OcurriĂ³ hace pocas semanas. Mi madre me dijo, muy solemne ella, que estaba siempre enfadado. Y es cierto, pero joder, es que leĂ©is a Eduardo Inda, escuchĂ¡is a Melendi y comprĂ¡is los libros de Dalas Review. ¿No es para estarlo? Vais provocando.
Uno, sin embargo, tiene siempre que escuchar lo que dice una madre, salvo cuando lo que dice es que te matricules en EconĂ³micas para asegurarte un futuro decente. AsĂ fue como Mr. Wonderful se convirtiĂ³ en mi plan de emergencia para dibujar una sonrisa en mi cara, para ser menos Ă¡spero con los que me rodean.
Me comprĂ© de manera apresurada el estuche que pone «aquĂ guardo muchas ideas brillantes», la colchoneta hinchable con forma de sandĂa, la libreta de «hoy estoy de muy buen rollito» y la carcasa de mĂ³vil de unicornios.
He intentado seguir los consejos del cartel que puse en la oficina: «Haz una lista en Spotify con la canciĂ³n favorita de cada compañero de trabajo»; «Pide un aplauso por cada gran y pequeña hazaña conseguida (ya sea individual o de grupo)»; «Haz de los cumpleaños un dĂa especial».
Lo he intentado, juro que lo he intentado. Pero la presiĂ³n por ser positivo solo ha conseguido que me convierta en una especie de impostor de los que causan expresiones faciales incĂ³modas, como la sonrisa de cera de la Baronesa Thyssen. Nadie me cree cuando sonrĂo. No les culpo. Me lo leen en la mirada.
Ahora, en el estuche guardo Fortasec para la diarrea e ibuprofeno para la resaca; la colchoneta se la llevĂ³ el viento de levante y debe andar ya por TĂºnez; con la libreta hice un fuego muy majo que hizo saltar la alarma de incendios y se me ha roto la pantalla del mĂ³vil sin que ningĂºn unicornio haya hecho nada por evitarlo.
En el trabajo, todas las canciones de la lista de Spotify son de Bad Religion, nadie me ha aplaudido por terminar esta pĂ¡gina a tiempo y se ha generado un silencio muy incĂ³modo cuando, en el cumpleaños de un compañero del departamento de estrategia, ha llegado el camello con una bolsa de pastillas de Ă©xtasis.
Mr. Wonderful causarĂ¡ otro holocausto. Es imposible mantener un nivel de exigencia propia como el que exigen los apĂ³stoles del talibanismo positivista. Es solo cuestiĂ³n de tiempo.
No se pero esto de la felicidad y ser positivo siempre que te pasa algo que te deja peor que el dia anterior, no acabo de verlo y acabo de cumplir 60 años y soy joven en casi todo y cada vez entiendo menos todo lo que se supone me tendrĂa que hacer feliz, bueno sera la juventud que no soy capaz de asumir !!!!
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