Érase una vez una imagen cruel que contaba la verdad

¡Yorokobu gratis en formato digital!
De esto que te pones la radio para conciliar el sueño. Una emisora cualquiera, de cuyo nombre no quiero acordarme. Pasado un tramo irrelevante del programa, durante el cual los locutores, mezcla de exaltación y somnolencia, sueltan perlas como condució o suBrealismo (así, con b enfática) y dedican media hora a hablar de un niño noruego que cogió sin permiso el coche de sus padres, llega una especie de informativo rápido. «Al menos 53 muertos en atentados en Irak. Mientras tanto, en Nigeria, un grupo de milicianos islamistas ha matado a 85 personas». Hasta aquí, todo normal. Simplismo e inmediatez, la tónica habitual. Justo a continuación, el presentador apostilla con sorna: «Hay que ver. Ni en fin de semana paran las cabronadas».
Su impostura de bufón como muestra de la apatía occidental.
Las desgracias son fugaces
Hoy, es Ucrania; ayer, fue Siria; antes de ayer, Egipto. La cosa va por modas. Los medios nos van encajando las desgracias, una después de la otra. Como si el planeta solo pudiera mantener una fatalidad mundial de cada vez. Como si medios y espectadores fueran comparsas encargados de poner allí el foco, de iluminarlas hasta su plena combustión y pasar a la siguiente con la conciencia tranquila y la frente muy alta. Bien, pues resulta que Egipto está muy lejos de ver la luz y que Siria entra ya en sus casi tres años de guerra civil. Allí, cada día caen bombas sobre cabezas como la tuya y la mía.
Así representó el ilustrador holandés Arend van Dam el momento en que la mass media enarcó las cejas ante el terrible terremoto de Japón de 2011, gesto que Gadafi supo aprovechar bien para masacrar a más y más rebeldes. Este modus operandi es aplicable hasta nuestros días.
«Todos sabemos que la función de los medios nunca ha sido eliminar los males del mundo. ¡No! Su trabajo es persuadirnos de aceptar estos males y acostumbrarnos a vivir con ellos. Pretenden que seamos meros observadores pasivos», decía uno de los personajes de la reveladora película de animación Waking Life.
¿Dónde se esconde la indignación pública?
Antonio Pampliega, fotoperiodista freelance en Siria, se pregunta a sí mismo muchas cosas. Nos deja leer sus pensamientos a través de su cuenta de Twitter, donde expone su profunda repugnancia hacia la falta de indignación pública ante Siria o cuenta cómo se harta de ofrecer historias desde lugares como Somalia, que no merecen ni un céntimo a ojos de cualquier periódico español.
Hace poco tuve la suerte de acudir a una de sus conferencias en Madrid. Sin indulgencia, desplegó ante todos los allí presentes una sucesión de imágenes terribles de Siria que no han aparecido en ningún medio. Niños sin extremidades, padres llorando sobre el cadáver de sus hijos, heridas descubiertas… ya saben, lo que vienen siendo las consecuencias de una guerra. Él nos recordaba, a los más ingenuos, que lo que de verdad pasa allí es eso, ni más ni menos. Algo antiestético, repugnante, indecoroso.
Haciendo gala de un simplismo alarmante, en el telediario los cadáveres se representan con una cifra desabrida, y siempre con la misma nube de humo amorfa y anónima. En mitad de ese vapor, se diluyen ojos, rostros, cuerpos, nombres, familias, que jamás conoceremos, pero tampoco nos importa. Es tremendamente fácil evadir responsabilidades cuando no vemos las consecuencias de los actos. Asistimos a los conflictos de manera tangencial y fragmentada. Pequeñas pinceladas insustanciales que, en ningún caso, son capaces de componer el cuadro real.
Me pongo de nuevo en contacto con Pampliega. «La guerra no son solo soldados pegando tiros o civiles huyendo o haciendo cola para conseguir agua. La guerra se ve en un hospital. Con las amputaciones, con la gente con las tripas por fuera. Con padres llorando sobre los cuerpos de sus hijos, a los que la metralla les ha partido el corazón. Deberíamos enseñar toda esa mierda para concienciar a la gente. Para enseñarles que la guerra es una puta mierda, porque parece que se nos ha olvidado. Los medios de comunicación creen que pueden elegir por el público, sin preguntarle al público lo que quiere ver», cuenta desde Sudán del Sur, su ubicación actual.
¿Escabroso o real?
Algunos opinan que poner las imágenes más crueles es sensacionalista. No es de extrañar, teniendo en cuenta la propensión de muchos compañeros de profesión a vender más ejemplares con la publicación truculenta de cuerpos mutilados.
Con un poco de sentido común, uno puede discernir si la intención es aprovecharse del morbo del lector, de sus pulsiones crueles y primitivas, o abrir los ojos ante el peligro que representa el germen de esa violencia en concreto. No es necesario ver un cadáver si no representa una reflexión política, social o ética. No es necesario ver las secuelas de un accidente fortuito, sea cual sea su naturaleza. Sí lo es de un asesinato impune.
«Lo del morbo son argumentos esgrimidos por gente que no ha cubierto una guerra en su puta vida y se cree con la potestad de pensar y decidir por los que estamos sobre el terreno. A esos les metía yo por la garganta las lágrimas de los padres o madres que nos piden que grabemos a sus hijos muertos porque creen que, así, pueden remover alguna conciencia. Lo lamentable es que estos pobres ilusos no saben que a la opulenta occidente estas cosas les causan pesadillas y prefieren no mirar», advierte Pampliega con vehemencia.
Coincide con esta postura otro fotógrafo de conflictos bélicos, Xavi Piera : «Lo que sucede en una guerra es que hay muertos y eso se ha de documentar. De una masacre no sacarás florecillas en el campo, si lo que quieres es informar. No entiendo cuando la gente dice que tanta imagen violenta va a insensibilizar a quien las ve. Si alguien se vuelve insensible observando el sufrimiento ajeno es un grandísimo cabrón, por no decir otra cosa».
Nos hemos acomodado
El 15 de febrero de 2003 pasó a la historia. Aquel día, el género humano dio señales de una decencia insólita, que no volveríamos a ver más. No a la guerra de Irak, clamaban. Los gobernantes trataron de abrirse paso entre la horda de manifestantes que colmaban las capitales mundiales, pero no pudieron.
La presión social como motor de regeneración.
«Lo que ahora prima es la desinformación. Revistas dirigidas al público femenino que prefieren tocar temas amables a hablar de ablación o maltrato, no vaya a ser que sus lectoras se indigesten. Periódicos que prefieren obviar fotos de niños ejecutados de un balazo en la cabeza, no vaya a ser que sus lectores crean que en la guerra también mueren niños y, por último, televisiones que prefieren poner videos de Youtube donde sale Batman pagando una multa por exceso de tráfico… no vaya a ser que sus espectadores quieran información», asegura Pampliega.
Hemos regresado a niveles estratosféricos de violencia que no veíamos desde los 90. La crisis de refugiados en Siria es la peor desde el genocidio de Ruanda. Y no lo digo yo, lo afirma la ONU. Pero hemos dejado de sentir vergüenza (ajena y propia). Hemos decidido hacer un alto, reposarnos, respirar. Interpretar el desahogado papel de espectadores neutrales.
«Se puede llegar a entender – asegura Xavi Piera-. La gente está más pendiente de cómo poder llegar a final de mes que de lo que sucede a su alrededor o, más aún, de lo que está sucediendo a miles de kilómetros. Además, en los 90 la única información que teníamos era la novedosa retransmisión de la CNN. La gran mayoría no teníamos internet. Ahora, en este mismo instante me puedo informar en directo de lo que está sucediendo en Ucrania y en el Congo a la vez. La noticia está descentralizada, todo está más disperso, y no hay ese concepto de unión entre la gente por una sola causa».
Menos flexible es Antonio Pampliega: «Nos están jodiendo los políticos y la gente se queda en casa viéndolas venir. Los medios de comunicación son los responsables porque, en vez de hacer pensar a las personas, hemos conseguido atontarlas y que asistan a su propio funeral con una enorme sonrisa en la boca».
Cuando se habla de periodismo, y de su credibilidad degenerada, siempre viene en mente el bueno de Kapuściński.
¡Yorokobu gratis en formato digital!
De esto que te pones la radio para conciliar el sueño. Una emisora cualquiera, de cuyo nombre no quiero acordarme. Pasado un tramo irrelevante del programa, durante el cual los locutores, mezcla de exaltación y somnolencia, sueltan perlas como condució o suBrealismo (así, con b enfática) y dedican media hora a hablar de un niño noruego que cogió sin permiso el coche de sus padres, llega una especie de informativo rápido. «Al menos 53 muertos en atentados en Irak. Mientras tanto, en Nigeria, un grupo de milicianos islamistas ha matado a 85 personas». Hasta aquí, todo normal. Simplismo e inmediatez, la tónica habitual. Justo a continuación, el presentador apostilla con sorna: «Hay que ver. Ni en fin de semana paran las cabronadas».
Su impostura de bufón como muestra de la apatía occidental.
Las desgracias son fugaces
Hoy, es Ucrania; ayer, fue Siria; antes de ayer, Egipto. La cosa va por modas. Los medios nos van encajando las desgracias, una después de la otra. Como si el planeta solo pudiera mantener una fatalidad mundial de cada vez. Como si medios y espectadores fueran comparsas encargados de poner allí el foco, de iluminarlas hasta su plena combustión y pasar a la siguiente con la conciencia tranquila y la frente muy alta. Bien, pues resulta que Egipto está muy lejos de ver la luz y que Siria entra ya en sus casi tres años de guerra civil. Allí, cada día caen bombas sobre cabezas como la tuya y la mía.
Así representó el ilustrador holandés Arend van Dam el momento en que la mass media enarcó las cejas ante el terrible terremoto de Japón de 2011, gesto que Gadafi supo aprovechar bien para masacrar a más y más rebeldes. Este modus operandi es aplicable hasta nuestros días.
«Todos sabemos que la función de los medios nunca ha sido eliminar los males del mundo. ¡No! Su trabajo es persuadirnos de aceptar estos males y acostumbrarnos a vivir con ellos. Pretenden que seamos meros observadores pasivos», decía uno de los personajes de la reveladora película de animación Waking Life.
¿Dónde se esconde la indignación pública?
Antonio Pampliega, fotoperiodista freelance en Siria, se pregunta a sí mismo muchas cosas. Nos deja leer sus pensamientos a través de su cuenta de Twitter, donde expone su profunda repugnancia hacia la falta de indignación pública ante Siria o cuenta cómo se harta de ofrecer historias desde lugares como Somalia, que no merecen ni un céntimo a ojos de cualquier periódico español.
Hace poco tuve la suerte de acudir a una de sus conferencias en Madrid. Sin indulgencia, desplegó ante todos los allí presentes una sucesión de imágenes terribles de Siria que no han aparecido en ningún medio. Niños sin extremidades, padres llorando sobre el cadáver de sus hijos, heridas descubiertas… ya saben, lo que vienen siendo las consecuencias de una guerra. Él nos recordaba, a los más ingenuos, que lo que de verdad pasa allí es eso, ni más ni menos. Algo antiestético, repugnante, indecoroso.
Haciendo gala de un simplismo alarmante, en el telediario los cadáveres se representan con una cifra desabrida, y siempre con la misma nube de humo amorfa y anónima. En mitad de ese vapor, se diluyen ojos, rostros, cuerpos, nombres, familias, que jamás conoceremos, pero tampoco nos importa. Es tremendamente fácil evadir responsabilidades cuando no vemos las consecuencias de los actos. Asistimos a los conflictos de manera tangencial y fragmentada. Pequeñas pinceladas insustanciales que, en ningún caso, son capaces de componer el cuadro real.
Me pongo de nuevo en contacto con Pampliega. «La guerra no son solo soldados pegando tiros o civiles huyendo o haciendo cola para conseguir agua. La guerra se ve en un hospital. Con las amputaciones, con la gente con las tripas por fuera. Con padres llorando sobre los cuerpos de sus hijos, a los que la metralla les ha partido el corazón. Deberíamos enseñar toda esa mierda para concienciar a la gente. Para enseñarles que la guerra es una puta mierda, porque parece que se nos ha olvidado. Los medios de comunicación creen que pueden elegir por el público, sin preguntarle al público lo que quiere ver», cuenta desde Sudán del Sur, su ubicación actual.
¿Escabroso o real?
Algunos opinan que poner las imágenes más crueles es sensacionalista. No es de extrañar, teniendo en cuenta la propensión de muchos compañeros de profesión a vender más ejemplares con la publicación truculenta de cuerpos mutilados.
Con un poco de sentido común, uno puede discernir si la intención es aprovecharse del morbo del lector, de sus pulsiones crueles y primitivas, o abrir los ojos ante el peligro que representa el germen de esa violencia en concreto. No es necesario ver un cadáver si no representa una reflexión política, social o ética. No es necesario ver las secuelas de un accidente fortuito, sea cual sea su naturaleza. Sí lo es de un asesinato impune.
«Lo del morbo son argumentos esgrimidos por gente que no ha cubierto una guerra en su puta vida y se cree con la potestad de pensar y decidir por los que estamos sobre el terreno. A esos les metía yo por la garganta las lágrimas de los padres o madres que nos piden que grabemos a sus hijos muertos porque creen que, así, pueden remover alguna conciencia. Lo lamentable es que estos pobres ilusos no saben que a la opulenta occidente estas cosas les causan pesadillas y prefieren no mirar», advierte Pampliega con vehemencia.
Coincide con esta postura otro fotógrafo de conflictos bélicos, Xavi Piera : «Lo que sucede en una guerra es que hay muertos y eso se ha de documentar. De una masacre no sacarás florecillas en el campo, si lo que quieres es informar. No entiendo cuando la gente dice que tanta imagen violenta va a insensibilizar a quien las ve. Si alguien se vuelve insensible observando el sufrimiento ajeno es un grandísimo cabrón, por no decir otra cosa».
Nos hemos acomodado
El 15 de febrero de 2003 pasó a la historia. Aquel día, el género humano dio señales de una decencia insólita, que no volveríamos a ver más. No a la guerra de Irak, clamaban. Los gobernantes trataron de abrirse paso entre la horda de manifestantes que colmaban las capitales mundiales, pero no pudieron.
La presión social como motor de regeneración.
«Lo que ahora prima es la desinformación. Revistas dirigidas al público femenino que prefieren tocar temas amables a hablar de ablación o maltrato, no vaya a ser que sus lectoras se indigesten. Periódicos que prefieren obviar fotos de niños ejecutados de un balazo en la cabeza, no vaya a ser que sus lectores crean que en la guerra también mueren niños y, por último, televisiones que prefieren poner videos de Youtube donde sale Batman pagando una multa por exceso de tráfico… no vaya a ser que sus espectadores quieran información», asegura Pampliega.
Hemos regresado a niveles estratosféricos de violencia que no veíamos desde los 90. La crisis de refugiados en Siria es la peor desde el genocidio de Ruanda. Y no lo digo yo, lo afirma la ONU. Pero hemos dejado de sentir vergüenza (ajena y propia). Hemos decidido hacer un alto, reposarnos, respirar. Interpretar el desahogado papel de espectadores neutrales.
«Se puede llegar a entender – asegura Xavi Piera-. La gente está más pendiente de cómo poder llegar a final de mes que de lo que sucede a su alrededor o, más aún, de lo que está sucediendo a miles de kilómetros. Además, en los 90 la única información que teníamos era la novedosa retransmisión de la CNN. La gran mayoría no teníamos internet. Ahora, en este mismo instante me puedo informar en directo de lo que está sucediendo en Ucrania y en el Congo a la vez. La noticia está descentralizada, todo está más disperso, y no hay ese concepto de unión entre la gente por una sola causa».
Menos flexible es Antonio Pampliega: «Nos están jodiendo los políticos y la gente se queda en casa viéndolas venir. Los medios de comunicación son los responsables porque, en vez de hacer pensar a las personas, hemos conseguido atontarlas y que asistan a su propio funeral con una enorme sonrisa en la boca».
Cuando se habla de periodismo, y de su credibilidad degenerada, siempre viene en mente el bueno de Kapuściński.
MUY BUEN ARTÍCULO AUNQUE HABRÁ QUIEN NO LES GUSTE (LES DUELA) LEERLO…
He intentado escribir algo bonito, como me pide la caja de comentarios aquí arriba, pero es un tema tan crudo y me cabrea tanto que me cuesta un montón. Se agradece encontrar redactores que lo escriban tan real (y tan crudo), a ver si empezamos a despertar. Me ha encantado el estilo de redaccción. Sigue así.
Hombre, la verdad es que comparar los refugiados de Siria con el genocidio de Ruanda no nos lleva a ningún lado. Porque a los de Ruanda tampoco les hizo caso ni dios. Eso de que lo que prima AHORA, como si antes la gente hubiera estado muy informada … pues ya podía haber sido cierto.
Genial…aterrador….real
¿Gadafi MALO? Dejar ya de manipular joder, su único crimen fué defender su país del acoso de asesinos mercenarios talibanes financiados con dinero Qtari y armamento USA, sin sus “bombardeos HUMANITARIOS” tus queridos mercenarios de la OTAN estarian ahora como están en Siria atrapados como ratas . Libia fué la p-olla “luz, agua y pan gratis” ahora Libia es una m-ierda troceada por las multinacionales adios y que os follen FUCK YOU SYSTEM!!
No, Antonio Pampliega: los medios no son responsables del atontamiento de la gente. La gente es responsable de su propio atontamiento. Porque cuando les mencionas algo de esto dicen: ¡déjame en paz!
Paz para hoy, hambre para mañana…
Y que podemos hacer?
Estamos los informados, los sensibilizados, pero yo me siento como un lemming que sabe que al final de esa carrera en la que está siendo empujado por los de su especie, sólo le espera un precipicio, y que no puede hacer nada para escapar.
Entre estas cosas y Lovelock anunciando la muerte del 80% de la población mundial en tan sólo 20 años, tengo un desanimo y una crisis existencial de aupa. Y lo peor es la impotencia ante tales certezas.
No publicar fotos dramáticas de guerras, pobreza… fue una decisión consensuada por las ONGs para evitar el mal uso de las mismas para captar fondos. Pero estoy de acuerdo con las afirmaciones de estos periodistas y fotógrafos que dicen que si no se ven esas imágenes es como si no existieran las situaciones y como si ocultáramos las causas. Sobretodo estas últimas han de ser denunciadas cada vez que se publican e ilustran los diferentes dramas. Muy buen artículo!
a mí tampoco me gustan las dictaduras pero mucho menos las mentiras de destrucción masiva:
– Gadafi utilizó cazas y anti-aéreos para masacrar manifestantes (ni una foto)
– Gadafi mantiene a su pueblo en la miseria (mas bien lo contrario)
– Gadafi sólo controla su bunker y unas calles (a los pocos días del alzamiento)
– El pueblo no apoya a Gadafi, que no tiene apoyos
– El ejército lo ha abandonado, sólo tiene unos mercenarios
– Se trata de una zona de “exclusión aérea” (bombardeo puro y duro)
– Imágenes que decían que estaban cavando tumbas en una playa para todos los asesinados por Gadafi y al final resultó ser un cementerio normal y corriente.
– La tradicional rivalidad entre tribus y entre provincias (trípoli y bengasi) no tiene nada que ver. Son ansias democratizadoras.
– Los únicos que han matado desde el principio han sido los soldados libios.
– NO ES POR EL PETRÓLEO, NI POR INTERESES GEOESTRATÉGICOS
Y que conste que a mí Gadafi me parecía bastante cabrón y que preferiría una democracia parlamentaria a lo occidental en vez de tratos entre tribus. Por supuesto tampoco justifico el asesinato de este hombre.
la historia parece que puede repetirse, los de el NO A LA GUERRA, ANDE ANDAN?…
Personalmente esta es la caña y se lleva el premio como basura de “PROPAGANDA BELICA” publicada en europress para medios como el pais, el mundo bla bla bla… mientras LA REALIDAD era que el pueblo libio era bombardedo desde el aire por la OTAN y desde tierra por un ejecito de asesinos mercenarios talibanes a sueldo de los Emiratos Arabes ” si si los de la camiseta del Barsa”
Aqui la lanzo en 3… 2… 1….
EEUU denuncia que Gadafi ordenó administrar viagra a sus soldados para incitarlos a realizar violaciones masivas
¿Joder pero tan poco se curran la propaganda bélica?, ¿Cual es nivel de estudios de los trolls de la OTAN que financian a los mass medias occidentales para que publiquen estas porquerías? ¿Donde tengo que dejar el curriculum para que me contraten? prometo crear trolas creíbles de verdad bajo penar de recibir un bombardeo humanitario de paz, amor y democracia…
¿Donde están los falsos progress del NO A LA GUERRA? juass que decadencia de sociedad occidental la que me ha tocado vivir.
Aqui están los crímenes de Gadafi:
Libia tiene “perdón tenía” el mayor índice de desarrollo humano de toda África, la mayor esperanza de vida (casi 76 años), atención sanitaria de alto nivel total y gratuita, becas de hasta 1.600 € al mes…por cada miembro de la familia que se iba a estudiar fuera, vivienda como derecho constitucional, reparto de las rentas por petróleo (300 euros al mes por cada libio), luz y agua gratis, préstamos sin interés, ayudas de 10.000 dólares por matrimonio, un gran río artificial que puso en riego a todo el país, se plantaron millones de árboles en el desierto, se regalaron tierras, casas, tractores y semillas a los agricultores., que estaban exentos de impuesto. Libia tenía PLENO EMPLEO y además daba empleo a 2.5 millones de extranjeros. NO TENÍA DEUDA EXTERNA. De esto hoy no queda nada. GRACIAS OTAN GRACIAS AL QAEDA.
PD: Comentar que el pan no era gratis como dicen erroneamente más arriba pero es cierto que tenía un precio simbólico.
Comentarios cerrados.