29 de marzo 2017    /   DIGITAL
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Hater, una app de citas para enamorados del odio

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El mercado de la carne tiene un nuevo proveedor. Hasta ahora las aplicaciones de citas más conocidas han establecido compatibilidades a partir de las cosas que nos gustan. Enumeramos nuestros deportes favoritos, películas que nos marcaron, animales de los que no nos importa recoger sus heces. Colgamos una bonita foto y, ale, a follar. Pero ¿y si no tengo aficiones reseñables? ¿Y si a mí lo que me pone es odiar? Fíjate en lo que sigue porque Hater ofrece la solución.

«Conoce a gente que odia lo mismo que tú», reza su eslogan promocional. Tras instalar la aplicación el primer paso consiste en posicionarnos sobre cuestiones diversas como los realities, Netflix, gastar dinero, etc. Hater registra las preferencias, les otorga porcentajes y geolocaliza usuarios cercanos que compartan aversiones. Desde aquí el funcionamiento es calcado a Tinder: deslizamos a derecha e izquierda el casting de perfiles del que extraer un match.

La gran novedad es que Hater barema la afinidad en función de lo que detestamos. En tiempos de bilis colectiva, donde nos medimos por la singularidad de nuestras manías, un extrabajador de Goldman Sachs ha sabido rentabilizar el chiste. «Todo comenzó como una idea de sketch, pero después de hacer una pequeña investigación y descubrir estudios acerca de compatibilidad y aversiones mutuas, decidí materializarla», relata Brendan Alper, fundador de Hater.

La campaña de lanzamiento incluye un boceto de Kanye West y Taylor Swift intercambiando saliva en el centro de un corazón invertido, y otro de Trump y Putin encamados; entrelazados. Queda patente su clara vocación viral, aunque de momento la fase beta cuenta con dos grandes limitaciones: sólo funciona en iOS y no tiene traducción. «La idea es tener lista una versión en español para mayo o junio, como muy tarde. También en mayo esperamos lanzar la app en Android», avanza el fundador de Hater a Yorokobu.

Habrá que esperar por tanto un par de meses hasta que la aplicación empiece a afianzarse en nuestro país. Después crecerá como un bulo en Twitter, porque ya lo decía Ramoncín: «España es un país de odiadores». Quién sabe, a lo mejor descubrimos con esta nueva herramienta que los Pérez-Reverte y Javier Marías no son vetustos cascarrabias, sino que están explorando el romanticismo de una segunda juventud —milenial—. Quizás toda aquella gente que odió a Lucía Etxeberría por ser superdotada se encuentre ahora en Hater, se enamore y en agradecimiento organice rutas de peregrinación de España a la sede de Mensa (Caythorpe, Reino Unido).

Desde luego, lo que parece evidente es que la app servirá para añadir un poco de dinamismo al fenĂłmeno del dating: «Hater lo convertirá en algo divertido. Las aplicaciones de citas se han vuelto tan monĂłtonas… Gente atrapada en un movimiento repetitivo: deslizar, deslizar, deslizar, match, chat, mala cita, enjuague bucal y vuelta a empezar. Nosotros queremos agitar las cosas. Construir una experiencia más introspectiva y significativa, pero tambiĂ©n con ese punto de diversiĂłn», reflexiona su creador.

Hablábamos antes de la singularidad de las aversiones. De cómo hemos adaptado nuestra cultura a la indigencia emocional del hater hasta situarle por encima, a la altura de nuestras aspiraciones. Validamos el odio como cualidad diferencial y competimos en ver quién ostenta las mejores manías; las más originales. Porque para odiar también hay que ser creativo —un poco a la manera de Risto Mejide, que ahora es Mindfulness y ha perdido el flow—.

Si vamos a participar en este juego, sería interesante poder agregarle fantasía. Claro, que gastar dinero es una experiencia espeluznante, pero habrá quien odie más al que se lo roba. O habrá quien  deteste la invasión de lo cuqui. O a la gente que sólo habla de sí misma y desconecta cuando intentas meter baza. Algunos les tendrán ojeriza a los hombres con escote y a los lumbersexuales, que son como los hípsters pero de montaña. A las It Girls. A los runners. A los madridistas y a los antimadridistas. A la gente que se va a la India y vuelve iluminada. Seguro que  en algún recóndito rincón de España hay una persona que odia profundamente el tic-tac ad infinitum de las manecillas del reloj.

ÂżQuĂ© hay para ellos, Alper? «Cuando un usuario sube una nueva foto de perfil, además tiene la oportunidad de añadir una pequeña bĂ­o. Este espacio puede ser utilizado para cualquier cosa, incluido personalizar tus propios odios personales. De todas formas, tambiĂ©n tenemos intenciĂłn de avanzar en la generaciĂłn de temas por parte del usuario… Es otra de las cuestiones que abordaremos en los prĂłximos meses».

Obviamente no valdrá todo. Dada su premisa, la aplicación corre el riesgo de convertirse en un nicho de cafres profesionales. El odio funciona como distintivo, pero cuando se manifiesta de forma radical, pasa a ser un elemento constitutivo de delito. Para evitarlo, el equipo de Hater moderará los temas con recelo: «Tenemos una política estricta para cercar a aquellos que abusan de nuestras directrices. No toleramos los ataques contra la raza, la religión o el aspecto físico. En realidad, no consentimos prejuicios de ningún tipo y expulsamos a todo aquel que los promueve».

En resumen: aquĂ­ se odia de manera ordenada. Para terminar le explico a Brendan Alper una cuestiĂłn personal; le cuento que arruino todas las relaciones por mi indeleble naturaleza hater. Su aplicaciĂłn es la Ăşltima oportunidad y me aferro a ella como RamoncĂ­n al gusto por el ridĂ­culo —no, no se equivocaba—. Dime una cosa, Brendan, Âżvoy a acabar solo? «¡Por supuesto que no! Encontrarás a la persona adecuada con una actitud misantrĂłpica como la tuya, y juntos saldrĂ©is adelante. Conozco la aplicaciĂłn perfecta para lograrlo…».

Que así sea. Por si acaso, le pondré dos velitas a santa Lucía Etxeberría.

El mercado de la carne tiene un nuevo proveedor. Hasta ahora las aplicaciones de citas más conocidas han establecido compatibilidades a partir de las cosas que nos gustan. Enumeramos nuestros deportes favoritos, películas que nos marcaron, animales de los que no nos importa recoger sus heces. Colgamos una bonita foto y, ale, a follar. Pero ¿y si no tengo aficiones reseñables? ¿Y si a mí lo que me pone es odiar? Fíjate en lo que sigue porque Hater ofrece la solución.

«Conoce a gente que odia lo mismo que tú», reza su eslogan promocional. Tras instalar la aplicación el primer paso consiste en posicionarnos sobre cuestiones diversas como los realities, Netflix, gastar dinero, etc. Hater registra las preferencias, les otorga porcentajes y geolocaliza usuarios cercanos que compartan aversiones. Desde aquí el funcionamiento es calcado a Tinder: deslizamos a derecha e izquierda el casting de perfiles del que extraer un match.

La gran novedad es que Hater barema la afinidad en función de lo que detestamos. En tiempos de bilis colectiva, donde nos medimos por la singularidad de nuestras manías, un extrabajador de Goldman Sachs ha sabido rentabilizar el chiste. «Todo comenzó como una idea de sketch, pero después de hacer una pequeña investigación y descubrir estudios acerca de compatibilidad y aversiones mutuas, decidí materializarla», relata Brendan Alper, fundador de Hater.

La campaña de lanzamiento incluye un boceto de Kanye West y Taylor Swift intercambiando saliva en el centro de un corazón invertido, y otro de Trump y Putin encamados; entrelazados. Queda patente su clara vocación viral, aunque de momento la fase beta cuenta con dos grandes limitaciones: sólo funciona en iOS y no tiene traducción. «La idea es tener lista una versión en español para mayo o junio, como muy tarde. También en mayo esperamos lanzar la app en Android», avanza el fundador de Hater a Yorokobu.

Habrá que esperar por tanto un par de meses hasta que la aplicación empiece a afianzarse en nuestro país. Después crecerá como un bulo en Twitter, porque ya lo decía Ramoncín: «España es un país de odiadores». Quién sabe, a lo mejor descubrimos con esta nueva herramienta que los Pérez-Reverte y Javier Marías no son vetustos cascarrabias, sino que están explorando el romanticismo de una segunda juventud —milenial—. Quizás toda aquella gente que odió a Lucía Etxeberría por ser superdotada se encuentre ahora en Hater, se enamore y en agradecimiento organice rutas de peregrinación de España a la sede de Mensa (Caythorpe, Reino Unido).

Desde luego, lo que parece evidente es que la app servirá para añadir un poco de dinamismo al fenĂłmeno del dating: «Hater lo convertirá en algo divertido. Las aplicaciones de citas se han vuelto tan monĂłtonas… Gente atrapada en un movimiento repetitivo: deslizar, deslizar, deslizar, match, chat, mala cita, enjuague bucal y vuelta a empezar. Nosotros queremos agitar las cosas. Construir una experiencia más introspectiva y significativa, pero tambiĂ©n con ese punto de diversiĂłn», reflexiona su creador.

Hablábamos antes de la singularidad de las aversiones. De cómo hemos adaptado nuestra cultura a la indigencia emocional del hater hasta situarle por encima, a la altura de nuestras aspiraciones. Validamos el odio como cualidad diferencial y competimos en ver quién ostenta las mejores manías; las más originales. Porque para odiar también hay que ser creativo —un poco a la manera de Risto Mejide, que ahora es Mindfulness y ha perdido el flow—.

Si vamos a participar en este juego, sería interesante poder agregarle fantasía. Claro, que gastar dinero es una experiencia espeluznante, pero habrá quien odie más al que se lo roba. O habrá quien  deteste la invasión de lo cuqui. O a la gente que sólo habla de sí misma y desconecta cuando intentas meter baza. Algunos les tendrán ojeriza a los hombres con escote y a los lumbersexuales, que son como los hípsters pero de montaña. A las It Girls. A los runners. A los madridistas y a los antimadridistas. A la gente que se va a la India y vuelve iluminada. Seguro que  en algún recóndito rincón de España hay una persona que odia profundamente el tic-tac ad infinitum de las manecillas del reloj.

ÂżQuĂ© hay para ellos, Alper? «Cuando un usuario sube una nueva foto de perfil, además tiene la oportunidad de añadir una pequeña bĂ­o. Este espacio puede ser utilizado para cualquier cosa, incluido personalizar tus propios odios personales. De todas formas, tambiĂ©n tenemos intenciĂłn de avanzar en la generaciĂłn de temas por parte del usuario… Es otra de las cuestiones que abordaremos en los prĂłximos meses».

Obviamente no valdrá todo. Dada su premisa, la aplicación corre el riesgo de convertirse en un nicho de cafres profesionales. El odio funciona como distintivo, pero cuando se manifiesta de forma radical, pasa a ser un elemento constitutivo de delito. Para evitarlo, el equipo de Hater moderará los temas con recelo: «Tenemos una política estricta para cercar a aquellos que abusan de nuestras directrices. No toleramos los ataques contra la raza, la religión o el aspecto físico. En realidad, no consentimos prejuicios de ningún tipo y expulsamos a todo aquel que los promueve».

En resumen: aquĂ­ se odia de manera ordenada. Para terminar le explico a Brendan Alper una cuestiĂłn personal; le cuento que arruino todas las relaciones por mi indeleble naturaleza hater. Su aplicaciĂłn es la Ăşltima oportunidad y me aferro a ella como RamoncĂ­n al gusto por el ridĂ­culo —no, no se equivocaba—. Dime una cosa, Brendan, Âżvoy a acabar solo? «¡Por supuesto que no! Encontrarás a la persona adecuada con una actitud misantrĂłpica como la tuya, y juntos saldrĂ©is adelante. Conozco la aplicaciĂłn perfecta para lograrlo…».

Que así sea. Por si acaso, le pondré dos velitas a santa Lucía Etxeberría.

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