Llevaba tiempo queriendo escribir algo sobre la poesía contemporánea. Quería contar algo así como que la poesía no es aquello que nos hacían leer en el colegio o en el instituto. Estoy acostumbrado a que cuando le cuento a alguien que escribo poesía, me conteste: «No leo mucha, no me gusta».
Frente a esto hay un arma que nunca falla: «Lee algo contemporáneo. Garcilaso lleva muerto muchos años y, a mí, Becquer también me resulta un brasas con las golondrinas y esas cosas». Vale, reconozco que en realidad suelo ser más amable y conciliador.
El caso es que no daba con el argumento definitivo para el artículo. Cierto es que la poesía contemporánea nada tiene que ver (o muy poco) con los sonetos, con las golondrinas o incluso con la luna de la que hablaba Lorca todo el rato. Al contrario. La poesía contemporánea, la buena al menos, suele tratar de aquello que nos sucede, nos ha sucedido o nos sucederá.
Sin querer meterme en un discurso que aburra al personal sobre las cualidades estéticas o sobre lo edificante para el espíritu que resulta el arte y el conocimiento, pensé en Luis Alberto de Cuenca, que nunca falla.
EL DESAYUNO
Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».
Nada que ver con Garcilaso, salvo los endecasílabos, claro. Y como decía, algo que nos ha sucedido o que nos gustaría que nos sucediese sin duda. Pero un ejemplo no es un argumento y seguía sin encontrar una razón sobre la que sostener que la poesía contemporánea puede ser tanto o más interesante que la narrativa. Que un autor que escriba poesía hoy podría vender tanto o más que otro que escriba novela histórica o manuales de autoayuda.
Recordé entonces Postpoesía (Anagrama, 2009), de Agustín Fernández Mallo. En este ensayo, Agustín plantea la siguiente tesis: la poesía es la única expresión artística que no ha sufrido la revolución de lo abstracto, que no ha roto con lo formal. De ahí su decadencia y su distanciamiento del público y la realidad. Él expone que la revolución de la poesía contemporánea puede hallarse en relacionarla con la ciencia pura: matemáticas, física…
La verdad es que yo no lo veo. Conozco casos de autores como Jesús Malia que han relacionado con mucho tino ambos mundos –letras y números– aunque no del modo en que lo plantea Fernández Mallo, que si yo no entendí mal, plantea potenciar la capacidad poética de la propia notación científica. Es decir, que incluso una fórmula matemática podría o debería ser un poema porque hoy la poesía textual está obsoleta.
Entiendo y comparto el planteamiento pero me quedo con Jesús Malia. Sirva como ejemplo la antología que él mismo dirigió P(i)oetas, primera antología de poesía con matemáticas (Ed. Amargord 2011) y en la que también se encuentran obras de Fernández Mallo. Lo que está claro es que la poesía debería jugar en una liga superior. Parece cierto que existe un distanciamiento de gran parte de los lectores y la poesía.
En mi opinión, quizá se trate más de la mala fama (en ocasiones merecida) que tienen la poesía y los poetas: la poesía, porque la mayoría de nosotros arrastramos el mal recuerdo de vernos obligados a leer durante nuestros años de estudiantes obras y autores que nada tenían que ver con nosotros; los poetas, porque (en ocasiones también) han abusado del almíbar y del amaneramiento. Creo que en este caso, y si aún se puede hacer algo por recuperar la poesía, la solución esté más en el medio que en la forma o el contenido. Recientemente, la poeta Rocío Álvarez Albizuri ha publicado su tercer poemario, Ceremonia Animal (Bartleby Ed. 2014) y ha dado con el medio. Ceremonia Animal es un poemario al uso. Mejor dicho, uno excelente, pero quiero decir que no deja de ser un libro con sus tapas, sus hojas y su texto. Hasta ahí todo normal. Pero Rocío ha dado un paso más y ha decidido acompañarlo de una app.
La aplicación de Ceremonia Animal, de descarga gratuita para iPad, permite no solo la lectura de todo el contenido del libro, sino además, amplía la experiencia más allá del texto con la inclusión de videopoemas sobre los propios textos de Rocío Álvarez Albizuri. No se trata de un poemario en formato electrónico. Es un entorno que excede lo que conocemos hasta ahora como libro, bien sea en papel o digital, y que cuenta con una entidad propia y un lenguaje gráfico y textual autónomo. Probablemente ese sea el medio. El desconocimiento de algo suele ser habitualmente el motivo de la desafección hacia ese algo y la integración con las tecnologías es el camino adecuado para romper ese desconocimiento.
Es un intento, es un experimento. Ya veremos si el tiempo le da la razón a Rocío y en un futuro todos le debemos algo. Por si acaso y de momento, leamos su libro y descarguemos su aplicación. Veamos si eso, además de bello y novedoso, es un argumento para la poesía.
Llevaba tiempo queriendo escribir algo sobre la poesía contemporánea. Quería contar algo así como que la poesía no es aquello que nos hacían leer en el colegio o en el instituto. Estoy acostumbrado a que cuando le cuento a alguien que escribo poesía, me conteste: «No leo mucha, no me gusta».
Frente a esto hay un arma que nunca falla: «Lee algo contemporáneo. Garcilaso lleva muerto muchos años y, a mí, Becquer también me resulta un brasas con las golondrinas y esas cosas». Vale, reconozco que en realidad suelo ser más amable y conciliador.
El caso es que no daba con el argumento definitivo para el artículo. Cierto es que la poesía contemporánea nada tiene que ver (o muy poco) con los sonetos, con las golondrinas o incluso con la luna de la que hablaba Lorca todo el rato. Al contrario. La poesía contemporánea, la buena al menos, suele tratar de aquello que nos sucede, nos ha sucedido o nos sucederá.
Sin querer meterme en un discurso que aburra al personal sobre las cualidades estéticas o sobre lo edificante para el espíritu que resulta el arte y el conocimiento, pensé en Luis Alberto de Cuenca, que nunca falla.
EL DESAYUNO
Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».
Nada que ver con Garcilaso, salvo los endecasílabos, claro. Y como decía, algo que nos ha sucedido o que nos gustaría que nos sucediese sin duda. Pero un ejemplo no es un argumento y seguía sin encontrar una razón sobre la que sostener que la poesía contemporánea puede ser tanto o más interesante que la narrativa. Que un autor que escriba poesía hoy podría vender tanto o más que otro que escriba novela histórica o manuales de autoayuda.
Recordé entonces Postpoesía (Anagrama, 2009), de Agustín Fernández Mallo. En este ensayo, Agustín plantea la siguiente tesis: la poesía es la única expresión artística que no ha sufrido la revolución de lo abstracto, que no ha roto con lo formal. De ahí su decadencia y su distanciamiento del público y la realidad. Él expone que la revolución de la poesía contemporánea puede hallarse en relacionarla con la ciencia pura: matemáticas, física…
La verdad es que yo no lo veo. Conozco casos de autores como Jesús Malia que han relacionado con mucho tino ambos mundos –letras y números– aunque no del modo en que lo plantea Fernández Mallo, que si yo no entendí mal, plantea potenciar la capacidad poética de la propia notación científica. Es decir, que incluso una fórmula matemática podría o debería ser un poema porque hoy la poesía textual está obsoleta.
Entiendo y comparto el planteamiento pero me quedo con Jesús Malia. Sirva como ejemplo la antología que él mismo dirigió P(i)oetas, primera antología de poesía con matemáticas (Ed. Amargord 2011) y en la que también se encuentran obras de Fernández Mallo. Lo que está claro es que la poesía debería jugar en una liga superior. Parece cierto que existe un distanciamiento de gran parte de los lectores y la poesía.
En mi opinión, quizá se trate más de la mala fama (en ocasiones merecida) que tienen la poesía y los poetas: la poesía, porque la mayoría de nosotros arrastramos el mal recuerdo de vernos obligados a leer durante nuestros años de estudiantes obras y autores que nada tenían que ver con nosotros; los poetas, porque (en ocasiones también) han abusado del almíbar y del amaneramiento. Creo que en este caso, y si aún se puede hacer algo por recuperar la poesía, la solución esté más en el medio que en la forma o el contenido. Recientemente, la poeta Rocío Álvarez Albizuri ha publicado su tercer poemario, Ceremonia Animal (Bartleby Ed. 2014) y ha dado con el medio. Ceremonia Animal es un poemario al uso. Mejor dicho, uno excelente, pero quiero decir que no deja de ser un libro con sus tapas, sus hojas y su texto. Hasta ahí todo normal. Pero Rocío ha dado un paso más y ha decidido acompañarlo de una app.
La aplicación de Ceremonia Animal, de descarga gratuita para iPad, permite no solo la lectura de todo el contenido del libro, sino además, amplía la experiencia más allá del texto con la inclusión de videopoemas sobre los propios textos de Rocío Álvarez Albizuri. No se trata de un poemario en formato electrónico. Es un entorno que excede lo que conocemos hasta ahora como libro, bien sea en papel o digital, y que cuenta con una entidad propia y un lenguaje gráfico y textual autónomo. Probablemente ese sea el medio. El desconocimiento de algo suele ser habitualmente el motivo de la desafección hacia ese algo y la integración con las tecnologías es el camino adecuado para romper ese desconocimiento.
Es un intento, es un experimento. Ya veremos si el tiempo le da la razón a Rocío y en un futuro todos le debemos algo. Por si acaso y de momento, leamos su libro y descarguemos su aplicación. Veamos si eso, además de bello y novedoso, es un argumento para la poesía.
En mi opinión, la poesía está tan distante del público porque, digamos, es de las pocas expresiones culturales que ha mantenido su naturaleza “intelectual”, es decir, no se ha vulgarizado, como ha hecho el cine (el verdadero buen cine sigue distante del público), la música o el resto de literaturas (la prosa o el teatro). No tengo nada en contra de la cultura de masas, pero no creo que la poesía (verdadera frontera de los límites de la lengua y los límites del pensamiento abstracto) pueda vulgarizarse sin perder la “intelectualidad”. Al fin y al cabo, en verdad nunca ha sido popular. Me ha encantado ver un post sobre poesía, muchas gracias.
Existe poesía que se quiere mantener distante del público y existe poesía que quiere y necesita público, o al cabo, gente que esté dispuesta a entenderla, leerla y compartirla. Personalmente yo estoy más por esta segunda.
No soy un exhibicionista, pero me reconforta saber que cuando voy a dar una lectura o cuando publico un poemario va a haber alguien al otro lado.
Una expresión artística -la que sea- sin receptores, está condenada a la desaparición.
Yo añadiría -especialmente para aquellos que piensen en la poesía como un género ñoño que trata básicamente sobre el amor y especialmente sobre el desamor- que la poesía es una forma distinta de abordar mil temas, desde la amistad a la muerte, pasando por los pequeños relatos o la crítica política, por poner algunos ejemplos.
Pero sobre todo tiene la capacidad de crear un vínculo especial con el autor. Cuando lees poesía estás compartiendo los pensamientos más íntimos del escritor, y en según que casos, meterte en la cabeza de alguno de estos genios es un lujo que la prosa tradicional no suele ofrecer.
Un libro buenísimo para meterle mano al asunto es Poesía para los que leen prosa, de Miguel Munárriz. Me he acordado porque el poema de Luis Alberto de Cuenca que citáis arriba está incluido también como ejemplo de buena poesía contemporánea. Yo descubrí ahí al poeta asturiano Ángel González, así que estoy en deuda.
Y llegados a este punto no me puedo resistir y añado unas líneas de Javier Krahe, para que nadie diga que ya no se hacen buenas rimas…
No es mano de Elena
No es mano de Irene
Es mi mano en pena
Es mi mano en pene
Pero me entretiene, pero me entretiene.
Gracias por el artículo, Me encantó. Y el poema delicioso. 🙂
En mi opinión, la poesía está tan distante del público porque, digamos, es de las pocas expresiones culturales que ha mantenido su naturaleza “intelectual”, es decir, no se ha vulgarizado, como ha hecho el cine (el verdadero buen cine sigue distante del público), la música o el resto de literaturas (la prosa o el teatro). No tengo nada en contra de la cultura de masas, pero no creo que la poesía (verdadera frontera de los límites de la lengua y los límites del pensamiento abstracto) pueda vulgarizarse sin perder la “intelectualidad”. Al fin y al cabo, en verdad nunca ha sido popular. Me ha encantado ver un post sobre poesía, muchas gracias.
Existe poesía que se quiere mantener distante del público y existe poesía que quiere y necesita público, o al cabo, gente que esté dispuesta a entenderla, leerla y compartirla. Personalmente yo estoy más por esta segunda.
No soy un exhibicionista, pero me reconforta saber que cuando voy a dar una lectura o cuando publico un poemario va a haber alguien al otro lado.
Una expresión artística -la que sea- sin receptores, está condenada a la desaparición.
cómo pones, yorokobu.
He pensado en ti Jöel cuando leia el articulo
Yo añadiría -especialmente para aquellos que piensen en la poesía como un género ñoño que trata básicamente sobre el amor y especialmente sobre el desamor- que la poesía es una forma distinta de abordar mil temas, desde la amistad a la muerte, pasando por los pequeños relatos o la crítica política, por poner algunos ejemplos.
Pero sobre todo tiene la capacidad de crear un vínculo especial con el autor. Cuando lees poesía estás compartiendo los pensamientos más íntimos del escritor, y en según que casos, meterte en la cabeza de alguno de estos genios es un lujo que la prosa tradicional no suele ofrecer.
Un libro buenísimo para meterle mano al asunto es Poesía para los que leen prosa, de Miguel Munárriz. Me he acordado porque el poema de Luis Alberto de Cuenca que citáis arriba está incluido también como ejemplo de buena poesía contemporánea. Yo descubrí ahí al poeta asturiano Ángel González, así que estoy en deuda.
Y llegados a este punto no me puedo resistir y añado unas líneas de Javier Krahe, para que nadie diga que ya no se hacen buenas rimas…
No es mano de Elena
No es mano de Irene
Es mi mano en pena
Es mi mano en pene
Pero me entretiene, pero me entretiene.
Gracias por el artículo, Me encantó. Y el poema delicioso. 🙂
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