Los chinos confunden a los espaƱoles con ‘cowboys’
”Yorokobu gratis en formato digital!
HacĆa dos dĆas que habĆa llegado a la ciudad china de Wuhan. Javier Telletxea, entonces estudiante, se topó con dos jóvenes en la puerta de su residencia. No hablaban inglĆ©s y tirando de idioma universal, es decir, de gestos e insistencia, trataron de comunicarse: Ā«Yu, cowboy, cowboy. Ā”Yija!, Ā”Yiija!Ā», perpetraron. Ā«Al final, no sĆ© cómo, me dijeron que me querĆan llevar a un centro comercial vestido de vaquero para hacerme fotos con la gente, y me pagaban bastante bienĀ», recuerda, algo atónito todavĆa.
Telletxea lleva cinco aƱos viviendo en China y finalmente no se convirtió en el John Wayne del Al Campo chino. Es profesor de espaƱol en Shaoxing (Zhejiang) y publica vĆdeos en Youtube relatando su experiencia y explicando la cultura y la sociedad del paĆs. No juega al esperpento habitual del youtuber: se documenta, analiza; hace pedagogĆa. Sus contenidos interesan a los espaƱoles que ya viven en China (segĆŗn el Padrón de EspaƱoles Residentes en el Extranjero, algo mĆ”s de 5.000), a los que transitan por ella y a los chinos que quieren verse a travĆ©s de los ojos espaƱoles.
DespuĆ©s de la anĆ©cdota western, se percató de lo fĆ”cil que lo tienen los espaƱoles que aterrizan en China a la hora de encontrar algo que hacer. Disponer de un rostro occidental facilita las cosas. Te contratan por la cara. Ā«Yo he conocido gente que ha trabajado haciĆ©ndose pasar por personal de calidad extranjero en fĆ”bricas. Le daban un traje, un maletĆn, unas herramientas y le decĆan que fuera a la cadena de montaje a ver cómo trabajabanĀ».
Hay espaƱoles a los que han contratado para figurar en convenciones y fingir que hablan en nombre de una firma. Suben al atril y hablan en castellano. Pueden recitar, si quieren, la receta del gazpacho manchego, tanto da: el presunto traductor chino transmitirĆ” el mensaje que traĆa preparado.
Ā«Es fĆ”cil. Si te quieres dejar liar, te lĆas. Hay gente que trabaja de modelo, actriz, y le llueven ofertas cuando en la vida habĆa participado en estos sectoresĀ», explica Telletxea. Cuenta que una vez le dijeron a un sueco que se hiciera pasar por representante de una bodega francesa. Hizo como que cataba el vino y dominaba del tema. Llegó la televisión local, lo cosieron a preguntas y aquel trató de sobrevivir hasta que le preguntaron cómo se decĆa Ā«saludĀ» en francĆ©s. No lo sabĆa. Ā«ProrrostttoĀ», se la jugó, levantando la copa.
Colegueo, versión china
Los espaƱoles hemos acumulado muchos prejuicios sobre los chinos. Llegar a la tierra asiĆ”tica obliga a confrontarlos con la realidad, a desarmarlos y a toparse con otras barreras culturales, o a sufrir equĆvocos y caer en malentendidos.
Las relaciones sociales de amistad se estructuran de forma muy diferente. Ā«A ellos les llama la atención que tengamos amigos con los que invertimos mucho tiempo pero que lo mĆ”s probable es que no nos ayudaran económicamente si hubiese necesidadĀ». La amistad, allĆ, funciona con engranajes diferentes. Ā«La amistadĀ existe con las personas con las que podrĆas sacar un proyecto adelante. Se generan lazos muy fuertes de confianza en los que fluye el crĆ©dito. TambiĆ©n ocurre asĆ por la situación económica del paĆsĀ».
De ese modo, la relación comienza con un intercambio. Explica Telletxea que los chinos son muy hospitalarios: «Funcionan con el dar y el recibir. Llegas y siempre te invitan a comer o a cenar. Te dan. Es una forma de decirte que quieren que seas parte de ellos. Pero nosotros pensamos que lo han hecho de forma altruista y no lo devolvemos. A los chinos les parece raro y creen que no saben cómo relacionarse contigo». El intercambio, el establecimiento de una reciprocidad es bÔsico para fundar buenas amistades.
La mentalidad pragmĆ”tica tiƱe la vida de los chinos. Telletxea viajó al paĆs para estudiar, en su tesis doctoral, la conexión entre los valores culturales y el rĆ”pido progreso económico del paĆs. SegĆŗn Ć©l, el enfoque de los chinos en lo material encaja con una visión del mundo que dista mucho de la occidental. Mientras aquĆ, debido al cristianismo, se trabajaba por una recompensa en el otro mundo, en China el mĆ”s allĆ” era terrenal: que los sucesores, hijos y nietos, tuvieran una buena vida, continuaran el legado y mantuvieran los valores.
Si, como en el caso de Javier, tienes una novia china y conoces a tus suegros, habrÔ una pregunta que en Occidente parece inoportuna e invasiva: «Es habitual que te pregunten directamente por tu capacidad económica. Para nosotros puede parecer que te ponen precio o te miden, eso se oye mucho; pero en realidad, cuando te dicen que compres casa y coche, que lo ideal es que ganes tanto, te estÔn diciendo que tienes que ser responsable y proporcionar lo fundamental a tu familia». Se trata de una medición de los principios a través de lo material.
Edad del pavo invertida
Ahorran e invierten. El ocio no llega hasta la tercera edad. Ā«No se ven tantos niƱos jugando en la calle, se estĆ”n currando su futuro. Luego ves que los mayores estĆ”n todo el dĆa en la calle, tocando mĆŗsica, cantando, haciendo ejercicio, bailan en las plazas todas las tarde y a veces los jóvenes son los que se quejan del ruido. Es como la edad del pavo, pero a los 60Ā», bromea.
El ocio de cerveceo y bares no es muy común. Se practica un ocio mÔs semejante al de España en los años 60. Prima el domingueo. Salir a comer y a cenar en familia e ir al monte o a las afueras. También gusta el turismo de centro comercial.
Muchos occidentales, no obstante, se mantienen ajenos a estas particularidades porque viven sin vivir allĆ: crean burbujas y mantienen su modus vivendi. Sobre todo en las grandes ciudades, los extranjeros (laoguays, pronunciado por los autóctonos) construyen cĆrculos aislados.
Pero si quieres escapar del gueto, profundizar e indagar, por ejemplo, sobre polĆtica, verĆ”s que la censura china no es totalizante como parece desde aquĆ, sino selectiva. Ā«Puedes hablar del Gobierno, la gente se queja del Gobierno incluso en algunas televisiones, pero cuidado con cambiar esa palabra por el Partido. Ahora bien, no existen tertulias polĆticas como en EspaƱa donde se defienden apasionadamente posturas muy diferentesĀ». Telletxea es profesor de espaƱol y debe tener cuidado con hablar del separatismo del TĆbet, sobre todo, si lo hace a favor de la causa: Ā«Es tema tabĆŗĀ».
Sin embargo, segĆŗn Ć©l, los chinos son unos artistas del eufemismo. Ā«En el mandarĆn cambias un acento o algunos caracteres y la palabra tiene la misma pronunciación pero otro significado. Donde parecen que estĆ”n diciendo otra cosa, en realidad estĆ”n poniendo a parir al GobiernoĀ».
En general, no queda bien hablar de cosas negativas en público. «El confucianismo estimula a que las personas compartan lo positivo: hablar de un accidente, de la muerte, aunque sea de forma pasajera y trivial, estÔ mal visto».
Con tantas diferencias, salta la duda. ĀæDe quĆ© se rĆe un chino? ĀæCómo es allĆ el humor? La ironĆa y el sarcasmo no hacen gracia. Lo pillan, pero no les cosquillea. SĆ gustan las caĆdas (vĆ©ase Humor amarillo, aunque era japonĆ©s). Pero sobre todo Ā«funciona el humor rural, un estilo semejante a Marcial de Muchachada Nui, reĆrse del contraste entre lo rural y lo urbano, y de los nuevos ricos. Se rĆen de los demĆ”s y de ellos mismos. Sale un tĆo con un Mercedes pintado de dorado por el pueblo y compra unos pollos y los mete en el maleteroĀ».
Nuestros abuelos podrĆan compartir una velada de risas con los chinos sin problemas. AllĆ funciona el humor que funcionaba aquĆ cuando Fernando Esteso cantaba La Ramona.
”Yorokobu gratis en formato digital!
HacĆa dos dĆas que habĆa llegado a la ciudad china de Wuhan. Javier Telletxea, entonces estudiante, se topó con dos jóvenes en la puerta de su residencia. No hablaban inglĆ©s y tirando de idioma universal, es decir, de gestos e insistencia, trataron de comunicarse: Ā«Yu, cowboy, cowboy. Ā”Yija!, Ā”Yiija!Ā», perpetraron. Ā«Al final, no sĆ© cómo, me dijeron que me querĆan llevar a un centro comercial vestido de vaquero para hacerme fotos con la gente, y me pagaban bastante bienĀ», recuerda, algo atónito todavĆa.
Telletxea lleva cinco aƱos viviendo en China y finalmente no se convirtió en el John Wayne del Al Campo chino. Es profesor de espaƱol en Shaoxing (Zhejiang) y publica vĆdeos en Youtube relatando su experiencia y explicando la cultura y la sociedad del paĆs. No juega al esperpento habitual del youtuber: se documenta, analiza; hace pedagogĆa. Sus contenidos interesan a los espaƱoles que ya viven en China (segĆŗn el Padrón de EspaƱoles Residentes en el Extranjero, algo mĆ”s de 5.000), a los que transitan por ella y a los chinos que quieren verse a travĆ©s de los ojos espaƱoles.
DespuĆ©s de la anĆ©cdota western, se percató de lo fĆ”cil que lo tienen los espaƱoles que aterrizan en China a la hora de encontrar algo que hacer. Disponer de un rostro occidental facilita las cosas. Te contratan por la cara. Ā«Yo he conocido gente que ha trabajado haciĆ©ndose pasar por personal de calidad extranjero en fĆ”bricas. Le daban un traje, un maletĆn, unas herramientas y le decĆan que fuera a la cadena de montaje a ver cómo trabajabanĀ».
Hay espaƱoles a los que han contratado para figurar en convenciones y fingir que hablan en nombre de una firma. Suben al atril y hablan en castellano. Pueden recitar, si quieren, la receta del gazpacho manchego, tanto da: el presunto traductor chino transmitirĆ” el mensaje que traĆa preparado.
Ā«Es fĆ”cil. Si te quieres dejar liar, te lĆas. Hay gente que trabaja de modelo, actriz, y le llueven ofertas cuando en la vida habĆa participado en estos sectoresĀ», explica Telletxea. Cuenta que una vez le dijeron a un sueco que se hiciera pasar por representante de una bodega francesa. Hizo como que cataba el vino y dominaba del tema. Llegó la televisión local, lo cosieron a preguntas y aquel trató de sobrevivir hasta que le preguntaron cómo se decĆa Ā«saludĀ» en francĆ©s. No lo sabĆa. Ā«ProrrostttoĀ», se la jugó, levantando la copa.
Colegueo, versión china
Los espaƱoles hemos acumulado muchos prejuicios sobre los chinos. Llegar a la tierra asiĆ”tica obliga a confrontarlos con la realidad, a desarmarlos y a toparse con otras barreras culturales, o a sufrir equĆvocos y caer en malentendidos.
Las relaciones sociales de amistad se estructuran de forma muy diferente. Ā«A ellos les llama la atención que tengamos amigos con los que invertimos mucho tiempo pero que lo mĆ”s probable es que no nos ayudaran económicamente si hubiese necesidadĀ». La amistad, allĆ, funciona con engranajes diferentes. Ā«La amistadĀ existe con las personas con las que podrĆas sacar un proyecto adelante. Se generan lazos muy fuertes de confianza en los que fluye el crĆ©dito. TambiĆ©n ocurre asĆ por la situación económica del paĆsĀ».
De ese modo, la relación comienza con un intercambio. Explica Telletxea que los chinos son muy hospitalarios: «Funcionan con el dar y el recibir. Llegas y siempre te invitan a comer o a cenar. Te dan. Es una forma de decirte que quieren que seas parte de ellos. Pero nosotros pensamos que lo han hecho de forma altruista y no lo devolvemos. A los chinos les parece raro y creen que no saben cómo relacionarse contigo». El intercambio, el establecimiento de una reciprocidad es bÔsico para fundar buenas amistades.
La mentalidad pragmĆ”tica tiƱe la vida de los chinos. Telletxea viajó al paĆs para estudiar, en su tesis doctoral, la conexión entre los valores culturales y el rĆ”pido progreso económico del paĆs. SegĆŗn Ć©l, el enfoque de los chinos en lo material encaja con una visión del mundo que dista mucho de la occidental. Mientras aquĆ, debido al cristianismo, se trabajaba por una recompensa en el otro mundo, en China el mĆ”s allĆ” era terrenal: que los sucesores, hijos y nietos, tuvieran una buena vida, continuaran el legado y mantuvieran los valores.
Si, como en el caso de Javier, tienes una novia china y conoces a tus suegros, habrÔ una pregunta que en Occidente parece inoportuna e invasiva: «Es habitual que te pregunten directamente por tu capacidad económica. Para nosotros puede parecer que te ponen precio o te miden, eso se oye mucho; pero en realidad, cuando te dicen que compres casa y coche, que lo ideal es que ganes tanto, te estÔn diciendo que tienes que ser responsable y proporcionar lo fundamental a tu familia». Se trata de una medición de los principios a través de lo material.
Edad del pavo invertida
Ahorran e invierten. El ocio no llega hasta la tercera edad. Ā«No se ven tantos niƱos jugando en la calle, se estĆ”n currando su futuro. Luego ves que los mayores estĆ”n todo el dĆa en la calle, tocando mĆŗsica, cantando, haciendo ejercicio, bailan en las plazas todas las tarde y a veces los jóvenes son los que se quejan del ruido. Es como la edad del pavo, pero a los 60Ā», bromea.
El ocio de cerveceo y bares no es muy común. Se practica un ocio mÔs semejante al de España en los años 60. Prima el domingueo. Salir a comer y a cenar en familia e ir al monte o a las afueras. También gusta el turismo de centro comercial.
Muchos occidentales, no obstante, se mantienen ajenos a estas particularidades porque viven sin vivir allĆ: crean burbujas y mantienen su modus vivendi. Sobre todo en las grandes ciudades, los extranjeros (laoguays, pronunciado por los autóctonos) construyen cĆrculos aislados.
Pero si quieres escapar del gueto, profundizar e indagar, por ejemplo, sobre polĆtica, verĆ”s que la censura china no es totalizante como parece desde aquĆ, sino selectiva. Ā«Puedes hablar del Gobierno, la gente se queja del Gobierno incluso en algunas televisiones, pero cuidado con cambiar esa palabra por el Partido. Ahora bien, no existen tertulias polĆticas como en EspaƱa donde se defienden apasionadamente posturas muy diferentesĀ». Telletxea es profesor de espaƱol y debe tener cuidado con hablar del separatismo del TĆbet, sobre todo, si lo hace a favor de la causa: Ā«Es tema tabĆŗĀ».
Sin embargo, segĆŗn Ć©l, los chinos son unos artistas del eufemismo. Ā«En el mandarĆn cambias un acento o algunos caracteres y la palabra tiene la misma pronunciación pero otro significado. Donde parecen que estĆ”n diciendo otra cosa, en realidad estĆ”n poniendo a parir al GobiernoĀ».
En general, no queda bien hablar de cosas negativas en público. «El confucianismo estimula a que las personas compartan lo positivo: hablar de un accidente, de la muerte, aunque sea de forma pasajera y trivial, estÔ mal visto».
Con tantas diferencias, salta la duda. ĀæDe quĆ© se rĆe un chino? ĀæCómo es allĆ el humor? La ironĆa y el sarcasmo no hacen gracia. Lo pillan, pero no les cosquillea. SĆ gustan las caĆdas (vĆ©ase Humor amarillo, aunque era japonĆ©s). Pero sobre todo Ā«funciona el humor rural, un estilo semejante a Marcial de Muchachada Nui, reĆrse del contraste entre lo rural y lo urbano, y de los nuevos ricos. Se rĆen de los demĆ”s y de ellos mismos. Sale un tĆo con un Mercedes pintado de dorado por el pueblo y compra unos pollos y los mete en el maleteroĀ».
Nuestros abuelos podrĆan compartir una velada de risas con los chinos sin problemas. AllĆ funciona el humor que funcionaba aquĆ cuando Fernando Esteso cantaba La Ramona.
”Qué grande, Esteban! Me has hecho parecer bastante mÔs inteligente de lo que soy XD
Por cierto, si a alguien le surgen preguntas sobre cualquiera de las cuestiones tratadas, intentarƩ responder lo mejor que pueda.
”Gracias y saludos de Jabiertzo!
De eso nada, Jabiertzo. ”EstÔs hecho un crack!
Soy vegetariana, no hablo mandarĆn ni lo leo y voy a Hangzhou un mes entre finales d abril y mayo. Que me sugieres?
Que buen artĆculo
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