En medio de la sierra, entre militares y guerrilleros, donde cada dĂa hay un enfrentamiento entre los grupos armados y donde las oportunidades son escasas, unos jĂłvenes juegan al fĂștbol. DetrĂĄs de ellos se alcanzan a ver decenas de hojas de coca, de las que mĂĄs tarde se podrĂĄ hacer cocaĂna, asĂ como varios invernaderos que resguardan los plantĂos de marihuana que proliferan en la zona.
Los chicos, indĂgenas nasas, solo observan el balĂłn y se preocupar por marcar gol. En las veredas de Corintos (Valle del Cauca, Colombia) el deporte rey se ha convertido en sinĂłnimo de autonomĂa y oportunidad para estos jĂłvenes, que pertenecen a una de las mayores comunidades indĂgenas en el paĂs.
El Chachaluala FC es el equipo del Valle del Cauca y representa al pueblo nasa, que durante años ha luchado por el reconocimiento de su identidad. El fĂștbol se ha convertido en una manera de hacerlo, explica Julio Tumbo, gobernador del cabildo de Corintos y miembro del Consejo Regional IndĂgena del Cauca.
La lucha por la reivindicaciĂłn de las comunidades autĂłctonas en un paĂs con mĂĄs de 80 etnias, ha roto cualquier estigma. Clubes como el UniĂłn Magdalena, de la primera divisiĂłn, han suscrito recientemente acuerdos para apoyar el deporte en etnias como la Wayuu, de la Guajira âfrontera norte con Venezuela– donde futbolistas profesionales enseñan a los jĂłvenes a jugar fĂștbol.
“Queremos llegar a las comunidades de bajos ingresos, especialmente las indĂgenas, para ayudarles en la reivindicaciĂłn de sus pueblos, ademĂĄs de servir como un impulso al deporte y a la artesanĂaâ, comenta Enrique GarcĂa, presidente ejecutivo de la CorporaciĂłn Andina de Fomento, que participa en esta iniciativa.
El proyecto, llamado FĂștbol y Desarrollo Social Integral, estĂĄ basado en la experiencia de academias de fĂștbol en BolivĂa y PerĂș. Consiste en entrenar durante 12 meses a los jĂłvenes y darle seguimiento a aquellos nuevos talentos para incorporarlos en las divisiones inferiores del UniĂłn Magdalena.
El fĂștbol en los paĂses con grandes comunidades indĂgenas como la regiĂłn andina, ha servido como instrumento de cohesiĂłn social sobre todo en aquellas zonas olvidadas por sus propios gobiernos. En Colombia, donde la poblaciĂłn indĂgena asciende a 1.400.000 personas, el caso de los wayuu y los nasas ha inspirado a otros grupos como los awĂĄs, ubicados en la frontera con Ecuador.
âEstamos en conversaciones para que podamos formar un club de fĂștbol parecido. Hemos visto que esta idea tiene una doble funciĂłn: la social para formar personas y reconocer la identidad cultural de nuestros pueblos, y la deportiva, para pulir diamantes en grupo y que algĂșn dĂa puedan llegar al fĂștbol profesionalâ, afirma Pedro Builes, representante awĂĄ.
En medio de la sierra, entre militares y guerrilleros, donde cada dĂa hay un enfrentamiento entre los grupos armados y donde las oportunidades son escasas, unos jĂłvenes juegan al fĂștbol. DetrĂĄs de ellos se alcanzan a ver decenas de hojas de coca, de las que mĂĄs tarde se podrĂĄ hacer cocaĂna, asĂ como varios invernaderos que resguardan los plantĂos de marihuana que proliferan en la zona.
Los chicos, indĂgenas nasas, solo observan el balĂłn y se preocupar por marcar gol. En las veredas de Corintos (Valle del Cauca, Colombia) el deporte rey se ha convertido en sinĂłnimo de autonomĂa y oportunidad para estos jĂłvenes, que pertenecen a una de las mayores comunidades indĂgenas en el paĂs.
El Chachaluala FC es el equipo del Valle del Cauca y representa al pueblo nasa, que durante años ha luchado por el reconocimiento de su identidad. El fĂștbol se ha convertido en una manera de hacerlo, explica Julio Tumbo, gobernador del cabildo de Corintos y miembro del Consejo Regional IndĂgena del Cauca.
La lucha por la reivindicaciĂłn de las comunidades autĂłctonas en un paĂs con mĂĄs de 80 etnias, ha roto cualquier estigma. Clubes como el UniĂłn Magdalena, de la primera divisiĂłn, han suscrito recientemente acuerdos para apoyar el deporte en etnias como la Wayuu, de la Guajira âfrontera norte con Venezuela– donde futbolistas profesionales enseñan a los jĂłvenes a jugar fĂștbol.
“Queremos llegar a las comunidades de bajos ingresos, especialmente las indĂgenas, para ayudarles en la reivindicaciĂłn de sus pueblos, ademĂĄs de servir como un impulso al deporte y a la artesanĂaâ, comenta Enrique GarcĂa, presidente ejecutivo de la CorporaciĂłn Andina de Fomento, que participa en esta iniciativa.
El proyecto, llamado FĂștbol y Desarrollo Social Integral, estĂĄ basado en la experiencia de academias de fĂștbol en BolivĂa y PerĂș. Consiste en entrenar durante 12 meses a los jĂłvenes y darle seguimiento a aquellos nuevos talentos para incorporarlos en las divisiones inferiores del UniĂłn Magdalena.
El fĂștbol en los paĂses con grandes comunidades indĂgenas como la regiĂłn andina, ha servido como instrumento de cohesiĂłn social sobre todo en aquellas zonas olvidadas por sus propios gobiernos. En Colombia, donde la poblaciĂłn indĂgena asciende a 1.400.000 personas, el caso de los wayuu y los nasas ha inspirado a otros grupos como los awĂĄs, ubicados en la frontera con Ecuador.
âEstamos en conversaciones para que podamos formar un club de fĂștbol parecido. Hemos visto que esta idea tiene una doble funciĂłn: la social para formar personas y reconocer la identidad cultural de nuestros pueblos, y la deportiva, para pulir diamantes en grupo y que algĂșn dĂa puedan llegar al fĂștbol profesionalâ, afirma Pedro Builes, representante awĂĄ.