Tu mudanza no es una decisión tan personal como parece

”Yorokobu gratis en formato digital!
Con todo empaquetado, listo para abandonar el que fuera su hogar y emprender una nueva etapa en otro lugar, uno piensa que mudarse es una de las decisiones mĆ”s personales (y, en ocasiones, difĆciles) que puede tomar un individuo. Y lo es, aunque quizĆ” no sea todo lo individual que cabrĆa esperar. Aunque no lo parezca, que alguien emigre o cambie de casa puede depender no solo de sus circunstancias particulares, sino tambiĆ©n de lo que hayan hecho antes personas que viven o han vivido cerca, pero a las que no conoce de nada.
Incluso existen algoritmos que lo demuestran. Los recoge un estudio que cientĆficos espaƱoles, argentinos y colombianos publicaron recientemente en el Journal of The Royal Society Interface. En Ć©l se demuestra cómo lo que pasa en un determinado momento en una ciudad, desde el punto de vista demogrĆ”fico, depende de lo que sucedió en ella en aƱos anteriores, asĆ como de lo acontecido en otras grandes urbes cercanas. Ā«Podemos decir que los sistemas urbanos tienen una inercia o memoria de su pasadoĀ», seƱala Alberto Hernando, de la Escuela PolitĆ©cnica Federal de Lausana (EPFL, Suiza).
Una memoria que se remonta a 15 aƱos en el caso de una ciudad espaƱola de mĆ”s de 10.000 habitantes. Esto significa que el nĆŗmero de personas que, por ejemplo, se muda, en un aƱo concreto depende de la cantidad de gente que hizo lo mismo el aƱo anterior en la misma ciudad. Una correlación que va bajando a medida que nos retrotraemos en el tiempo y que cae prĆ”cticamente a la mitad cuando miramos tres lustros atrĆ”s. Ā«Y pasados 30 aƱos es casi inexistente. Es decir, lo que sucedió hace tres dĆ©cadas influye ya muy poco o nada en la dinĆ”mica demogrĆ”fica. Somos un paĆs diferente, con una dinĆ”mica diferente, y en otros treinta aƱos volveremos a ser diferentes a ahora, de otra maneraĀ».
Tu mudanza es fruto de la entropĆa
Que a Hernando āle dieraā por investigar sobre la memoria de las ciudades y la influencia que esta pueda tener en las decisiones, en teorĆa, individuales de sus ciudadanos, se lo debemos a las elecciones generales de 2008. Aquella noche electoral, el cientĆfico y un amigo se āentretenĆanā dibujando grĆ”ficas con los resultados. Ā«En todos los medios solo se mostraban en grĆ”ficas a los partidos mayoritarios y el resto con toda una tabla solo de nĆŗmeros. SerĆ© cientĆfico pero aĆŗn no sĆ© leer nĆŗmeros como en Matrixā¦Ā».Tras volcar los datos por su cuenta para entenderlos, Hernando comprobó que los resultados no eran los esperados, no porque ganaran los de uno u otro signo polĆtico, sino por la forma de la grĆ”fica en la que quedaban reflejados. En lugar de algo aleatorio, Ā«porque la gente, en principio, vota lo que le da la ganaĀ», resultó que el escrutinio se resumĆa en dos lĆneas rectas y muy bien definidas. Ā«Y algo tan regular, normalmente, es tambiĆ©n predecibleĀ».
La inquietud cientĆfica le pudo y comenzó a investigar si otros ācolegasā habĆan estudiado con anterioridad este tipo de comportamientos colectivos. Ā«EncontrĆ© que otros investigadores habĆan analizado estos procesos desde un punto de vista matemĆ”tico, pero no existĆa ni un consenso ni ningĆŗn modelo que me acabara de convencer, asĆ que me puse a buscar una explicación por mi cuentaĀ».
Fue durante la bĆŗsqueda de esa explicación estadĆstica, cuando Hernando descubrió que lo que ocurre en una ciudad en un determinado momento depende de lo acontecido aƱos antes. Pero tambiĆ©n de lo que hagan o dejen de hacer āsus vecinasā. Ā«Las ciudades no son sistemas aislados y forman parte de un enorme ecosistema en una región en concreto. Es decir, la cantidad de personas que se vayan de la ciudad y las que lleguen a ella depende tambiĆ©n de cuĆ”ntas lo hicieron en las ciudades mĆ”s cercanas, aunque esas personas en realidad nunca se hayan conocido entre sĆ o no tengan algo evidente en comĆŗnĀ».
[pullquote class=”right”]Los sistemas urbanos tienen una inercia o memoria de su pasado. Una memoria que se remonta a 15 aƱos en el caso de una ciudad espaƱola de mĆ”s de 10.000 habitantes [/pullquote]
En el caso de EspaƱa, Hernando y su equipo calculan que el radio de interacción entre ciudades se extiende a unos 80 km. MĆ”s allĆ” de esta distancia, la influencia entre ciudades es prĆ”cticamente inexistente. La explicación reside, segĆŗn Hernando, en la entropĆa. Ā«Hay muchas formas de explicar quĆ© es la entropĆa, pero se puede decir que es una medida del orden o desorden de un sistema. Si este estĆ” en equilibrio (o cerca), la entropĆa es mĆ”ximaĀ». Hernando y su equipo cayeron en la cuenta de que aquel tĆ©rmino que se utilizaba con frecuencia en FĆsica, BiologĆa o en las Ciencias de la Información se podĆa aplicar tambiĆ©n a sistemas sociales. Ā«Nosotros tambiĆ©n nos ordenamos maximizando la entropĆa, al igual que lo hacen los Ć”tomos, las proteĆnas o los granos de arenaĀ»
EE UU gana en memoria a EspaƱa
Para llegar a todas aquellas conclusiones, Hernando recurrió a los datos de población del INE en EspaƱa desde 1900 hasta 2011. TambiĆ©n analizó los datos demogrĆ”ficos de otras ciudades europeas, aunque el paĆs que resultó mĆ”s interesante para comparar con EspaƱa fue Estados Unidos. Ā«Recurrimos a los registros de la Oficina del Censo del paĆs norteamericano entre los aƱos 1830 y 2000. Encontramos los mismos patrones que en EspaƱa, confirmando las caracterĆsticas cualitativas de los modelos que manejamos, aunque cuantitativamente el resultado fue muy diferenteĀ».
Aunque, de algĆŗn modo, tambiĆ©n esperado, reconoce Hernando. Ā«Las distancias tĆpicas de interacción o influencia entre las ciudades de EE UU es de 200 km frente a los 80 km de las de EspaƱaĀ». Una diferencia que el cientĆfico atribuye a una cuestión cultural y a la propia necesidad: Ā«La densidad de ciudades no es tan alta como en Europa y la gente tiene mĆ”s costumbre de hacer mĆ”s kilómetros en carreteraĀ».
Las norteamericanas tambiĆ©n pueden presumir de tener mĆ”s memoria que las de nuestro paĆs: 25 frente a nuestros 15 aƱos. AdemĆ”s, la huella que circunstancias históricas tan relevantes como una guerra o una crisis económica impregnan a la sociedad perdura allĆ mĆ”s en el tiempo. En EspaƱa hablamos de unos 15 aƱos mientras que en Estados Unidos se sitĆŗa en torno a los 20.
Ā«Pasado ese tiempo, la dinĆ”mica social es tan diferente a la que fue que decimos que el sistema āha perdido la memoriaā. Lo entendemos como un acto de resiliencia. Lo cual es positivo pese a que, cuando esto pasa, encontramos que resulta mĆ”s complicado hacer predicciones. Nuestra ventana de tiempo fiable se reduce y la incertidumbre aumenta significativamenteĀ». Para explicar cómo las ciudades evolucionan hacia un estado no del todo definido para superar un hecho traumĆ”tico, Hernando recurre a Twain cuando dijo aquello de que āla historia no se repite, pero rimaā. Ā«En esas situaciones, las ciudades pasan por determinadas fases para superar esos hechos. Lo que resulta difĆcil de predecir es quĆ© versos en particular sonarĆ”n cada vezĀ».
En el caso de EspaƱa, la crisis económica tiene visos de convertirse en uno de los eventos históricos mĆ”s relevantes desde el punto de vista demogrĆ”fico, asegura Hernando. Ā«Los patrones estĆ”n tambiĆ©n cambiando profundamente āaƱadeā. Si comparamos con los eventos pasados, esto significa que estamos en uno de esos periodos de incertidumbre y que en los próximos 10-15 aƱos se habrĆ” perdido la memoria de la dinĆ”mica anterior a la crisisĀ».
El cientĆfico pronostica cambios profundos en la próxima dĆ©cada. Lo que muchos auguraban con los primeros coletazos de la crisis (Ā«ya nada volverĆ” a ser como antesĀ», decĆan), Ć©l lo define como Ā«un proceso de resiliencia donde se superarĆ”n los eventos pasados y encontraremos una nueva manera de ser, aunque la forma en particular en la que lo hagamos a largo plazo todavĆa es una incógnitaĀ». Ā«Lo ocurrido en Estados Unidos con su Guerra Civil o con el crack del 29 podrĆan ser claros ejemplosĀ», agrega.
Que las ciudades tienen memoria es algo que Hernando y su equipo ya no dudan. Lo que no tienen tan claro es dónde reside esa memoria. «”No lo sabemos! Y no solo eso. Incluso tenemos indicios para hipotetizar que existen dos mecanismos diferentes que definen una memoria a corto plazo y otra a largo, pero todavĆa no tenemos claro cómo funcionan o interaccionanĀ». Tampoco estĆ” claro cómo contribuimos cada uno de nosotros a esa memoria, ni cómo influye las diferencias culturales de los ciudadanos, ni si es posible influir āpositivamenteā en ella. Ā«Lo que estĆ” claro es que es un fenómeno global porque hemos investigado a partir de datos de varios paĆses de cuatro continentes y encontramos inercia en todos ellosĀ». El propósito de Hernando y compaƱĆa es seguir investigando, porque el estudio de estas cuestiones, asegura, Ā«nos ayudarĆ”n no solo a entender mejor cómo nos comportamos a nivel colectivo. Incluso podrĆan servir para diseƱar entornos y dinĆ”micas urbanas mĆ”s armoniosas, estables y justas en el futuroĀ».
”Yorokobu gratis en formato digital!
Con todo empaquetado, listo para abandonar el que fuera su hogar y emprender una nueva etapa en otro lugar, uno piensa que mudarse es una de las decisiones mĆ”s personales (y, en ocasiones, difĆciles) que puede tomar un individuo. Y lo es, aunque quizĆ” no sea todo lo individual que cabrĆa esperar. Aunque no lo parezca, que alguien emigre o cambie de casa puede depender no solo de sus circunstancias particulares, sino tambiĆ©n de lo que hayan hecho antes personas que viven o han vivido cerca, pero a las que no conoce de nada.
Incluso existen algoritmos que lo demuestran. Los recoge un estudio que cientĆficos espaƱoles, argentinos y colombianos publicaron recientemente en el Journal of The Royal Society Interface. En Ć©l se demuestra cómo lo que pasa en un determinado momento en una ciudad, desde el punto de vista demogrĆ”fico, depende de lo que sucedió en ella en aƱos anteriores, asĆ como de lo acontecido en otras grandes urbes cercanas. Ā«Podemos decir que los sistemas urbanos tienen una inercia o memoria de su pasadoĀ», seƱala Alberto Hernando, de la Escuela PolitĆ©cnica Federal de Lausana (EPFL, Suiza).
Una memoria que se remonta a 15 aƱos en el caso de una ciudad espaƱola de mĆ”s de 10.000 habitantes. Esto significa que el nĆŗmero de personas que, por ejemplo, se muda, en un aƱo concreto depende de la cantidad de gente que hizo lo mismo el aƱo anterior en la misma ciudad. Una correlación que va bajando a medida que nos retrotraemos en el tiempo y que cae prĆ”cticamente a la mitad cuando miramos tres lustros atrĆ”s. Ā«Y pasados 30 aƱos es casi inexistente. Es decir, lo que sucedió hace tres dĆ©cadas influye ya muy poco o nada en la dinĆ”mica demogrĆ”fica. Somos un paĆs diferente, con una dinĆ”mica diferente, y en otros treinta aƱos volveremos a ser diferentes a ahora, de otra maneraĀ».
Tu mudanza es fruto de la entropĆa
Que a Hernando āle dieraā por investigar sobre la memoria de las ciudades y la influencia que esta pueda tener en las decisiones, en teorĆa, individuales de sus ciudadanos, se lo debemos a las elecciones generales de 2008. Aquella noche electoral, el cientĆfico y un amigo se āentretenĆanā dibujando grĆ”ficas con los resultados. Ā«En todos los medios solo se mostraban en grĆ”ficas a los partidos mayoritarios y el resto con toda una tabla solo de nĆŗmeros. SerĆ© cientĆfico pero aĆŗn no sĆ© leer nĆŗmeros como en Matrixā¦Ā».Tras volcar los datos por su cuenta para entenderlos, Hernando comprobó que los resultados no eran los esperados, no porque ganaran los de uno u otro signo polĆtico, sino por la forma de la grĆ”fica en la que quedaban reflejados. En lugar de algo aleatorio, Ā«porque la gente, en principio, vota lo que le da la ganaĀ», resultó que el escrutinio se resumĆa en dos lĆneas rectas y muy bien definidas. Ā«Y algo tan regular, normalmente, es tambiĆ©n predecibleĀ».
La inquietud cientĆfica le pudo y comenzó a investigar si otros ācolegasā habĆan estudiado con anterioridad este tipo de comportamientos colectivos. Ā«EncontrĆ© que otros investigadores habĆan analizado estos procesos desde un punto de vista matemĆ”tico, pero no existĆa ni un consenso ni ningĆŗn modelo que me acabara de convencer, asĆ que me puse a buscar una explicación por mi cuentaĀ».
Fue durante la bĆŗsqueda de esa explicación estadĆstica, cuando Hernando descubrió que lo que ocurre en una ciudad en un determinado momento depende de lo acontecido aƱos antes. Pero tambiĆ©n de lo que hagan o dejen de hacer āsus vecinasā. Ā«Las ciudades no son sistemas aislados y forman parte de un enorme ecosistema en una región en concreto. Es decir, la cantidad de personas que se vayan de la ciudad y las que lleguen a ella depende tambiĆ©n de cuĆ”ntas lo hicieron en las ciudades mĆ”s cercanas, aunque esas personas en realidad nunca se hayan conocido entre sĆ o no tengan algo evidente en comĆŗnĀ».
[pullquote class=”right”]Los sistemas urbanos tienen una inercia o memoria de su pasado. Una memoria que se remonta a 15 aƱos en el caso de una ciudad espaƱola de mĆ”s de 10.000 habitantes [/pullquote]
En el caso de EspaƱa, Hernando y su equipo calculan que el radio de interacción entre ciudades se extiende a unos 80 km. MĆ”s allĆ” de esta distancia, la influencia entre ciudades es prĆ”cticamente inexistente. La explicación reside, segĆŗn Hernando, en la entropĆa. Ā«Hay muchas formas de explicar quĆ© es la entropĆa, pero se puede decir que es una medida del orden o desorden de un sistema. Si este estĆ” en equilibrio (o cerca), la entropĆa es mĆ”ximaĀ». Hernando y su equipo cayeron en la cuenta de que aquel tĆ©rmino que se utilizaba con frecuencia en FĆsica, BiologĆa o en las Ciencias de la Información se podĆa aplicar tambiĆ©n a sistemas sociales. Ā«Nosotros tambiĆ©n nos ordenamos maximizando la entropĆa, al igual que lo hacen los Ć”tomos, las proteĆnas o los granos de arenaĀ»
EE UU gana en memoria a EspaƱa
Para llegar a todas aquellas conclusiones, Hernando recurrió a los datos de población del INE en EspaƱa desde 1900 hasta 2011. TambiĆ©n analizó los datos demogrĆ”ficos de otras ciudades europeas, aunque el paĆs que resultó mĆ”s interesante para comparar con EspaƱa fue Estados Unidos. Ā«Recurrimos a los registros de la Oficina del Censo del paĆs norteamericano entre los aƱos 1830 y 2000. Encontramos los mismos patrones que en EspaƱa, confirmando las caracterĆsticas cualitativas de los modelos que manejamos, aunque cuantitativamente el resultado fue muy diferenteĀ».
Aunque, de algĆŗn modo, tambiĆ©n esperado, reconoce Hernando. Ā«Las distancias tĆpicas de interacción o influencia entre las ciudades de EE UU es de 200 km frente a los 80 km de las de EspaƱaĀ». Una diferencia que el cientĆfico atribuye a una cuestión cultural y a la propia necesidad: Ā«La densidad de ciudades no es tan alta como en Europa y la gente tiene mĆ”s costumbre de hacer mĆ”s kilómetros en carreteraĀ».
Las norteamericanas tambiĆ©n pueden presumir de tener mĆ”s memoria que las de nuestro paĆs: 25 frente a nuestros 15 aƱos. AdemĆ”s, la huella que circunstancias históricas tan relevantes como una guerra o una crisis económica impregnan a la sociedad perdura allĆ mĆ”s en el tiempo. En EspaƱa hablamos de unos 15 aƱos mientras que en Estados Unidos se sitĆŗa en torno a los 20.
Ā«Pasado ese tiempo, la dinĆ”mica social es tan diferente a la que fue que decimos que el sistema āha perdido la memoriaā. Lo entendemos como un acto de resiliencia. Lo cual es positivo pese a que, cuando esto pasa, encontramos que resulta mĆ”s complicado hacer predicciones. Nuestra ventana de tiempo fiable se reduce y la incertidumbre aumenta significativamenteĀ». Para explicar cómo las ciudades evolucionan hacia un estado no del todo definido para superar un hecho traumĆ”tico, Hernando recurre a Twain cuando dijo aquello de que āla historia no se repite, pero rimaā. Ā«En esas situaciones, las ciudades pasan por determinadas fases para superar esos hechos. Lo que resulta difĆcil de predecir es quĆ© versos en particular sonarĆ”n cada vezĀ».
En el caso de EspaƱa, la crisis económica tiene visos de convertirse en uno de los eventos históricos mĆ”s relevantes desde el punto de vista demogrĆ”fico, asegura Hernando. Ā«Los patrones estĆ”n tambiĆ©n cambiando profundamente āaƱadeā. Si comparamos con los eventos pasados, esto significa que estamos en uno de esos periodos de incertidumbre y que en los próximos 10-15 aƱos se habrĆ” perdido la memoria de la dinĆ”mica anterior a la crisisĀ».
El cientĆfico pronostica cambios profundos en la próxima dĆ©cada. Lo que muchos auguraban con los primeros coletazos de la crisis (Ā«ya nada volverĆ” a ser como antesĀ», decĆan), Ć©l lo define como Ā«un proceso de resiliencia donde se superarĆ”n los eventos pasados y encontraremos una nueva manera de ser, aunque la forma en particular en la que lo hagamos a largo plazo todavĆa es una incógnitaĀ». Ā«Lo ocurrido en Estados Unidos con su Guerra Civil o con el crack del 29 podrĆan ser claros ejemplosĀ», agrega.
Que las ciudades tienen memoria es algo que Hernando y su equipo ya no dudan. Lo que no tienen tan claro es dónde reside esa memoria. «”No lo sabemos! Y no solo eso. Incluso tenemos indicios para hipotetizar que existen dos mecanismos diferentes que definen una memoria a corto plazo y otra a largo, pero todavĆa no tenemos claro cómo funcionan o interaccionanĀ». Tampoco estĆ” claro cómo contribuimos cada uno de nosotros a esa memoria, ni cómo influye las diferencias culturales de los ciudadanos, ni si es posible influir āpositivamenteā en ella. Ā«Lo que estĆ” claro es que es un fenómeno global porque hemos investigado a partir de datos de varios paĆses de cuatro continentes y encontramos inercia en todos ellosĀ». El propósito de Hernando y compaƱĆa es seguir investigando, porque el estudio de estas cuestiones, asegura, Ā«nos ayudarĆ”n no solo a entender mejor cómo nos comportamos a nivel colectivo. Incluso podrĆan servir para diseƱar entornos y dinĆ”micas urbanas mĆ”s armoniosas, estables y justas en el futuroĀ».
Interesante el studio de los procesos migratorios con recursos matematicos. Sin embargo no sorprende que los estados actuales sean el resultado de estados intermedios de hace tiempo. Es que simplemente la sociedad es un sistema dinamico complejo. Por otro lado el autor confunde esontaneidad (maximo de entropia) con equilibrio (maxima disminucion de la energia libre de Helmholtz).
El principio de mĆ”xima entropĆa estable que el sistema se encuentra en equilibrio si maximiza la entropĆa bajo ciertas restricciones dadas a priori. En un sistema fĆsico, si esa restricción es en la energĆa interna, se maximiza la entropĆa sujeta a esa condición. Al funcional (o potencial termodinĆ”mico) que combina entropĆa y energĆa interna se le llama tradicionalmente energĆa libre de Helmholtz, pero existen otras funcionales si la restricción es al volumen, o al potencial quĆmico, etc. Lo sorprendente es que estos conceptos puedan ser utilizados tambiĆ©n es sistemas formados por humanos!
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