18 de noviembre 2013    /   CIENCIA
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La utilidad del conocimiento inĂștil

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La decisiĂłn se ha tomado desde las instancias mĂĄs altas del poder. La balanza estĂĄ fuertemente inclinada hacia un lado. En los Ășltimos años se ha tomado el rumbo de primar el mercado por encima de los criterios humanĂ­sticos en la ciencia, educaciĂłn y cultura. En esta configuraciĂłn de la balanza, lo Ăștil adquiere este apelativo tan solo cuando es susceptible de convertirse en algo rentable. Todo lo demĂĄs es descartado como un pasatiempo inĂștil incapaz de generar beneficio a corto plazo.

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Foto: Abraham Flexner

Por lo visto no somos los Ășnicos que han pasado por esta situaciĂłn. El humano sigue tropezando con la misma piedra una y otra vez. Este mismo problema inquietaba al educador Abraham Flexner cuando en 1939 publicĂł el ensayo La utilidad del conocimiento inĂștil. Una reflexiĂłn a favor de la creaciĂłn de instituciones acadĂ©micas que dejasen espacio libre para la bĂșsqueda de conocimiento sin el mĂĄs mĂ­nimo interĂ©s en su utilidad. En estos resquicios aislados del cortoplacismo es donde se producen los verdaderos progresos de la humanidad, defiende el pensador.

Para reafirmar su posiciĂłn, Flexner rememora una conversaciĂłn que mantuvo con George Eastman años antes de escribir el artĂ­culo. En un intercambio de palabras, el fundador de Kodak dijo orgullosamente que su intenciĂłn era donar su inmensa fortuna a la promociĂłn de disciplinas Ăștiles.

Ante ese Ă©nfasis en la palabra ‘Ăștil’ el iconoclasta Flexner le preguntĂł al empresario cuĂĄl era el cientĂ­fico que consideraba que mejor cumplĂ­a con este atributo.

Su respuesta fue inequívoca: “Marconi”.

El educador no solo no estaba de acuerdo con Eastman. AdemĂĄs, afirmĂł sin reparos que la contribuciĂłn de Marconi a la invenciĂłn de la radio le parecĂ­a residual. “Algo apenas sin importancia”.

Confundido ante una opinión tan categórica y extraña, Eastman pide una explicación a la que Flexner responde:

“Mr. Eastman, Marconi trazĂł conclusiones inevitables. El mĂ©rito efectivo de todo lo que se ha hecho en el campo de la transmisiĂłn sin cables, si realmente puede ser atribuido a alguien, deberĂ­a ir al profesor Clerk Maxwell, que en 1865 efectuĂł cĂĄlculos complejos en el campo del magnetismo y la electricidad. Maxwell publicĂł en 1873 sus ecuaciones teĂłricas en un convenio cientĂ­fico (…). Otros descubrimientos en los 15 años posteriores confirmaron la teorĂ­a de Maxwell. Finalmente, entre 1887 y 1888, Heinrich Hertz descubriĂł y demostrĂł la existencia de ondas electromagnĂ©ticas que transportaban señales de radio, resolviendo asĂ­ el problema teĂłrico que habĂ­a quedado sin resolver. Ni Maxwell ni Hertz se preocuparon lo mĂĄs mĂ­nimo por la utilidad de su trabajo. Este pensamiento no atravesĂł nunca sus mentes (…). Naturalmente, el inventor, en el sentido jurĂ­dico fue Marconi, Âżpero que fue lo que inventĂł? Solo el Ășltimo detalle tĂ©cnico”.

Con esta reflexiĂłn Flexner intentaba poner en valor la bĂșsqueda del conocimiento inĂștil:

“HabĂ­an desarrollado (Maxwell y Hertz) su trabajo sin pensar en la finalidad de uso. En la historia de la ciencia, la mayor parte de los grandes descubrimientos en beneficio de la humanidad se hicieron por hombres y mujeres que no estaban motivados por la aspiraciĂłn de que fuera Ăștil. Estaban empujados por el deseo de satisfacer su curiosidad”.

“Esa misma curiosidad es la que llevó a Galileo, Bacon y Newton a elaborar sus teorĂ­as. Las instituciones de aprendizaje deberĂ­an estar dedicadas a cultivar la curiosidad. Cuanto menos estĂ©n distraĂ­das por las consideraciones de su aplicaciĂłn inmediata, mĂĄs posibilidades tendrĂĄn de contribuir no solo al bienestar humano, sino a la igualmente importante bĂșsqueda de la curiosidad que se ha convertido en el empuje fundamental de la vida intelectual moderna”.

La reflexiĂłn tiene mĂĄxima vigencia en los tiempo que vivimos. No solo por el creciente desinterĂ©s del gobierno español en la inversiĂłn pĂșblica en ciencia. En Estados Unidos, el Stuart Firestein denuncia que la palabra “basado en la curiosidad” se estĂĄ usando en modo peyorativo para declinar ayudas a proyectos cientĂ­ficos en busca de fondos.

A estos nuevos intentos de reducir el campo de visiĂłn de la ciencia, Flexner ofrece aĂșn mĂĄs argumentos para hacerles cambiar idea.

“No estoy diciendo que todo lo que pasa en los laboratorios acabe teniendo un uso prĂĄctico inesperado o que su eventual uso prĂĄctico es una justificaciĂłn acertada. Lo que pido es la aboliciĂłn de la palabra Ăștil para liberar el espĂ­ritu humano. (…) Solo asĂ­ acabaremos despojando al hombre de sus cadenas mentales y liberĂĄndolo para embarcarse en las mismas aventuras que han llevado a Hale, Rutherford y Einstein hasta los ĂĄmbitos mĂĄs lejanos del espacio y a liberar la energĂ­a atrapada en un ĂĄtomo”.

Fuente:

Ensayo extraĂ­do de la L’utilitĂ  dell’inutile de Nuccio Ordine con informaciĂłn de The Usefulness of Useless Knowledge: Brain Pickings

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La decisiĂłn se ha tomado desde las instancias mĂĄs altas del poder. La balanza estĂĄ fuertemente inclinada hacia un lado. En los Ășltimos años se ha tomado el rumbo de primar el mercado por encima de los criterios humanĂ­sticos en la ciencia, educaciĂłn y cultura. En esta configuraciĂłn de la balanza, lo Ăștil adquiere este apelativo tan solo cuando es susceptible de convertirse en algo rentable. Todo lo demĂĄs es descartado como un pasatiempo inĂștil incapaz de generar beneficio a corto plazo.

1flexner
Foto: Abraham Flexner

Por lo visto no somos los Ășnicos que han pasado por esta situaciĂłn. El humano sigue tropezando con la misma piedra una y otra vez. Este mismo problema inquietaba al educador Abraham Flexner cuando en 1939 publicĂł el ensayo La utilidad del conocimiento inĂștil. Una reflexiĂłn a favor de la creaciĂłn de instituciones acadĂ©micas que dejasen espacio libre para la bĂșsqueda de conocimiento sin el mĂĄs mĂ­nimo interĂ©s en su utilidad. En estos resquicios aislados del cortoplacismo es donde se producen los verdaderos progresos de la humanidad, defiende el pensador.

Para reafirmar su posiciĂłn, Flexner rememora una conversaciĂłn que mantuvo con George Eastman años antes de escribir el artĂ­culo. En un intercambio de palabras, el fundador de Kodak dijo orgullosamente que su intenciĂłn era donar su inmensa fortuna a la promociĂłn de disciplinas Ăștiles.

Ante ese Ă©nfasis en la palabra ‘Ăștil’ el iconoclasta Flexner le preguntĂł al empresario cuĂĄl era el cientĂ­fico que consideraba que mejor cumplĂ­a con este atributo.

Su respuesta fue inequívoca: “Marconi”.

El educador no solo no estaba de acuerdo con Eastman. AdemĂĄs, afirmĂł sin reparos que la contribuciĂłn de Marconi a la invenciĂłn de la radio le parecĂ­a residual. “Algo apenas sin importancia”.

Confundido ante una opinión tan categórica y extraña, Eastman pide una explicación a la que Flexner responde:

“Mr. Eastman, Marconi trazĂł conclusiones inevitables. El mĂ©rito efectivo de todo lo que se ha hecho en el campo de la transmisiĂłn sin cables, si realmente puede ser atribuido a alguien, deberĂ­a ir al profesor Clerk Maxwell, que en 1865 efectuĂł cĂĄlculos complejos en el campo del magnetismo y la electricidad. Maxwell publicĂł en 1873 sus ecuaciones teĂłricas en un convenio cientĂ­fico (…). Otros descubrimientos en los 15 años posteriores confirmaron la teorĂ­a de Maxwell. Finalmente, entre 1887 y 1888, Heinrich Hertz descubriĂł y demostrĂł la existencia de ondas electromagnĂ©ticas que transportaban señales de radio, resolviendo asĂ­ el problema teĂłrico que habĂ­a quedado sin resolver. Ni Maxwell ni Hertz se preocuparon lo mĂĄs mĂ­nimo por la utilidad de su trabajo. Este pensamiento no atravesĂł nunca sus mentes (…). Naturalmente, el inventor, en el sentido jurĂ­dico fue Marconi, Âżpero que fue lo que inventĂł? Solo el Ășltimo detalle tĂ©cnico”.

Con esta reflexiĂłn Flexner intentaba poner en valor la bĂșsqueda del conocimiento inĂștil:

“HabĂ­an desarrollado (Maxwell y Hertz) su trabajo sin pensar en la finalidad de uso. En la historia de la ciencia, la mayor parte de los grandes descubrimientos en beneficio de la humanidad se hicieron por hombres y mujeres que no estaban motivados por la aspiraciĂłn de que fuera Ăștil. Estaban empujados por el deseo de satisfacer su curiosidad”.

“Esa misma curiosidad es la que llevó a Galileo, Bacon y Newton a elaborar sus teorĂ­as. Las instituciones de aprendizaje deberĂ­an estar dedicadas a cultivar la curiosidad. Cuanto menos estĂ©n distraĂ­das por las consideraciones de su aplicaciĂłn inmediata, mĂĄs posibilidades tendrĂĄn de contribuir no solo al bienestar humano, sino a la igualmente importante bĂșsqueda de la curiosidad que se ha convertido en el empuje fundamental de la vida intelectual moderna”.

La reflexiĂłn tiene mĂĄxima vigencia en los tiempo que vivimos. No solo por el creciente desinterĂ©s del gobierno español en la inversiĂłn pĂșblica en ciencia. En Estados Unidos, el Stuart Firestein denuncia que la palabra “basado en la curiosidad” se estĂĄ usando en modo peyorativo para declinar ayudas a proyectos cientĂ­ficos en busca de fondos.

A estos nuevos intentos de reducir el campo de visiĂłn de la ciencia, Flexner ofrece aĂșn mĂĄs argumentos para hacerles cambiar idea.

“No estoy diciendo que todo lo que pasa en los laboratorios acabe teniendo un uso prĂĄctico inesperado o que su eventual uso prĂĄctico es una justificaciĂłn acertada. Lo que pido es la aboliciĂłn de la palabra Ăștil para liberar el espĂ­ritu humano. (…) Solo asĂ­ acabaremos despojando al hombre de sus cadenas mentales y liberĂĄndolo para embarcarse en las mismas aventuras que han llevado a Hale, Rutherford y Einstein hasta los ĂĄmbitos mĂĄs lejanos del espacio y a liberar la energĂ­a atrapada en un ĂĄtomo”.

Fuente:

Ensayo extraĂ­do de la L’utilitĂ  dell’inutile de Nuccio Ordine con informaciĂłn de The Usefulness of Useless Knowledge: Brain Pickings

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