciona en su origen la homofobia y el racismo, como ya hiciera Obama, y ve en ambos sentimientos la imposibilidad de empatizar con el diferente. TambiĂ©n considera que ambos acabarán yendo de la mano. Para aquellos que piensen de forma diferente recuerda un dato: desde que se impuso el Brexit gracias a argumentos eminentemente racistas, los crĂmenes homĂłfobos han aumentado en Inglaterra un 147%.
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El 11 de junio de 2017 Barack Obama pronunció un discurso que tuvo algo de visionario. Trazó un paralelismo claro entre racismo y homofobia, al asegurar que «no puedes, por un lado, quejarte cuando alguien te lo hace a ti, y luego hacérselo a los demás. Tiene que haber cierta consistencia en tu forma de pensar sobre estos temas».
Dos dĂas más tarde, un estadounidense de origen afgano mataba a 50 personas en un club gay de Orlando. El que estaba llamado a ser el sucesor de Obama no tuvo problema en defender la hipĂłtesis contraria. Donald Trump se apresurĂł a alertar sobre la entrada de radicales «que esclavizan a mujeres y asesinan a gais» al tiempo que acusĂł a las comunidades musulmanas de EEUU de proteger a los responsables.
Las dos ideas, la que defiende Obama y equipara discriminaciĂłn sin atender el motivo que la origina, y la de Trump, que se vale del miedo de unos para discriminar a otros, representan dos formas de entender la polĂtica. La primera sigue teniendo más predicamento entre el votante LGBT. La segunda está siendo alentada por la ultraderecha. Y está aumentando a niveles alarmantes.
El primer polĂtico europeo en combinar con Ă©xito tolerancia gay e intolerancia racial fue Pim Fortuyn. El fundador del partido ultraderechista neerlandĂ©s era abiertamente homosexual y aĂşn más abiertamente xenĂłfobo. Fue asesinado a tiros en 2002.
En su ensayo Contra la islamizaciĂłn de nuestra cultura, apuntaba que el islam atenta contra los derechos de las mujeres y contra minorĂas sociales como el colectivo LGTB. Este era y es el factor clave, potenciado por acontecimientos recientes como los asaltos sexuales masivos en la estaciĂłn de tren de Colonia o la citada masacre de Orlando. La estrategia de la ultraderecha es convertir sucesos puntuales en alertas generalizadas. En miedo. Y funciona.
SegĂşn los Ăşltimos sondeos, el Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen tiene el apoyo de un 25% de los homosexuales de la ciudad de ParĂs. El porcentaje baja al 16% cuando hablamos de heterosexuales. Abriendo el abanico al resto de Francia, dos tercios de las parejas casadas homosexuales podrĂan optar por el FN. Hace unos años, cuando el padre de la actual presidenta estaba al frente del FN, describĂa la homosexualidad como una «anomalĂa biolĂłgica y social». Pero Âża quĂ© se debe este viraje?
En su libro Pourquoi les gays sont passĂ©s Ă droite (Por quĂ© los gays se han pasado a la derecha, 2012), Didier Lestrade, fundador de la revista TĂŞtu, critica el estilo de vida gay contemporáneo. Lo define como superficial, consumista y estático, caracterĂsticas que asocia a los movimientos polĂticos conservadores.
«El racismo siempre ha existido», reconoce Lestrade. «Actualmente la ultraderecha abre sus brazos a los gais para defenderlos de los negros y los árabes. Hace falta denunciar esto, porque es contrario a la agenda LGTB. Contrario al ideal gay, contrario a todo lo que nos ha hecho felices y orgullosos de ser homosexuales», predica el escritor. Pero más allá de estereotipos sociales, el vuelco del voto LGTB tiene nombres y apellidos.
Julien Odoul es la cara (y el cuerpo) de la nueva ultraderecha francesa. En la portada de la revista gay TĂŞtu (irĂłnicamente, la revista de Lestrade) aparecĂa luciendo unos potentes brazos, unos sugerentes pectorales y una mirada acero azul que harĂa temblar al mismĂsimo Zoolander. Años despuĂ©s, Odoul se presenta encorbatado, repeinado y siempre cerca de su valedora, Marine Le Pen.
Odoul comparte pasado con su compañero de partido, Bruno Clavier. Él tambiĂ©n se fotografĂa con la misma soltura dando abrazos a otros hombres ligeros de ropa o a Le Pen, esta vez más cubierto y más casto. Son los guiños más evidentes del partido a los jĂłvenes gais. Pero hay otros, menos mediáticos, más relevantes. Sebastian Chenu es el fundador del colectivo LGTB GayLib y actual consejero de polĂtica cultural de Le Pen. El nĂşmero dos del partido, Florian Philippot, a quienes muchos acusan de haber instaurado un lobby homosexual alrededor de la lĂder.
El ejemplo más inesperado lo encontramos en Austria. Jörg Haider nunca pensĂł en mezclar homosexualidad y xenofobia. Al menos no de forma pĂşblica. El lĂder del racista BZĂ– falleciĂł en un accidente de coche en 2008, pero la autĂ©ntica tragedia vino despuĂ©s, cuando se supo que conducĂa ebrio tras abandonar un club de ambiente. La cosa tomĂł tintes de melodrama cuando Stefan Petzner, su sucesor en el cargo, reconociĂł en una entrevista que ambos eran más que amigos. Fue destituido pero la semilla quedĂł ahĂ, cambiando el ideal de lĂder heterosexual y xenĂłfobo.
Hoy en dĂa alguien como Haider no tendrĂa que esconder su sexualidad. No serĂa escandaloso, apenas llamarĂa la atenciĂłn. En lugares como Rusia y Alemania proliferan las organizaciones neonazis gais. Las webs de los supremacistas blancos estadounidenses venden banderas confederadas junto a banderas del arcoĂris. El movimiento trasciende lo polĂtico y empieza a calar en la sociedad civil.
LA ULTRADERECHA PATRIA. EL CASO DE ESPAÑA
A pesar de todos estos casos Pablo SimĂłn, politĂłlogo y autor en Politikon, descarta catalogar el fenĂłmeno como global. Pone como ejemplo organizaciones como la Liga Norte italiana o el Amanecer Dorado de Grecia. «Estos partidos se mantienen xenĂłfobos y anti-LGTB, porque esa postura entronca con la historia de sus paĂses», reflexiona. «En Italia, donde hay una tradiciĂłn religiosa muy fuerte, se mantiene la homofobia. TambiĂ©n está el ejemplo de Polonia, otro paĂs enormemente catĂłlico y conservador que tuvo el ejemplo de los hermanos KaczyĹ„ski, que incluso iniciaron una cruzada contra los Teletubbies por incitar a la homosexualidad. En Europa del este existe un miedo a la decadencia de Occidente. Igual que en otros lados ven el islam como algo nuevo, ellos ven la homosexualidad como una tradiciĂłn importada».
Todos estos paĂses se mantienen al margen de una tendencia que se da sobre todo en estados donde ha habido mucha inmigraciĂłn y una integraciĂłn difĂcil. ÂżY dĂłnde encajarĂa España en todo este tema? En un tĂ©rmino medio. SimĂłn no entra a valorar demasiado a VOX, el partido que más a la derecha se sitĂşa en el panorama polĂtico español. SegĂşn el politĂłlogo se encuentra «fuera de cualquier coordenada parlamentaria», aunque concede que «no crea mensajes especĂficos para este colectivo al tener una base catĂłlica».
Catolicismo y racismo parecen ser los dos ingredientes que hacen bascular a la ultraderecha europea hacia una u otra posición. Owen Jones no ve gran diferencia en el resultado final. Jones es columnista del diario The Guardian, homosexual y una de las voces más respetadas de la izquierda europea.
En una de sus Ăşltimas columnas alertaba sobre cĂłmo «los movimientos de la ultraderecha están marchando sobre el mundo occidental, tratando de apropiarse de la campaña de los derechos homosexuales para su propio beneficio». «Los musulmanes», decĂa Jones, «son reflejados como una amenaza existencial hacia las personas gais. Hay muchos que sĂłlo mencionan los derechos LGTB para atacar a los inmigrantes o a los musulmanes como si fueran un todo».
El periodista relaciona en su origen la homofobia y el racismo, como ya hiciera Obama, y ve en ambos sentimientos la imposibilidad de empatizar con el diferente. TambiĂ©n considera que ambos acabarán yendo de la mano. Para aquellos que piensen de forma diferente recuerda un dato: desde que se impuso el Brexit gracias a argumentos eminentemente racistas, los crĂmenes homĂłfobos han aumentado en Inglaterra un 147%.
ÂżPor quĂ© llamas ultraderecha al simple nacionalismo? El partido de Le Pen, hoy, es nacionalista, no ultraderechista. Francia posee además una RepĂşblica, la quinta, hecha a golpe de Estado por De Gaulle con verdadera representaciĂłn parlamentaria y una ConstituciĂłn, que la es, y por eso se cumple. Inglaterra tiene diputados de distrito, no tĂteres de listas; por tanto el ciudadano allĂ, mejor o peor, sĂ está representado. A Trump acabamos de ver cĂłmo cualquier juez puede pararlo en seco y si dicta un decreto anticonstitucional, porque EE.UU. es la primera ConstituciĂłn representativa del mundo, y tambiĂ©n, al ser ConstituciĂłn, norma de normas, y se cumple. Entonces, Âżpor quĂ© subes a la página este libelo de falsa izquierda haciendo ver que se adviene el infierno? En esos paĂses la tradiciĂłn y la ConstituciĂłn defienden. Donde se votan tĂteres en listas, puede pasar cualquier cosa, porque no hay que cumplir programas y las Constituciones se cambian poniendo de acuerdo un par de jefes de partido.
Me gusta tu comentario José Fco. !!
QuĂ© empanada mental, chaval. Y no me digas que no, porque entonces me estarás discriminando, y tendrás que clasificarte a ti mismo en la extrema derecha. ÂżSabes cĂłmo fue posible la libertad y el progreso? Ejerciendo el espĂritu crĂtico. Es cierto que el más progre es el que más liga, pero el más honesto es el que más duda. A diferencia de las ovejas, tĂş puedes escoger. Escoge.
Lo llaman homonacionalismo.
CĂłmo me recuerda lo que se dice en este artĂculo al impresentable periodista de El Mundo, Eduardo Inda, que en el programa La Sexta Noche desarrolla esa misma campaña de ultraderecha tratando de aterrorizar a los gays españoles con la homofobia del islam iranĂ (vaya por delante que, mientras no cambien mucho las cosas para mĂ la mejor mezquita es la que no se construye y la mejor catedral la que se desacraliza y ya no tiene culto). Y sin embargo nuestro mayor peligro es el integrismo catĂłlico de colectivos como hazte oĂr que lleva a tantos transexuales y homosexuales al suicidio. No es raro que inda defienda la libertad de expresiĂłn terrorista de hazte oĂr, los postulados de uno y otro son los mismos.
JosĂ© Fco. RodrĂguez, ÂżcĂłmo llamarĂas tĂş a una ideologĂa que defienda a “los suyos” e ignore, descalifique o incluso intente eliminar a los que consideran fuera de su “manada”? Los nacionalismos se basan en un sentimiento de grupo excluyente, atávico y puramente emocional. Sobre esa idea luego pueden añadirse capas de todo signo, ya sean “de derechas”, “de izquierdas” o mediopensionistas. No existe eso que tĂş llamas “simple nacionalismo”. Todos los nacionalismos tienen unas consecuencias inmediatas, y es que como mĂnimo siempre excluyen a alguien. Por otra parte, tiene gracia que aĂşn se siga poniendo como ejemplo de democracia la de Estados Unidos, un paĂs con sĂłlo dos partidos, que se parecen muchĂsimo, y en el que ha habido presidentes de la estatura moral e intelectual de Nixon, Reagan, Bush o el actual señor del copete cardado. En España, con nuestro sistema de “tĂteres en listas”, al menos no tuvimos de presidente a Gil y Gil, Mario Conde o Ruiz Mateos.
Ayer leĂ este artĂculo en la revista fĂsica que ofrecen en Vueling. Mi primera sorpresa fue el tĂtulo del artĂculo, algo parecido a “El voto rosa LGTB se pasa a la ultraderecha”.
Me alegra profundamente que se corrigiera el tĂtulo en la versiĂłn digital, porque ni es un voto rosa (en cualquier caso serĂa arcoĂris) ni es LGTB, ya que en ningĂşn momento del texto se habla de otra cosa que no sea el hombre gay occidental y blanco. Cosa que, por cierto, empobrece mucho la lectura. ÂżNo hay más perfiles en el movimiento LGTB para ilustrar el artĂculo? ÂżTrans o lesbianas, por ejemplo? El tĂ©rmino es amplio, si no simplemente tituladlo tristemente como en la versiĂłn digital: gays que se pasan a la ultraderecha.
El artĂculo es un completo desastre desde su planteamiento, porque no existe “el votante LGBT”. Se nos quiere hacer creer, tras la lectura del artĂculo, que votar a Amanecer Dorado y a VOX, tiene alguna relaciĂłn con el Brexit, la victoria de Trump y los crĂmenes homĂłfobos, que van en aumento, segĂşn nos dicen… Los periodistas, los creadores de opiniĂłn… van por un lado, y la sociedad, la mayorĂa silenciosa, los votantes, van por otra.
Nunca antes fue mayor la distancia entre la opiniĂłn publicada (la de Yoroboku, la de El PaĂs, la de la cadena SER, la de Jot Down o la de La Sexta) y la opiniĂłn publica, la de la calle. Pero vosotros, los periodistas, no os querĂ©is bajar del burro, porque se vive muy cĂłmodo entre lugares comunes, en vuestras acomodadas torres de marfil. AhĂ fuera hay millones de parados. No son más tontos que vosotros por votar a Le Pen o a Trump, ni vosotros más listos por votar a Iglesias o a Rajoy.
No existe el votante heterosexual, ni el votante jubilado, ni la votante vegana. Carolina Bescansa os ha engañado. Otra cosa es que se nos quiera hacer creer que el FN es el diablo, y que el periodista nos quiera vender la moto de quien Owen Jones -alguien que ha pedido el voto para Podemos, no lo olvidemos- es el nuevo Carl Schmitt de la ciencia polĂtica moderna… Hay gays y gays, no son un todo, si quieren votar a Marine Le Pen, no son menos listos o más intolerantes que los que van a votar a Macron, que es el candidato de las Ă©lites financieras francesas.
Otro lugar comĂşn del periodismo actual es el tema de Trump. Obama es fantástico, y Trump es muy malo, porque me lo ha dicho Angels BarcelĂł, el gran Wyoming, la SER y los de El Jueves. Si pensáis que por repetirlo mil veces, váis a convertir a los Clinton o a Obama en campeones de los derechos civiles, allá vosotros. A dĂa de hoy, Obama es el presidente que más ilegales ha expulsado en la historia de EEUU, pero como es negro, es un tĂo genial. Pues vale.
Por Ăşltimo, subrayar la OBSESIĂ“N que tienen muchos gays -no todos, afortunadamente, solamente los periodistas y los vinculados al lobby rosa- de querer sacar del armario a todo el mundo. En los Ăşltimos años hemos leĂdo que Franco, Hitler, NapoleĂłn y ahora Haider eran homosexuales… Casualmente, nunca se dice que el ChĂ© Guevara, Stalin o el mismo Durruti fusilaban homosexuales, o que Marx siempre considerĂł a los “hermafroditas” o a los negros como seres inferiores… En fin, seguid inventando vuestras pelĂculas de consumo interno, para daros palmaditas en la espalda y vender la moto de que sois gente super tolerante y super fantástica, mientras nosotros, los que no somos de vuestra cuerda ideolĂłgica, somos LOS MALOS y los facha franco nazis… Además, si en Europa estamos como estamos no es por la ultraderecha, es gracias a Hollande, Draghi, Rajoy, Merkel y compañĂa…
Pero que cojones Maricas en el fascismo Nunca lo blanco es blanco y lo negro es negro pero nunca sera gris.
porque los gays lo que quieren es pisar los derechos de la mujer, ocupar los puestos de trabajo de la mujer, educar en desigualdad, el culto al marketing, a la sociedad de consumo, su ideologĂa es machista.
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