La reencarnación de los medios

”Yorokobu gratis en formato digital!
Decir que la industria periodĆstica ha cambiado mucho en menos de dĆ©cada y media no supone descubrirle Roma a nadie. La cuestión no es el cambio en sĆ, sino por quĆ© se produce y a quĆ© conduce. Y eso, claro, es mucho menos evidente.
La mayorĆa de anĆ”lisis al respecto hablan de internet como factor de cambio. Los teóricos de la comunicación hablan incluso de medios ātradicionalesā para referirse a todo lo anterior a internet y, de ahĆ en adelante, a los ānuevos mediosā. La dicotomĆa es peligrosa porque muchos interpretan unos como mejores que otros, cuando la cosa no va de eso.
Internet, sĆ, pero no solo
Pero, aunque internet es una parte fundamental en esta conversión de la prensa, quizĆ” no lo es por lo que se suele decir. Internet, sĆ, ha traĆdo la posibilidad de contar las cosas de una forma muy diferente: ahora todo es mĆ”s visual, se puede interactuar con la información, se le da al lector la posibilidad de configurar su propio guión de lectura, se rompe el orden secuencial fijo de las historias, se actualiza la información al momento⦠Hasta la audiencia funciona de forma diferente. Pero nada de eso explica el cambio tan profundo que se ha vivido en la estructura de las empresas mediĆ”ticas.
ĀæQue se informa de forma totalmente diferente? SĆ. ĀæQue se lee de forma diferente, en sitios diferentes y en entornos y formatos diferentes? TambiĆ©n. Pero si las empresas de medios se hubieran adaptado a esas nuevas reglas a una velocidad no demasiado inferior a la que han tenido sus lectores no habrĆa reencarnación alguna.
Para reencarnarse, en el sentido literal de la palabra, algo debe morir antes. ĀæHa muerto el periodismo? No, ni tampoco la industria periodĆstica. Ni el papel. Pero sĆ ha muerto la forma de hacer empresas periodĆsticas que conocĆamos hasta ahora.
Va un ejemplo.
España tuvo hace unos años un proyecto de periodismo digital prometedor, con un presupuesto millonario, un equipo humano francamente bueno y algunas ideas bastante aceptables. Hubo, claro, improvisaciones, errores y mala gestión humana, pero eso es algo que sucede en casi cualquier empresa. Sin embargo, y a pesar de que el producto logró hacerse un hueco -aunque no acorde a su ingente presupuesto-, el proyecto cerró sin haber llegado a cumplir cinco años. Fue vendido a precio de deuda tras haber despedido (o no retenido) a casi todos los miembros de su equipo
Moraleja: el problema son los gastos
ĀæFue culpa de internet? No, porque el proyecto era digital y, ademĆ”s, habĆa nacido ya en plena crisis. Sin embargo bastaba echar un ojo a la estructura de costes de la empresa para darse cuenta del agujero: sueldos de seis cifras para algunos miembros directivos, un parque móvil a cuenta de la empresa digno de empresariado rico, mĆ”s jefes casi que redactores⦠Todo eso, aƱadido a esos fallos ānormalesā (mala gestión, improvisaciones y demĆ”s) hizo el resto. Por el camino, decenas de empleos y unos cuantos millones de euros tirados a la basura.
Es un caso, pero no aislado, que muestra que la causa de la reconversión industrial de los medios no es sólo por internet. El problema es que, una vez mĆ”s, para reencarnarse primero hay que morir. O, en este caso, matar. Matar los viejos vicios propios de otros tiempos, con estructuras de costes inasumibles para un entorno totalmente diferente donde el dinero es muy caro de lograr. La publicidad aĆŗn no ha desembarcado -y seguramente no lo haga- en la Red, o no al menos para mantener gastos siquiera similares a los de cualquier compaƱĆa mediĆ”tica tradicional, mediana o pequeƱa.
El problema de las empresas del sector es, por tanto, doble: no han sabido adaptarse a tiempo a un nuevo entorno digital y a las posibilidades que ofrecĆa para sus productos, pero tampoco han podido adaptar una estructura empresarial a un entorno de mucho menor ingreso y mayor competencia.
Y, de hecho, en ello seguimos: ĀæcuĆ”ntas webs de cuĆ”ntos medios siguen siendo ilegibles en un entorno móvil cuando una enorme mayorĆa de la audiencia llega desde esos dispositivos? ĀæCuĆ”ntos medios siguen apostando todo a posicionamiento cuando el consumo desde redes sociales es ya mayor que desde Google en muchos de ellos?
La tormenta perfecta: multiplicación de la competencia
Por si estos dos cambios no fueran suficientes, llegaron mĆ”s. Llegó la crisis, y con ella miles de periodistas fueron despedidos. Eso, que es una muy mala noticia, acabó por no serlo en algunos casos. Ahora, gracias a internet, los costes de producción se habĆan abaratado: publicar un medio y que se leyera en todo el mundo no requerĆa tintas, ni impresión, ni almacenaje, ni distribución. Emitir audio o vĆdeo no requerĆa ya licencias ni coberturas.
Ahora, eso sĆ, la cosa se volvĆa mĆ”s dura: aquĆ ya no se compite por sectores porque todos chupan de la misma publicidad. Eso es complicado, pero mĆ”s aĆŗn cuando no se consigue monetizar esa audiencia y los anunciantes se hacen trampas a ellos mismos con las mediciones. En internet las radios online llevan fotos, los periódicos online llevan vĆdeos y ambos compiten con blogs y lĆderes de opinión de las Ć”goras que son las redes sociales. La audiencia no es excluyente, como muchas veces sĆ pasa en el mundo ātradicionalā, pero es comĆŗn y compartida.
En el lado positivo, montarse un medio nunca habĆa sido tan barato, y nunca antes habĆa existido una mano de obra tan cualificada, variada y barata. La consecuencia tras la tormenta era que el sector floreciera con muchos nuevos actores. En junio de 2012 recogĆamos algunos de estos nuevos nacimientos: Mongolia, Panenka o Libero en papel, y otros como ElDiario.es, Materia, El Huffington, Naiz, Publico.es o LaMarea en internet. Por esas fechas tambiĆ©n habĆan nacido JotDown o Voz Pópuli.
Ha llovido desde entonces, pero el ritmo no ha parado. Ciñéndolo sólo al Ômbito generalista y nacional llegaron Zoom News o InfoLibre, The Objective o Acuerdo.us. Y ahora sigue la fiesta, con la llegada de Ctxt y El Español.
No todos los proyectos son iguales, claro, y de eso saben mucho las cifras. De todos los anteriores, sólo ElDiario.es -y en menor medida JotDown– han logrado un hueco entre los grandes del sector. Otros irrumpen de vez en cuando con alguna exclusiva o algĆŗn contenido notorio y otros se defienden como gato panza arriba para salir de la irrelevancia. No hay sitio para todos, por mĆ”s que la competencia se multiplique.
Ni siquiera con los apenas nacidos hay miramientos: mientras el nuevo proyecto digital de Pedro J. RamĆrez lleva mĆ”s de medio millón sumado de inversionistas (mĆ”s los cinco millones aportados por su fundador), el nuevo diario digital nacido de las cenizas de El PaĆs apenas lleva 19.000 euros gracias al crowdfunding, tal y como reflejaba su director en Twitter
@elespanolcom , 500.000 euros. @ctxt_es .es: 19.000. Partido a partido.
ā Miguel Mora (@mikelemora) enero 19, 2015
Y esto en EE UU, ¿cómo lo hacen?
El eterno espejo de todo es EE UU, pero allà las cosas son muy distintas. Para empezar, hay dinero. Mejor dicho, hay dinero para invertir en medios de comunicación. Aun mejor dicho, hay dinero para invertir en algunos medios de comunicación. Y no es poco dinero, por cierto.
Según publicaba Poynter hace unas semanas, en diciembre algunos de los medios emergentes mÔs destacados lograron potentes inyecciones económicas: Vox lograba 46,5 millones de dólares de inversionistas, Buzzfeed alcanzó una valoración de 850 millones de dólares, que es a su vez tres veces menor que la valoración de Vice, que también lograba unos 500 millones de inversión.
Dicho asà asusta, pero asusta mÔs al ponerlo en contexto: The New York Times no supera a Vice en valoración, a quien sólo Time Inc, logra acercarse.
ĀæExagerado? ĀæUna burbuja? Puede ser, pero las dotaciones humanas de dichas empresas va en relación a su supuesto poderĆo económico. AsĆ, segĆŗn un estudio en profundidad del Pew Research, en Vice trabajarĆan 1.100 personas, por las 575 del Huffington Post o las 170 de Buzzfeed.
Las conclusiones del estudio son bastante clarificadoras: hay un ratio Ā«explosivoĀ» de contrataciones de nativos digitales, se valoran especialmente las dotes narrativas (es decir, la forma de contar las historias);Ā a pesar del ‘boom’ económico muchas de esas nuevas corporaciones mediĆ”ticas son pequeƱas, sin Ć”nimo de lucro y jóvenes… y, en cualquier caso, no estĆ” nada claro que exista un modelo de negocio claro para sostener semejante despegue económico.
Al final, lo que reconvirtió la industria periodĆstica no fue sólo internet, sino todo a la vez. De hecho, internet fue parte de la respuesta a la vez que parte de la pregunta. Pero la crisis (despidos, cierres y recortes) y las caracterĆsticas del nuevo entorno (abaratamiento de costes) dispararon la competencia y, en consecuencia, redujeron la ya exigua cuota de ingresos de cada uno.
Mientras, en EE UU disparan con pólvora de rey con un ojo puesto en lo que queda de vigencia al negocio: ni allà ni aquà logramos recuperar la inversión que lo haga sostenible, pero si se dibujan los perfiles que se demandarÔn en adelante: mejores contadores de historias y gente que sepa operar con diversos formatos de contenidos.
Porque, al final, si la industria comunicativa se reencarna en otros productos (mĆ”s pequeƱos, mĆ”s de nicho y con menor estructura de costes), tambiĆ©n sus trabajadores deben reencarnarse. Ellos, eso sĆ, sin morirse antes.
”Yorokobu gratis en formato digital!
Decir que la industria periodĆstica ha cambiado mucho en menos de dĆ©cada y media no supone descubrirle Roma a nadie. La cuestión no es el cambio en sĆ, sino por quĆ© se produce y a quĆ© conduce. Y eso, claro, es mucho menos evidente.
La mayorĆa de anĆ”lisis al respecto hablan de internet como factor de cambio. Los teóricos de la comunicación hablan incluso de medios ātradicionalesā para referirse a todo lo anterior a internet y, de ahĆ en adelante, a los ānuevos mediosā. La dicotomĆa es peligrosa porque muchos interpretan unos como mejores que otros, cuando la cosa no va de eso.
Internet, sĆ, pero no solo
Pero, aunque internet es una parte fundamental en esta conversión de la prensa, quizĆ” no lo es por lo que se suele decir. Internet, sĆ, ha traĆdo la posibilidad de contar las cosas de una forma muy diferente: ahora todo es mĆ”s visual, se puede interactuar con la información, se le da al lector la posibilidad de configurar su propio guión de lectura, se rompe el orden secuencial fijo de las historias, se actualiza la información al momento⦠Hasta la audiencia funciona de forma diferente. Pero nada de eso explica el cambio tan profundo que se ha vivido en la estructura de las empresas mediĆ”ticas.
ĀæQue se informa de forma totalmente diferente? SĆ. ĀæQue se lee de forma diferente, en sitios diferentes y en entornos y formatos diferentes? TambiĆ©n. Pero si las empresas de medios se hubieran adaptado a esas nuevas reglas a una velocidad no demasiado inferior a la que han tenido sus lectores no habrĆa reencarnación alguna.
Para reencarnarse, en el sentido literal de la palabra, algo debe morir antes. ĀæHa muerto el periodismo? No, ni tampoco la industria periodĆstica. Ni el papel. Pero sĆ ha muerto la forma de hacer empresas periodĆsticas que conocĆamos hasta ahora.
Va un ejemplo.
España tuvo hace unos años un proyecto de periodismo digital prometedor, con un presupuesto millonario, un equipo humano francamente bueno y algunas ideas bastante aceptables. Hubo, claro, improvisaciones, errores y mala gestión humana, pero eso es algo que sucede en casi cualquier empresa. Sin embargo, y a pesar de que el producto logró hacerse un hueco -aunque no acorde a su ingente presupuesto-, el proyecto cerró sin haber llegado a cumplir cinco años. Fue vendido a precio de deuda tras haber despedido (o no retenido) a casi todos los miembros de su equipo
Moraleja: el problema son los gastos
ĀæFue culpa de internet? No, porque el proyecto era digital y, ademĆ”s, habĆa nacido ya en plena crisis. Sin embargo bastaba echar un ojo a la estructura de costes de la empresa para darse cuenta del agujero: sueldos de seis cifras para algunos miembros directivos, un parque móvil a cuenta de la empresa digno de empresariado rico, mĆ”s jefes casi que redactores⦠Todo eso, aƱadido a esos fallos ānormalesā (mala gestión, improvisaciones y demĆ”s) hizo el resto. Por el camino, decenas de empleos y unos cuantos millones de euros tirados a la basura.
Es un caso, pero no aislado, que muestra que la causa de la reconversión industrial de los medios no es sólo por internet. El problema es que, una vez mĆ”s, para reencarnarse primero hay que morir. O, en este caso, matar. Matar los viejos vicios propios de otros tiempos, con estructuras de costes inasumibles para un entorno totalmente diferente donde el dinero es muy caro de lograr. La publicidad aĆŗn no ha desembarcado -y seguramente no lo haga- en la Red, o no al menos para mantener gastos siquiera similares a los de cualquier compaƱĆa mediĆ”tica tradicional, mediana o pequeƱa.
El problema de las empresas del sector es, por tanto, doble: no han sabido adaptarse a tiempo a un nuevo entorno digital y a las posibilidades que ofrecĆa para sus productos, pero tampoco han podido adaptar una estructura empresarial a un entorno de mucho menor ingreso y mayor competencia.
Y, de hecho, en ello seguimos: ĀæcuĆ”ntas webs de cuĆ”ntos medios siguen siendo ilegibles en un entorno móvil cuando una enorme mayorĆa de la audiencia llega desde esos dispositivos? ĀæCuĆ”ntos medios siguen apostando todo a posicionamiento cuando el consumo desde redes sociales es ya mayor que desde Google en muchos de ellos?
La tormenta perfecta: multiplicación de la competencia
Por si estos dos cambios no fueran suficientes, llegaron mĆ”s. Llegó la crisis, y con ella miles de periodistas fueron despedidos. Eso, que es una muy mala noticia, acabó por no serlo en algunos casos. Ahora, gracias a internet, los costes de producción se habĆan abaratado: publicar un medio y que se leyera en todo el mundo no requerĆa tintas, ni impresión, ni almacenaje, ni distribución. Emitir audio o vĆdeo no requerĆa ya licencias ni coberturas.
Ahora, eso sĆ, la cosa se volvĆa mĆ”s dura: aquĆ ya no se compite por sectores porque todos chupan de la misma publicidad. Eso es complicado, pero mĆ”s aĆŗn cuando no se consigue monetizar esa audiencia y los anunciantes se hacen trampas a ellos mismos con las mediciones. En internet las radios online llevan fotos, los periódicos online llevan vĆdeos y ambos compiten con blogs y lĆderes de opinión de las Ć”goras que son las redes sociales. La audiencia no es excluyente, como muchas veces sĆ pasa en el mundo ātradicionalā, pero es comĆŗn y compartida.
En el lado positivo, montarse un medio nunca habĆa sido tan barato, y nunca antes habĆa existido una mano de obra tan cualificada, variada y barata. La consecuencia tras la tormenta era que el sector floreciera con muchos nuevos actores. En junio de 2012 recogĆamos algunos de estos nuevos nacimientos: Mongolia, Panenka o Libero en papel, y otros como ElDiario.es, Materia, El Huffington, Naiz, Publico.es o LaMarea en internet. Por esas fechas tambiĆ©n habĆan nacido JotDown o Voz Pópuli.
Ha llovido desde entonces, pero el ritmo no ha parado. Ciñéndolo sólo al Ômbito generalista y nacional llegaron Zoom News o InfoLibre, The Objective o Acuerdo.us. Y ahora sigue la fiesta, con la llegada de Ctxt y El Español.
No todos los proyectos son iguales, claro, y de eso saben mucho las cifras. De todos los anteriores, sólo ElDiario.es -y en menor medida JotDown– han logrado un hueco entre los grandes del sector. Otros irrumpen de vez en cuando con alguna exclusiva o algĆŗn contenido notorio y otros se defienden como gato panza arriba para salir de la irrelevancia. No hay sitio para todos, por mĆ”s que la competencia se multiplique.
Ni siquiera con los apenas nacidos hay miramientos: mientras el nuevo proyecto digital de Pedro J. RamĆrez lleva mĆ”s de medio millón sumado de inversionistas (mĆ”s los cinco millones aportados por su fundador), el nuevo diario digital nacido de las cenizas de El PaĆs apenas lleva 19.000 euros gracias al crowdfunding, tal y como reflejaba su director en Twitter
@elespanolcom , 500.000 euros. @ctxt_es .es: 19.000. Partido a partido.
ā Miguel Mora (@mikelemora) enero 19, 2015
Y esto en EE UU, ¿cómo lo hacen?
El eterno espejo de todo es EE UU, pero allà las cosas son muy distintas. Para empezar, hay dinero. Mejor dicho, hay dinero para invertir en medios de comunicación. Aun mejor dicho, hay dinero para invertir en algunos medios de comunicación. Y no es poco dinero, por cierto.
Según publicaba Poynter hace unas semanas, en diciembre algunos de los medios emergentes mÔs destacados lograron potentes inyecciones económicas: Vox lograba 46,5 millones de dólares de inversionistas, Buzzfeed alcanzó una valoración de 850 millones de dólares, que es a su vez tres veces menor que la valoración de Vice, que también lograba unos 500 millones de inversión.
Dicho asà asusta, pero asusta mÔs al ponerlo en contexto: The New York Times no supera a Vice en valoración, a quien sólo Time Inc, logra acercarse.
ĀæExagerado? ĀæUna burbuja? Puede ser, pero las dotaciones humanas de dichas empresas va en relación a su supuesto poderĆo económico. AsĆ, segĆŗn un estudio en profundidad del Pew Research, en Vice trabajarĆan 1.100 personas, por las 575 del Huffington Post o las 170 de Buzzfeed.
Las conclusiones del estudio son bastante clarificadoras: hay un ratio Ā«explosivoĀ» de contrataciones de nativos digitales, se valoran especialmente las dotes narrativas (es decir, la forma de contar las historias);Ā a pesar del ‘boom’ económico muchas de esas nuevas corporaciones mediĆ”ticas son pequeƱas, sin Ć”nimo de lucro y jóvenes… y, en cualquier caso, no estĆ” nada claro que exista un modelo de negocio claro para sostener semejante despegue económico.
Al final, lo que reconvirtió la industria periodĆstica no fue sólo internet, sino todo a la vez. De hecho, internet fue parte de la respuesta a la vez que parte de la pregunta. Pero la crisis (despidos, cierres y recortes) y las caracterĆsticas del nuevo entorno (abaratamiento de costes) dispararon la competencia y, en consecuencia, redujeron la ya exigua cuota de ingresos de cada uno.
Mientras, en EE UU disparan con pólvora de rey con un ojo puesto en lo que queda de vigencia al negocio: ni allà ni aquà logramos recuperar la inversión que lo haga sostenible, pero si se dibujan los perfiles que se demandarÔn en adelante: mejores contadores de historias y gente que sepa operar con diversos formatos de contenidos.
Porque, al final, si la industria comunicativa se reencarna en otros productos (mĆ”s pequeƱos, mĆ”s de nicho y con menor estructura de costes), tambiĆ©n sus trabajadores deben reencarnarse. Ellos, eso sĆ, sin morirse antes.
Primero habrĆa que revisar la definición de “periodista”, que en EspaƱa ha diluido completamente su esencia (ahĆ estĆ” el seƱor Inda buscando su “Pulitzer” patrio a base del pequeƱo NicolĆ”s). Periodistas de verdad, de los que cambian las cosas, ni hay en EspaƱa ni se les espera. Tampoco me parece normal que en EspaƱa existan el triple de cabeceras que en Alemania, por ejemplo. Otro indicio del crecimiento desmesurado sin cabeza patrio: mĆ”s cabeceras que nadie, mĆ”s autopistas que nadie, mĆ”s AVE que nadie…todo para llevarnos a la miseria.
Por otro lado, el problema de la digitalización en el modelo de negocio es atribuible en exclusiva a la mediocridad en la dirección de los medios de comunicación en EspaƱa, que se hicieron el harakiri desde el primer momento ofreciendo sus contenidos de manera gratuita, versus fórmulas de suscripción como Financial Times, implantadas desde el momento cero. Otras fórmulas inventivas a medio hacer como el ejemplo implĆcito que comentas no son una solución apropiada en ningĆŗn caso por varios motivos propios de la digitalización (first movers advantage, user lock-in, etc) evidentemente desconocidos por ese “gran” elenco de profesionales digitales.
De los ingresos por publicidad en el entorno digital espaƱol mejor ni hablamos. He vivido de primera mano el sector durante 5 aƱos y existe tal concentración de poder, opacidad, falta de Ć©tica y conflicto de intereses en determinados jugadores que el seƱor Montoro se lo pasarĆa bomba dedicĆ”ndose a inspecciones sólo en la vertical de la publicidad.
En paralelo, en la macrotendencia de la digitalización, todos los medios de comunicación corren un gravĆsimo peligro de desaparecer (no en EspaƱa, por supuesto, donde PapĆ” Estado acude presto a salvar la ineficiencia y la mediocridad). No hace falta mĆ”s que leer el informe sobre la innovación del New York Times filtrado en marzo de 2014. No pueden competir con la estructura tipo “start-up” de los nuevos jugadores digitales como Buzzfeed. Esto no estĆ” ocurriendo sólo en el sector de los medios, sino en muchos otros como el transporte (Uber vs. sector del taxi), el alojamiento (Airbnb) y otra multitud de sectores que se ven seriamente amenazados por microempresas que ofrecen un mejor producto a un coste infinitamente menor.
En definitiva, o te adaptas (bien) o estÔs fuera del juego. A mi personalmente me parece algo natural y por lo tanto correcto. Lo que mÔs aprecio de la digitalización en general es su capacidad de purgar sistemas llenos de ineficiencia absurdas y carentes de valor.
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