La segunda temporada de The Handmaid’s Tale comienza como una historia de terror

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El final de la primera temporada de The Handmaid’s Tale puede considerarse ambiguo. La suerte de June es incierta como ella misma relata:
«Si este es mi final o un nuevo comienzo, no tengo manera de saberlo. Me entrego a unos desconocidos. No tengo elección».
La primera temporada de la serie de Hulu sigue asĂ la letra de la novela de Margaret Atwood.
El final de agua de borrajas: cuándo sà y cuándo no
Los crĂticos de cine franceses —que ponen nombres a todo— llaman final de agua de borrajas al que no concluye la trama ni permite vislumbrar que los protagonistas conseguirán lo que se proponen. (La leyenda decĂa que el caldo hecho con la planta de la borraja podĂa embarazar a una mujer. Si el embarazo no se producĂa se decĂa que todo habĂa «quedado en agua de borrajas»).
El público acepta finales de borrajas en algunos géneros cinematográficos como el terror y las catástrofes. En la televisión, este tipo de finales se deben más a la cancelación brusca de las series que a decisiones creativas.
La incertidumbre sobre el futuro de June
El Ăşltimo capĂtulo de la primera temporada de The Handmaid’s Tale es ambiguo pero de alguna manera satisfactorio. Permite imaginar que June escapará de Gilead puesto que escapada parece organizada por Nick (el chĂłfer).
El equipo de guionistas capitaneado por Bruce Miller —el encargado de adaptar la historia a la televisión— ha sido valiente al retomar el punto de incertidumbre. La tarea no era fácil.
(Recordemos qué insatisfactorio ha sido para muchos la continuación de Juego de Tronos dejando atrás los libros de George R.R. Martin).  Sin embargo, Miller ha sabido saltar sin red.
Las cuatro paredes de la criada
El comienzo del episodio 2×01 recuerda por su desarrollo y el estilo visual al episodio que abre la serie. Se titula June en contraposiciĂłn al primero titulado Defred. Los guionistas sugieren que es el comienzo de la recuperaciĂłn de la identidad de la protagonista. ÂżPero realmente es asĂ?
June está sentada dentro de una furgoneta oscura. Impotente. Apenas tiene unas palabras para el público: en parte porque no las dejó Margaret Atwood escritas y en parte porque el guion quiere acercarnos a la incertidumbre de June.
Incertidumbre que acaba pronto. La furgoneta se detiene y el guion muestra una de las escenas más escalofriantes de la televisión de los últimos años. Dura algo más de seis minutos aunque parecen más.
El terror de Estado
El guion aplica una regla básica del terror: 1) sugerir/mostrar a los personajes sometidos al daño destinado a los animales para consumo. De manera que las criadas son amordazadas, maniatadas y conducidas como animales a una matanza.
Los guardianes colocan bozales a las mujeres (que ya vimos en la primera temporada) a semejanza de la brida de regañar (un instrumento de tortura medieval que impedĂa hablar las mujeres acusadas de infidelidad y brujerĂa).
Las criadas son conducidas a un estadio de bĂ©isbol clausurado atestado de guardianes con perros de presa y patĂbulos iluminados por los focos. La profesora de comunicaciĂłn Conchi Cascajosa señala que esta escena es «un ejercicio de memoria sobre el horror institucionalizado»: nos recuerda que algunas dictaduras usaron/usan los recintos deportivos como mataderos de personas.
Los planos del tipo ojo-de-Dios (seña de identidad de la serie) vuelan sobre el horror mientras la tĂa Lydia reutiliza la Biblia a su conveniencia. Estos planos aĂ©reos sugieren que Dios permanece ajeno al sufrimiento de las protagonistas aunque ellas invocan su salvaciĂłn.
El realizador Mike Barker (Broadchurch, Fargo) se recrea en los detalles: las sogas en el cuello de las criadas, los ojos llorosos, cĂłmo algunas mujeres, desconocidas entre sĂ, estrechan sus manos para sentir el calor humano en el Ăşltimo momento.
La escena llega al punto de hacerse insoportable. En este punto, Miller revela que es una forma de tortura psicolĂłgica de la tĂa Lydia. Miller ha jugado con nosotros: partiendo de la incertidumbre nos ha llevado al terror, y del terror a la aceptaciĂłn.
El guion expone asĂ el modus operandi de un maltratador (recompensa/castigo) pero llevado a cabo por un estado autoritario.
«Padre Nuestro que estás en los cielos… no fastidies», es la voz de June que refleja el malestar y desconcierto del público. Pensamos: la incertidumbre no estaba mal, pero comparado con una muerte dolorosa, una vida de esclavitud es preferible. «La muerte es definitiva; la vida está llena de oportunidades» (Tyrion Lannister).
Claustrofobia
Del estadio pasamos a un edificio para la reeducaciĂłn en el rĂ©gimen (quizá un antiguo convento de clausura o un reformatorio de señoritas dĂscolas). Cada criada sostiene una piedra bajo la lluvia. Otra forma de tortura medieval. Mientras, la tĂa Lydia expone que la esclavitud hace libre a la mujer. (Un discurso con aires de 1984 de Orwell al que en el episodio 2×03 se hará referencia con la econogente —la mano de obra barata y servil del rĂ©gimen).
La cámara no sale del edificio. No apunta al aire pero apunta desde lo alto. De nuevo, el ojo de Dios omnipresente pero no omnipotente. Las mujeres son vistas cuarteadas por la arquitectura. Revela que están aisladas las unas de las otras y aisladas de toda salvación.
(AquĂ conviene recordar algo que con frecuencia se olvida: que la tĂa Lydia ataque a las mujeres no desvirtĂşa el feminismo de El cuento de la criada. En todas las Ă©pocas y regĂmenes de terror, no es extraño encontrar a fieros cazadores de herejes entre los de su mismo gĂ©nero o raza o comunidad. El ejemplo más claro: el inquisidor Torquemada era descendiente de judĂos y perseguĂa judĂos).  Â
En la primera temporada, la asfixia de la casa del Comandante y la presencia constante de la señora Serena Joy era contrarrestada por los paseos al sol.
Las claustrofĂłbicas escenas del reformatorio son contrarrestadas por escenas del pasado familiar de June. Un pasado socialmente convulso en el que la familia constituĂa un refugio. En este pasado, la mayor fuente de desasosiego es el interrogatorio al que somete una mĂ©dica a June para evaluar si es una madre apta segĂşn los cánones de los Hijos de Jacob.
En el reformatorio nos encontramos con el Comandante y Serena. PodrĂamos considerar que hay un agujero lĂłgico/dramático, puesto que el Comandante se encontraba en una posiciĂłn dĂ©bil en Gilead al finalizar la temporada anterior, pero el efecto teatral funciona. Él y la esposa están presentes en el examen ginecolĂłgico de June. Nos dice claramente que el Comandante tiene mayor poder que el que pudiĂ©ramos imaginar.
La sucesiĂłn de secuencias entre el reformatorio y el pasado concluye con una nueva huĂda de June. Miller, como todo guionista inteligente, ha calculado cuánto horror y agotamiento emocional puede soportar el pĂşblico. June atrás en un camiĂłn es otra escena de incertidumbre, pero es una nueva esperanza que Miller nos ofrece.
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El final de la primera temporada de The Handmaid’s Tale puede considerarse ambiguo. La suerte de June es incierta como ella misma relata:
«Si este es mi final o un nuevo comienzo, no tengo manera de saberlo. Me entrego a unos desconocidos. No tengo elección».
La primera temporada de la serie de Hulu sigue asĂ la letra de la novela de Margaret Atwood.
El final de agua de borrajas: cuándo sà y cuándo no
Los crĂticos de cine franceses —que ponen nombres a todo— llaman final de agua de borrajas al que no concluye la trama ni permite vislumbrar que los protagonistas conseguirán lo que se proponen. (La leyenda decĂa que el caldo hecho con la planta de la borraja podĂa embarazar a una mujer. Si el embarazo no se producĂa se decĂa que todo habĂa «quedado en agua de borrajas»).
El público acepta finales de borrajas en algunos géneros cinematográficos como el terror y las catástrofes. En la televisión, este tipo de finales se deben más a la cancelación brusca de las series que a decisiones creativas.
La incertidumbre sobre el futuro de June
El Ăşltimo capĂtulo de la primera temporada de The Handmaid’s Tale es ambiguo pero de alguna manera satisfactorio. Permite imaginar que June escapará de Gilead puesto que escapada parece organizada por Nick (el chĂłfer).
El equipo de guionistas capitaneado por Bruce Miller —el encargado de adaptar la historia a la televisión— ha sido valiente al retomar el punto de incertidumbre. La tarea no era fácil.
(Recordemos qué insatisfactorio ha sido para muchos la continuación de Juego de Tronos dejando atrás los libros de George R.R. Martin).  Sin embargo, Miller ha sabido saltar sin red.
Las cuatro paredes de la criada
El comienzo del episodio 2×01 recuerda por su desarrollo y el estilo visual al episodio que abre la serie. Se titula June en contraposiciĂłn al primero titulado Defred. Los guionistas sugieren que es el comienzo de la recuperaciĂłn de la identidad de la protagonista. ÂżPero realmente es asĂ?
June está sentada dentro de una furgoneta oscura. Impotente. Apenas tiene unas palabras para el público: en parte porque no las dejó Margaret Atwood escritas y en parte porque el guion quiere acercarnos a la incertidumbre de June.
Incertidumbre que acaba pronto. La furgoneta se detiene y el guion muestra una de las escenas más escalofriantes de la televisión de los últimos años. Dura algo más de seis minutos aunque parecen más.
El terror de Estado
El guion aplica una regla básica del terror: 1) sugerir/mostrar a los personajes sometidos al daño destinado a los animales para consumo. De manera que las criadas son amordazadas, maniatadas y conducidas como animales a una matanza.
Los guardianes colocan bozales a las mujeres (que ya vimos en la primera temporada) a semejanza de la brida de regañar (un instrumento de tortura medieval que impedĂa hablar las mujeres acusadas de infidelidad y brujerĂa).
Las criadas son conducidas a un estadio de bĂ©isbol clausurado atestado de guardianes con perros de presa y patĂbulos iluminados por los focos. La profesora de comunicaciĂłn Conchi Cascajosa señala que esta escena es «un ejercicio de memoria sobre el horror institucionalizado»: nos recuerda que algunas dictaduras usaron/usan los recintos deportivos como mataderos de personas.
Los planos del tipo ojo-de-Dios (seña de identidad de la serie) vuelan sobre el horror mientras la tĂa Lydia reutiliza la Biblia a su conveniencia. Estos planos aĂ©reos sugieren que Dios permanece ajeno al sufrimiento de las protagonistas aunque ellas invocan su salvaciĂłn.
El realizador Mike Barker (Broadchurch, Fargo) se recrea en los detalles: las sogas en el cuello de las criadas, los ojos llorosos, cĂłmo algunas mujeres, desconocidas entre sĂ, estrechan sus manos para sentir el calor humano en el Ăşltimo momento.
La escena llega al punto de hacerse insoportable. En este punto, Miller revela que es una forma de tortura psicolĂłgica de la tĂa Lydia. Miller ha jugado con nosotros: partiendo de la incertidumbre nos ha llevado al terror, y del terror a la aceptaciĂłn.
El guion expone asĂ el modus operandi de un maltratador (recompensa/castigo) pero llevado a cabo por un estado autoritario.
«Padre Nuestro que estás en los cielos… no fastidies», es la voz de June que refleja el malestar y desconcierto del público. Pensamos: la incertidumbre no estaba mal, pero comparado con una muerte dolorosa, una vida de esclavitud es preferible. «La muerte es definitiva; la vida está llena de oportunidades» (Tyrion Lannister).
Claustrofobia
Del estadio pasamos a un edificio para la reeducaciĂłn en el rĂ©gimen (quizá un antiguo convento de clausura o un reformatorio de señoritas dĂscolas). Cada criada sostiene una piedra bajo la lluvia. Otra forma de tortura medieval. Mientras, la tĂa Lydia expone que la esclavitud hace libre a la mujer. (Un discurso con aires de 1984 de Orwell al que en el episodio 2×03 se hará referencia con la econogente —la mano de obra barata y servil del rĂ©gimen).
La cámara no sale del edificio. No apunta al aire pero apunta desde lo alto. De nuevo, el ojo de Dios omnipresente pero no omnipotente. Las mujeres son vistas cuarteadas por la arquitectura. Revela que están aisladas las unas de las otras y aisladas de toda salvación.
(AquĂ conviene recordar algo que con frecuencia se olvida: que la tĂa Lydia ataque a las mujeres no desvirtĂşa el feminismo de El cuento de la criada. En todas las Ă©pocas y regĂmenes de terror, no es extraño encontrar a fieros cazadores de herejes entre los de su mismo gĂ©nero o raza o comunidad. El ejemplo más claro: el inquisidor Torquemada era descendiente de judĂos y perseguĂa judĂos).  Â
En la primera temporada, la asfixia de la casa del Comandante y la presencia constante de la señora Serena Joy era contrarrestada por los paseos al sol.
Las claustrofĂłbicas escenas del reformatorio son contrarrestadas por escenas del pasado familiar de June. Un pasado socialmente convulso en el que la familia constituĂa un refugio. En este pasado, la mayor fuente de desasosiego es el interrogatorio al que somete una mĂ©dica a June para evaluar si es una madre apta segĂşn los cánones de los Hijos de Jacob.
En el reformatorio nos encontramos con el Comandante y Serena. PodrĂamos considerar que hay un agujero lĂłgico/dramático, puesto que el Comandante se encontraba en una posiciĂłn dĂ©bil en Gilead al finalizar la temporada anterior, pero el efecto teatral funciona. Él y la esposa están presentes en el examen ginecolĂłgico de June. Nos dice claramente que el Comandante tiene mayor poder que el que pudiĂ©ramos imaginar.
La sucesiĂłn de secuencias entre el reformatorio y el pasado concluye con una nueva huĂda de June. Miller, como todo guionista inteligente, ha calculado cuánto horror y agotamiento emocional puede soportar el pĂşblico. June atrás en un camiĂłn es otra escena de incertidumbre, pero es una nueva esperanza que Miller nos ofrece.