27 de septiembre 2012    /   CIENCIA
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La promiscuidad, una cuestión de pelotas

27 de septiembre 2012    /   CIENCIA     por          
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Cuando el golfo golfista Tiger Woods puso en evidencia a la que todavía era su mujer, la espectacular modelo Elin Nordegren, poniéndole los cuernos delante de medio mundo, el multimillonario deportista llevó a cabo un ejercicio público de redención: ingresó en una clínica para tratarse la adicción al sexo. No funcionó, claro, y el matrimonio acabó naufragando entre las procelosas aguas del condicionamiento genético.

Mejor le hubiera ido al bueno del Tigre acogerse a la ā€˜clĆ”usula 13-14’ y echar la culpa al tamaƱo de sus atributos masculinos de su tendencia a perseguir faldas. Y no me refiero al hierro 5, sino a las pelotas que lo flanquean.

Según han averiguado los antropólogos, existe una relación directamente proporcional entre el tamaño relativo de los testículos de los primates y su promiscuidad. Los gorilas dominantes suelen disfrutar de un harén de 8 o 10 hembras. Para hacerse con semejante séquito, el gorila invierte en tamaño 200 kilos de músculo con los que espantar a cualquier otro macho amenazante. A cambio, sus testículos son ridículamente pequeños, apenas 35 gramos.

El gorila tiene garantizada la procreación, de modo que no necesita invertir en producir esperma. En el lado opuesto del espectro estĆ” el chimpancĆ©, una especie promiscua por naturaleza. Con solo 45 kilos de peso, sus testĆ­culos pesan 115 gramos. Los parientes de la mona Chita —que, por cierto, era un macho— viven en un continuo frenesĆ­ sexual: todos se aparean con todas, de modo que la competencia por dispersar los genes de cada individuo se produce dentro de la hembra, no fuera, como en el caso del gorila.

En esta tesitura, unos testículos mÔs grandes garantizan una mayor producción de semen y, por tanto, de crías.

ĀæY el hombre? EstĆ” en medio de la escala. Ni conozco ni tengo intención de averiguar el tamaƱo de los testĆ­culos de Tiger Woods, pero pesarĆ”n en torno a los 42 gramos —gramo arriba o abajo—, lo que pesan en cualquier hombre (el 0,05% del peso total). Esto significa que el macho humano se mueve entre dos tierras: busca relaciones estables pero tiene una querencia por las aventuras extramatrimoniales. Sucede que las estrategias reproductivas de hombres y mujeres son muy diferentes, lo que explicarĆ­a buena parte del ancestral desencuentro entre los sexos.

Los hombres producimos millones de espermatozoides, cada uno de los cuales busca potencialmente un óvulo que fecundar. Las mujeres solo producen un óvulo al mes y su perĆ­odo de gestación es de nueve meses (a los que hay que sumar varios aƱos mĆ”s de crianza). Su mejor apuesta para sacar adelante a la prole es apostar por un solo macho, a ser posible con recursos, como por ejemplo… Ā”Tiger Woods!

Pero nadie dijo que tener un buen par fuera gratis. Un estudio realizado por la Universidad de Syracuse concluyó que en las especies de murciélagos, en las que las hembras son promiscuas, los machos con los testículos mÔs grandes tienen los cerebros mÔs pequeños. En otras palabras, en su estrategia reproductiva, los machos cambiaron inteligencia por potencia sexual.

ĀæCuĆ”nta inteligencia se ha dejado el hombre en el camino para aumentar su Ć©xito con las mujeres? La respuesta a esta pregunta la puede encontrar el lector hojeando cualquier revista del corazón… u observando a su cĆ­rculo de amigos.

Ilustración: Juan Díaz Faes

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Cuando el golfo golfista Tiger Woods puso en evidencia a la que todavía era su mujer, la espectacular modelo Elin Nordegren, poniéndole los cuernos delante de medio mundo, el multimillonario deportista llevó a cabo un ejercicio público de redención: ingresó en una clínica para tratarse la adicción al sexo. No funcionó, claro, y el matrimonio acabó naufragando entre las procelosas aguas del condicionamiento genético.

Mejor le hubiera ido al bueno del Tigre acogerse a la ā€˜clĆ”usula 13-14’ y echar la culpa al tamaƱo de sus atributos masculinos de su tendencia a perseguir faldas. Y no me refiero al hierro 5, sino a las pelotas que lo flanquean.

Según han averiguado los antropólogos, existe una relación directamente proporcional entre el tamaño relativo de los testículos de los primates y su promiscuidad. Los gorilas dominantes suelen disfrutar de un harén de 8 o 10 hembras. Para hacerse con semejante séquito, el gorila invierte en tamaño 200 kilos de músculo con los que espantar a cualquier otro macho amenazante. A cambio, sus testículos son ridículamente pequeños, apenas 35 gramos.

El gorila tiene garantizada la procreación, de modo que no necesita invertir en producir esperma. En el lado opuesto del espectro estĆ” el chimpancĆ©, una especie promiscua por naturaleza. Con solo 45 kilos de peso, sus testĆ­culos pesan 115 gramos. Los parientes de la mona Chita —que, por cierto, era un macho— viven en un continuo frenesĆ­ sexual: todos se aparean con todas, de modo que la competencia por dispersar los genes de cada individuo se produce dentro de la hembra, no fuera, como en el caso del gorila.

En esta tesitura, unos testículos mÔs grandes garantizan una mayor producción de semen y, por tanto, de crías.

ĀæY el hombre? EstĆ” en medio de la escala. Ni conozco ni tengo intención de averiguar el tamaƱo de los testĆ­culos de Tiger Woods, pero pesarĆ”n en torno a los 42 gramos —gramo arriba o abajo—, lo que pesan en cualquier hombre (el 0,05% del peso total). Esto significa que el macho humano se mueve entre dos tierras: busca relaciones estables pero tiene una querencia por las aventuras extramatrimoniales. Sucede que las estrategias reproductivas de hombres y mujeres son muy diferentes, lo que explicarĆ­a buena parte del ancestral desencuentro entre los sexos.

Los hombres producimos millones de espermatozoides, cada uno de los cuales busca potencialmente un óvulo que fecundar. Las mujeres solo producen un óvulo al mes y su perĆ­odo de gestación es de nueve meses (a los que hay que sumar varios aƱos mĆ”s de crianza). Su mejor apuesta para sacar adelante a la prole es apostar por un solo macho, a ser posible con recursos, como por ejemplo… Ā”Tiger Woods!

Pero nadie dijo que tener un buen par fuera gratis. Un estudio realizado por la Universidad de Syracuse concluyó que en las especies de murciélagos, en las que las hembras son promiscuas, los machos con los testículos mÔs grandes tienen los cerebros mÔs pequeños. En otras palabras, en su estrategia reproductiva, los machos cambiaron inteligencia por potencia sexual.

ĀæCuĆ”nta inteligencia se ha dejado el hombre en el camino para aumentar su Ć©xito con las mujeres? La respuesta a esta pregunta la puede encontrar el lector hojeando cualquier revista del corazón… u observando a su cĆ­rculo de amigos.

Ilustración: Juan Díaz Faes

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Opiniones 6
  • Ā”quĆ© antiguo todo por favor!! te recomiendo leer “El principio era el sexo” y actualizar todos esos mitos de que el hombre no es monógamo y la mujer sĆ­. A nosotras nos gusta la calidad, la cantidad y la variedad tanto como a los hombres.

    • Tienes razón. En este artĆ­culo se encuentran mĆ”s mitos que en los libros de Cthulhu (cada vez que escribo este nombre me da hambre, me recuerda al Chucrut) pero estĆ” bien escrito que te cagas. Ā”Vaya crack!

      ĀæEstar bien escrito es suficiente? No se.

    • Efectivamente, May, a la mujer le gusta la cantidad y la variedad, LE GUSTA, pero el varón LA NECESITA por naturaleza. Esa es la diferencia. Una mujer puede no tener sexo si no quiere. Un hombre, sencillamente NO PUEDE NO QUERER TENER SEXO. Esto puede llevar a chistes o a pensamientos disparatados tradicionales como “siempre pensĆ”is en lo mismo, etc”. Nada mĆ”s lejos de la realidad, cada uno, hombres y mujeres tienen su propio ser interior, sus inquietudes, personalidad, etc, pero guste o no, para la mujer el sexo es mucho mĆ”s una o opción que una necesidad y para el hombre bĆ”sicamente es necesidad. Y nunca olvides que gracias a la promiscuidad masculina, tan natural como el viento, estamos todos aquĆ­. Si los varones ninguno hubiese sido promiscuo la humanidad llevarĆ­a extinta miles de aƱos. No debe parerecerte casualidad que en todas las especies, salvo algunas muy extraƱas, cada macho tenga un grupo de hembras para cubrirlas sexualmente y protegerlas, respetĆ”ndose cada uno las suyas. Significativo es que el varón tenga cientos de miles de millones de espermatozoides cada uno preparado para fecundar un óvulo y que la hembra tenga un óvulo, un huevecito que debe cuidar para seleccionar mediante una opción que ella le dĆ© al macho que mejor perciba… mĆ”s claro lo quieres? Nada de eso quita que un hombre pueda POR DECISIƓN PROPIA vivir en monogamia, y una mujer, claro. Pero quien lo haga debe tener presente siempre que estarĆ” constantemente luchando contra su propia biologĆ­a, sobre todo en el caso de los varones. Finalmente, lo de los murciĆ©lagos es media gilipollez. Nada tiene que ver los testĆ­culos con el cerebro ni el tamaƱo de uno u otro. El cerebro del hombre es mayor que el de la mujer y tiene mĆ”s neuronas, hay hombres con testĆ­culos grandes y otros pequeƱos, igual que narices, orejas, senos en la mujer, etc. Y por nada de eso se es mejor ni peor ni mĆ”s o menos inteligente, ni otras muchas cosas. Esto sĆ­ es razonar y sĆ­ que es moderno. Hay que saber lo que se lee, lo escriba quien lo escriba porque muchas veces las tonterĆ­as tambiĆ©n se escriben. Hasta los cientĆ­ficos pueden hacerlo. Saluditos.

  • Te imagino tomĆ”ndote caƱas con tus amigos machos ĀØdominantes” calculando el peso de vuestros testĆ­culos mientras las chicas de alrededor no os hacen caso.

    Despierta.

  • Uf, Sabina, Āæataque ad hominem? DebĆ­ haber firmado el texto como Marta Turmix.
    Mucho mÔs constructivas las aportaciones de May y Miyoto. Prometo leerme el libro y actualizar estas teorías, que no son mías, pobre corresponsal, sino de reputados antropólogos.
    Voy a tomarme unas caƱas con mis amigotes de lomo blanco.

  • Comentarios cerrados.