El racismo sigue estando en la carta del menĆŗ sociológico de cualquier nación. Con todo, la realidad de mitad del siglo XX en Estados Unidos era extremadamente dura. Blancos y negros āblancos y cualquier otra etnia, en realidadā vivĆan en universos paralelos y el green book era el sĆmbolo de la vergüenza.
Si has visto Green Book, la pelĆcula de Peter Farrelly que cuenta la historia del pianista Don Shirley y su chófer, Tony Lip, en gira por el sur de EEUU, la historia te resultarĆ” familiar.
Ese libro verde, el Green Book, era una guĆa de viaje para negros con restaurantes, hoteles, bares y otro tipo de opciones exclusivas para ellos y alejadas de la paralela y menos tambaleante realidad cotidiana de los blancos.
Los mĆŗsicos negros tenĆan, de hecho, su propio circuito musical alejado del brillo y el alcance masivo. Se llamaba el Chitlinā Circuit y por allĆ no pasaba Elvis. El nombre venĆa de los chitterlings, intestinos delgados de ternera que formaban parte habitual del menĆŗ de aquellos lugares. Esa parte de la vaca era tambiĆ©n bastante popular en el cono sur con el nombre de chinchulines. Algo asĆ como las gallinejas, pero en versión vaca.
El Chitlinā Circuit, que no era exclusivo del sur del paĆs, reunĆa garitos y salas de mĆŗsica en directo por las que pasarĆan la mayorĆa de artistas de la Ć©poca: Aretha Franklin, Sam Cooke, Ray Charles, Jimi Hendrix, James Brown o cualquiera cuya piel se alejase un Ć”pice del tono de la de los padres fundadores.

El racismo sigue estando en la carta del menĆŗ sociológico de cualquier nación. Con todo, la realidad de mitad del siglo XX en Estados Unidos era extremadamente dura. Blancos y negros āblancos y cualquier otra etnia, en realidadā vivĆan en universos paralelos y el green book era el sĆmbolo de la vergüenza.
Si has visto Green Book, la pelĆcula de Peter Farrelly que cuenta la historia del pianista Don Shirley y su chófer, Tony Lip, en gira por el sur de EEUU, la historia te resultarĆ” familiar.
Ese libro verde, el Green Book, era una guĆa de viaje para negros con restaurantes, hoteles, bares y otro tipo de opciones exclusivas para ellos y alejadas de la paralela y menos tambaleante realidad cotidiana de los blancos.
Los mĆŗsicos negros tenĆan, de hecho, su propio circuito musical alejado del brillo y el alcance masivo. Se llamaba el Chitlinā Circuit y por allĆ no pasaba Elvis. El nombre venĆa de los chitterlings, intestinos delgados de ternera que formaban parte habitual del menĆŗ de aquellos lugares. Esa parte de la vaca era tambiĆ©n bastante popular en el cono sur con el nombre de chinchulines. Algo asĆ como las gallinejas, pero en versión vaca.
El Chitlinā Circuit, que no era exclusivo del sur del paĆs, reunĆa garitos y salas de mĆŗsica en directo por las que pasarĆan la mayorĆa de artistas de la Ć©poca: Aretha Franklin, Sam Cooke, Ray Charles, Jimi Hendrix, James Brown o cualquiera cuya piel se alejase un Ć”pice del tono de la de los padres fundadores.
