Imaginación y creatividad: claves para sobrevivir en el mundo pos-covid-19

”Yorokobu gratis en formato digital!
No es la primera vez que como especie nos sentimos amenazados. De hecho, nuestra evolución se asocia a la necesidad de erguirnos en dos piernas para poder estar atentos a las acechanzas del entorno, de manera que la incertidumbre y la complejidad forman parte de una dinĆ”mica repleta de imprevistos y accidentes que nos desafĆan constantemente.
La covid-19 hizo evidente nuestras fragilidades, acentuó las fronteras de una sociedad que se asumĆa globalizada y conectada. Las certezas se removieron ante una pandemia que agitó problemas recurrentes, recicló conflictos e incorporó nuevas dificultades.
Quienes hemos nacido a partir de 1980, los mileniales, sabemos que la rapidez con la que se dan los cambios āesta vez vinculados a los adelantos tecnológicosā nos hace estar atentos y, en cierta medida, contener nuestra propia aniquilación, no solo por amenazas externas sino por las consecuencias de la propia acción humana. Ciertamente vivimos grandes avances y maravillosos acontecimientos, pero a la vez creemos, como todos los hombres, que nos tocaron malos tiempos que vivir āparafraseando a Jorge Luis Borgesā.
Ante este escenario, urge detenernos y pensar el mundo que queremos. Nuevamente nos toca erguirnos y ensanchar la mirada, estar vigilantes y asumir, desde las condiciones particulares de nuestra generación, los riesgos y compromisos, sopesar las oportunidades y transformar nuestras condiciones. DespuĆ©s de todo, parece vigente la sentencia acuƱada por Ortega y Gasset: āYo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yoā.
Imaginación y ciencia para visualizar el futuro
En el pasado reciente tambiĆ©n hemos sentido que el mundo se deshace ante nosotros: āIndudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mĆa sabe, sin embargo, que no podrĆ” hacerlo. Pero su tarea es quizĆ”s mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshagaā. Al recibir el premio Nobel de Literatura, en diciembre de 1957, Albert Camus pronunciaba estas palabras. TenĆa 43 aƱos y habĆa comprendido las amenazas de un tiempo de postguerra que sacó lo mejor y lo peor de la humanidad.
La mejor artillerĆa del momento, novedosas estrategias militares, alianzas geopolĆticas pensadas para aniquilarnos/salvarnos entre nosotros. AsĆ de paradójico y contradictorio:
āHeredera de una historia corrompida āen la que se mezclan las revoluciones fracasadas, las tĆ©cnicas enloquecidas, los dioses muertos, y las ideologĆas extenuadas; en la que poderes mediocres, que pueden hoy destruirlo todo, no saben convencer; en la que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y de la opresiónā. Esa generación ha debido, en sĆ misma y a su alrededor, restaurar, partiendo de amargas inquietudes, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y de morirā.
Hoy, como ayer, nos toca contener y restaurar y, sin duda, la imaginación serĆ” fundamental para visualizar el mundo que queremos y necesitamos. En este sentido, es importante reconocer a la imaginación y la creatividad como cualidades que nos distinguen como seres humanos y hacen posible que pensemos, representemos y construyamos entornos adaptados a nuestras necesidades, sean Ć©stas fĆsicas o tangibles, espirituales o inmateriales.
La tecnologĆa tambiĆ©n es nuestra aliada fundamental. AtrĆ”s quedó la desconfianza exorbitada hacia ella, ahora aceptamos las alternativas que ofrece para conectarnos en medio del aislamiento. Comprendimos que los datos y la información no solo son un nuevo petróleo, sino un oxĆgeno vital. No es exagerado admitir, entonces, que el adecuado manejo de la información tambiĆ©n salva vidas.
El instinto de supervivencia es consustancial a nuestra naturaleza. A la par, buscamos prolongar nuestra existencia y soƱamos con otras vidas ānuestras y ajenasā. La posibilidad de conocer y habitar otros mundos nos atrae. Su existencia nos seduce. Primero fue la Luna, ahora soƱamos colonizar Marte. Los mundos imaginarios nos han atraĆdo al punto de figurar el rostro de sus habitantes y adjudicarles atributos. Esto no es nada nuevo, hace siglos que contemplamos estas opciones recogidas magistralmente, en 1865, por Camille Flammarion en el libro Los Mundos reales. Los mundos imaginarios.
Barajamos posibilidades, conjugamos imaginación y tecnologĆa, inventiva e ingenierĆa, curiosidad y ciencia. De estas relaciones surgen hallazgos y avances que ponen de manifiesto grandes capacidades. Sin embargo, no todo es lineal, mucho menos estable o previsible. Hace falta mirar el presente y proyectar el porvenir, con las lecciones aprendidas del pasado.
El mundo pos-covid-19
Se trata, en cierto modo, de buscar razones y distinguir motivaciones. Como advirtió Antonio Pasquali (2019): āEse motor se llama utopĆa, que no es quimera. No es irrealizableā. El mundo pospandemia covid-19 estĆ” en plena gestación y nos toca imaginarlo con las herramientas y recursos de los cuales disponemos actualmente, y con otros que tendremos que producir en simultĆ”neo, ajustando sobre la marcha, errando y corrigiendo.
Enfoques optimistas se contraponen a las abundantes visiones apocalĆpticas, augurando una transformación de la humanidad, una nueva Ć©poca en la que se reconozcan y enmienden errores. La ciencia y la tecnologĆa serĆ”n fundamentales para distinguir el grano de la paja, para separar los hechos de las opiniones, para discernir lo Ćŗtil-trascendental y lo prescindible-transitorio.
No obstante, antes de bocetar este mundo, conviene preguntarnos por lo que queremos mantener, lo que conviene ajustar y lo que, inevitablemente, hay que desechar. El autoexamen implica revisar cambios y continuidades, aciertos y errores.
Las contradicciones tambiĆ©n se hacen presentes remarcando brechas prexistentes. AsĆ, mientras unos piensan en congelar sus cerebros hasta que la ciencia y la tecnologĆa superen las limitaciones de esa carcasa corporal que envejece y se deteriora, otros apenas viven el dĆa a dĆa. Algunos pueden saltarse eslabones y etapas, y otros quedan atascados y relegados.
Hace falta la visión de conjunto que nos permita acompasar el paso al menor costo posible, entendiendo que la empatĆa y la solidaridad siguen siendo necesarias. Ciertamente nuestros antepasados atravesaron sacrificios evolutivos en los que sobrevivĆan unos y otros perecĆan, hubo un cambio sustancial al momento de crear comunidades, echar raĆces, establecer vĆnculos y priorizar el todo, mĆ”s que las partes.
El futuro puede resultar un lujo inaccesible para todos. Sin embargo, desde allĆ tambiĆ©n surgen ilusiones y expectativas que impulsan acciones, justamente, porque como humanidad hemos demostrado que somos insistentes y que, pese a todo, no renunciamos a la esperanza aun cuando estemos a las puertas del infierno: āLasciate ogni speranza, voi chāentrateā (āAbandonar toda esperanza, quienes aquĆ entrĆ”isā) es la inscripción que Dante Alighieri encuentra en la puerta del infierno al iniciar su viaje descrito en La Divina Comedia.
Quienes integramos la Generación Y hemos estado a las puertas de infiernos contemporÔneos y hemos visto lo suficiente como para aprender algunas lecciones, pero aún nos faltan experiencias que vivir de las cuales podemos ser mÔs que testigos, protagonistas. Esta condición nos hace agentes de cambio, pero también contenedores de un mundo que, contradictoriamente, parece frÔgil y a la vez se regenera.
QuizĆ”s los mileniales seamos la bisagra entre el pasado y el futuro, ese punto intermedio que equilibra la balanza. Somos capaces de tomar decisiones que nos afectarĆ”n directamente y se extenderĆ”n hasta nuestros hijos. Esa responsabilidad hacia nosotros y hacia nuestra descendencia nos permite imaginar, soƱar y crear sin renunciar a la mirada crĆtica que sopesa peligros y amenazas. Como especie hemos tenido que adaptarnos y asumir los cambios para sobrevivir. Como Generación Y tambiĆ©n hemos vivido esto, incorporando la avalancha tecnológica, usando su potencial y su fuerza a nuestro favor.
La supervivencia conlleva asumir riesgos, encarar tareas que son postergadas ante otras urgencias. Adaptarnos y atrevernos. No han sido pocas las veces que construimos a partir del miedo y el deseo, de la necesidad de sobrevivir y la emoción que eso nos produce. Somos seres pensantes y emocionales, de aquĆ la importancia de los estĆmulos y motivaciones para resolver problemas. La inteligencia y la imaginación nos han legado abundantes frutos de los cuales seguimos alimentĆ”ndonos.
Aprendizajes para avanzar
Toca aguardar que se asiente la nube de polvo levantada por esta pandemia para identificar las fortalezas y capacidades adquiridas. Como nuestros antepasados, nos reuniremos alrededor del fuego a contarnos historias y compartir el calor. Seguiremos diseƱando herramientas y utensilios que aligerarƔn las cargas de la faena diaria.
Esto serĆ” posible porque, junto al instinto de supervivencia, tenemos ilusión, esperanza y creatividad, porque somos capaces de imaginar y soƱar, y de aquĆ surge la fortaleza necesaria para empujar los proyectos que nos sostienen individual y colectivamente. Ya Erich Fromm apuntaba, en su obra La revolución de la esperanza (1968) los vĆnculos entre fortaleza y esperanza, concibiĆ©ndolas como parte de la estructura de la vida y la condición humana y, especialmente, como expresión de su plenitud.
La incertidumbre no va a ceder, los conflictos, las crisis y tensiones no desaparecerĆ”n, pero podemos usar esto como un estĆmulo aderezado con la expectativa en el porvenir: āDisfruta del pĆ”nico que te provoca tener la vida por delanteā, exhortaba Walt Whitman. Equilibrar la tecnologĆa y las humanidades, reforzar sus vĆnculos, alinear propósitos y bĆŗsquedas, nos permitirĆ” hacer frente a los retos actuales, las deudas acumuladas y los desafĆos que estĆ”n por llegar.
La versión original de este artĆculo aparece en la Revista Telos, de Fundación Telefónica.
Johanna PĆ©rez Daza, Investigadora del Centro de Investigación de la ComunicacioĢn (CIC), Andres Bello Catholic University (UCAB)
Este artĆculo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
”Yorokobu gratis en formato digital!
No es la primera vez que como especie nos sentimos amenazados. De hecho, nuestra evolución se asocia a la necesidad de erguirnos en dos piernas para poder estar atentos a las acechanzas del entorno, de manera que la incertidumbre y la complejidad forman parte de una dinĆ”mica repleta de imprevistos y accidentes que nos desafĆan constantemente.
La covid-19 hizo evidente nuestras fragilidades, acentuó las fronteras de una sociedad que se asumĆa globalizada y conectada. Las certezas se removieron ante una pandemia que agitó problemas recurrentes, recicló conflictos e incorporó nuevas dificultades.
Quienes hemos nacido a partir de 1980, los mileniales, sabemos que la rapidez con la que se dan los cambios āesta vez vinculados a los adelantos tecnológicosā nos hace estar atentos y, en cierta medida, contener nuestra propia aniquilación, no solo por amenazas externas sino por las consecuencias de la propia acción humana. Ciertamente vivimos grandes avances y maravillosos acontecimientos, pero a la vez creemos, como todos los hombres, que nos tocaron malos tiempos que vivir āparafraseando a Jorge Luis Borgesā.
Ante este escenario, urge detenernos y pensar el mundo que queremos. Nuevamente nos toca erguirnos y ensanchar la mirada, estar vigilantes y asumir, desde las condiciones particulares de nuestra generación, los riesgos y compromisos, sopesar las oportunidades y transformar nuestras condiciones. DespuĆ©s de todo, parece vigente la sentencia acuƱada por Ortega y Gasset: āYo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yoā.
Imaginación y ciencia para visualizar el futuro
En el pasado reciente tambiĆ©n hemos sentido que el mundo se deshace ante nosotros: āIndudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mĆa sabe, sin embargo, que no podrĆ” hacerlo. Pero su tarea es quizĆ”s mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshagaā. Al recibir el premio Nobel de Literatura, en diciembre de 1957, Albert Camus pronunciaba estas palabras. TenĆa 43 aƱos y habĆa comprendido las amenazas de un tiempo de postguerra que sacó lo mejor y lo peor de la humanidad.
La mejor artillerĆa del momento, novedosas estrategias militares, alianzas geopolĆticas pensadas para aniquilarnos/salvarnos entre nosotros. AsĆ de paradójico y contradictorio:
āHeredera de una historia corrompida āen la que se mezclan las revoluciones fracasadas, las tĆ©cnicas enloquecidas, los dioses muertos, y las ideologĆas extenuadas; en la que poderes mediocres, que pueden hoy destruirlo todo, no saben convencer; en la que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y de la opresiónā. Esa generación ha debido, en sĆ misma y a su alrededor, restaurar, partiendo de amargas inquietudes, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y de morirā.
Hoy, como ayer, nos toca contener y restaurar y, sin duda, la imaginación serĆ” fundamental para visualizar el mundo que queremos y necesitamos. En este sentido, es importante reconocer a la imaginación y la creatividad como cualidades que nos distinguen como seres humanos y hacen posible que pensemos, representemos y construyamos entornos adaptados a nuestras necesidades, sean Ć©stas fĆsicas o tangibles, espirituales o inmateriales.
La tecnologĆa tambiĆ©n es nuestra aliada fundamental. AtrĆ”s quedó la desconfianza exorbitada hacia ella, ahora aceptamos las alternativas que ofrece para conectarnos en medio del aislamiento. Comprendimos que los datos y la información no solo son un nuevo petróleo, sino un oxĆgeno vital. No es exagerado admitir, entonces, que el adecuado manejo de la información tambiĆ©n salva vidas.
El instinto de supervivencia es consustancial a nuestra naturaleza. A la par, buscamos prolongar nuestra existencia y soƱamos con otras vidas ānuestras y ajenasā. La posibilidad de conocer y habitar otros mundos nos atrae. Su existencia nos seduce. Primero fue la Luna, ahora soƱamos colonizar Marte. Los mundos imaginarios nos han atraĆdo al punto de figurar el rostro de sus habitantes y adjudicarles atributos. Esto no es nada nuevo, hace siglos que contemplamos estas opciones recogidas magistralmente, en 1865, por Camille Flammarion en el libro Los Mundos reales. Los mundos imaginarios.
Barajamos posibilidades, conjugamos imaginación y tecnologĆa, inventiva e ingenierĆa, curiosidad y ciencia. De estas relaciones surgen hallazgos y avances que ponen de manifiesto grandes capacidades. Sin embargo, no todo es lineal, mucho menos estable o previsible. Hace falta mirar el presente y proyectar el porvenir, con las lecciones aprendidas del pasado.
El mundo pos-covid-19
Se trata, en cierto modo, de buscar razones y distinguir motivaciones. Como advirtió Antonio Pasquali (2019): āEse motor se llama utopĆa, que no es quimera. No es irrealizableā. El mundo pospandemia covid-19 estĆ” en plena gestación y nos toca imaginarlo con las herramientas y recursos de los cuales disponemos actualmente, y con otros que tendremos que producir en simultĆ”neo, ajustando sobre la marcha, errando y corrigiendo.
Enfoques optimistas se contraponen a las abundantes visiones apocalĆpticas, augurando una transformación de la humanidad, una nueva Ć©poca en la que se reconozcan y enmienden errores. La ciencia y la tecnologĆa serĆ”n fundamentales para distinguir el grano de la paja, para separar los hechos de las opiniones, para discernir lo Ćŗtil-trascendental y lo prescindible-transitorio.
No obstante, antes de bocetar este mundo, conviene preguntarnos por lo que queremos mantener, lo que conviene ajustar y lo que, inevitablemente, hay que desechar. El autoexamen implica revisar cambios y continuidades, aciertos y errores.
Las contradicciones tambiĆ©n se hacen presentes remarcando brechas prexistentes. AsĆ, mientras unos piensan en congelar sus cerebros hasta que la ciencia y la tecnologĆa superen las limitaciones de esa carcasa corporal que envejece y se deteriora, otros apenas viven el dĆa a dĆa. Algunos pueden saltarse eslabones y etapas, y otros quedan atascados y relegados.
Hace falta la visión de conjunto que nos permita acompasar el paso al menor costo posible, entendiendo que la empatĆa y la solidaridad siguen siendo necesarias. Ciertamente nuestros antepasados atravesaron sacrificios evolutivos en los que sobrevivĆan unos y otros perecĆan, hubo un cambio sustancial al momento de crear comunidades, echar raĆces, establecer vĆnculos y priorizar el todo, mĆ”s que las partes.
El futuro puede resultar un lujo inaccesible para todos. Sin embargo, desde allĆ tambiĆ©n surgen ilusiones y expectativas que impulsan acciones, justamente, porque como humanidad hemos demostrado que somos insistentes y que, pese a todo, no renunciamos a la esperanza aun cuando estemos a las puertas del infierno: āLasciate ogni speranza, voi chāentrateā (āAbandonar toda esperanza, quienes aquĆ entrĆ”isā) es la inscripción que Dante Alighieri encuentra en la puerta del infierno al iniciar su viaje descrito en La Divina Comedia.
Quienes integramos la Generación Y hemos estado a las puertas de infiernos contemporÔneos y hemos visto lo suficiente como para aprender algunas lecciones, pero aún nos faltan experiencias que vivir de las cuales podemos ser mÔs que testigos, protagonistas. Esta condición nos hace agentes de cambio, pero también contenedores de un mundo que, contradictoriamente, parece frÔgil y a la vez se regenera.
QuizĆ”s los mileniales seamos la bisagra entre el pasado y el futuro, ese punto intermedio que equilibra la balanza. Somos capaces de tomar decisiones que nos afectarĆ”n directamente y se extenderĆ”n hasta nuestros hijos. Esa responsabilidad hacia nosotros y hacia nuestra descendencia nos permite imaginar, soƱar y crear sin renunciar a la mirada crĆtica que sopesa peligros y amenazas. Como especie hemos tenido que adaptarnos y asumir los cambios para sobrevivir. Como Generación Y tambiĆ©n hemos vivido esto, incorporando la avalancha tecnológica, usando su potencial y su fuerza a nuestro favor.
La supervivencia conlleva asumir riesgos, encarar tareas que son postergadas ante otras urgencias. Adaptarnos y atrevernos. No han sido pocas las veces que construimos a partir del miedo y el deseo, de la necesidad de sobrevivir y la emoción que eso nos produce. Somos seres pensantes y emocionales, de aquĆ la importancia de los estĆmulos y motivaciones para resolver problemas. La inteligencia y la imaginación nos han legado abundantes frutos de los cuales seguimos alimentĆ”ndonos.
Aprendizajes para avanzar
Toca aguardar que se asiente la nube de polvo levantada por esta pandemia para identificar las fortalezas y capacidades adquiridas. Como nuestros antepasados, nos reuniremos alrededor del fuego a contarnos historias y compartir el calor. Seguiremos diseƱando herramientas y utensilios que aligerarƔn las cargas de la faena diaria.
Esto serĆ” posible porque, junto al instinto de supervivencia, tenemos ilusión, esperanza y creatividad, porque somos capaces de imaginar y soƱar, y de aquĆ surge la fortaleza necesaria para empujar los proyectos que nos sostienen individual y colectivamente. Ya Erich Fromm apuntaba, en su obra La revolución de la esperanza (1968) los vĆnculos entre fortaleza y esperanza, concibiĆ©ndolas como parte de la estructura de la vida y la condición humana y, especialmente, como expresión de su plenitud.
La incertidumbre no va a ceder, los conflictos, las crisis y tensiones no desaparecerĆ”n, pero podemos usar esto como un estĆmulo aderezado con la expectativa en el porvenir: āDisfruta del pĆ”nico que te provoca tener la vida por delanteā, exhortaba Walt Whitman. Equilibrar la tecnologĆa y las humanidades, reforzar sus vĆnculos, alinear propósitos y bĆŗsquedas, nos permitirĆ” hacer frente a los retos actuales, las deudas acumuladas y los desafĆos que estĆ”n por llegar.
La versión original de este artĆculo aparece en la Revista Telos, de Fundación Telefónica.
Johanna PĆ©rez Daza, Investigadora del Centro de Investigación de la ComunicacioĢn (CIC), Andres Bello Catholic University (UCAB)
Este artĆculo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.