4 de diciembre 2014    /   DIGITAL
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Gente corriente recabando información

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Lee gratis la revista Junio/JulioĀ haciendo clic aquĆ­.

Eugenia, jubilada, coleccionista de patrones de crochet (por si acaso), pintora ocasional, habla con su comadre por telƩfono:
—El mĆ©dico me ha dicho que tengo un bultito en la espalda.
—AcuĆ©rdate de que yo tuve uno… —dice la comadre—. Y era una bolita de grasa.
—Bueno, que me voy al desavĆ­o a comprar pizza barbacoa para los nietos, por si vienen el domingo.
De vuelta del desavĆ­o, Eugenia pilla en la parada del autobĆŗs a la vecina de abajo (cardado reciente, maquillaje ni caro ni barato, colonia regalada por una nieta).
—”Mira ella! —dice Eugenia.
—A ver si me sale un querĆ­o —dice la vecina
—¿En el hogar del pensionista?
—Uy, esos no me duran. ĀæY a ti quĆ© te ha dicho el mĆ©dico?
—Que tengo un bultito en la espalda, que hay que observarlo.
—Eso que te lo miren otra vez —con aspavientos—. A la hija de la pescadera le salió uno… Y mira.
—Esa chiquilla fumaba mucho.
—¿Y quĆ© tiene que ver eso con la espalda? —dice la vecina.
—Algo tendrĆ” que ver: fumar no es bueno. Me voy que tengo, que meter las pizzas en el congelador.
Manolo, el marido de Eugenia, habla alto con un amigote por telƩfono:
—El mĆ©dico me ha dicho que puedo tener sonrosis… sonrosis o algo asĆ­ (…) Que no beba, pero el vinito con la comida, que no me lo quiten.
—No hace falta que lo jures —Eugenia ordenando el congelador.
—Al Juanito, el de los jamones de Carmona, le dijeron que le quedaban dos dĆ­as, y todavĆ­a estĆ” dando por culo.
Cuando Manolo acaba, Eugenia telefonea a la hija.
—MamĆ”, que acabo de salir, que estoy en el autobĆŗs (…) Que no me entero, que te llamo luego.
Eugenia dormita en el sofĆ”, mesa camilla, telediario de la noche. Manolo, con un cigarro (lleva tres seguidos).
—¿QuĆ© te pasa, mamĆ”? —las primeras palabras de la hija al telĆ©fono.
—Nada, te llamaba por una tonterĆ­a: que el mĆ©dico me ha dicho que tengo un bultito en la espalda
—”Eso no es una tonterĆ­a!
—El mĆ©dico ha dicho que puede ser una cosa o puede ser otra —Eugenia, como quiĆ©n dice Ā«no sĆ© si ponerme el rojo o el azulĀ».
—¿Nada mĆ”s que ha dicho eso?
—Nada mĆ”s —dice Eugenia.
—TĆŗ tranquila, que igual eso no es nada —dice la hija.
—Si yo estoy tranquila: la que estĆ” nerviosa eres tĆŗ —dice la madre.
La hija de Eugenia busca en internet:
bultito en la espalda
Entre los primeros resultados hay pÔginas de preguntas y respuestas cruzadas entre ignorantes de la medicina. «No te preocupes», escriben unos; «eso puede ser cÔncer», otros; «reza a Dios para que no sea nada», alguno.
Cuanto mÔs lee la hija de Eugenia, mÔs suspira. Para de leer cuando el marido pregunta qué hay de cenar. Esa noche, no duerme. Tampoco duerme el yerno de Eugenia: escuchó un ruido en el coche y, por lo que leyó en internet, el coche puede salir ardiendo en cualquier momento o puede que no sea nada.
La nieta grande de Eugenia no pega ojo porque no funciona la tableta comprada dos dƭas atrƔs. Intercambia mensajes con una amiga:
Mis padres m diran q lo estropeo todo [la nieta de Eugenia]
Pero esta en garantĆ­a
descambiala [la amiga]
Uff. He leido en internet q s imposible descambiar algo a sta gente.
Un monton de gente protestando [la nieta de Eugenia]
El nieto pequeƱo de Eugenia no duerme. Intercambia mensajes con un amigo:
bueno yo aora tengo un problema
ai abajo
me duele mucho [el nieto de Eugenia]
ve al medico [el amigo]
k no ktengo k ir con mi madre
a ver si se kita solo [el nieto de Eugenia]
oee [el amigo]
no se lodigas a nadie [el nieto de Eugenia]
La seƱora Eugenia duerme plƔcidamente, como Manolo, su marido.

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Eugenia, jubilada, coleccionista de patrones de crochet (por si acaso), pintora ocasional, habla con su comadre por telƩfono:
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—AcuĆ©rdate de que yo tuve uno… —dice la comadre—. Y era una bolita de grasa.
—Bueno, que me voy al desavĆ­o a comprar pizza barbacoa para los nietos, por si vienen el domingo.
De vuelta del desavĆ­o, Eugenia pilla en la parada del autobĆŗs a la vecina de abajo (cardado reciente, maquillaje ni caro ni barato, colonia regalada por una nieta).
—”Mira ella! —dice Eugenia.
—A ver si me sale un querĆ­o —dice la vecina
—¿En el hogar del pensionista?
—Uy, esos no me duran. ĀæY a ti quĆ© te ha dicho el mĆ©dico?
—Que tengo un bultito en la espalda, que hay que observarlo.
—Eso que te lo miren otra vez —con aspavientos—. A la hija de la pescadera le salió uno… Y mira.
—Esa chiquilla fumaba mucho.
—¿Y quĆ© tiene que ver eso con la espalda? —dice la vecina.
—Algo tendrĆ” que ver: fumar no es bueno. Me voy que tengo, que meter las pizzas en el congelador.
Manolo, el marido de Eugenia, habla alto con un amigote por telƩfono:
—El mĆ©dico me ha dicho que puedo tener sonrosis… sonrosis o algo asĆ­ (…) Que no beba, pero el vinito con la comida, que no me lo quiten.
—No hace falta que lo jures —Eugenia ordenando el congelador.
—Al Juanito, el de los jamones de Carmona, le dijeron que le quedaban dos dĆ­as, y todavĆ­a estĆ” dando por culo.
Cuando Manolo acaba, Eugenia telefonea a la hija.
—MamĆ”, que acabo de salir, que estoy en el autobĆŗs (…) Que no me entero, que te llamo luego.
Eugenia dormita en el sofĆ”, mesa camilla, telediario de la noche. Manolo, con un cigarro (lleva tres seguidos).
—¿QuĆ© te pasa, mamĆ”? —las primeras palabras de la hija al telĆ©fono.
—Nada, te llamaba por una tonterĆ­a: que el mĆ©dico me ha dicho que tengo un bultito en la espalda
—”Eso no es una tonterĆ­a!
—El mĆ©dico ha dicho que puede ser una cosa o puede ser otra —Eugenia, como quiĆ©n dice Ā«no sĆ© si ponerme el rojo o el azulĀ».
—¿Nada mĆ”s que ha dicho eso?
—Nada mĆ”s —dice Eugenia.
—TĆŗ tranquila, que igual eso no es nada —dice la hija.
—Si yo estoy tranquila: la que estĆ” nerviosa eres tĆŗ —dice la madre.
La hija de Eugenia busca en internet:
bultito en la espalda
Entre los primeros resultados hay pÔginas de preguntas y respuestas cruzadas entre ignorantes de la medicina. «No te preocupes», escriben unos; «eso puede ser cÔncer», otros; «reza a Dios para que no sea nada», alguno.
Cuanto mÔs lee la hija de Eugenia, mÔs suspira. Para de leer cuando el marido pregunta qué hay de cenar. Esa noche, no duerme. Tampoco duerme el yerno de Eugenia: escuchó un ruido en el coche y, por lo que leyó en internet, el coche puede salir ardiendo en cualquier momento o puede que no sea nada.
La nieta grande de Eugenia no pega ojo porque no funciona la tableta comprada dos dƭas atrƔs. Intercambia mensajes con una amiga:
Mis padres m diran q lo estropeo todo [la nieta de Eugenia]
Pero esta en garantĆ­a
descambiala [la amiga]
Uff. He leido en internet q s imposible descambiar algo a sta gente.
Un monton de gente protestando [la nieta de Eugenia]
El nieto pequeƱo de Eugenia no duerme. Intercambia mensajes con un amigo:
bueno yo aora tengo un problema
ai abajo
me duele mucho [el nieto de Eugenia]
ve al medico [el amigo]
k no ktengo k ir con mi madre
a ver si se kita solo [el nieto de Eugenia]
oee [el amigo]
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La seƱora Eugenia duerme plƔcidamente, como Manolo, su marido.

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