
Se cierran las puertas, arranca el tren (con destino a Barcelona) y mientras la estación de ferrocarriles de Pamplona se va achicando en la distancia, garabateo en mi libreta algunas ideas sobre los Ćŗltimos dos dĆas. Quiero hablar del dĆ©cimo DĆa C, del que ahora regreso.
Y mira que podrĆa contar cosas distintas. PodrĆa hablaros de un chaval (jovencĆsimo y muy suelto) que ha ideado el famoso “ola k ase”. O contaros la historia de las preciosas bombillas ‘Plumen’, diseƱadas por la agencia Poke. O mencionar la peculiarĆsima arquitectura de Santiago Cirugeda, asĆ como sus visitas a un sinfĆn de comisarĆas, entre proyecto y proyecto. SĆ, hay donde escoger. Sin embargo, lo primero que me viene a la mente (pasando por encima, incluso, de la super Gala / Musical ideada por Llavador y musicalizada por Jose LuĆs Moro), la primera historia de este DĆa C que ha sedimentado en mi memoria, es la de un niƱo que echa de menos a su padre.
Al niƱo le conocĆ por casualidad, de rebote. No era cabeza de cartel, claro que no: aĆŗn no hay ponentes tan jóvenes en este tipo de eventos. Ćl vino con su madre y su hermanita pequeƱa, desde Barcelona, para recoger el premio que el Club de Creativos le otorgó a su padre, Jaime de la PeƱa, que junto con Eduardo Maclean y Francisco Daniel recibió el ‘C de C de Honor’ de este aƱo 2013. Y cuando se lo entregaron, con todos los presidentes que ha tenido el Club encima del escenario, en pie, dĆ”ndole al momento el peso que merece, el niƱo se acerco al micrófono, desdobló unas hojas de papel que traĆa, respiró hondo y se lanzó a hablar.
Se lanzó, sĆ. Como el que se lanza a una piscina, haga frĆo o calor, convencido. Y nos contó una historia. Una historia sencilla. La de un hijo que hablaba con su padre sobre el universo, las estrellas y los agujeros de gusano. La historia de un hombrecito de diez aƱos que siente un vacĆo enorme porque su padre (su amigo) ya no estĆ” a su lado. La historia, jodida historia, de los que se van antes de tiempo (o, al menos, antes de lo que habĆamos planeado). Nada nuevo, desafortunadamente. Pero lo contó tan bien, lo de siempre, que nos llegó como si fuera nuevo. Casi me hizo llorar. Y no fui el Ćŗnico al que desbarató: dos filas atrĆ”s, unos sollozos me recordaron que por ahĆ andaba BelĆ©n, a quiĆ©n hace poco se le fue su padre. Ese es el poder de una historia autĆ©ntica: su verdad entra velozmente en nosotros, se funde con realidades propias, y entonces solo podemos encender las luces y preparar cafĆ©, porque ha venido para quedarse y no se irĆ” fĆ”cilmente. MĆ”s bien, permanecerĆ” en nuestra memoria durante dĆas, aƱos o incluso vidas.
Por la maƱana, pasadas las once y media, Nik Roope habĆa dado una muy buena ‘lecture’ sobre storytelling. Mostrando imĆ”genes de la pelĆculaĀ Casablanca afirmó humildemente que “…it’s all about telling the same old story, again and again”, que esto va de recombinar un puƱado de viejas historias, una y otra vez. Las vamos modificando, un poco aquĆ, un poco allĆ”, y nos siguen emocionando por igual. QuĆ© poco tardamos en verificarlo, escuchando la voz de un niƱo que aƱora a su padre, y que nos lo cuenta con claridad meridiana. Sin azĆŗcar ni algodones. Solo con pura y dura verdad.
Me los he encontrado a los tres (Ć©l, su hermanita y su madre) en el bar de la estación, esperando el tren de las cinco y diez. Me he acercado para felicitarles. Primero, al niƱo: por su historia y por su forma de contĆ”rnosla. Luego, a la madre: por su hijo y por la elegancia con que le cedió micrófono y focos. TambiĆ©n, por los consejos que Ć©l contó que ella le ha dado. No son nuevos, pero son perfectos. Los buenos consejos de siempre acerca de soltar amarras, guardar esencias y gestionar sanamente pasado y futuro. AsĆ de sencillo y asĆ de complicado es tirar hacia adelante, ahora y hace mil aƱos. Me he despedido despuĆ©s de cruzar algunas palabras con ella, ya en la barra, al pagar el cafĆ© con hielo. “No, no le conocĆa. Sus trabajos sĆ, claro. QuĆ© emotivo fue todo. QuĆ© contentos de que vinierais Ā”Mucha suerte!”. Y me he ido hacia el andĆ©n, billete y libreta en mano.
Ya hemos pasado Zaragoza y el cansancio ha silenciado el ambiente, solo dejando intacta la charla (inacabable) que dos gallegas perpetran en el asiento de enfrente. Pese a ellas, mis garabatos han cogido forma. No sĆ© cómo te llamas. Andas en este mismo vagón, unas cinco o seis filas detrĆ”s mĆo. Juegas con un iPad mientras termino de escribir todo esto. Recuerdo tu historia y pienso que me apetecerĆa levantarme, acercarme por el pasillo y preguntarte algunas cosas. Pero en realidad no hace falta. Ayer ya lo contaste todo, esa historia estĆ” completa. Lo mĆ”s importante, ahora, es que solo tienes diez aƱos. Y que con un poco de tiempo, sol y suerte, pronto contarĆ”s otras.
Ignasi Giró (@ignasigiro) es fĆsico, creativo y socio fundador de Honest&Smile y Regalador
Mientras leĆa tu historia me imaginaba la charla de ese pequeƱo al que describes.
SentĆ tambiĆ©n algunas de las emociones. Es increĆble cómo, conforme pasa el tiempo y nos volvemos mĆ”s “sofisticados” olvidamos la inocencia en lo que hacemos y situaciones como esta nos hacen recordar que, por ejemplo, en una buena presentación, mĆ”s allĆ” de las tĆ©cnicas, lo que siempre serĆ” mĆ”s importante, es una buena historia, bien contada y bien sentida
Esteban
Crónicas del Profesional Exitoso
Comentarios cerrados.