A Sandra le dolĂa un pie y descubriĂ³ el origen de los dados. El lugar que le impedĂa caminar con normalidad no tenĂa nombre para ella y se conformaba con llamarlo pie. Por extensiĂ³n.
—¿AstrĂ¡galo? ¿QuĂ© es eso?—preguntĂ³.
SegĂºn el diccionario de la RAE: «Uno de los huesos del tarso, que estĂ¡ articulado con la tibia y el peroné». AsĂ, mĂ¡s o menos, se lo explicĂ³ la doctora. Pero Sandra todavĂa no lograba imaginar ni quĂ© forma tenĂa.
—Es un hueso de seis caras. El de los animales se usaba para jugar a las tabas y leer el futuro —explicĂ³ la doctora tras una extensa descripciĂ³n cientĂfica.
—¡CuĂ¡ntas cosas!
—TĂº y yo hemos llegado a jugar con las tabas de plĂ¡stico. Pero esas no triunfaron mucho.
DespuĂ©s de la consulta, Sandra no dejaba de pensar en el astrĂ¡galo. Se preguntaba si, con un molesto pedazo de su pie, podrĂa echarse a los juegos de azar con Ă©xito. ComenzĂ³ a googlear y ahĂ estaba la sorpresa: el astrĂ¡galo es el precursor de los dados modernos. Concretamente, el de los animales.

La forma desigual del astrĂ¡galo servĂa para distinguir la puntuaciĂ³n sin necesidad de numerar. Con el tiempo, los huesos se fueron alisando y en cada lado se añadĂa un valor, normalmente perforado. AsĂ, fueron surgiendo los primeros dados de hueso.
Escribe Alejandro Ramos FolquĂ©s: «Parece ser que el dado se deriva del juego de los astrĂ¡galos, que se llamĂ³ en Grecia con este nombre, y entre los latinos, talus».
¿Azar? Sandra siguiĂ³ navegando en busca de respuestas que saciaran su curiosidad. En una pĂ¡gina web de etimologĂa, encontrĂ³ esto:
«La palabra azar viene del Ă¡rabe az-zahar que significaba primero ‘flor’ y luego se empleĂ³ para la marca que daba la suerte en la taba, que era el (hueso) astrĂ¡galo de un mamĂfero mediano, como una oveja o una cabra. En la taba, antecesor del dado cuadrado, se marcaba con una pequeña flor uno de sus lados, que era el que daba la suerte. En el juego que en Ă¡rabe y en otras lenguas de Oriente se llamĂ³ nard, en español tablas reales, en francĂ©s tric-trac y en inglĂ©s backgammon, el dado se llama zahrat an-nard, literalmente ‘la flor de las tablas reales’. El uso de az-zahr con el significado de dado hizo que en castellano se introdujera el arabismo azar con el significado del latĂn alea (ver aleatorio)».
Y, luego, esto:
«En Argentina, los dos lados de la taba eran llamados suerte y culo».

SegĂºn HerĂ³doto, los lidios ya conocĂan el juego de los astrĂ¡galos (mĂ¡s de 400 años antes de Cristo) y ellos mismos se adjudicaban el invento del juego. El hambre, decĂan, les llevĂ³ a refugiarse en los juegos en aquel lugar que hoy es TurquĂa. Durante casi veinte años, dedicaban un dĂa a la semana a los juegos para no pensar en la comida que tanto echaban de menos.
Los astragalizantes (jugadores) eran tanto hombres como mujeres. AsĂ lo reflejan diversas obras escultĂ³ricas y pictĂ³ricas, como ‘Las jugadoras de osaletes’. Para algunos historiadores, el juego de las tabas podrĂa ser incluso de origen femenino.

AdemĂ¡s del recreo, tambiĂ©n pudieron haber sido utilizados como amuletos y habrĂan servido para leer el futuro, entregados por un adivino. Los bantĂºes todavĂa buscan respuestas en los astrĂ¡galos. La astrogalomancia consistĂa en deducir un futuro en base a la letra que resultaba, y que se habĂa escrito en los lados del hueso.
En ‘Espiritualidad y pensamiento africanos’, Dominique Zahan escribe que entre los bantĂºes del sudeste africano, «cuando un individuo tiene la convicciĂ³n de poseer las cualidades requeridas para convertirse en adivino, parte en busca de los astrĂ¡galos necesarios. Cuando ha podido reunir diez de estos huesecillos, comienza a practicar la adivinaciĂ³n para sĂ mismo y para sus camaradas». Con ello, estos jĂ³venes no solo demuestran su vocaciĂ³n: tambiĂ©n empiezan a ahorrar para pagar sus estudios.
A Sandra le dolĂa un pie y descubriĂ³ el origen de los dados. El lugar que le impedĂa caminar con normalidad no tenĂa nombre para ella y se conformaba con llamarlo pie. Por extensiĂ³n.
—¿AstrĂ¡galo? ¿QuĂ© es eso?—preguntĂ³.
SegĂºn el diccionario de la RAE: «Uno de los huesos del tarso, que estĂ¡ articulado con la tibia y el peroné». AsĂ, mĂ¡s o menos, se lo explicĂ³ la doctora. Pero Sandra todavĂa no lograba imaginar ni quĂ© forma tenĂa.
—Es un hueso de seis caras. El de los animales se usaba para jugar a las tabas y leer el futuro —explicĂ³ la doctora tras una extensa descripciĂ³n cientĂfica.
—¡CuĂ¡ntas cosas!
—TĂº y yo hemos llegado a jugar con las tabas de plĂ¡stico. Pero esas no triunfaron mucho.
DespuĂ©s de la consulta, Sandra no dejaba de pensar en el astrĂ¡galo. Se preguntaba si, con un molesto pedazo de su pie, podrĂa echarse a los juegos de azar con Ă©xito. ComenzĂ³ a googlear y ahĂ estaba la sorpresa: el astrĂ¡galo es el precursor de los dados modernos. Concretamente, el de los animales.

La forma desigual del astrĂ¡galo servĂa para distinguir la puntuaciĂ³n sin necesidad de numerar. Con el tiempo, los huesos se fueron alisando y en cada lado se añadĂa un valor, normalmente perforado. AsĂ, fueron surgiendo los primeros dados de hueso.
Escribe Alejandro Ramos FolquĂ©s: «Parece ser que el dado se deriva del juego de los astrĂ¡galos, que se llamĂ³ en Grecia con este nombre, y entre los latinos, talus».
¿Azar? Sandra siguiĂ³ navegando en busca de respuestas que saciaran su curiosidad. En una pĂ¡gina web de etimologĂa, encontrĂ³ esto:
«La palabra azar viene del Ă¡rabe az-zahar que significaba primero ‘flor’ y luego se empleĂ³ para la marca que daba la suerte en la taba, que era el (hueso) astrĂ¡galo de un mamĂfero mediano, como una oveja o una cabra. En la taba, antecesor del dado cuadrado, se marcaba con una pequeña flor uno de sus lados, que era el que daba la suerte. En el juego que en Ă¡rabe y en otras lenguas de Oriente se llamĂ³ nard, en español tablas reales, en francĂ©s tric-trac y en inglĂ©s backgammon, el dado se llama zahrat an-nard, literalmente ‘la flor de las tablas reales’. El uso de az-zahr con el significado de dado hizo que en castellano se introdujera el arabismo azar con el significado del latĂn alea (ver aleatorio)».
Y, luego, esto:
«En Argentina, los dos lados de la taba eran llamados suerte y culo».

SegĂºn HerĂ³doto, los lidios ya conocĂan el juego de los astrĂ¡galos (mĂ¡s de 400 años antes de Cristo) y ellos mismos se adjudicaban el invento del juego. El hambre, decĂan, les llevĂ³ a refugiarse en los juegos en aquel lugar que hoy es TurquĂa. Durante casi veinte años, dedicaban un dĂa a la semana a los juegos para no pensar en la comida que tanto echaban de menos.
Los astragalizantes (jugadores) eran tanto hombres como mujeres. AsĂ lo reflejan diversas obras escultĂ³ricas y pictĂ³ricas, como ‘Las jugadoras de osaletes’. Para algunos historiadores, el juego de las tabas podrĂa ser incluso de origen femenino.

AdemĂ¡s del recreo, tambiĂ©n pudieron haber sido utilizados como amuletos y habrĂan servido para leer el futuro, entregados por un adivino. Los bantĂºes todavĂa buscan respuestas en los astrĂ¡galos. La astrogalomancia consistĂa en deducir un futuro en base a la letra que resultaba, y que se habĂa escrito en los lados del hueso.
En ‘Espiritualidad y pensamiento africanos’, Dominique Zahan escribe que entre los bantĂºes del sudeste africano, «cuando un individuo tiene la convicciĂ³n de poseer las cualidades requeridas para convertirse en adivino, parte en busca de los astrĂ¡galos necesarios. Cuando ha podido reunir diez de estos huesecillos, comienza a practicar la adivinaciĂ³n para sĂ mismo y para sus camaradas». Con ello, estos jĂ³venes no solo demuestran su vocaciĂ³n: tambiĂ©n empiezan a ahorrar para pagar sus estudios.
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