20 de julio 2017    /   CINE/TV
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‘GLOW’: enamorĂ¡ndonos de Ruth

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(Contiene spoilers)

Hay personajes que enamoran al primer plano. Tienen rostros conocidos. Kevin Spacey es Kevin Spacey mĂ¡s que polĂ­tico malvado. Drew Barrymore es Drew Barrymore mĂ¡s que antropĂ³faga. Su fama nos conecta con personajes desagradables y eso es importante para una serie. Una pelĂ­cula puede atrapar con el ruido, las balas y las peleas.

Una serie necesita un personaje protagonista seductor (en un amplio sentido) o que sea un espejo de los anhelos del espectador medio. El éxito de 13 razones se debe en gran parte a que la protagonista es una chica corriente con problemas corrientes, por desgracia.

Comienza Los Soprano con un hombre en la consulta de un psiquiatra. Ha sufrido ataques de pĂ¡nico a causa del trabajo. No sabemos a quĂ© se dedica. No importa. Pensamos —al menos los hombres—: «Me siento agobiado como este tipo».

Tardamos —hombres y mujeres— en acercarnos a Hannah (Lena Dunham) de Girls. Nos cuesta vernos reflejados en una joven presuntuosa, quejica, que vive en Nueva York con el dinero de sus padres y que tiene por sueño ser escritora. Necesitamos que pasen capítulos para conocerla y amarla.

GLOW

TambiĂ©n Ruth (GLOW) paga las facturas con el dinero de sus padres y las clases de aerĂ³bic e interpretaciĂ³n mientras espera su oportunidad en Hollywood. Esto reduce, a priori, la posibilidad de que el pĂºblico sienta simpatĂ­a por el personaje.

Liz Flahive y Carly Mensch —las creadoras y productoras de la serie Netflix— acertaron dando el papel a Alison Brie. La actriz tiene la cualidad de hacerse invisible en favor de los personajes. Fue Annie Edison en Community y Trudy Campbell en Mad Men. La invisibilidad provoca que Alison Brie no sea Alison Brie sino Ruth, la protagonista de GLOW. Supone un reto.

Ruth no tiene talento; al menos no para ser actriz dramĂ¡tica. Incluso provoca sueño al profesor de teatro al que paga. Cuesta sentir simpatĂ­a por el personaje. SĂ­ molestarĂ­a que Ruth tuviera talento y no fuera reconocido. Pero no, no es el caso.

Que Ruth se acueste con el marido de Debbie, su mejor amiga y madre de un bebĂ©, provoca mayor rechazo hacia el personaje. Cierto que no es un pecado distinto al cometido por Don Draper un millĂ³n de veces. De alguna manera se gana la compasiĂ³n del pĂºblico cuando justifica su desliz al marido de su amiga:

«La bebida era gratis. Yo sentĂ­a lĂ¡stima de mĂ­ misma y te aprovechaste».

La observaciĂ³n lĂ³gica no evita que Ruth caiga por segunda vez. Es dĂ©bil. La ficciĂ³n no ha acostumbrado al pĂºblico a que los personajes femeninos tengan debilidades. Ruth supone un (bonito) problema de guion: ¿puede un personaje sin talento, sin carisma, de fĂ­sico anodino y traidora encandilar al pĂºblico?

Las guionistas proponen un mecanismo en el que Ruth «gana y pierde puntos» de cara al espectador, de una escena a otra. A veces, incluso en la misma escena. Lo importante para Ruth es que el balance sea positivo.

Ruth gana puntos cuando unos pilluelos le roban el bolso y la Ăºltima comida que puede pagarse. Pierde puntos cuando recurre a Debbie para volver a casa. Gana puntos cuando se siente miserable al ver la foto de Debbie y el marido.

Ruth gana puntos —y muchos— cuando, tras ser despedida por el director, vuelve al gimnasio disfrazada de luchadora. La reutilizaciĂ³n del monĂ³logo de La gata sobre el tejado de zinc revela que es un personaje con recursos. La insistencia y el humor encandilan al pĂºblico. 

Ruth gana puntos cuando reconoce que «la cagĂ³Â» al acostarse con el marido de la amiga. La confesiĂ³n es abrupta, sĂ­, por la irrupciĂ³n de Debbie en el gimnasio, pero es sincera. Ruth carece de maldad.

Sin amante, sin la amistad de Debbie y en el punto de mira de las compañeras, Ruth no se tiene mĂ¡s que a sĂ­ misma. estĂ¡ obligada a renacer. El pĂºblico adora a quienes se reconstruyen, incluso a los villanos.

El intercambio de confidencias con Sheila, la Loba, muestra a una Ruth cercana a quien se siente desplazada. De alguna manera, como ella. De alguna manera, como cada individuo del pĂºblico que, en mĂ¡s de una ocasiĂ³n, se sentirĂ¡ ajeno al mundo. «El mundo estĂ¡ loco» o «que pare el mundo que me bajo» son expresiones de la gente corriente.

Ruth expĂ­a las culpas para restablecer el orden alterado. AsĂ­, se ofrece con generosidad como villana en el ring para que luzca Debbie, su examiga. Pero el mayor sacrificio llega cuando decide abortar el fruto de su relaciĂ³n con el marido de la amiga. Es un riesgo para la serie y el personaje. La popularidad de Ruth estĂ¡ en la cuerda floja. El aborto sigue siendo un tema controvertido en televisiĂ³n.

Las guionistas Liz Flahive y Carly Mensch son conscientes de ello y toman la valiente decisiĂ³n de escribir la secuencia. De esta manera, GLOW cambia de tono. El intercambio de bromas entre Ruth y Sam, el director, que la acompaña a la clĂ­nica, no pretende sacar risas al pĂºblico. Es humor funerario. Un reacciĂ³n humana, muy humana de espantar el miedo y de soportar el dolor emocional. «No es el momento adecuado ni el bebĂ© adecuado», dice Ruth, para justificar una decisiĂ³n que la afecta profundamente.

Frente a guiones que eluden la vida, Liz Flahive y Carly Mensch la traen a primer plano porque son cosas que pasan. Ellas plantean al pĂºblico: ama a Ruth tal y como es, poliĂ©drica, con sus debilidades y talentos, con su presente y su pasado.

(Contiene spoilers)

Hay personajes que enamoran al primer plano. Tienen rostros conocidos. Kevin Spacey es Kevin Spacey mĂ¡s que polĂ­tico malvado. Drew Barrymore es Drew Barrymore mĂ¡s que antropĂ³faga. Su fama nos conecta con personajes desagradables y eso es importante para una serie. Una pelĂ­cula puede atrapar con el ruido, las balas y las peleas.

Una serie necesita un personaje protagonista seductor (en un amplio sentido) o que sea un espejo de los anhelos del espectador medio. El éxito de 13 razones se debe en gran parte a que la protagonista es una chica corriente con problemas corrientes, por desgracia.

Comienza Los Soprano con un hombre en la consulta de un psiquiatra. Ha sufrido ataques de pĂ¡nico a causa del trabajo. No sabemos a quĂ© se dedica. No importa. Pensamos —al menos los hombres—: «Me siento agobiado como este tipo».

Tardamos —hombres y mujeres— en acercarnos a Hannah (Lena Dunham) de Girls. Nos cuesta vernos reflejados en una joven presuntuosa, quejica, que vive en Nueva York con el dinero de sus padres y que tiene por sueño ser escritora. Necesitamos que pasen capítulos para conocerla y amarla.

GLOW

TambiĂ©n Ruth (GLOW) paga las facturas con el dinero de sus padres y las clases de aerĂ³bic e interpretaciĂ³n mientras espera su oportunidad en Hollywood. Esto reduce, a priori, la posibilidad de que el pĂºblico sienta simpatĂ­a por el personaje.

Liz Flahive y Carly Mensch —las creadoras y productoras de la serie Netflix— acertaron dando el papel a Alison Brie. La actriz tiene la cualidad de hacerse invisible en favor de los personajes. Fue Annie Edison en Community y Trudy Campbell en Mad Men. La invisibilidad provoca que Alison Brie no sea Alison Brie sino Ruth, la protagonista de GLOW. Supone un reto.

Ruth no tiene talento; al menos no para ser actriz dramĂ¡tica. Incluso provoca sueño al profesor de teatro al que paga. Cuesta sentir simpatĂ­a por el personaje. SĂ­ molestarĂ­a que Ruth tuviera talento y no fuera reconocido. Pero no, no es el caso.

Que Ruth se acueste con el marido de Debbie, su mejor amiga y madre de un bebĂ©, provoca mayor rechazo hacia el personaje. Cierto que no es un pecado distinto al cometido por Don Draper un millĂ³n de veces. De alguna manera se gana la compasiĂ³n del pĂºblico cuando justifica su desliz al marido de su amiga:

«La bebida era gratis. Yo sentĂ­a lĂ¡stima de mĂ­ misma y te aprovechaste».

La observaciĂ³n lĂ³gica no evita que Ruth caiga por segunda vez. Es dĂ©bil. La ficciĂ³n no ha acostumbrado al pĂºblico a que los personajes femeninos tengan debilidades. Ruth supone un (bonito) problema de guion: ¿puede un personaje sin talento, sin carisma, de fĂ­sico anodino y traidora encandilar al pĂºblico?

Las guionistas proponen un mecanismo en el que Ruth «gana y pierde puntos» de cara al espectador, de una escena a otra. A veces, incluso en la misma escena. Lo importante para Ruth es que el balance sea positivo.

Ruth gana puntos cuando unos pilluelos le roban el bolso y la Ăºltima comida que puede pagarse. Pierde puntos cuando recurre a Debbie para volver a casa. Gana puntos cuando se siente miserable al ver la foto de Debbie y el marido.

Ruth gana puntos —y muchos— cuando, tras ser despedida por el director, vuelve al gimnasio disfrazada de luchadora. La reutilizaciĂ³n del monĂ³logo de La gata sobre el tejado de zinc revela que es un personaje con recursos. La insistencia y el humor encandilan al pĂºblico. 

Ruth gana puntos cuando reconoce que «la cagĂ³Â» al acostarse con el marido de la amiga. La confesiĂ³n es abrupta, sĂ­, por la irrupciĂ³n de Debbie en el gimnasio, pero es sincera. Ruth carece de maldad.

Sin amante, sin la amistad de Debbie y en el punto de mira de las compañeras, Ruth no se tiene mĂ¡s que a sĂ­ misma. estĂ¡ obligada a renacer. El pĂºblico adora a quienes se reconstruyen, incluso a los villanos.

El intercambio de confidencias con Sheila, la Loba, muestra a una Ruth cercana a quien se siente desplazada. De alguna manera, como ella. De alguna manera, como cada individuo del pĂºblico que, en mĂ¡s de una ocasiĂ³n, se sentirĂ¡ ajeno al mundo. «El mundo estĂ¡ loco» o «que pare el mundo que me bajo» son expresiones de la gente corriente.

Ruth expĂ­a las culpas para restablecer el orden alterado. AsĂ­, se ofrece con generosidad como villana en el ring para que luzca Debbie, su examiga. Pero el mayor sacrificio llega cuando decide abortar el fruto de su relaciĂ³n con el marido de la amiga. Es un riesgo para la serie y el personaje. La popularidad de Ruth estĂ¡ en la cuerda floja. El aborto sigue siendo un tema controvertido en televisiĂ³n.

Las guionistas Liz Flahive y Carly Mensch son conscientes de ello y toman la valiente decisiĂ³n de escribir la secuencia. De esta manera, GLOW cambia de tono. El intercambio de bromas entre Ruth y Sam, el director, que la acompaña a la clĂ­nica, no pretende sacar risas al pĂºblico. Es humor funerario. Un reacciĂ³n humana, muy humana de espantar el miedo y de soportar el dolor emocional. «No es el momento adecuado ni el bebĂ© adecuado», dice Ruth, para justificar una decisiĂ³n que la afecta profundamente.

Frente a guiones que eluden la vida, Liz Flahive y Carly Mensch la traen a primer plano porque son cosas que pasan. Ellas plantean al pĂºblico: ama a Ruth tal y como es, poliĂ©drica, con sus debilidades y talentos, con su presente y su pasado.

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Opiniones 2
  • Javier MelĂ©ndez siempre cuenta algo Ăºtil. Su visiĂ³n del mundo a travĂ©s de las pelĂ­culas que describe me encandilan desde el tĂ­tulo. Cuando acabo de leerlo y veo que es suyo me digo :”ah, claro”. Gracias otra vez .

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