Hace solo unas semanas, con motivo del anuncio del lanzamiento de su prĂ³ximo libro, Imparables, Yuval Noah Harari, el archiconocido autor del libro Sapiens, contĂ³ en varias entrevistas que es habitual que sus admiradores se dirijan a Ă©l cĂ³mo a un orĂ¡culo, consultĂ¡ndole quĂ© hacer ante alguno de sus problemas. Incluso personalidades como el presidente francĂ©s Emmanuel Macron, Angela Merkel o Mauricio Macri, el antiguo presidente argentino, se han reunido con Ă©l en los Ăºltimos años.
El autor israelĂ, sin embargo, rechaza de plano ese papel de gurĂº que algunos se empeñan en otorgarle tras quedar impresionados por sus obras. Para Harari, el que tantas personas parezcan estar buscando en Ă©l una especie de profeta resulta alarmante.
En definitiva, lo que buscan esos admiradores es que alguien piense por ellos y, a lo largo de la historia, cuando una persona o un grupo de gente han optado por dejar de tomar sus propias decisiones, siempre ha aparecido alguien dispuesto a hacerlo por ellos. Alguien que, en la mayorĂa de los casos, nunca suele tener buenas intenciones.
[pullquote]A lo largo de la historia, cuando una persona o un grupo de gente han optado por dejar de tomar sus propias decisiones, siempre ha aparecido alguien dispuesto a hacerlo por ellos[/pullquote]
Existe un ejemplo muy cercano que todo el mundo recuerda: tras el estallido de la pandemia de la covid-19 apareciĂ³ en escena todo un ejĂ©rcito, ruidoso y extravagante, de supuestos expertos, conspiranoicos, neonacionalistas y antivacunas. Todos ellos aprovecharon la nueva coyuntura para, valiĂ©ndose de la ignorancia y el desconcierto de la mayorĂa y utilizando los medios de comunicaciĂ³n y las redes sociales como plataforma, expandir ideas dirigidas a desestabilizar nuestra sociedad y conseguir sus propios intereses, que bien poco tenĂan que ver con la calamidad en forma de virus que estaba asolando el planeta.
Vivimos una era de inestabilidad llena de sobresaltos que es un caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de este tipo de personajes. Ya ha pasado otras veces: si echamos la vista atrĂ¡s hay numerosos ejemplos de gurĂºs, profetas, iluminados y caraduras en general que han aprovechado momentos como el actual para tomar el poder polĂtico, encabezar revueltas, hacerse ricos o todas las opciones anteriores.
De entre todos, quizĂ¡ el caso mĂ¡s paradigmĂ¡tico es el de RasputĂn. Un hombre nacido en la miseria en las profundidades de la estepa siberiana, pero que consiguiĂ³, rodeĂ¡ndose de una extraña aura de misterio, que tanto el zar NicolĂ¡s II como toda la aristocracia rusa de principios del siglo XX se rindiera a sus pies. En poco tiempo se convirtiĂ³ en quien realmente tomaba las decisiones en un paĂs que, solo un año despuĂ©s de su muerte, estallarĂa debido a la RevoluciĂ³n rusa.
Otro caso podrĂa ser el del cardenal Richelieu, famoso por su lucha ficticia contra los tres mosqueteros en la novela del mismo tĂtulo escrita por Alejandro Dumas. Richelieu, gracias a su inteligencia, consiguiĂ³ hacerse con la confianza de la reina regente de Francia, MarĂa de MĂ©dicis, y posteriormente de su joven hijo, Luis XIII, convirtiĂ©ndose en el rey de facto del paĂs durante casi 30 años.
No obstante, a pesar de que se hizo con un poder que quizĂ¡ no le pertenecĂa segĂºn las leyes de la Ă©poca y a pesar de que en la ficciĂ³n (especialmente en el cine y en D’Artacan y los tres mosqueperros) siempre se le ha representado como un malo de opereta, Richelieu, aunque autoritario, fue decisivo para modernizar la Francia del siglo XVII. La transformĂ³ de un anticuado estado feudal dominado por una aristocracia inmovilista en un avanzado estado naciĂ³n.
En periodos mĂ¡s recientes, personajes como Henry Kissinger o Dick Cheney consiguieron controlar las presidencias de Richard Nixon, Gerard Ford, George Bush y George W. Bush desde las sombras y con actuaciones mĂ¡s que reprochables.
[pullquote]No pasa nada por escucharlos, seguramente serĂ¡ difĂcil huir de su chĂ¡chara magnificada por los medios, pero quizĂ¡ todos deberĂamos pararnos un momento a pensar si lo que dicen tiene sentido[/pullquote]
En el caso de Kissinger, por ejemplo, recibiĂ³ el Premio Nobel de la Paz por acabar con la Guerra del Vietnam, mientras conspiraba para hundir a gobiernos democrĂ¡ticos en LatinoamĂ©rica apoyando a dictaduras como la de Pinochet en Chile o la Junta Militar en Argentina.
El propio Donald Trump puede considerarse un oportunista que decidiĂ³ arrancar su carrera a la presidencia para sacar tajada del descontento de una gran parte de la poblaciĂ³n blanca estadounidense con las polĂticas econĂ³micas y migratorias de Barack Obama. UtilizĂ³ todas las armas a su alcance, como la microsegmentaciĂ³n en Facebook, para manipular a la opiniĂ³n pĂºblica y conseguir que el mĂ¡ximo de su potencial electorado acudiera a las urnas.
Pero los falsos profetas no solo se dedican a la polĂtica. TambiĂ©n pueden querer enseñarnos a comer, a cuidarnos mediante mĂ©todos revolucionarios, pueden querer que transformemos todo nuestro dinero en su nueva criptomoneda, rejuvenecernos con mĂ©todos casi mĂ¡gicos o que hagamos una pequeña contribuciĂ³n a su causa a travĂ©s de la que encontraremos una nueva iluminaciĂ³n.
No pasa nada por escucharlos, seguramente serĂ¡ difĂcil huir de su chĂ¡chara magnificada por los medios, pero quizĂ¡ todos deberĂamos pararnos un momento a pensar si lo que dicen tiene sentido. Contrastemos sus afirmaciones, pensemos, en definitiva, por nosotros mismos.