‘Good Time’: la mejor pelĂcula de la temporada que no pudo estrenarse en cines

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Good Time fue encumbrada por la crĂtica en el Festival de Cannes y es, sin duda, uno de los films más reveladores, innovadores e inclasificables que se han realizado en los Ăşltimos tiempos. A pesar de todo ello, o tal vez por ello, no ha llegado a las salas de cine y se ha estrenado en Netflix. Los cinĂ©filos la adoran y la industria se ha quedado boquiabierta ante el despliegue de talento sin concesiones. ÂżQuiĂ©n hay detrás de este film? Dos neoyorquinos treintañeros que le han dado una vuelta de calcetĂn al sĂ©ptimo arte.
Los dos interfectos son los hermanos Safdie, Josh y Ben para más señas, y su cine viene a ser una bocanada de aire fresco en forma de patada al esĂłfago. Un cine que sorprende e, incluso, innova. Evidentemente, no han inventado la sopa de ajo, pero han mezclado sus ingredientes con tal habilidad que sabe diferente. Good Time es una buena muestra de ello, pero su filmografĂa anterior tampoco tiene desperdicio.
Josh y Ben anclan su producciĂłn en el terreno limĂtrofe entre la realidad y la ficciĂłn. Un lugar que hasta el momento andaba muy transitado con los documentales de autor y los falsos documentales, siempre a la greña por un «esto te lo has inventado» o un «no hace falta adscribirse a la realidad al pie de la letra».
Los Safdie se plantaron en ese territorio y escudriñaron un pedazo tierra virgen en el que recrear sus ficciones y realidades, cogiendo un poco de realismo italiano, mezclándolo con unas gotas de Casavetes y aderezándolo con free cinema británico. O quizá no hicieron nada de esto, tal vez todas esas referencias que los crĂticos les atribuyen pomposamente no tienen tanto peso como la potente mirada que ciernen sobre sus particulares historias.
La primera pelĂcula que perpetraron conjuntamente (Josh habĂa hecho ya sus pinitos en solitario realizando cortos) fue Daddy Longlegs, tambiĂ©n llamada Go Get Some Rosemary (2009), que resume el verano que dos hijos pasan con su padre. Al progenitor, un atribulado y bienintencionado desastre vital, Ăşnicamente se le conceden 15 dĂas al año para estar con sus hijos. Y cuando el espectador se sumerge en ese medio mes caĂłtico, tierno y desestructurado, entiende por quĂ© tiene una custodia tan restrictiva.
El film es autobiográfico: los dos niños deslumbrados por un padre que trabaja de proyeccionista en un cine son los hermanos Safdie. A travĂ©s de sus recuerdos, sientan las bases que repetirán en su obra: actores no profesionales (el papel protagonista lo interpreta Ronald Bronstein, que es el guionista) y el retrato de un Manhattan raĂdo entre cuyos jirones sobrevive una fauna de perdedores white trash. La pelĂcula cuenta con cameos de Abel Ferrara y de Lee Ranaldo.
Este es el film más irĂłnico y tierno de su obra, pero no por ello exento de crudeza y desesperaciĂłn. El padre de los niños es un arquetipo que se irá repitiendo en su filmografĂa. Una persona equivocada que en nombre del amor a los suyos rebasa una y otra vez las fronteras de lo que los valores de la sociedad bien pensante. Los Safdie muestran los desatinos de sus antihĂ©roes quijotescos sin un hálito de juicio ni de manida redenciĂłn.
En Daddy Longlegs asistimos a escenas crispantes, como cuando el progenitor droga a los hijos para que no se asusten si se despiertan y Ă©l no está. Es la mejor manera que encuentra en su abollada forma de transitar por la vida de protegerlos y cuidarlos. Como consecuencia pasan dĂas hasta que los niños recuperan la consciencia. En ningĂşn momento se juzga lo ocurrido y ahĂ radica el mĂ©rito de los directores: son capaces de despertar empatĂa por personajes y acciones absolutamente ajenas al espectador.
Ver una pelĂcula de los Safdie provoca deseos de taparse los ojos y de aullarle a la pantalla: «¡no, no lo hagas!». Pero de nada sirve: si algo tienen los personajes de estos films es que se dirigen a paso ligero y por el camino más corto hacia el desastre. Su andadura consiste de solucionar un problema ocasionando otro aĂşn más lacerante.
Los compulsivos naufragios de los protagonistas son narrados con una estĂ©tica muy personal. El continente de Daddy Longlegs apunta estas señas de autorĂa que posteriormente se desarrollarán. Las grabaciones se adscriben al «cine de guerrilla», sin permisos, sin cortar calles, sin extras y un poco «a salto de mata», para entendernos.
Se emplean teleobjetivos y suelen colarse espontáneos que le dan una perturbadora autenticidad a lo que se ficciona. Para contrastar, mezclan esos planos abiertos con otros muy cerrados consiguiendo un vibrante resultado. Los directores aseguran que su puesta en escena bebe de las aguas del fotoperiodismo de la agencia Magnum. Y consiguen una finalidad similar: mostrar una ciudad rota que en sus fisuras es profundamente humana.
La siguiente pelĂcula es la más diferente de su filmografĂa, pues se trata de un documental clásico. Pero aĂşn asĂ, incluyen elecciones tĂpicas de su cine, tanto estĂ©ticas como de contenido. Lenny Cooke (2013) narra la historia de esta promesa del básquet que se quedo en eso: en promesa. El nĂşmero 1 del baloncesto High School acabĂł no pisando una cancha de la NBA tras varias decisiones errĂłneas. Los Safdie combinan con audacia el material de archivo, las entrevistas de los que lo conocieron y la intimidad familiar del jugador que es padre de tres hijos. En casi todas las entrevistas, Lenny Cooke aparece tumbado y vuelven a apostar por bellos planos cerrados.
Ambas pelĂculas fueron, en cierto modo, el calentamiento y la forma de despertar una mirada realista y nada convencional. Pero el despegue ocurre con la magnĂ©tica Heaven Knows what, un proyecto que surgiĂł de la casualidad. Josh Safdie se topĂł, literalmente, con Arielle Holmes, una bella joven drogadicta, mientras estaba preparando otro proyecto. El flechazo artĂstico fue inmediato. Arielle, animada por Josh, empezĂł a escribir sus memorias en locutorios y posteriormente, una vez desintoxicada, volviĂł a las calles de Nueva York para rodar la que es, sin caer en la frase hecha, la pelĂcula de su vida.
Arielle mantuvo una relaciĂłn de maltrato psicolĂłgico con otro heroinĂłmano, Ilya, que muriĂł al poco de estrenarse la pelĂcula. Este es el Ăşnico papel que se le encargĂł a un actor profesional (Caleb Landry Jones), el resto fue interpretado por los propios adictos sin hogar amigos de Arielle. La improvisada actriz se ha convertido en una musa indie que ha protagonizado otros films. Y otro de sus compañeros de penurias que aparece en la pelĂcula, Budy Duress, tambiĂ©n ha cambiado las calles por los platĂłs.
El resultado es una pelĂcula portentosa, grabada de nuevo al estilo «cine de guerrilla», que exhuma honestidad y desasosiego sin enfatizar en el dramatismo. Otra vez, apuestan por los poĂ©ticos planos cerrados, como cuando la protagonista, colocada, intenta enhebrar una aguja. Se explica perfectamente su estado a la vez que se ofrece una imagen casi poĂ©tica.
De nuevo vemos el Nueva York más impĂo, menos glamouroso. Arielle y sus secuaces se desplazan nerviosos por este escenario con una Ăşnica motivaciĂłn: conseguir una nueva porciĂłn de relax intravenoso. Nunca sabemos quĂ© llevĂł a estos chicos blancos a caer en la adicciĂłn. Esta es otra de las premisas de los Safdie: no hay que justificar a los personajes ni juzgarlos, Ăşnicamente se trata de acompañarlos en una breve travesĂa errática.
Todo hacĂa prever que el cine de los Safdie enfilarĂa rumbo hacia el indie más marginal y genuino, cuando Robert Pattinson, el vampiro de CrepĂşsculo cuya imagen tantas carpetas de adolescentes envolviĂł, vio el cartel y el trailer de Heaven knows what. El actor llevaba tiempo intentando que el pĂşblico olvidara los desmanes comerciales de su juventud. Para huir del encasillamiento y revestirse de una patina de prestigio se habĂa puesto a las Ăłrdenes de David Cronnenberg, Werner Herzog y Anton Corbjin. Cuando vio la promociĂłn de la pelĂcula de los Safdie, supo que habĂa aĂşn un escalĂłn más hacia su consagraciĂłn. Les llamĂł y les dijo, sin ambages, que querĂa trabajar con ellos.
Los hermanos neoyorquinos buscaron con ahĂnco la forma de trabajar con una estrella (una posibilidad que hasta el momento ni se les habĂa pasado por la cabeza) y no perder el brĂo de su mirada. Y lo encontraron, con la que ha sido hasta el momento su pelĂcula más laureada: Good Time.
Robert Pattinson da vida a Connie Nikas, que decide «rescatar» a su hermano (interpretado por uno de los directores, Benny Safdie), que padece problemas mentales, de una instituciĂłn. Su plan es llevar a cabo un asalto y conseguir el dinero necesario para huir y poder cuidar de Ă©l. Otro personaje motivado por el amor que escoge el desvĂo más rocambolesco para expresarlo. Como es de esperar, el atraco acaba siendo un fiasco y la pelĂcula describe en la noche en la que Connie intenta, infructuosamente, desfacer el entuerto.
Good Time se convierte en un viaje lisĂ©rgico y condenado a travĂ©s de las entrañas hediondas de Nueva York. El estilo inconfundible de los Sadfie consigue, como en sus anteriores pelĂculas, que nos identifiquemos con un personaje que trastabilla una y otra vez con buenas intenciones e ideas de bombero.
Connie Nikas, al igual que todos los personajes de estos directores, se pasa el dĂa estresado, buscando soluciones, moviĂ©ndose de un lugar a otro de la ciudad. Es en ese tipo de periplos donde se insufla ritmo a sus pelĂculas, que huyen siempre de los canĂłnicos clĂmax. Porque en los films de los Safdie no pasa nada, pero pasa todo: pasa la vida que transcurre en los aledaños de la sociedad, en una marginalidad blanca muy trumpiana, en un momento presente que arrasa pasado y futuro.
Como se ha explicado al principio del texto, en el Festival de Cannes, Good Time sacudiĂł a la crĂtica que supo ver el milagro: aĂşn se podĂa innovar en el cine. Sin embargo, en cuanto a premios, no se comiĂł ni un colĂn. Los distribuidores temieron que una pelĂcula tan atĂpica no fuera capaz de llenar sus salas. Pero Netflix apostĂł por el film y lo incluyĂł en su plataforma. Filmin cuenta entre su oferta con Heaven Knows what.
Los hermanos Safdie son ya los embajadores del indie que no busca adecentarse en mainstream. La industria ha olido su talento y les ofreciĂł realizar una pelĂcula de superhĂ©roes, pero los hermanos se negaron por que no tenĂan ni idea de cĂłmo acometer un proyecto tan alejado de su imaginario. Ahora parece que podrĂan dirigir un remake de LĂmite 48 horas y tambiĂ©n Uncut Gems, un proyecto auspiciado por Martin Scorsese. Sea cual sea su prĂłximo paso, vale la pena no quitarles el ojo de encima porque su cine a cuatro manos desprende una pureza deslumbrante.
Foto de portada: Fotograma de la pelĂcula Good time de los hermanos Safdie. Bago Games. Licenccia CC by 2.0.
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Good Time fue encumbrada por la crĂtica en el Festival de Cannes y es, sin duda, uno de los films más reveladores, innovadores e inclasificables que se han realizado en los Ăşltimos tiempos. A pesar de todo ello, o tal vez por ello, no ha llegado a las salas de cine y se ha estrenado en Netflix. Los cinĂ©filos la adoran y la industria se ha quedado boquiabierta ante el despliegue de talento sin concesiones. ÂżQuiĂ©n hay detrás de este film? Dos neoyorquinos treintañeros que le han dado una vuelta de calcetĂn al sĂ©ptimo arte.
Los dos interfectos son los hermanos Safdie, Josh y Ben para más señas, y su cine viene a ser una bocanada de aire fresco en forma de patada al esĂłfago. Un cine que sorprende e, incluso, innova. Evidentemente, no han inventado la sopa de ajo, pero han mezclado sus ingredientes con tal habilidad que sabe diferente. Good Time es una buena muestra de ello, pero su filmografĂa anterior tampoco tiene desperdicio.
Josh y Ben anclan su producciĂłn en el terreno limĂtrofe entre la realidad y la ficciĂłn. Un lugar que hasta el momento andaba muy transitado con los documentales de autor y los falsos documentales, siempre a la greña por un «esto te lo has inventado» o un «no hace falta adscribirse a la realidad al pie de la letra».
Los Safdie se plantaron en ese territorio y escudriñaron un pedazo tierra virgen en el que recrear sus ficciones y realidades, cogiendo un poco de realismo italiano, mezclándolo con unas gotas de Casavetes y aderezándolo con free cinema británico. O quizá no hicieron nada de esto, tal vez todas esas referencias que los crĂticos les atribuyen pomposamente no tienen tanto peso como la potente mirada que ciernen sobre sus particulares historias.
La primera pelĂcula que perpetraron conjuntamente (Josh habĂa hecho ya sus pinitos en solitario realizando cortos) fue Daddy Longlegs, tambiĂ©n llamada Go Get Some Rosemary (2009), que resume el verano que dos hijos pasan con su padre. Al progenitor, un atribulado y bienintencionado desastre vital, Ăşnicamente se le conceden 15 dĂas al año para estar con sus hijos. Y cuando el espectador se sumerge en ese medio mes caĂłtico, tierno y desestructurado, entiende por quĂ© tiene una custodia tan restrictiva.
El film es autobiográfico: los dos niños deslumbrados por un padre que trabaja de proyeccionista en un cine son los hermanos Safdie. A travĂ©s de sus recuerdos, sientan las bases que repetirán en su obra: actores no profesionales (el papel protagonista lo interpreta Ronald Bronstein, que es el guionista) y el retrato de un Manhattan raĂdo entre cuyos jirones sobrevive una fauna de perdedores white trash. La pelĂcula cuenta con cameos de Abel Ferrara y de Lee Ranaldo.
Este es el film más irĂłnico y tierno de su obra, pero no por ello exento de crudeza y desesperaciĂłn. El padre de los niños es un arquetipo que se irá repitiendo en su filmografĂa. Una persona equivocada que en nombre del amor a los suyos rebasa una y otra vez las fronteras de lo que los valores de la sociedad bien pensante. Los Safdie muestran los desatinos de sus antihĂ©roes quijotescos sin un hálito de juicio ni de manida redenciĂłn.
En Daddy Longlegs asistimos a escenas crispantes, como cuando el progenitor droga a los hijos para que no se asusten si se despiertan y Ă©l no está. Es la mejor manera que encuentra en su abollada forma de transitar por la vida de protegerlos y cuidarlos. Como consecuencia pasan dĂas hasta que los niños recuperan la consciencia. En ningĂşn momento se juzga lo ocurrido y ahĂ radica el mĂ©rito de los directores: son capaces de despertar empatĂa por personajes y acciones absolutamente ajenas al espectador.
Ver una pelĂcula de los Safdie provoca deseos de taparse los ojos y de aullarle a la pantalla: «¡no, no lo hagas!». Pero de nada sirve: si algo tienen los personajes de estos films es que se dirigen a paso ligero y por el camino más corto hacia el desastre. Su andadura consiste de solucionar un problema ocasionando otro aĂşn más lacerante.
Los compulsivos naufragios de los protagonistas son narrados con una estĂ©tica muy personal. El continente de Daddy Longlegs apunta estas señas de autorĂa que posteriormente se desarrollarán. Las grabaciones se adscriben al «cine de guerrilla», sin permisos, sin cortar calles, sin extras y un poco «a salto de mata», para entendernos.
Se emplean teleobjetivos y suelen colarse espontáneos que le dan una perturbadora autenticidad a lo que se ficciona. Para contrastar, mezclan esos planos abiertos con otros muy cerrados consiguiendo un vibrante resultado. Los directores aseguran que su puesta en escena bebe de las aguas del fotoperiodismo de la agencia Magnum. Y consiguen una finalidad similar: mostrar una ciudad rota que en sus fisuras es profundamente humana.
La siguiente pelĂcula es la más diferente de su filmografĂa, pues se trata de un documental clásico. Pero aĂşn asĂ, incluyen elecciones tĂpicas de su cine, tanto estĂ©ticas como de contenido. Lenny Cooke (2013) narra la historia de esta promesa del básquet que se quedo en eso: en promesa. El nĂşmero 1 del baloncesto High School acabĂł no pisando una cancha de la NBA tras varias decisiones errĂłneas. Los Safdie combinan con audacia el material de archivo, las entrevistas de los que lo conocieron y la intimidad familiar del jugador que es padre de tres hijos. En casi todas las entrevistas, Lenny Cooke aparece tumbado y vuelven a apostar por bellos planos cerrados.
Ambas pelĂculas fueron, en cierto modo, el calentamiento y la forma de despertar una mirada realista y nada convencional. Pero el despegue ocurre con la magnĂ©tica Heaven Knows what, un proyecto que surgiĂł de la casualidad. Josh Safdie se topĂł, literalmente, con Arielle Holmes, una bella joven drogadicta, mientras estaba preparando otro proyecto. El flechazo artĂstico fue inmediato. Arielle, animada por Josh, empezĂł a escribir sus memorias en locutorios y posteriormente, una vez desintoxicada, volviĂł a las calles de Nueva York para rodar la que es, sin caer en la frase hecha, la pelĂcula de su vida.
Arielle mantuvo una relaciĂłn de maltrato psicolĂłgico con otro heroinĂłmano, Ilya, que muriĂł al poco de estrenarse la pelĂcula. Este es el Ăşnico papel que se le encargĂł a un actor profesional (Caleb Landry Jones), el resto fue interpretado por los propios adictos sin hogar amigos de Arielle. La improvisada actriz se ha convertido en una musa indie que ha protagonizado otros films. Y otro de sus compañeros de penurias que aparece en la pelĂcula, Budy Duress, tambiĂ©n ha cambiado las calles por los platĂłs.
El resultado es una pelĂcula portentosa, grabada de nuevo al estilo «cine de guerrilla», que exhuma honestidad y desasosiego sin enfatizar en el dramatismo. Otra vez, apuestan por los poĂ©ticos planos cerrados, como cuando la protagonista, colocada, intenta enhebrar una aguja. Se explica perfectamente su estado a la vez que se ofrece una imagen casi poĂ©tica.
De nuevo vemos el Nueva York más impĂo, menos glamouroso. Arielle y sus secuaces se desplazan nerviosos por este escenario con una Ăşnica motivaciĂłn: conseguir una nueva porciĂłn de relax intravenoso. Nunca sabemos quĂ© llevĂł a estos chicos blancos a caer en la adicciĂłn. Esta es otra de las premisas de los Safdie: no hay que justificar a los personajes ni juzgarlos, Ăşnicamente se trata de acompañarlos en una breve travesĂa errática.
Todo hacĂa prever que el cine de los Safdie enfilarĂa rumbo hacia el indie más marginal y genuino, cuando Robert Pattinson, el vampiro de CrepĂşsculo cuya imagen tantas carpetas de adolescentes envolviĂł, vio el cartel y el trailer de Heaven knows what. El actor llevaba tiempo intentando que el pĂşblico olvidara los desmanes comerciales de su juventud. Para huir del encasillamiento y revestirse de una patina de prestigio se habĂa puesto a las Ăłrdenes de David Cronnenberg, Werner Herzog y Anton Corbjin. Cuando vio la promociĂłn de la pelĂcula de los Safdie, supo que habĂa aĂşn un escalĂłn más hacia su consagraciĂłn. Les llamĂł y les dijo, sin ambages, que querĂa trabajar con ellos.
Los hermanos neoyorquinos buscaron con ahĂnco la forma de trabajar con una estrella (una posibilidad que hasta el momento ni se les habĂa pasado por la cabeza) y no perder el brĂo de su mirada. Y lo encontraron, con la que ha sido hasta el momento su pelĂcula más laureada: Good Time.
Robert Pattinson da vida a Connie Nikas, que decide «rescatar» a su hermano (interpretado por uno de los directores, Benny Safdie), que padece problemas mentales, de una instituciĂłn. Su plan es llevar a cabo un asalto y conseguir el dinero necesario para huir y poder cuidar de Ă©l. Otro personaje motivado por el amor que escoge el desvĂo más rocambolesco para expresarlo. Como es de esperar, el atraco acaba siendo un fiasco y la pelĂcula describe en la noche en la que Connie intenta, infructuosamente, desfacer el entuerto.
Good Time se convierte en un viaje lisĂ©rgico y condenado a travĂ©s de las entrañas hediondas de Nueva York. El estilo inconfundible de los Sadfie consigue, como en sus anteriores pelĂculas, que nos identifiquemos con un personaje que trastabilla una y otra vez con buenas intenciones e ideas de bombero.
Connie Nikas, al igual que todos los personajes de estos directores, se pasa el dĂa estresado, buscando soluciones, moviĂ©ndose de un lugar a otro de la ciudad. Es en ese tipo de periplos donde se insufla ritmo a sus pelĂculas, que huyen siempre de los canĂłnicos clĂmax. Porque en los films de los Safdie no pasa nada, pero pasa todo: pasa la vida que transcurre en los aledaños de la sociedad, en una marginalidad blanca muy trumpiana, en un momento presente que arrasa pasado y futuro.
Como se ha explicado al principio del texto, en el Festival de Cannes, Good Time sacudiĂł a la crĂtica que supo ver el milagro: aĂşn se podĂa innovar en el cine. Sin embargo, en cuanto a premios, no se comiĂł ni un colĂn. Los distribuidores temieron que una pelĂcula tan atĂpica no fuera capaz de llenar sus salas. Pero Netflix apostĂł por el film y lo incluyĂł en su plataforma. Filmin cuenta entre su oferta con Heaven Knows what.
Los hermanos Safdie son ya los embajadores del indie que no busca adecentarse en mainstream. La industria ha olido su talento y les ofreciĂł realizar una pelĂcula de superhĂ©roes, pero los hermanos se negaron por que no tenĂan ni idea de cĂłmo acometer un proyecto tan alejado de su imaginario. Ahora parece que podrĂan dirigir un remake de LĂmite 48 horas y tambiĂ©n Uncut Gems, un proyecto auspiciado por Martin Scorsese. Sea cual sea su prĂłximo paso, vale la pena no quitarles el ojo de encima porque su cine a cuatro manos desprende una pureza deslumbrante.
Foto de portada: Fotograma de la pelĂcula Good time de los hermanos Safdie. Bago Games. Licenccia CC by 2.0.