Las mudanzas residen en un punto equidistante entre la pesadilla y la bendición. Pocos las afrontan con entusiasmo, pero pueden ser la excusa perfecta para deshacerse de todo aquello acaparado durante años y que realmente no nos sirve de nada.
Para Barbara Iweins cambiar de casa cada cierto tiempo se ha convertido en una costumbre. Once son ya las mudanzas acometidas por la fotógrafa belga a lo largo de su vida. Y en cada una de ellas siempre acaba por hacer propósito de enmienda. «Me aterroriza la cantidad de cosas que tengo que empacar. Me hace reflexionar sobre el valor de mis posesiones y sobre el concepto de gratificación instantÔnea».
En su opinión, compramos para sentirnos cómodos, para alcanzar un estado de felicidad instantÔneo y artificial que nos aleje por un momento de nuestras preocupaciones. Algo semejante a lo que nos ocurre cuando compartimos situaciones aparentemente felices en nuestras redes sociales.
En uno de sus Ćŗltimos traslados, mientras despegaba la cinta americana de las cajas de cartón, se le ocurrió que aquel podrĆa ser un buen momento para Ā«enfrentarse a sus pertenencias con honestidad, sin filtros de ningĆŗn tipoĀ». Su cĆ”mara iba a servir de notario.
Para fotografiarlos, Iweins aislaba cada objeto y los colocaba sobre un fondo gris Ā«para sacarlo de su entorno y tener una visión clara de cuĆ”l era su verdadero valor para mĆĀ».Ā
Las mudanzas residen en un punto equidistante entre la pesadilla y la bendición. Pocos las afrontan con entusiasmo, pero pueden ser la excusa perfecta para deshacerse de todo aquello acaparado durante años y que realmente no nos sirve de nada.
Para Barbara Iweins cambiar de casa cada cierto tiempo se ha convertido en una costumbre. Once son ya las mudanzas acometidas por la fotógrafa belga a lo largo de su vida. Y en cada una de ellas siempre acaba por hacer propósito de enmienda. «Me aterroriza la cantidad de cosas que tengo que empacar. Me hace reflexionar sobre el valor de mis posesiones y sobre el concepto de gratificación instantÔnea».
En su opinión, compramos para sentirnos cómodos, para alcanzar un estado de felicidad instantÔneo y artificial que nos aleje por un momento de nuestras preocupaciones. Algo semejante a lo que nos ocurre cuando compartimos situaciones aparentemente felices en nuestras redes sociales.
En uno de sus Ćŗltimos traslados, mientras despegaba la cinta americana de las cajas de cartón, se le ocurrió que aquel podrĆa ser un buen momento para Ā«enfrentarse a sus pertenencias con honestidad, sin filtros de ningĆŗn tipoĀ». Su cĆ”mara iba a servir de notario.
Para fotografiarlos, Iweins aislaba cada objeto y los colocaba sobre un fondo gris Ā«para sacarlo de su entorno y tener una visión clara de cuĆ”l era su verdadero valor para mĆĀ».Ā