…y no lo consiguiĂ³. El destino es muy perro. Sobre todo si eres una rana y, un buen dĂa, te da por cruzar una calle neoyorquina repleta de trĂ¡fico. El creativo Tyler DeAngelo pensĂ³ que serĂa divertido que la rana (de mentira) reviviese viejas aventuras en la mĂ¡quina de arcade (la de verdad) pero con la peculiaridad de que la calle fuese la Quinta Avenida de Nueva York y el movimiento de los coches fuese en tiempo real.
A nuestros hijos les parecerĂ¡ un poco idiota pensar que pasĂ¡bamos las tardes intentando que un anfibio cruzase la carretera cuando lo realmente divertido es ver cĂ³mo la atropellan una y otra vez. Era asĂ y de eso hace 30 años. Ahora, Tyler DeAngelo ha revisado el juego y le ha puesto coches de verdad.
No ha habido final feliz ya que, esta misma tarde, el Smithsonian, ante la avalancha de peticiones reclamando la presencia del juego en la muestra, ha confirmado que el programa estaba cerrado y que no hay posibilidad de que el anfibio entre en el museo sin pagar entrada. La mĂ¡quina, por lo tanto, podrĂ¡ ser disfrutada Ăºnicamente en plena calle neoyorquina, donde puede ser utilizada ahora mismo.
…y no lo consiguiĂ³. El destino es muy perro. Sobre todo si eres una rana y, un buen dĂa, te da por cruzar una calle neoyorquina repleta de trĂ¡fico. El creativo Tyler DeAngelo pensĂ³ que serĂa divertido que la rana (de mentira) reviviese viejas aventuras en la mĂ¡quina de arcade (la de verdad) pero con la peculiaridad de que la calle fuese la Quinta Avenida de Nueva York y el movimiento de los coches fuese en tiempo real.
A nuestros hijos les parecerĂ¡ un poco idiota pensar que pasĂ¡bamos las tardes intentando que un anfibio cruzase la carretera cuando lo realmente divertido es ver cĂ³mo la atropellan una y otra vez. Era asĂ y de eso hace 30 años. Ahora, Tyler DeAngelo ha revisado el juego y le ha puesto coches de verdad.
No ha habido final feliz ya que, esta misma tarde, el Smithsonian, ante la avalancha de peticiones reclamando la presencia del juego en la muestra, ha confirmado que el programa estaba cerrado y que no hay posibilidad de que el anfibio entre en el museo sin pagar entrada. La mĂ¡quina, por lo tanto, podrĂ¡ ser disfrutada Ăºnicamente en plena calle neoyorquina, donde puede ser utilizada ahora mismo.
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