(Contiene spoilers)
Hay personajes que enamoran al primer plano. Tienen rostros conocidos. Kevin Spacey es Kevin Spacey mĂ¡s que polĂtico malvado. Drew Barrymore es Drew Barrymore mĂ¡s que antropĂ³faga. Su fama nos conecta con personajes desagradables y eso es importante para una serie. Una pelĂcula puede atrapar con el ruido, las balas y las peleas.
Una serie necesita un personaje protagonista seductor (en un amplio sentido) o que sea un espejo de los anhelos del espectador medio. El éxito de 13 razones se debe en gran parte a que la protagonista es una chica corriente con problemas corrientes, por desgracia.
Comienza Los Soprano con un hombre en la consulta de un psiquiatra. Ha sufrido ataques de pĂ¡nico a causa del trabajo. No sabemos a quĂ© se dedica. No importa. Pensamos —al menos los hombres—: «Me siento agobiado como este tipo».
Tardamos —hombres y mujeres— en acercarnos a Hannah (Lena Dunham) de Girls. Nos cuesta vernos reflejados en una joven presuntuosa, quejica, que vive en Nueva York con el dinero de sus padres y que tiene por sueño ser escritora. Necesitamos que pasen capĂtulos para conocerla y amarla.
GLOW
TambiĂ©n Ruth (GLOW) paga las facturas con el dinero de sus padres y las clases de aerĂ³bic e interpretaciĂ³n mientras espera su oportunidad en Hollywood. Esto reduce, a priori, la posibilidad de que el pĂºblico sienta simpatĂa por el personaje.
Liz Flahive y Carly Mensch —las creadoras y productoras de la serie Netflix— acertaron dando el papel a Alison Brie. La actriz tiene la cualidad de hacerse invisible en favor de los personajes. Fue Annie Edison en Community y Trudy Campbell en Mad Men. La invisibilidad provoca que Alison Brie no sea Alison Brie sino Ruth, la protagonista de GLOW. Supone un reto.
Ruth no tiene talento; al menos no para ser actriz dramĂ¡tica. Incluso provoca sueño al profesor de teatro al que paga. Cuesta sentir simpatĂa por el personaje. SĂ molestarĂa que Ruth tuviera talento y no fuera reconocido. Pero no, no es el caso.
Que Ruth se acueste con el marido de Debbie, su mejor amiga y madre de un bebĂ©, provoca mayor rechazo hacia el personaje. Cierto que no es un pecado distinto al cometido por Don Draper un millĂ³n de veces. De alguna manera se gana la compasiĂ³n del pĂºblico cuando justifica su desliz al marido de su amiga:
«La bebida era gratis. Yo sentĂa lĂ¡stima de mĂ misma y te aprovechaste».
La observaciĂ³n lĂ³gica no evita que Ruth caiga por segunda vez. Es dĂ©bil. La ficciĂ³n no ha acostumbrado al pĂºblico a que los personajes femeninos tengan debilidades. Ruth supone un (bonito) problema de guion: ¿puede un personaje sin talento, sin carisma, de fĂsico anodino y traidora encandilar al pĂºblico?
Las guionistas proponen un mecanismo en el que Ruth «gana y pierde puntos» de cara al espectador, de una escena a otra. A veces, incluso en la misma escena. Lo importante para Ruth es que el balance sea positivo.
Ruth gana puntos cuando unos pilluelos le roban el bolso y la Ăºltima comida que puede pagarse. Pierde puntos cuando recurre a Debbie para volver a casa. Gana puntos cuando se siente miserable al ver la foto de Debbie y el marido.
Ruth gana puntos —y muchos— cuando, tras ser despedida por el director, vuelve al gimnasio disfrazada de luchadora. La reutilizaciĂ³n del monĂ³logo de La gata sobre el tejado de zinc revela que es un personaje con recursos. La insistencia y el humor encandilan al pĂºblico.Â
Ruth gana puntos cuando reconoce que «la cagĂ³Â» al acostarse con el marido de la amiga. La confesiĂ³n es abrupta, sĂ, por la irrupciĂ³n de Debbie en el gimnasio, pero es sincera. Ruth carece de maldad.
Sin amante, sin la amistad de Debbie y en el punto de mira de las compañeras, Ruth no se tiene mĂ¡s que a sĂ misma. estĂ¡ obligada a renacer. El pĂºblico adora a quienes se reconstruyen, incluso a los villanos.
El intercambio de confidencias con Sheila, la Loba, muestra a una Ruth cercana a quien se siente desplazada. De alguna manera, como ella. De alguna manera, como cada individuo del pĂºblico que, en mĂ¡s de una ocasiĂ³n, se sentirĂ¡ ajeno al mundo. «El mundo estĂ¡ loco» o «que pare el mundo que me bajo» son expresiones de la gente corriente.
Ruth expĂa las culpas para restablecer el orden alterado. AsĂ, se ofrece con generosidad como villana en el ring para que luzca Debbie, su examiga. Pero el mayor sacrificio llega cuando decide abortar el fruto de su relaciĂ³n con el marido de la amiga. Es un riesgo para la serie y el personaje. La popularidad de Ruth estĂ¡ en la cuerda floja. El aborto sigue siendo un tema controvertido en televisiĂ³n.
Las guionistas Liz Flahive y Carly Mensch son conscientes de ello y toman la valiente decisiĂ³n de escribir la secuencia. De esta manera, GLOW cambia de tono. El intercambio de bromas entre Ruth y Sam, el director, que la acompaña a la clĂnica, no pretende sacar risas al pĂºblico. Es humor funerario. Un reacciĂ³n humana, muy humana de espantar el miedo y de soportar el dolor emocional. «No es el momento adecuado ni el bebĂ© adecuado», dice Ruth, para justificar una decisiĂ³n que la afecta profundamente.
Frente a guiones que eluden la vida, Liz Flahive y Carly Mensch la traen a primer plano porque son cosas que pasan. Ellas plantean al pĂºblico: ama a Ruth tal y como es, poliĂ©drica, con sus debilidades y talentos, con su presente y su pasado.
Javier MelĂ©ndez siempre cuenta algo Ăºtil. Su visiĂ³n del mundo a travĂ©s de las pelĂculas que describe me encandilan desde el tĂtulo. Cuando acabo de leerlo y veo que es suyo me digo :”ah, claro”. Gracias otra vez .
Gracias, MĂ³nica, por tus palabras đŸ™‚
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