Ocho fotógrafas repiten la mÃtica ruta que Inge Morath hizo por el Danubio

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En los años 50, Inge Morath, la primera fotógrafa que entró en la agencia Magnum, recorrió el Danubio buscando la esencia del rÃo en blanco y negro. Pero a mitad del camino el Telón de acero se interpuso en su viaje. La austriaca no pudo entrar en los paÃses del bloque comunista y tuvo que esperar hasta 1993 para terminar la ruta.
Morath, la fotógrafa que se casó con Arthur Miller un año después de que el escritor se divorciara de Marilyn Monroe, se habÃa propuesto meterse en una historia hasta sus más hondas profundidades. HacÃa pocos años que trabajaba en la agencia Magnum. En 1949 Robert Capa la habÃa fichado, junto a Ernst Haas, por su trabajo en pareja como fotógrafo y periodista.
«Llegué despacio a la fotografÃa», escribió Morath en 1985. No estaba en sus planes. Ella estudió idiomas y periodismo. Empezó a trabajar redactando artÃculos para revistas y un dÃa le dijeron que también tenÃa que hacer las fotos. La austriaca se sintió perdida. «Nunca me habÃa ocupado seriamente de la fotografÃa. Ni siquiera conocÃa a ningún fotógrafo», explicó en un artÃculo titulado ‘Inge Morath: In Her Own Words’.
A ella siempre le habÃa gustado la pintura y el dibujo, pero el Tercer Reich puso una venda en los ojos a los habitantes de los territorios bajo influencia alemana. Sólo estaba permitido el ‘arte heroico’. El resto, designado con desprecio ‘arte degenerado’, estaba prohibido por las supuestas influencias judÃas o bolcheviques que dejaban ver. «Esto impedÃa que pudiéramos educarnos en temas visuales», indicaba Morath en este artÃculo. «Asà que empecé a comprar LIFE Magazine y libros de fotografÃa. Y en mi búsqueda de fotógrafos, conocà a Lothar Rübelt y Franz Hubmann y Erich Lessing y Ernst Haas».
En ParÃs, donde se fundó Magnum sólo unos años antes, la austriaca empezó a escribir textos para acompañar las fotografÃas que los miembros de la agencia enviaban desde cualquier lugar del mundo. «Acompañaba a algunos fotógrafos en sus encargos. Yo preparaba la documentación previa y después editaba sus hojas de contactos», escribió. «Creo que donde más he aprendido nunca ha sido en este trabajo».

Entonces Morath se casó con un inglés y dejó el trabajo en Magnum para irse a vivir a Londres. Allà siguió escribiendo. Iba sola a cubrir las historias y por primera vez sintió que las palabras no eran suficientes. «DescubrÃ, para mi sorpresa, que ahora que no iba con fotógrafos, el mundo a mi alrededor estaba lleno de cosas que querÃan ser fotografiadas», explicó en esa breve autobiografÃa de 1985.
A eso se sumó algo más. La lengua que ella utilizaba, el alemán, se habÃan convertido en el idioma del enemigo después de la Segunda Guerra Mundial. «Y aunque podÃa escribir en inglés o francés, no podÃa llegar hasta las raÃces. Por eso, dedicarme a la imagen fue a la vez un alivio y una necesidad».
Al cabo del tiempo volvió a Robert Capa y le enseñó las fotografÃas de unos misioneros católicos que habÃa estado haciendo en ParÃs.
—De acuerdo —dijo el fotógrafo—. Enséñame el resto de tu trabajo. Si todo es tan bueno, trabajarás con nosotros.
Desde ese momento formó parte de Magnum. Viajó por todo el mundo, hizo fotos en la calle, en pelÃculas, en pasarelas de moda. Trabajó para revistas, para el cine y en sus trabajos personales hasta el año que murió, 2002.
Pero su recuerdo siguió vivo en la fotografÃa documental. Una noche de 2012, tres fotógrafas galardonadas con el Premio Inge Morath que otorga la Fundación Magnum y la Fundación Inge Morath se conocieron en una exposición que rendÃa homenaje a la autora. Las tres mujeres se fueron a cenar a un restaurante japonés y decidieron recorrer el mismo trayecto que hizo la austriaca por el Danubio en distintas épocas de su vida. Al poco se unieron algunas fotógrafas más y en el verano de 2014, después de dos años de trabajo por mail y videoconferencia, emprendieron el viaje. Hoy, y hasta el 2 de octubre, sus fotos y las de Inge Morath se exhiben en la muestra Tras los pasos de Inge Morath. Miradas sobre el Danubio, en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid.
El Danubio es el rÃo que pasa por más paÃses en todo el mundo: diez. La ruta que hizo Morath atravesó ocho de ellos y 19 ciudades con cientos de leyendas alrededor. «El road trip estaba en la sangre de Morath», explicó esta mañana la comisaria de la exposición, Celina Lunsford. «En los años 50 decidió emprender un gran proyecto y eligió un rÃo. Eso le asustó. Se preguntó cómo iba a fotografiar un rÃo. Pero sabÃa que podÃa encontrar elementos muy interesantes. Ahà estaba la historia de la región y de sus gentes. HablarÃa del amor, de la naturaleza, de la cultura… Y ese trabajo acabó influyendo después en muchos otros fotógrafos».
Aquel verano de 2014, las ocho fotógrafas (Olivia Arthur, Lurdes R. BasolÃ, Kathryn Cook, Jessica Dimmock, Claudia Guadarrama, Claire Martin, Emily Schiffer y Ami Vitale) montaron en cuatro coches y partieron en un viaje, financiado por una campaña de crowdfunding y Fundación Telefónica, que durarÃa 34 dÃas. Tres de las fotógrafas viajaban con sus hijas pequeñas. «Decidimos que ninguna debÃa dejar de ir a ese viaje por ser madre. Nos llevábamos a nuestras niñas con nosotras», indicó Olivia Arthur en la presentación de la exposición.

Viajaban con un camión que, cada dÃa, al llegar a una localidad, abrÃa sus puertas traseras y se convertÃa en una galerÃa. Ahà estaban las fotos de Morath. Esa muestra itinerante era, además, la excusa para conocer a las personas y los fotógrafos de las localidades que visitaban.
Ellas, durante el dÃa, salÃan por la localidad a hacer fotos. Iban separadas y luego se encontraban en el furgón antes de que se cerrara al público.
Una tarde de aquel verano, en la ciudad alemana de Passau, una mujer de unos 70 años entró al camión-galerÃa. Era actriz y se llamaba Barbara Dorsch. «Estaba emocionada. Sacó una armónica y empezó a tocar y a cantar», relató Guadarrama. «Después nos abrazó y nos dijo que ella conoció a Inge Morath». Era cierto. Dorsch estaba en una de las fotos expuestas en el camión.
La actriz invitó a las ocho fotógrafas a desayunar al dÃa siguiente en su casa y les enseñó muchas fotos que Morath tomó de una de sus actuaciones hace 24 años. «Eran impresiones en blanco y negro. Las tenÃa guardadas como un tesoro», añadió la mexicana. «Después nos tocó una pieza al piano. Era una de esas grandes artistas de otra época».
En aquellos 34 dÃas, la caravana recorrió 6.500 kilómetros, desde el nacimiento del Danubio, en la Selva Negra alemana, hasta su desembocadura en el Mar Negro, en RumanÃa. Y, al terminar el viaje, Ami Vitale sacó una conclusión. El rÃo es mucho más que un inmenso camino de agua. «Es la metáfora de que el caos y el movimiento son absolutamente inspiradores».

Lourdes R. Basolà (España, 1981)
Jessica Dimmock (EEUU, 1978)
Amy Vitale (EEUU, 1971)
Claire Martin (Australia, 1980)
Claudia Guadarrama (México, 1976)
Emilie Schiffer (EEUU, 1980)
Kathryn Cook (EEUU, 1979)
Olivia Arthur (Reino Unido, 1981)
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En los años 50, Inge Morath, la primera fotógrafa que entró en la agencia Magnum, recorrió el Danubio buscando la esencia del rÃo en blanco y negro. Pero a mitad del camino el Telón de acero se interpuso en su viaje. La austriaca no pudo entrar en los paÃses del bloque comunista y tuvo que esperar hasta 1993 para terminar la ruta.
Morath, la fotógrafa que se casó con Arthur Miller un año después de que el escritor se divorciara de Marilyn Monroe, se habÃa propuesto meterse en una historia hasta sus más hondas profundidades. HacÃa pocos años que trabajaba en la agencia Magnum. En 1949 Robert Capa la habÃa fichado, junto a Ernst Haas, por su trabajo en pareja como fotógrafo y periodista.
«Llegué despacio a la fotografÃa», escribió Morath en 1985. No estaba en sus planes. Ella estudió idiomas y periodismo. Empezó a trabajar redactando artÃculos para revistas y un dÃa le dijeron que también tenÃa que hacer las fotos. La austriaca se sintió perdida. «Nunca me habÃa ocupado seriamente de la fotografÃa. Ni siquiera conocÃa a ningún fotógrafo», explicó en un artÃculo titulado ‘Inge Morath: In Her Own Words’.
A ella siempre le habÃa gustado la pintura y el dibujo, pero el Tercer Reich puso una venda en los ojos a los habitantes de los territorios bajo influencia alemana. Sólo estaba permitido el ‘arte heroico’. El resto, designado con desprecio ‘arte degenerado’, estaba prohibido por las supuestas influencias judÃas o bolcheviques que dejaban ver. «Esto impedÃa que pudiéramos educarnos en temas visuales», indicaba Morath en este artÃculo. «Asà que empecé a comprar LIFE Magazine y libros de fotografÃa. Y en mi búsqueda de fotógrafos, conocà a Lothar Rübelt y Franz Hubmann y Erich Lessing y Ernst Haas».
En ParÃs, donde se fundó Magnum sólo unos años antes, la austriaca empezó a escribir textos para acompañar las fotografÃas que los miembros de la agencia enviaban desde cualquier lugar del mundo. «Acompañaba a algunos fotógrafos en sus encargos. Yo preparaba la documentación previa y después editaba sus hojas de contactos», escribió. «Creo que donde más he aprendido nunca ha sido en este trabajo».

Entonces Morath se casó con un inglés y dejó el trabajo en Magnum para irse a vivir a Londres. Allà siguió escribiendo. Iba sola a cubrir las historias y por primera vez sintió que las palabras no eran suficientes. «DescubrÃ, para mi sorpresa, que ahora que no iba con fotógrafos, el mundo a mi alrededor estaba lleno de cosas que querÃan ser fotografiadas», explicó en esa breve autobiografÃa de 1985.
A eso se sumó algo más. La lengua que ella utilizaba, el alemán, se habÃan convertido en el idioma del enemigo después de la Segunda Guerra Mundial. «Y aunque podÃa escribir en inglés o francés, no podÃa llegar hasta las raÃces. Por eso, dedicarme a la imagen fue a la vez un alivio y una necesidad».
Al cabo del tiempo volvió a Robert Capa y le enseñó las fotografÃas de unos misioneros católicos que habÃa estado haciendo en ParÃs.
—De acuerdo —dijo el fotógrafo—. Enséñame el resto de tu trabajo. Si todo es tan bueno, trabajarás con nosotros.
Desde ese momento formó parte de Magnum. Viajó por todo el mundo, hizo fotos en la calle, en pelÃculas, en pasarelas de moda. Trabajó para revistas, para el cine y en sus trabajos personales hasta el año que murió, 2002.
Pero su recuerdo siguió vivo en la fotografÃa documental. Una noche de 2012, tres fotógrafas galardonadas con el Premio Inge Morath que otorga la Fundación Magnum y la Fundación Inge Morath se conocieron en una exposición que rendÃa homenaje a la autora. Las tres mujeres se fueron a cenar a un restaurante japonés y decidieron recorrer el mismo trayecto que hizo la austriaca por el Danubio en distintas épocas de su vida. Al poco se unieron algunas fotógrafas más y en el verano de 2014, después de dos años de trabajo por mail y videoconferencia, emprendieron el viaje. Hoy, y hasta el 2 de octubre, sus fotos y las de Inge Morath se exhiben en la muestra Tras los pasos de Inge Morath. Miradas sobre el Danubio, en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid.
El Danubio es el rÃo que pasa por más paÃses en todo el mundo: diez. La ruta que hizo Morath atravesó ocho de ellos y 19 ciudades con cientos de leyendas alrededor. «El road trip estaba en la sangre de Morath», explicó esta mañana la comisaria de la exposición, Celina Lunsford. «En los años 50 decidió emprender un gran proyecto y eligió un rÃo. Eso le asustó. Se preguntó cómo iba a fotografiar un rÃo. Pero sabÃa que podÃa encontrar elementos muy interesantes. Ahà estaba la historia de la región y de sus gentes. HablarÃa del amor, de la naturaleza, de la cultura… Y ese trabajo acabó influyendo después en muchos otros fotógrafos».
Aquel verano de 2014, las ocho fotógrafas (Olivia Arthur, Lurdes R. BasolÃ, Kathryn Cook, Jessica Dimmock, Claudia Guadarrama, Claire Martin, Emily Schiffer y Ami Vitale) montaron en cuatro coches y partieron en un viaje, financiado por una campaña de crowdfunding y Fundación Telefónica, que durarÃa 34 dÃas. Tres de las fotógrafas viajaban con sus hijas pequeñas. «Decidimos que ninguna debÃa dejar de ir a ese viaje por ser madre. Nos llevábamos a nuestras niñas con nosotras», indicó Olivia Arthur en la presentación de la exposición.

Viajaban con un camión que, cada dÃa, al llegar a una localidad, abrÃa sus puertas traseras y se convertÃa en una galerÃa. Ahà estaban las fotos de Morath. Esa muestra itinerante era, además, la excusa para conocer a las personas y los fotógrafos de las localidades que visitaban.
Ellas, durante el dÃa, salÃan por la localidad a hacer fotos. Iban separadas y luego se encontraban en el furgón antes de que se cerrara al público.
Una tarde de aquel verano, en la ciudad alemana de Passau, una mujer de unos 70 años entró al camión-galerÃa. Era actriz y se llamaba Barbara Dorsch. «Estaba emocionada. Sacó una armónica y empezó a tocar y a cantar», relató Guadarrama. «Después nos abrazó y nos dijo que ella conoció a Inge Morath». Era cierto. Dorsch estaba en una de las fotos expuestas en el camión.
La actriz invitó a las ocho fotógrafas a desayunar al dÃa siguiente en su casa y les enseñó muchas fotos que Morath tomó de una de sus actuaciones hace 24 años. «Eran impresiones en blanco y negro. Las tenÃa guardadas como un tesoro», añadió la mexicana. «Después nos tocó una pieza al piano. Era una de esas grandes artistas de otra época».
En aquellos 34 dÃas, la caravana recorrió 6.500 kilómetros, desde el nacimiento del Danubio, en la Selva Negra alemana, hasta su desembocadura en el Mar Negro, en RumanÃa. Y, al terminar el viaje, Ami Vitale sacó una conclusión. El rÃo es mucho más que un inmenso camino de agua. «Es la metáfora de que el caos y el movimiento son absolutamente inspiradores».

Lourdes R. Basolà (España, 1981)
Jessica Dimmock (EEUU, 1978)
Amy Vitale (EEUU, 1971)
Claire Martin (Australia, 1980)
Claudia Guadarrama (México, 1976)
Emilie Schiffer (EEUU, 1980)
Kathryn Cook (EEUU, 1979)
Olivia Arthur (Reino Unido, 1981)
A veces la fantasÃa supera a la realidad; pero no pocas, a poco que nos impliquemos, persistamos y dejemos aflorar la emoción, la fascinación aparece superando a todo lo previsto. Tenemos que dejar vivir la capacidad de observación y todo empieza a fluir…..
Solo es cultivar la observación y ser persistentes en ello….
Maravilloso trabajo…
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