10 de marzo 2017    /   IDEAS
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La forma en que hablas con tu hijo podrĂ­a potenciar su memoria

10 de marzo 2017    /   IDEAS     por          
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padres hijos

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El mĂ©todo periodĂ­stico podrĂ­a servir para incrementar la capacidad de los niños para recordar detalles de sus experiencias. Las 5W (what?, why?, who?, when?, where?) que guĂ­an (aunque cada vez menos) a los periodistas a la hora de reconstruir una historia pueden enseñar a los pequeños que merece la pena mantener los ojos bien abiertos. La forma en que hablas a tus hijos podrĂ­a moldear su capacidad de atenciĂ³n inculcĂ¡ndoles la inercia de la curiosidad.

Un equipo de la Universidad de New Hampshire (EEUU) estĂ¡ estudiando cĂ³mo la forma en que los padres hablan con sus hijos influye en su habilidad de recordar y reconstruir los relatos. Michelle Leichtman, la investigadora principal, cuenta a Yorokobu que «las variaciones naturales en la manera en que los padres hablan con sus hijos, de las cuales ni siquiera son conscientes, tienen efectos importantes en la memoria de los niños».

Son modos conversacionales espontĂ¡neos y mantenidos en el tiempo. Nacen de una curiosidad real por parte de los padres. El equipo de investigaciĂ³n no conecta este sistema de conversaciĂ³n con ninguna premisa periodĂ­stica; ellos lo llaman «charla de estilo elaborativo», un tĂ©rmino que acuĂ±Ă³ Robyn Fivush, experta en memoria autobiogrĂ¡fica. Sin embargo, basta leer los puntos que la definen para advertir que existen semejanzas con las 5W del trabajo de observaciĂ³n bĂ¡sico de un cronista.

El estilo de comunicaciĂ³n paternofilial al que aluden se enfoca frecuentemente sobre el pasado y se entretiene en lanzar muchas preguntas abiertas (¿QuĂ© piensas sobre eso?, ¿QuiĂ©n estaba?, ¿DĂ³nde fue?, ¿CuĂ¡ndo fue?). «Usan un lenguaje descriptivo, incluyendo adjetivos y adverbios; emiten evaluaciones (Hiciste un gran trabajo con esto… Eso no puede ser correcto) y utilizan lenguaje emocional», describe Leichtman.

Son padres que siguen la orientaciĂ³n que el niño marca en la conversaciĂ³n, «en lugar de repetir preguntas de las que quieren saber la respuesta». En cambio, en la otra orilla, muchos progenitores hablan a sus vĂ¡stagos con una intenciĂ³n mĂ¡s prĂ¡ctica: proponen preguntas que sĂ³lo motivan respuestas, muchas veces, monosilĂ¡bicas e incluso las repiten «si los pequeños no responden de la manera que ellos desean». AquĂ­, el niño no tiene que rastrear en las imĂ¡genes que ha almacenado en su cabeza para responder, sino, simplemente, cumplir un requerimiento.

La investigaciĂ³n, que empieza ahora a publicarse en Journal of Experimental Child Psychology, transita por la fase mĂ¡s temprana de una ruta de estudio mĂ¡s amplia y aĂºn requiere replicaciĂ³n, pero los primeros resultados revelan un efecto visible en la capacidad de los niños para relatar sus vivencias.

padres hijos
Foto: pixabay (CC)

«Muchos estudios han indicado que detienen mĂ¡s detalles en el recuerdo y ellos mismos adoptan una manera mĂ¡s elaborativa de pensar y describir los sucesos con el tiempo», recuerda.

El equipo de New Hampshire, como cuenta Research Digest, reclutĂ³ a madres y padres de 40 niños con edades comprendidas entre los cuatro y los seis años. Los participantes pertenecĂ­an a dos escuelas de distinta extracciĂ³n socioeconĂ³mica. La monitorizaciĂ³n se harĂ­a partiendo de una charla cientĂ­fica amena y prĂ¡ctica sobre la luz en la que los pequeños participaron. Los investigadores convencieron a los padres para que grabaran su conversaciĂ³n con sus hijos despuĂ©s de clase. La consigna era sencilla: hablen con ellos como harĂ­an normalmente.

Los precursores de la prueba hablaron con los niños seis dĂ­as despuĂ©s. Los hijos de padres con un estilo mĂ¡s esmerado de charla aportaban mĂ¡s detalles y recordaban mejor el contenido de la clase; de hecho, llegaban a rescatar aspectos adicionales que no rememoraron al conversar con sus padres.

Por el contrario, los padres que usaban preguntas menos abiertas relataban las clases con mucha contenciĂ³n y, en consecuencia, seis dĂ­as despuĂ©s, cuando se enfrentaban a las preguntas de los expertos, aportaban una cantidad menor de informaciĂ³n.

Leichtman reconoce que la estimulaciĂ³n emocional puede constituir uno de los motores del efecto detectado. «Compartir las memorias personales es una forma de confraternizar con el otro. Los padres hablan con sus hijos sobre las experiencias de los niños, en parte, para conectar con ellos y para reforzar la idea de que lo que hacen los convierte en Ăºnicos», reflexiona.

«Creemos que esas conversaciones comunican al niño que las experiencias de clase merecen ser recordadas y señalan implĂ­citamente quĂ© aspectos de sus vivencias merecen mĂ¡s atenciĂ³n. Si los padres no se sienten interesados por la ciencia, esto podrĂ­a verse reflejado en la conversaciĂ³n», continĂºa.

La gran pregunta clave es si, como parece, el temperamento conversador de los padres podrĂ­a influir en las calificaciones escolares de los estudiantes. Leichtman no se atreve todavĂ­a a afirmarlo, aunque esta hipĂ³tesis forma parte del itinerario que pretenden enfilar las investigaciones.

Sus expectativas en este punto se nutren de las exploraciones sobre la memoria episĂ³dica que realizaron en estudios anteriores. «Cuando los estudiantes de secundaria y los universitarios responden a las preguntas de los exĂ¡menes no se basan sĂ³lo en la recuperaciĂ³n de los hechos, sino tambiĂ©n en la de episodios especĂ­ficos (por ejemplo, el momento en que estaban sentados en la cama estudiando y, de repente, comprendieron el concepto)», detalla. La cuestiĂ³n es si las conversaciones con los padres podrĂ­an ser algo asĂ­ como las migas de pan de Hansel y Gretel: un sencillo camino de vuelta.

Los resultados no aclaran, de momento, si realmente se agudizan la memoria de los niños y la capacidad de observaciĂ³n o si, mĂ¡s bien, el interĂ©s de los padres libera su confianza en su propia habilidad expresiva y en la validez de sus palabras. Tal vez el misterio se esconda en conseguir que no vean el mundo como un ente extraño y asuman que, aunque no levanten cuatro palmos del suelo, tambiĂ©n tienen derecho a explicar su forma de ver las cosas.

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El mĂ©todo periodĂ­stico podrĂ­a servir para incrementar la capacidad de los niños para recordar detalles de sus experiencias. Las 5W (what?, why?, who?, when?, where?) que guĂ­an (aunque cada vez menos) a los periodistas a la hora de reconstruir una historia pueden enseñar a los pequeños que merece la pena mantener los ojos bien abiertos. La forma en que hablas a tus hijos podrĂ­a moldear su capacidad de atenciĂ³n inculcĂ¡ndoles la inercia de la curiosidad.

Un equipo de la Universidad de New Hampshire (EEUU) estĂ¡ estudiando cĂ³mo la forma en que los padres hablan con sus hijos influye en su habilidad de recordar y reconstruir los relatos. Michelle Leichtman, la investigadora principal, cuenta a Yorokobu que «las variaciones naturales en la manera en que los padres hablan con sus hijos, de las cuales ni siquiera son conscientes, tienen efectos importantes en la memoria de los niños».

Son modos conversacionales espontĂ¡neos y mantenidos en el tiempo. Nacen de una curiosidad real por parte de los padres. El equipo de investigaciĂ³n no conecta este sistema de conversaciĂ³n con ninguna premisa periodĂ­stica; ellos lo llaman «charla de estilo elaborativo», un tĂ©rmino que acuĂ±Ă³ Robyn Fivush, experta en memoria autobiogrĂ¡fica. Sin embargo, basta leer los puntos que la definen para advertir que existen semejanzas con las 5W del trabajo de observaciĂ³n bĂ¡sico de un cronista.

El estilo de comunicaciĂ³n paternofilial al que aluden se enfoca frecuentemente sobre el pasado y se entretiene en lanzar muchas preguntas abiertas (¿QuĂ© piensas sobre eso?, ¿QuiĂ©n estaba?, ¿DĂ³nde fue?, ¿CuĂ¡ndo fue?). «Usan un lenguaje descriptivo, incluyendo adjetivos y adverbios; emiten evaluaciones (Hiciste un gran trabajo con esto… Eso no puede ser correcto) y utilizan lenguaje emocional», describe Leichtman.

Son padres que siguen la orientaciĂ³n que el niño marca en la conversaciĂ³n, «en lugar de repetir preguntas de las que quieren saber la respuesta». En cambio, en la otra orilla, muchos progenitores hablan a sus vĂ¡stagos con una intenciĂ³n mĂ¡s prĂ¡ctica: proponen preguntas que sĂ³lo motivan respuestas, muchas veces, monosilĂ¡bicas e incluso las repiten «si los pequeños no responden de la manera que ellos desean». AquĂ­, el niño no tiene que rastrear en las imĂ¡genes que ha almacenado en su cabeza para responder, sino, simplemente, cumplir un requerimiento.

La investigaciĂ³n, que empieza ahora a publicarse en Journal of Experimental Child Psychology, transita por la fase mĂ¡s temprana de una ruta de estudio mĂ¡s amplia y aĂºn requiere replicaciĂ³n, pero los primeros resultados revelan un efecto visible en la capacidad de los niños para relatar sus vivencias.

padres hijos
Foto: pixabay (CC)

«Muchos estudios han indicado que detienen mĂ¡s detalles en el recuerdo y ellos mismos adoptan una manera mĂ¡s elaborativa de pensar y describir los sucesos con el tiempo», recuerda.

El equipo de New Hampshire, como cuenta Research Digest, reclutĂ³ a madres y padres de 40 niños con edades comprendidas entre los cuatro y los seis años. Los participantes pertenecĂ­an a dos escuelas de distinta extracciĂ³n socioeconĂ³mica. La monitorizaciĂ³n se harĂ­a partiendo de una charla cientĂ­fica amena y prĂ¡ctica sobre la luz en la que los pequeños participaron. Los investigadores convencieron a los padres para que grabaran su conversaciĂ³n con sus hijos despuĂ©s de clase. La consigna era sencilla: hablen con ellos como harĂ­an normalmente.

Los precursores de la prueba hablaron con los niños seis dĂ­as despuĂ©s. Los hijos de padres con un estilo mĂ¡s esmerado de charla aportaban mĂ¡s detalles y recordaban mejor el contenido de la clase; de hecho, llegaban a rescatar aspectos adicionales que no rememoraron al conversar con sus padres.

Por el contrario, los padres que usaban preguntas menos abiertas relataban las clases con mucha contenciĂ³n y, en consecuencia, seis dĂ­as despuĂ©s, cuando se enfrentaban a las preguntas de los expertos, aportaban una cantidad menor de informaciĂ³n.

Leichtman reconoce que la estimulaciĂ³n emocional puede constituir uno de los motores del efecto detectado. «Compartir las memorias personales es una forma de confraternizar con el otro. Los padres hablan con sus hijos sobre las experiencias de los niños, en parte, para conectar con ellos y para reforzar la idea de que lo que hacen los convierte en Ăºnicos», reflexiona.

«Creemos que esas conversaciones comunican al niño que las experiencias de clase merecen ser recordadas y señalan implĂ­citamente quĂ© aspectos de sus vivencias merecen mĂ¡s atenciĂ³n. Si los padres no se sienten interesados por la ciencia, esto podrĂ­a verse reflejado en la conversaciĂ³n», continĂºa.

La gran pregunta clave es si, como parece, el temperamento conversador de los padres podrĂ­a influir en las calificaciones escolares de los estudiantes. Leichtman no se atreve todavĂ­a a afirmarlo, aunque esta hipĂ³tesis forma parte del itinerario que pretenden enfilar las investigaciones.

Sus expectativas en este punto se nutren de las exploraciones sobre la memoria episĂ³dica que realizaron en estudios anteriores. «Cuando los estudiantes de secundaria y los universitarios responden a las preguntas de los exĂ¡menes no se basan sĂ³lo en la recuperaciĂ³n de los hechos, sino tambiĂ©n en la de episodios especĂ­ficos (por ejemplo, el momento en que estaban sentados en la cama estudiando y, de repente, comprendieron el concepto)», detalla. La cuestiĂ³n es si las conversaciones con los padres podrĂ­an ser algo asĂ­ como las migas de pan de Hansel y Gretel: un sencillo camino de vuelta.

Los resultados no aclaran, de momento, si realmente se agudizan la memoria de los niños y la capacidad de observaciĂ³n o si, mĂ¡s bien, el interĂ©s de los padres libera su confianza en su propia habilidad expresiva y en la validez de sus palabras. Tal vez el misterio se esconda en conseguir que no vean el mundo como un ente extraño y asuman que, aunque no levanten cuatro palmos del suelo, tambiĂ©n tienen derecho a explicar su forma de ver las cosas.

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