31 de julio 2013    /   IDEAS
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La gimnasia de la desobediencia

31 de julio 2013    /   IDEAS     por          
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“Infrinjan cada día alguna ley trivial que no tiene sentido, aunque solo sea cruzar la calle en rojo. Utilicen su propia mente y decidan si la ley es justa o razonable. De este modo, se mantendrán en forma, y cuando llegue el gran día, estarán preparados”.

Así resume James C. Scott su particular Gimnasia Anarquista, diseñada para evadir reglas injustas y absurdas.

Invitado a pasar un año en el instituto Wissenschaftskolleg de Berlín en el año 90, el antropólogo decidió pasar seis semanas anteriores al comienzo del curso en una granja colectiva en Alemania Oriental.

Una vez a la semana, Scott viajaba a Neubrandenburg, el pueblo más cercano, para tener un poco de contacto con el bullicio de una pequeña ciudad. Cada vez que llegaba allí se encontraba con la misma situación en las inmediaciones de la parada de los trenes.

“En el exterior de la estación había una importante intersección, o, en cualquier caso lo era en Neubrandenburg. Un tráfico bastante animado de peatones, coches y camiones controlados por un juego de semáforos circulaba durante el día. A finales de la tarde, sin embargo, el tráfico de vehículos prácticamente desaparecía, mientras que el tráfico de peatones que salían a disfrutar de la brisa nocturna se intensificaba. Entre las nueve y las diez de la noche, cincuenta o sesenta peatones, algunos de ellos un poco tocados por el alcohol, solían cruzar la calle en esa intersección. Los temporizadores de los semáforos estaban programados, supongo, para el tráfico de vehículos de mediodía. Una y otra vez, cincuenta o sesenta personas esperaban pacientemente en la esquina de la calle a que el semáforo cambiara a su favor: cuatro minutos, cinco, tal vez incluso más tiempo. Parecía una eternidad”, cuenta en un capítulo de su libro Elogio del Anarquismo (Crítica).

Todo esto sucedía a pesar de que se podía observar una recta de más de un kilómetro en cada dirección en la que se podía discernir si venía un vehículo o no. Las pocas personas que se atrevieron a cruzar en las dos horas de observación que Scott empleó fueron recibidos con reprimendas y silbidos de los allí presentes.

El académico estadounidense empezó a tener sentimientos encontrados sobre el acto de cruzar en rojo. “Me costaba reunir el valor necesario para el sencillo acto de cruzar una calle ante la desaprobación general, y lo poco que parecían pesar mis convicciones racionales frente a la presión de las reprimendas de los otros. Cruzar la calle a grandes y audaces zancadas fingiendo convicción causaba una mayor impresión, quizá, pero exigía más valor del que yo, en general, podía reunir”.

“Como modelo de justificar mi conducta empecé a ensayar un breve discurso que imaginaba pronunciando en alemán perfecto: ‘Saben, a ustedes, y en especial a sus abuelos, les hubiera venido bien tener un espíritu algo más transgresor. Algún día se les pedirá que, en nombre de la justicia y de la razón, infrinjan una ley más importante, y todo dependerá de que lo hagan. Tienen que estar preparados. ¿Cómo se van a preparar para ese día en el que la transgresión importe de verdad? Tiene ustedes que estar ‘en forma’”.

Scott llegó a la conclusión que lo que necesitaban los habitantes de este pueblo era un poco de “gimnasia anarquista”. Desde entonces se aplica la máxima de intentar infringir una ley o regla cada día, por muy pequeña que sea, para mantenerse en forma.

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“Infrinjan cada día alguna ley trivial que no tiene sentido, aunque solo sea cruzar la calle en rojo. Utilicen su propia mente y decidan si la ley es justa o razonable. De este modo, se mantendrán en forma, y cuando llegue el gran día, estarán preparados”.

Así resume James C. Scott su particular Gimnasia Anarquista, diseñada para evadir reglas injustas y absurdas.

Invitado a pasar un año en el instituto Wissenschaftskolleg de Berlín en el año 90, el antropólogo decidió pasar seis semanas anteriores al comienzo del curso en una granja colectiva en Alemania Oriental.

Una vez a la semana, Scott viajaba a Neubrandenburg, el pueblo más cercano, para tener un poco de contacto con el bullicio de una pequeña ciudad. Cada vez que llegaba allí se encontraba con la misma situación en las inmediaciones de la parada de los trenes.

“En el exterior de la estación había una importante intersección, o, en cualquier caso lo era en Neubrandenburg. Un tráfico bastante animado de peatones, coches y camiones controlados por un juego de semáforos circulaba durante el día. A finales de la tarde, sin embargo, el tráfico de vehículos prácticamente desaparecía, mientras que el tráfico de peatones que salían a disfrutar de la brisa nocturna se intensificaba. Entre las nueve y las diez de la noche, cincuenta o sesenta peatones, algunos de ellos un poco tocados por el alcohol, solían cruzar la calle en esa intersección. Los temporizadores de los semáforos estaban programados, supongo, para el tráfico de vehículos de mediodía. Una y otra vez, cincuenta o sesenta personas esperaban pacientemente en la esquina de la calle a que el semáforo cambiara a su favor: cuatro minutos, cinco, tal vez incluso más tiempo. Parecía una eternidad”, cuenta en un capítulo de su libro Elogio del Anarquismo (Crítica).

Todo esto sucedía a pesar de que se podía observar una recta de más de un kilómetro en cada dirección en la que se podía discernir si venía un vehículo o no. Las pocas personas que se atrevieron a cruzar en las dos horas de observación que Scott empleó fueron recibidos con reprimendas y silbidos de los allí presentes.

El académico estadounidense empezó a tener sentimientos encontrados sobre el acto de cruzar en rojo. “Me costaba reunir el valor necesario para el sencillo acto de cruzar una calle ante la desaprobación general, y lo poco que parecían pesar mis convicciones racionales frente a la presión de las reprimendas de los otros. Cruzar la calle a grandes y audaces zancadas fingiendo convicción causaba una mayor impresión, quizá, pero exigía más valor del que yo, en general, podía reunir”.

“Como modelo de justificar mi conducta empecé a ensayar un breve discurso que imaginaba pronunciando en alemán perfecto: ‘Saben, a ustedes, y en especial a sus abuelos, les hubiera venido bien tener un espíritu algo más transgresor. Algún día se les pedirá que, en nombre de la justicia y de la razón, infrinjan una ley más importante, y todo dependerá de que lo hagan. Tienen que estar preparados. ¿Cómo se van a preparar para ese día en el que la transgresión importe de verdad? Tiene ustedes que estar ‘en forma’”.

Scott llegó a la conclusión que lo que necesitaban los habitantes de este pueblo era un poco de “gimnasia anarquista”. Desde entonces se aplica la máxima de intentar infringir una ley o regla cada día, por muy pequeña que sea, para mantenerse en forma.

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Opiniones 23
  • Totalmente de acuerdo, de ahí que todo hijo de vecino con nómina de 800€ si puede evitarse el IVA de una chapucilla lo haga viendo que grandes fortunas y empresas apenas pagan impuestos..

    • Con tu conclusión “anarquista”, esta claro que España es un Estado totalmente Anárquico. Así van las cosas.

  • Seguramente Scott hubiese sacado una conclusión completamente distinta si hubiese pasado seis semanas en España en lugar de en Alemania Oriental.

  • Por favor, si alguien cruza el semáforo en rojo, que no lo haga cuando circule yo en mi coche por ahí mismo. Aunque la injusta leiy me acusara como responsable de homicidio, aviso que no pienso pagar indemnización alguna. Soy anarquista convencido y no acataré la norma. En este aspecto, estoy muy en forma, aviso.

    • Pobrecito Xavi que no sabe leer:
      “Una y otra vez, cincuenta o sesenta personas esperaban pacientemente en la esquina de la calle a que el semáforo cambiara a su favor: cuatro minutos, cinco, tal vez incluso más tiempo. Parecía una eternidad”
      Todo esto sucedía a pesar de que se podía observar una recta de más de un kilómetro en cada dirección en la que se podía discernir si venía un vehículo o no”

      • Si se leer majete. No me siento un borrego si tengo que esperarme unos minutillos en un semáforo, no tengo ese complejo como tu.

    • Ahora en serio, opino que es enfermizo interpretar las leyes como simbolos de represión, injusticia o absurdidad. Siempre hay una minoria esnob que pone en duda el sentido comun de la mayoría, y si alguna norma debe rectificarse, se cambia y punto. Pero no necesariamente mediante la desobediencia civil.

      • ¡Es enfermiza la desobediencia civil! Rosa Parks no debería haberse levantado del asiento y deberíamos tolerar todos los abusos que se están perpetrando en este país. De todas maneras, para que reflexionar y pensar un poco, mucho mejor dar una respuesta reaccionaria y quedarse solo con la superficie…

        • Es que no se levanto del asiento, y por eso consiguio los derechos de los negros (y de las mujeres) en los EE.UU.

      • te invito a que leas todo el libro de “elogio al anarquismo”, lo que intenta explicar J. Scott es la continuacion de su libro ” los dominados y el arte de la resistencia”, y nos presenta las maneras en que la gente suele enmascararse mediante el discurso publico, su discurso oculto en contra del sector dominado (infrapolitica). Scott intenta explicar que la gimnasia anarquista es una manera de juzgar la logica de diferentes perspectivas estandarizadas que propone “el estado” (digamoslo asi) estas perspectivas estandarizadas no son mas que modos homogéneos de intentar controlar las diferentes formas complejas que tienen los seres humanos en su vida cotidiana. (scott pone el ejemplo de la ciudad ford y de el cultivo intensivo en la agricultura) es por eso que los conflictos en desobediencia civil se llegan a dar a manera de resistir de una manera digamos pasiva (por no decir revolucionaria) en determinados aspectos de la vida cotidiana. Es por esto que te invito a leer, yo aun voy por la mitad asi que no me parece tan mal libro.

        • Perdon lo de resistencia pasiva es un modo estrategico de resistir al dominio sin ser radicales, como se dio con las pseudo revoluciones que se caracterizaban por su “organizacion” (una forma fácil de controlar por el sector dominante), en cambio la anarquia suele ser una forma dificil de controlar, aunque suele ser tratado con formas de clientelismo, perooo eso es otro temaa.

      • Y a mi me parece igualmente enfermizo creer que las leyes son una representación del “sentido común de la mayoría”.

  • Me causa gracia porque este dónde este (vivo en Barcelona), no suelo cruzar cuando el semáforo está rojo y que no viene ningún coche. Bueno, a veces sí, si tengo visibilidad. Pero es que me da miedo, simplemente. A veces surge una bici súper silenciosa que no había visto o viene un coche de otra dirección que no te esperabas. Yo aprovecho estas pausas para levantar la vista y mirar a mi alrededor. Si tengo prisa claro que no pero por lo general, espero y me entretengo. Mi novio no lo aguanta, él es especialista en detectar los cruces verdes para ir avanzando. A parte de eso, me ha gustado eso de infringir una pequeña ley al día.

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