Jonathan Notario despertó una mañana, se vistió y fue a trabajar. ParecÃa un dÃa más de aquel 2009. Por qué no iba a serlo. Hasta entonces todos habÃan comenzado igual. Pero cuando llegó al estudio, de pronto, ante la misma mesa, la misma silla y la misma computadora, se sintió en el sitio equivocado. No querÃa estar ahÃ. DebÃa estar en otro lugar, a solas, metido en sus ideas.
Esa opción, sin embargo, resultaba complicada. ¿Quién pagarÃa las facturas? HabÃa que urdir un plan. Raudo. Discreto. Eficaz. Ese dÃa Notario llegó a casa y empezó a buscar un remedio. Alguien tendrÃa que acudir en su lugar al estudio de diseño, pero nadie deberÃa notar el cambiazo. Entonces decidió construir un muñeco, de medidas y rasgos idénticos a los suyos, para que fuera a la oficina mientras él se empleaba en lo que más le importa.

«El arte no da para vivir y tenemos que hacer otras cosas para ganarnos la vida», explica Notario. «Al final, dedicamos nuestro tiempo a tareas que nos permiten vivir, en vez de ocuparnos en lo que de verdad nos gusta. Muchos trabajos, como el de diseñador, obligan a pasar todo el dÃa sentado frente al ordenador y, al final, acabas convirtiéndote en otra máquina».
El muñeco daba el pego. Hasta decÃa una frase si alguien le daba un pellizco. Pero Notario nunca pudo enseñarle a hacer su trabajo de diseñador gráfico y lo convirtió en una pieza de arte. Worker Man era una sugerencia, una aspiración, un proyecto de vida que recibió un premio Injuve y acabó expuesto en una galerÃa de arte de Madrid y en la feria de arte contemporáneo Estampa de 2010.

Worker Man estaba solo en su caja de juguete. Ese aislamiento de 2,20 metros de alto por 1,40 de ancho era un pesar para el artista. TenÃa que hacer algo con ese muñeco que habÃa construido con sus propias manos y al que habÃa encerrado en un envoltorio que imitaba el empaquetado de la industria juguetera mundial. La decisión fue convertirlo en una serie que se llamarÃa Reality Toys.
Los siguientes artilugios fueron un arma para defenderse en inglés, unas gafas bipolares, unos Hollywood Endings for your Life, una minibomba artÃstica antidiscusiones, una pasta tapahuecos, un Speed Learning o un Vomit-Art. «Estos juguetes pretenden solucionar problemas habituales de forma utópica», especifica. «Pueden parecer muy locos, pero tienen su sentido y su lógica. Son muy racionales».
Algunos de ellos son solo pinturas. Pinturas de más de un metro. Otros, la mayorÃa, además de un dibujo, son un objeto. «Mezclo los cuadros y las esculturas. Los hago como si fueran réplicas de productos que podrÃan encontrarse en una tienda y siempre intento que haya algo que funcione de verdad. Que emita un sonido, que salga confeti…».

Los reality toys están hechos con madera, cartón, plástico y papel. «Todo es manufacturado y lo pinto con acrÃlicos y espray». Apenas hay nada digital. Tan solo unas frases que escribió en el ordenar, imprimió y recortó para añadirlas a una pieza. «QuerÃa retomar la técnica del pegado de textos a mano».
Era una forma de volver al pasado. El artista intentaba reconstruir las imágenes de las portadas de libros y revistas que veÃa en su adolescencia. Eran los años 90 pero él miraba volúmenes de los 60. «En aquella época vendÃan productos milagrosos. La publicidad los presentaba como algo que te iba a solucionar la vida», cuenta. «Esos dibujantes eran auténticos maestros que no han sido reconocidos. Me parecÃa un homenaje y un reto usar sus técnicas. En todos estos años he aprendido mucho de ellos».
Notario intenta que en esas falsas expectativas siempre haya algo que funcione de verdad. La Vomit-Art no tritura obras de arte, como promete, pero sà cumple parte de su palabra: expulsa confeti. «Lo que más me interesa de cada artilugio es la forma en la que funciona en la mente del espectador. El invento está en la caja y donde funciona es en la cabeza. El público es quien decide cómo le gustarÃa usarlo».
Worker Man
Este muñeco es una réplica de Jonathan Notario. El artista lo construyó copiando sus rasgos y su ropa para que lo suplantara en la oficina.



Speed Learning
«Imaginé cómo serÃa aprender esnifando las lÃneas de un libro», dice el artista leonés.

Pasta tapahuecos
Jonathan Notario miró alrededor y vio que habÃa agujeros por todas partes. En la bañera, en el lavabo, en las cerraduras de las puertas. «Me di cuenta de que todo está lleno de huecos y me pregunté qué pasarÃa si tapara todos con cemento». El artista imaginó a un hombre que no podÃa soportar los orificios. Era una fobia a los boquetes. «Y eso, al final, me llevó a un vacÃo más profundo: ese que todos sentimos alguna vez».

Vomit-Art
«Hay más arte del que se necesita», asegura Notario. «Imaginé una máquina que traga obras innecesarias y las escupe en forma de confeti. El dispositivo desintegra las piezas que sobran de un museo y las transforma en una fiesta».

Armas para defenderse en inglés


Gafas bipolares

Homeless City

Máquina artista

Minibomba atómica antidiscusiones



Moon Park


