21 de diciembre 2015    /   ENTRETENIMIENTO
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Kadar Cubes: la lucha por la individualidad en la arquitectura comunista hĂșngara

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Ese estilo de construcción gris, triste, de ångulos rectos, eso que todo el mundo conoce como arquitectura comunista, hoy en día estå tachada como deshumanizada, fea y aburrida. Para muchos es el ejemplo de lo poco que puede dar de sí la arquitectura, una vulgar solución barata para proporcionar viviendas a los trabajadores sin un solo detalle personalizado. Y créanme, los que fueron testigos de la construcción de estas moles en los países del Este experimentaron el mismo rechazo. Incluso mås.

Uno de esos lugares es HungrĂ­a, aunque su tipo de edificio comunista mĂĄs recordado no estĂĄ en las ciudades, sino en el campo. Se trata de los ‘Kadar-Cubes’, llamados asĂ­ en honor al presidente Janos Kadar. Eran literalmente ‘cubos’ para solucionar el problema de la vivienda en el campo. HacĂ­an falta tantas casas que el gobierno permitiĂł que los ciudadanos pudieran levantar sus propios ‘cubos’ siguiendo los estrictos estĂĄndares de uniformidad que mandaba la ley. Dictaron cada medida, el tamaño de las puertas, las dimensiones de la ventana pero no se pronunciaron sobre el color que debĂ­an tener. Y lo que ocurriĂł es que la HungrĂ­a rural se llenĂł de viviendas con gamas cromĂĄticas increĂ­bles.

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La fotógrafa Katharina Roters pasó una década fotografiando estos hogares y reunió todas las imågenes en un libro, Hungarian Cubes. El origen de estas viviendas se remonta a los años 20, donde ya fueron consideradas viviendas de calidad y económicas. Pero no fue hasta los años 60 y 70, en pleno periodo socialista, cuando sustituyeron la arquitectura tradicional en las zonas rurales.

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La proliferaciĂłn de este modelo de vivienda no fue del todo negativo. «Que los Cubos acabaran con la arquitectura tradicional fue traumĂĄtico, porque eso simbolizaba los profundos cambios sociales y culturales que experimentĂł la sociedad hĂșngara por la fuerza en aquella Ă©poca. Sin embargo, tambiĂ©n hay que tener en cuenta que supusieron una gran modernizaciĂłn del campo, todas tenĂ­an agua, baño y caldera. Las zonas rurales hĂșngaras todavĂ­a en la II Guerra Mundial eran zonas muy pobres que no conocĂ­an ese nivel de vida», explica Roters.

Durante la posguerra, todos los paĂ­ses tras el telĂłn de acero orientaron su economĂ­a hacia la producciĂłn industrial y a la vivienda. Pero el problema de HungrĂ­a fue que el estado no podĂ­a hacer frente por sĂ­ mismo al grave dĂ©ficit de casas que sufrĂ­a el paĂ­s. El plan maestro inicial de los comunistas hĂșngaros no tuvo el Ă©xito esperado y llegĂł un momento en el que la Ășnica soluciĂłn realista era permitir la construcciĂłn privada en las ĂĄreas rurales con una fuerte regulaciĂłn.

cubos-interior

El estado temía a las viviendas individuales. Los «cubos», rodeados por un jardín, para los comunistas representaba un peligro porque el trabajador podría aislarse de la comunidad y convertirse en una especie de «individuo detrås de la valla». El propio concepto de vivienda individual les sonaba a algo puramente capitalista.

La legislaciĂłn tratĂł de controlar hasta el Ășltimo detalle. Los materiales que se podĂ­an usar estaban estipulados previamente; los planos, estandarizados para todos igual. Pero el desarrollo de la «autoconstrucciĂłn» significĂł un crecimiento exponencial de los ‘cubos’ en pocos meses, tan rĂĄpido que el estado no pudo controlarlo.

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El crecimiento coincidiĂł con la Ă©poca del llamado ‘comunismo gulash’ (guiso), cuando en HungrĂ­a hubo una relajaciĂłn general del rĂ©gimen respecto a los años estalinistas, que culminaron con la traumĂĄtica invasiĂłn soviĂ©tica del paĂ­s en el 56. SegĂșn Katharina, «en el periodo del ‘comunismo gulash’ se produjo una extraña alianza entre un estado socialista represivo y un pequeño espacio para la individualidad y la libertad».

De modo que los ciudadanos obedecieron al estado, pero por la Ășnica grieta que habĂ­a en la legislaciĂłn, la ornamentaciĂłn de las casas, escapĂł toda su creatividad. Utilizaron la tĂ©cnica del esgrafiado. Alguien empleĂł unos moldes para hacer unos dibujos geomĂ©tricos y la idea se extendiĂł como la pĂłlvora. Los vecinos intercambiaban los moldes incesantemente, los modificaban y expresaban asĂ­ sus propias ideas artĂ­sticas en las fachadas de sus casas. Incluso hoy, cuenta Katharina, en alguna tienda te puedes encontrar los viejos moldes para hacer los dibujos.

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Katharina ya habĂ­a vivido en ErevĂĄn, Armenia, y habĂ­a descubiertos mĂșltiples formas de creatividad en la arquitectura socialista. TambiĂ©n estuvo en Taskent, UzbekistĂĄn, y cuando llegĂł a HungrĂ­a seguĂ­a buscando lo mismo. La sorpresa llegĂł cuando descubriĂł que la individualidad de cada casa databa del mismo año de construcciĂłn de las viviendas. No llegaron mĂĄs adelante con la desapariciĂłn del estado comunista.

ParadĂłjicamente, a dĂ­a de hoy la fuerza simbĂłlica de los ‘cubos’ se ha desinflado bastante: «El problema es que en la actualidad estas casas se asocian con todo el periodo comunista y digamos que eso no es un recuerdo muy agradable para la gente. AdemĂĄs, en un periodo tan nacionalista como el que se estĂĄ viviendo actualmente, se perciben como el sĂ­mbolo del cambio social forzoso, como aquello que redefiniĂł la arquitectura rural del paĂ­s. Para la gente detrĂĄs de los ‘cubos’ hay como cierto periodo traumĂĄtico al que no quiere volver la vista. De hecho, a la mayorĂ­a de los hĂșngaros no les gustan, lo ven como algo kitsch, no creen que tenga ningĂșn valor ni artĂ­stico ni social. Ni siquiera lo consideran arte popular aunque lo es sin duda».

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Y ademås, no es un caso de embellecimiento de una ciudad, como pudieron ser las casas de colores de Tirana del alcalde Edi Rama, actual primer ministro albanés, sino que, en palabras de Katharina, «esta es la historia de la formación de una nueva sociedad que necesitaba una nueva expresión, un código nuevo».

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Ese estilo de construcción gris, triste, de ångulos rectos, eso que todo el mundo conoce como arquitectura comunista, hoy en día estå tachada como deshumanizada, fea y aburrida. Para muchos es el ejemplo de lo poco que puede dar de sí la arquitectura, una vulgar solución barata para proporcionar viviendas a los trabajadores sin un solo detalle personalizado. Y créanme, los que fueron testigos de la construcción de estas moles en los países del Este experimentaron el mismo rechazo. Incluso mås.

Uno de esos lugares es HungrĂ­a, aunque su tipo de edificio comunista mĂĄs recordado no estĂĄ en las ciudades, sino en el campo. Se trata de los ‘Kadar-Cubes’, llamados asĂ­ en honor al presidente Janos Kadar. Eran literalmente ‘cubos’ para solucionar el problema de la vivienda en el campo. HacĂ­an falta tantas casas que el gobierno permitiĂł que los ciudadanos pudieran levantar sus propios ‘cubos’ siguiendo los estrictos estĂĄndares de uniformidad que mandaba la ley. Dictaron cada medida, el tamaño de las puertas, las dimensiones de la ventana pero no se pronunciaron sobre el color que debĂ­an tener. Y lo que ocurriĂł es que la HungrĂ­a rural se llenĂł de viviendas con gamas cromĂĄticas increĂ­bles.

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La fotógrafa Katharina Roters pasó una década fotografiando estos hogares y reunió todas las imågenes en un libro, Hungarian Cubes. El origen de estas viviendas se remonta a los años 20, donde ya fueron consideradas viviendas de calidad y económicas. Pero no fue hasta los años 60 y 70, en pleno periodo socialista, cuando sustituyeron la arquitectura tradicional en las zonas rurales.

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La proliferaciĂłn de este modelo de vivienda no fue del todo negativo. «Que los Cubos acabaran con la arquitectura tradicional fue traumĂĄtico, porque eso simbolizaba los profundos cambios sociales y culturales que experimentĂł la sociedad hĂșngara por la fuerza en aquella Ă©poca. Sin embargo, tambiĂ©n hay que tener en cuenta que supusieron una gran modernizaciĂłn del campo, todas tenĂ­an agua, baño y caldera. Las zonas rurales hĂșngaras todavĂ­a en la II Guerra Mundial eran zonas muy pobres que no conocĂ­an ese nivel de vida», explica Roters.

Durante la posguerra, todos los paĂ­ses tras el telĂłn de acero orientaron su economĂ­a hacia la producciĂłn industrial y a la vivienda. Pero el problema de HungrĂ­a fue que el estado no podĂ­a hacer frente por sĂ­ mismo al grave dĂ©ficit de casas que sufrĂ­a el paĂ­s. El plan maestro inicial de los comunistas hĂșngaros no tuvo el Ă©xito esperado y llegĂł un momento en el que la Ășnica soluciĂłn realista era permitir la construcciĂłn privada en las ĂĄreas rurales con una fuerte regulaciĂłn.

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El estado temía a las viviendas individuales. Los «cubos», rodeados por un jardín, para los comunistas representaba un peligro porque el trabajador podría aislarse de la comunidad y convertirse en una especie de «individuo detrås de la valla». El propio concepto de vivienda individual les sonaba a algo puramente capitalista.

La legislaciĂłn tratĂł de controlar hasta el Ășltimo detalle. Los materiales que se podĂ­an usar estaban estipulados previamente; los planos, estandarizados para todos igual. Pero el desarrollo de la «autoconstrucciĂłn» significĂł un crecimiento exponencial de los ‘cubos’ en pocos meses, tan rĂĄpido que el estado no pudo controlarlo.

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El crecimiento coincidiĂł con la Ă©poca del llamado ‘comunismo gulash’ (guiso), cuando en HungrĂ­a hubo una relajaciĂłn general del rĂ©gimen respecto a los años estalinistas, que culminaron con la traumĂĄtica invasiĂłn soviĂ©tica del paĂ­s en el 56. SegĂșn Katharina, «en el periodo del ‘comunismo gulash’ se produjo una extraña alianza entre un estado socialista represivo y un pequeño espacio para la individualidad y la libertad».

De modo que los ciudadanos obedecieron al estado, pero por la Ășnica grieta que habĂ­a en la legislaciĂłn, la ornamentaciĂłn de las casas, escapĂł toda su creatividad. Utilizaron la tĂ©cnica del esgrafiado. Alguien empleĂł unos moldes para hacer unos dibujos geomĂ©tricos y la idea se extendiĂł como la pĂłlvora. Los vecinos intercambiaban los moldes incesantemente, los modificaban y expresaban asĂ­ sus propias ideas artĂ­sticas en las fachadas de sus casas. Incluso hoy, cuenta Katharina, en alguna tienda te puedes encontrar los viejos moldes para hacer los dibujos.

09K

Katharina ya habĂ­a vivido en ErevĂĄn, Armenia, y habĂ­a descubiertos mĂșltiples formas de creatividad en la arquitectura socialista. TambiĂ©n estuvo en Taskent, UzbekistĂĄn, y cuando llegĂł a HungrĂ­a seguĂ­a buscando lo mismo. La sorpresa llegĂł cuando descubriĂł que la individualidad de cada casa databa del mismo año de construcciĂłn de las viviendas. No llegaron mĂĄs adelante con la desapariciĂłn del estado comunista.

ParadĂłjicamente, a dĂ­a de hoy la fuerza simbĂłlica de los ‘cubos’ se ha desinflado bastante: «El problema es que en la actualidad estas casas se asocian con todo el periodo comunista y digamos que eso no es un recuerdo muy agradable para la gente. AdemĂĄs, en un periodo tan nacionalista como el que se estĂĄ viviendo actualmente, se perciben como el sĂ­mbolo del cambio social forzoso, como aquello que redefiniĂł la arquitectura rural del paĂ­s. Para la gente detrĂĄs de los ‘cubos’ hay como cierto periodo traumĂĄtico al que no quiere volver la vista. De hecho, a la mayorĂ­a de los hĂșngaros no les gustan, lo ven como algo kitsch, no creen que tenga ningĂșn valor ni artĂ­stico ni social. Ni siquiera lo consideran arte popular aunque lo es sin duda».

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Y ademås, no es un caso de embellecimiento de una ciudad, como pudieron ser las casas de colores de Tirana del alcalde Edi Rama, actual primer ministro albanés, sino que, en palabras de Katharina, «esta es la historia de la formación de una nueva sociedad que necesitaba una nueva expresión, un código nuevo».

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Opiniones 6
  • Vaya cosas que lee uno. ÂżAsi que los comunistas (los que tantas veces se ha dicho en occidente que nos lo quitarian todo), buscaban soluciones al problema de la vivienda. Mientras los partidos de la democracia neoliberal van buscando la solucion a tantos deshaucios pendientes, para deshauciar mas y mejor, y con ello, agravar enormemente el problema de la vivienda.
    Bueno, han vuelto a ganar PP y PSOE… y la gente es sabia y sabe lo que elige.

  • He visto muchos barrios de clase baja y media baja en muchas ciudades españolas donde las casas (pisos) son mĂĄs uniformes y mĂĄs feos que las casas de este reportaje.

  • O la informaciĂłn es tendenciosa, o alguien no ha entendido nada.
    La imposiciĂłn de unas formas, medidas, volĂșmenes, materiales y estilos constructivos en las viviendas rurales hĂșngaras se hizo, precisamente, para evitar la proliferaciĂłn de edificios disparatados, que pudieran atentar contra el paisaje o servir para establecer desigualdades sociales y culturales.
    Es decir, lo que precisamente ocurrió en los países capitalistas durante el boom inmobiliario de los años 70, o mås recientemente, en España.
    La autora tendrĂ­a en este paĂ­s mucho material para hacer otro libro, con los desastres arquitectĂłnicos y urbanĂ­sticos que se edificaron recientemente.

  • Arquitectura comunista? Yo veo arquitectura moderna. Arquitectura limpia, funcional, neutra, arquitectura a escala humana, que celebra al hombre. Pretender belleza, ornamento y tĂ©cnicas tradicionales habla de ignorancia y poca capacidad de adaptaciĂłn a los contextos histĂłricos, sociales y sobretodo tecnolĂłgicos.

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