6 de agosto 2015    /   CREATIVIDAD
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La vida de Tokio en una Ășnica fotografĂ­a

6 de agosto 2015    /   CREATIVIDAD     por          
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«Qué extraños fenómenos nos encontramos en una gran ciudad. Todo lo que hemos de hacer es deambular con los ojos abiertos. La vida se arremolina en enjambres de inocentes monstruos»

Charles Baudelaire

Desde que aparecieron las cĂĄmaras digitales, y aĂșn mĂĄs con los telĂ©fonos mĂłviles, hemos vividos una suerte de absurda competiciĂłn por ver quiĂ©n hacĂ­a fotos de desayunos y brunchs con mayor calidad. Que si mi lente tiene los filtros pastel integrados, que si los cupcakes se ven mucho mejor con mi objetivo resistente al agua, que si mi cĂĄmara tiene 8 megapĂ­xeles, que si la mĂ­a tiene 12 y la de mi cuñao 24, pues eso no es nada porque mi rĂ©flex tiene 32 megapĂ­xeles como 32 soles y para cuñao yo.
Todo esto le debiĂł parecer una soberana mandanga al fotĂłgrafo Jeffrey Martin cuando publicĂł su foto de Tokio, porque la imagen tiene 600.000 pĂ­xeles
 solo de ancho. En total, el panorama de la capital japonesa ocupa la colosal cifra de 150 gigapĂ­xeles; o sea, ciento cincuenta mil megapĂ­xeles. En tĂ©rminos cuñaos, unas seis mil cĂĄmaras de la mejor calidad.
portada2_tokio
Martin descubriĂł la fotografĂ­a panorĂĄmica en el año 2000, mĂĄs o menos al mismo tiempo que el resto de los mortales descubrĂ­amos la fotografĂ­a digital. Parece una fecha muy reciente pero, hace quince años, la mayorĂ­a aĂșn usĂĄbamos unos peculiares dispositivos casi arqueolĂłgicos llamados «carretes» y revelĂĄbamos nuestros negativos en extraños locales a los que nos referĂ­amos con el ancestral nombre de «laboratorios fotogrĂĄficos». Mientras tanto, Martin se mudaba de su Inglaterra natal a Praga, se subĂ­a a la torre de la televisiĂłn estatal checa y comenzaba a disparar con su Canon compacta en los 360 grados del campo visible. NacĂ­a asĂ­ la web prague360.com que en 2007 se convertirĂ­a en 360cities, de la que Martin es fundador y CEO.
Ocho años despuĂ©s, y tras una serie de acuerdos con empresas fotogrĂĄficas y de internet, 360cities alberga centenares de fotografĂ­as panorĂĄmicas y en alta definiciĂłn de ciudades y paisajes –e incluso de eventos mĂĄs pequeños y mundanos– por todo el mundo. De hecho, la web funciona como red social abierta a las aportaciones de sus usuarios registrados. Entre sus imĂĄgenes podemos pasear por el casco antiguo de Damasco, ver el reflejo del sol sobre el hielo del glaciar McCall en Alaska, y hasta viajar al pasado y dar una vuelta completa al World Trade Center de Nueva York cuando las Torres Gemelas aĂșn estaban en pie.
Los logros personales de Jeffrey Martin incluyen la alianza entre 360cities y Google para que sus panoramas aparezcan en Google Maps y Google Earth, ademås de varios récords de tamaño fotogråfico, como el actual Guinness a la imagen panoråmica mås grande, por su fotografía esférica de Londres.
Quizå lo mås interesante del trabajo de Martin no tenga que ver con las proezas técnicas y ni siquiera con la belleza de sus fotos, sino con la actitud con la que las enseña al mundo. Su aproximación se parece a la de los primeros pioneros de la fotografía panoråmica, que solo querían una experiencia visual del territorio lo mås parecida a la realidad.
Hombres como George N. Barnard, que documentó la Guerra Civil americana en docenas de fotocomposiciones, las cuales serían de enorme valor tanto para los ingenieros como para los mandos militares de la contienda. Porque, aunque la fotografía panoråmica o esférica nos suene a lo mås avanzado de la tecnología actual, en realidad tiene la misma edad que la propia fotografía. De hecho, la aparición de la película flexible en 1888 contribuyó a una revolución de la imagen panoråmica, que vio nacer nuevos carretes y dispositivos de nombres tan bombåsticos como el Cylindrograph, el Pantascopic o el Cyclo-pan.

PanĂłramica del downtown de Filadelfia en 1913. Autor desconocido. (DP).
PanĂłramica del downtown de Filadelfia en 1913. Autor desconocido. (DP).

Sin embargo, nuestra inmersiĂłn en dĂ©cadas de posmodernidad cultural nos permite –casi nos obliga– a mirar a las gigafotografĂ­as de Jeffrey Martin con unos ojos bien distintos a los que Ă©l propone. No hay mĂĄs que asomarse a la brutal imagen que tomĂł desde la Torre de Tokio durante dos dĂ­as enteros en septiembre de 2012. A priori puede parecernos una inocua foto de la capital nipona, pero en el momento en que hacemos zoom y nos acercamos mĂĄs y mĂĄs y todavĂ­a mĂĄs a las calles y a las personas que la pueblan, nos daremos cuenta de que nuestro ĂĄnimo pasa de lo lĂșdico a lo entomolĂłgico.
No se trata de que la gigafotografĂ­a sea una manifestaciĂłn mĂĄs del hiperpanĂłptico digital que inunda la sociedad contemporĂĄnea. No es una herramienta de control ni de vigilancia. Pero la extraordinaria capacidad de detalle, la posibilidad de aproximarnos prĂĄcticamente a la expresiĂłn facial de los viandantes, nos convierte en una especie de dioses-observadores. De francotiradores de vidas ajenas.
TOKIOBEISBOL1 TOKIOBEISBOL2
Tras varias horas de buceo hemos perdido la noción de mirar una urbe real con habitantes reales y bien podríamos estar escrutando las torres retorcidas de la Nueva Crobuzón de China Miéville o espiando los devenires de Titus Groan y sus conciudadanos del Gormenghast de Mervyn Peake. Es mås, si pasamos de Tokio a Praga y luego a Londres y luego a Nueva York, la sensación es que al otro lado de la pantalla se ha abierto una ventana a Eutropia la ciudad invisible que Italo Calvino definió como «[N]o una ciudad sino muchas, de igual tamaño y no disímiles entre sí, desparramadas en un vasto y ondulado altiplano».
TOKIOTRENES1 TOKIOTRENES2
Ya no nos interesa la belleza ni la técnica ni los miles de megapíxeles, solo queremos saber a dónde mandó la bola ese aficionado al béisbol, cuånto cobra el maquinista por pasear a unos preadolescentes en su tren de juguete, de qué sabor serån los helados que se va a tomar el señor de la gorra blanca, quién estå enterrada o enterrado en esa tumba tan distinta a las demås, de dónde vendrån esas dos chicas que llegan al hotel con sus maletas e incluso qué llevan en las maletas.
TOKIOKIOSKO1 TOKIOKIOSKO2
TOKIOCEMENTERIO
TOKIOCHICAS1
TOKIOCHICAS2
Y queremos saber si el tipo que estå haciendo una foto desde lo alto de su terraza en lo alto de una torre de viviendas no serå un DopplegÀnger de nosotros mismos.
GIF vĂ­a io9
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«Qué extraños fenómenos nos encontramos en una gran ciudad. Todo lo que hemos de hacer es deambular con los ojos abiertos. La vida se arremolina en enjambres de inocentes monstruos»

Charles Baudelaire

Desde que aparecieron las cĂĄmaras digitales, y aĂșn mĂĄs con los telĂ©fonos mĂłviles, hemos vividos una suerte de absurda competiciĂłn por ver quiĂ©n hacĂ­a fotos de desayunos y brunchs con mayor calidad. Que si mi lente tiene los filtros pastel integrados, que si los cupcakes se ven mucho mejor con mi objetivo resistente al agua, que si mi cĂĄmara tiene 8 megapĂ­xeles, que si la mĂ­a tiene 12 y la de mi cuñao 24, pues eso no es nada porque mi rĂ©flex tiene 32 megapĂ­xeles como 32 soles y para cuñao yo.
Todo esto le debiĂł parecer una soberana mandanga al fotĂłgrafo Jeffrey Martin cuando publicĂł su foto de Tokio, porque la imagen tiene 600.000 pĂ­xeles
 solo de ancho. En total, el panorama de la capital japonesa ocupa la colosal cifra de 150 gigapĂ­xeles; o sea, ciento cincuenta mil megapĂ­xeles. En tĂ©rminos cuñaos, unas seis mil cĂĄmaras de la mejor calidad.
portada2_tokio
Martin descubriĂł la fotografĂ­a panorĂĄmica en el año 2000, mĂĄs o menos al mismo tiempo que el resto de los mortales descubrĂ­amos la fotografĂ­a digital. Parece una fecha muy reciente pero, hace quince años, la mayorĂ­a aĂșn usĂĄbamos unos peculiares dispositivos casi arqueolĂłgicos llamados «carretes» y revelĂĄbamos nuestros negativos en extraños locales a los que nos referĂ­amos con el ancestral nombre de «laboratorios fotogrĂĄficos». Mientras tanto, Martin se mudaba de su Inglaterra natal a Praga, se subĂ­a a la torre de la televisiĂłn estatal checa y comenzaba a disparar con su Canon compacta en los 360 grados del campo visible. NacĂ­a asĂ­ la web prague360.com que en 2007 se convertirĂ­a en 360cities, de la que Martin es fundador y CEO.
Ocho años despuĂ©s, y tras una serie de acuerdos con empresas fotogrĂĄficas y de internet, 360cities alberga centenares de fotografĂ­as panorĂĄmicas y en alta definiciĂłn de ciudades y paisajes –e incluso de eventos mĂĄs pequeños y mundanos– por todo el mundo. De hecho, la web funciona como red social abierta a las aportaciones de sus usuarios registrados. Entre sus imĂĄgenes podemos pasear por el casco antiguo de Damasco, ver el reflejo del sol sobre el hielo del glaciar McCall en Alaska, y hasta viajar al pasado y dar una vuelta completa al World Trade Center de Nueva York cuando las Torres Gemelas aĂșn estaban en pie.
Los logros personales de Jeffrey Martin incluyen la alianza entre 360cities y Google para que sus panoramas aparezcan en Google Maps y Google Earth, ademås de varios récords de tamaño fotogråfico, como el actual Guinness a la imagen panoråmica mås grande, por su fotografía esférica de Londres.
Quizå lo mås interesante del trabajo de Martin no tenga que ver con las proezas técnicas y ni siquiera con la belleza de sus fotos, sino con la actitud con la que las enseña al mundo. Su aproximación se parece a la de los primeros pioneros de la fotografía panoråmica, que solo querían una experiencia visual del territorio lo mås parecida a la realidad.
Hombres como George N. Barnard, que documentó la Guerra Civil americana en docenas de fotocomposiciones, las cuales serían de enorme valor tanto para los ingenieros como para los mandos militares de la contienda. Porque, aunque la fotografía panoråmica o esférica nos suene a lo mås avanzado de la tecnología actual, en realidad tiene la misma edad que la propia fotografía. De hecho, la aparición de la película flexible en 1888 contribuyó a una revolución de la imagen panoråmica, que vio nacer nuevos carretes y dispositivos de nombres tan bombåsticos como el Cylindrograph, el Pantascopic o el Cyclo-pan.

PanĂłramica del downtown de Filadelfia en 1913. Autor desconocido. (DP).
PanĂłramica del downtown de Filadelfia en 1913. Autor desconocido. (DP).

Sin embargo, nuestra inmersiĂłn en dĂ©cadas de posmodernidad cultural nos permite –casi nos obliga– a mirar a las gigafotografĂ­as de Jeffrey Martin con unos ojos bien distintos a los que Ă©l propone. No hay mĂĄs que asomarse a la brutal imagen que tomĂł desde la Torre de Tokio durante dos dĂ­as enteros en septiembre de 2012. A priori puede parecernos una inocua foto de la capital nipona, pero en el momento en que hacemos zoom y nos acercamos mĂĄs y mĂĄs y todavĂ­a mĂĄs a las calles y a las personas que la pueblan, nos daremos cuenta de que nuestro ĂĄnimo pasa de lo lĂșdico a lo entomolĂłgico.
No se trata de que la gigafotografĂ­a sea una manifestaciĂłn mĂĄs del hiperpanĂłptico digital que inunda la sociedad contemporĂĄnea. No es una herramienta de control ni de vigilancia. Pero la extraordinaria capacidad de detalle, la posibilidad de aproximarnos prĂĄcticamente a la expresiĂłn facial de los viandantes, nos convierte en una especie de dioses-observadores. De francotiradores de vidas ajenas.
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Tras varias horas de buceo hemos perdido la noción de mirar una urbe real con habitantes reales y bien podríamos estar escrutando las torres retorcidas de la Nueva Crobuzón de China Miéville o espiando los devenires de Titus Groan y sus conciudadanos del Gormenghast de Mervyn Peake. Es mås, si pasamos de Tokio a Praga y luego a Londres y luego a Nueva York, la sensación es que al otro lado de la pantalla se ha abierto una ventana a Eutropia la ciudad invisible que Italo Calvino definió como «[N]o una ciudad sino muchas, de igual tamaño y no disímiles entre sí, desparramadas en un vasto y ondulado altiplano».
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Ya no nos interesa la belleza ni la técnica ni los miles de megapíxeles, solo queremos saber a dónde mandó la bola ese aficionado al béisbol, cuånto cobra el maquinista por pasear a unos preadolescentes en su tren de juguete, de qué sabor serån los helados que se va a tomar el señor de la gorra blanca, quién estå enterrada o enterrado en esa tumba tan distinta a las demås, de dónde vendrån esas dos chicas que llegan al hotel con sus maletas e incluso qué llevan en las maletas.
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