17 de abril 2015    /   CIENCIA
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Tu mudanza no es una decisión tan personal como parece

17 de abril 2015    /   CIENCIA     por          
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Con todo empaquetado, listo para abandonar el que fuera su hogar y emprender una nueva etapa en otro lugar, uno piensa que mudarse es una de las decisiones mƔs personales (y, en ocasiones, difƭciles) que puede tomar un individuo. Y lo es, aunque quizƔ no sea todo lo individual que cabrƭa esperar. Aunque no lo parezca, que alguien emigre o cambie de casa puede depender no solo de sus circunstancias particulares, sino tambiƩn de lo que hayan hecho antes personas que viven o han vivido cerca, pero a las que no conoce de nada.
Incluso existen algoritmos que lo demuestran. Los recoge un estudio que científicos españoles, argentinos y colombianos publicaron recientemente en el Journal of The Royal Society Interface. En él se demuestra cómo lo que pasa en un determinado momento en una ciudad, desde el punto de vista demogrÔfico, depende de lo que sucedió en ella en años anteriores, así como de lo acontecido en otras grandes urbes cercanas. «Podemos decir que los sistemas urbanos tienen una inercia o memoria de su pasado», señala Alberto Hernando, de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL, Suiza).
Una memoria que se remonta a 15 años en el caso de una ciudad española de mÔs de 10.000 habitantes. Esto significa que el número de personas que, por ejemplo, se muda, en un año concreto depende de la cantidad de gente que hizo lo mismo el año anterior en la misma ciudad. Una correlación que va bajando a medida que nos retrotraemos en el tiempo y que cae prÔcticamente a la mitad cuando miramos tres lustros atrÔs. «Y pasados 30 años es casi inexistente. Es decir, lo que sucedió hace tres décadas influye ya muy poco o nada en la dinÔmica demogrÔfica. Somos un país diferente, con una dinÔmica diferente, y en otros treinta años volveremos a ser diferentes a ahora, de otra manera».
Tu mudanza es fruto de la entropĆ­a
Que a Hernando ā€˜le diera’ por investigar sobre la memoria de las ciudades y la influencia que esta pueda tener en las decisiones, en teorĆ­a, individuales de sus ciudadanos, se lo debemos a las elecciones generales de 2008. Aquella noche electoral, el cientĆ­fico y un amigo se ā€˜entretenĆ­an’ dibujando grĆ”ficas con los resultados. Ā«En todos los medios solo se mostraban en grĆ”ficas a los partidos mayoritarios y el resto con toda una tabla solo de nĆŗmeros. SerĆ© cientĆ­fico pero aĆŗn no sĆ© leer nĆŗmeros como en Matrix…».Tras volcar los datos por su cuenta para entenderlos, Hernando comprobó que los resultados no eran los esperados, no porque ganaran los de uno u otro signo polĆ­tico, sino por la forma de la grĆ”fica en la que quedaban reflejados. En lugar de algo aleatorio, Ā«porque la gente, en principio, vota lo que le da la ganaĀ», resultó que el escrutinio se resumĆ­a en dos lĆ­neas rectas y muy bien definidas. Ā«Y algo tan regular, normalmente, es tambiĆ©n predecibleĀ».
La inquietud cientĆ­fica le pudo y comenzó a investigar si otros ā€˜colegas’ habĆ­an estudiado con anterioridad este tipo de comportamientos colectivos. Ā«EncontrĆ© que otros investigadores habĆ­an analizado estos procesos desde un punto de vista matemĆ”tico, pero no existĆ­a ni un consenso ni ningĆŗn modelo que me acabara de convencer, asĆ­ que me puse a buscar una explicación por mi cuentaĀ».
Fue durante la bĆŗsqueda de esa explicación estadĆ­stica, cuando Hernando descubrió que lo que ocurre en una ciudad en un determinado momento depende de lo acontecido aƱos antes. Pero tambiĆ©n de lo que hagan o dejen de hacer ā€˜sus vecinas’. Ā«Las ciudades no son sistemas aislados y forman parte de un enorme ecosistema en una región en concreto. Es decir, la cantidad de personas que se vayan de la ciudad y las que lleguen a ella depende tambiĆ©n de cuĆ”ntas lo hicieron en las ciudades mĆ”s cercanas, aunque esas personas en realidad nunca se hayan conocido entre sĆ­ o no tengan algo evidente en comĆŗnĀ».
[pullquote class=”right”]Los sistemas urbanos tienen una inercia o memoria de su pasado. Una memoria que se remonta a 15 aƱos en el caso de una ciudad espaƱola de mĆ”s de 10.000 habitantes [/pullquote]
En el caso de España, Hernando y su equipo calculan que el radio de interacción entre ciudades se extiende a unos 80 km. MÔs allÔ de esta distancia, la influencia entre ciudades es prÔcticamente inexistente. La explicación reside, según Hernando, en la entropía. «Hay muchas formas de explicar qué es la entropía, pero se puede decir que es una medida del orden o desorden de un sistema. Si este estÔ en equilibrio (o cerca), la entropía es mÔxima». Hernando y su equipo cayeron en la cuenta de que aquel término que se utilizaba con frecuencia en Física, Biología o en las Ciencias de la Información se podía aplicar también a sistemas sociales. «Nosotros también nos ordenamos maximizando la entropía, al igual que lo hacen los Ôtomos, las proteínas o los granos de arena»
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EE UU gana en memoria a EspaƱa
Para llegar a todas aquellas conclusiones, Hernando recurrió a los datos de población del INE en España desde 1900 hasta 2011. También analizó los datos demogrÔficos de otras ciudades europeas, aunque el país que resultó mÔs interesante para comparar con España fue Estados Unidos. «Recurrimos a los registros de la Oficina del Censo del país norteamericano entre los años 1830 y 2000. Encontramos los mismos patrones que en España, confirmando las características cualitativas de los modelos que manejamos, aunque cuantitativamente el resultado fue muy diferente».
Aunque, de algún modo, también esperado, reconoce Hernando. «Las distancias típicas de interacción o influencia entre las ciudades de EE UU es de 200 km frente a los 80 km de las de España». Una diferencia que el científico atribuye a una cuestión cultural y a la propia necesidad: «La densidad de ciudades no es tan alta como en Europa y la gente tiene mÔs costumbre de hacer mÔs kilómetros en carretera».
Las norteamericanas también pueden presumir de tener mÔs memoria que las de nuestro país: 25 frente a nuestros 15 años. AdemÔs, la huella que circunstancias históricas tan relevantes como una guerra o una crisis económica impregnan a la sociedad perdura allí mÔs en el tiempo. En España hablamos de unos 15 años mientras que en Estados Unidos se sitúa en torno a los 20.
Ā«Pasado ese tiempo, la dinĆ”mica social es tan diferente a la que fue que decimos que el sistema ā€œha perdido la memoriaā€. Lo entendemos como un acto de resiliencia. Lo cual es positivo pese a que, cuando esto pasa, encontramos que resulta mĆ”s complicado hacer predicciones. Nuestra ventana de tiempo fiable se reduce y la incertidumbre aumenta significativamenteĀ». Para explicar cómo las ciudades evolucionan hacia un estado no del todo definido para superar un hecho traumĆ”tico, Hernando recurre a Twain cuando dijo aquello de que ā€œla historia no se repite, pero rimaā€. Ā«En esas situaciones, las ciudades pasan por determinadas fases para superar esos hechos. Lo que resulta difĆ­cil de predecir es quĆ© versos en particular sonarĆ”n cada vezĀ».
En el caso de EspaƱa, la crisis económica tiene visos de convertirse en uno de los eventos históricos mĆ”s relevantes desde el punto de vista demogrĆ”fico, asegura Hernando. Ā«Los patrones estĆ”n tambiĆ©n cambiando profundamente —aƱade—. Si comparamos con los eventos pasados, esto significa que estamos en uno de esos periodos de incertidumbre y que en los próximos 10-15 aƱos se habrĆ” perdido la memoria de la dinĆ”mica anterior a la crisisĀ».
El científico pronostica cambios profundos en la próxima década. Lo que muchos auguraban con los primeros coletazos de la crisis («ya nada volverÔ a ser como antes», decían), él lo define como «un proceso de resiliencia donde se superarÔn los eventos pasados y encontraremos una nueva manera de ser, aunque la forma en particular en la que lo hagamos a largo plazo todavía es una incógnita». «Lo ocurrido en Estados Unidos con su Guerra Civil o con el crack del 29 podrían ser claros ejemplos», agrega.
Que las ciudades tienen memoria es algo que Hernando y su equipo ya no dudan. Lo que no tienen tan claro es dónde reside esa memoria. «”No lo sabemos! Y no solo eso. Incluso tenemos indicios para hipotetizar que existen dos mecanismos diferentes que definen una memoria a corto plazo y otra a largo, pero todavĆ­a no tenemos claro cómo funcionan o interaccionanĀ». Tampoco estĆ” claro cómo contribuimos cada uno de nosotros a esa memoria, ni cómo influye las diferencias culturales de los ciudadanos, ni si es posible influir ā€˜positivamente’ en ella. Ā«Lo que estĆ” claro es que es un fenómeno global porque hemos investigado a partir de datos de varios paĆ­ses de cuatro continentes y encontramos inercia en todos ellosĀ». El propósito de Hernando y compaƱƭa es seguir investigando, porque el estudio de estas cuestiones, asegura, Ā«nos ayudarĆ”n no solo a entender mejor cómo nos comportamos a nivel colectivo. Incluso podrĆ­an servir para diseƱar entornos y dinĆ”micas urbanas mĆ”s armoniosas, estables y justas en el futuroĀ».
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Con todo empaquetado, listo para abandonar el que fuera su hogar y emprender una nueva etapa en otro lugar, uno piensa que mudarse es una de las decisiones mƔs personales (y, en ocasiones, difƭciles) que puede tomar un individuo. Y lo es, aunque quizƔ no sea todo lo individual que cabrƭa esperar. Aunque no lo parezca, que alguien emigre o cambie de casa puede depender no solo de sus circunstancias particulares, sino tambiƩn de lo que hayan hecho antes personas que viven o han vivido cerca, pero a las que no conoce de nada.
Incluso existen algoritmos que lo demuestran. Los recoge un estudio que científicos españoles, argentinos y colombianos publicaron recientemente en el Journal of The Royal Society Interface. En él se demuestra cómo lo que pasa en un determinado momento en una ciudad, desde el punto de vista demogrÔfico, depende de lo que sucedió en ella en años anteriores, así como de lo acontecido en otras grandes urbes cercanas. «Podemos decir que los sistemas urbanos tienen una inercia o memoria de su pasado», señala Alberto Hernando, de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL, Suiza).
Una memoria que se remonta a 15 años en el caso de una ciudad española de mÔs de 10.000 habitantes. Esto significa que el número de personas que, por ejemplo, se muda, en un año concreto depende de la cantidad de gente que hizo lo mismo el año anterior en la misma ciudad. Una correlación que va bajando a medida que nos retrotraemos en el tiempo y que cae prÔcticamente a la mitad cuando miramos tres lustros atrÔs. «Y pasados 30 años es casi inexistente. Es decir, lo que sucedió hace tres décadas influye ya muy poco o nada en la dinÔmica demogrÔfica. Somos un país diferente, con una dinÔmica diferente, y en otros treinta años volveremos a ser diferentes a ahora, de otra manera».
Tu mudanza es fruto de la entropĆ­a
Que a Hernando ā€˜le diera’ por investigar sobre la memoria de las ciudades y la influencia que esta pueda tener en las decisiones, en teorĆ­a, individuales de sus ciudadanos, se lo debemos a las elecciones generales de 2008. Aquella noche electoral, el cientĆ­fico y un amigo se ā€˜entretenĆ­an’ dibujando grĆ”ficas con los resultados. Ā«En todos los medios solo se mostraban en grĆ”ficas a los partidos mayoritarios y el resto con toda una tabla solo de nĆŗmeros. SerĆ© cientĆ­fico pero aĆŗn no sĆ© leer nĆŗmeros como en Matrix…».Tras volcar los datos por su cuenta para entenderlos, Hernando comprobó que los resultados no eran los esperados, no porque ganaran los de uno u otro signo polĆ­tico, sino por la forma de la grĆ”fica en la que quedaban reflejados. En lugar de algo aleatorio, Ā«porque la gente, en principio, vota lo que le da la ganaĀ», resultó que el escrutinio se resumĆ­a en dos lĆ­neas rectas y muy bien definidas. Ā«Y algo tan regular, normalmente, es tambiĆ©n predecibleĀ».
La inquietud cientĆ­fica le pudo y comenzó a investigar si otros ā€˜colegas’ habĆ­an estudiado con anterioridad este tipo de comportamientos colectivos. Ā«EncontrĆ© que otros investigadores habĆ­an analizado estos procesos desde un punto de vista matemĆ”tico, pero no existĆ­a ni un consenso ni ningĆŗn modelo que me acabara de convencer, asĆ­ que me puse a buscar una explicación por mi cuentaĀ».
Fue durante la bĆŗsqueda de esa explicación estadĆ­stica, cuando Hernando descubrió que lo que ocurre en una ciudad en un determinado momento depende de lo acontecido aƱos antes. Pero tambiĆ©n de lo que hagan o dejen de hacer ā€˜sus vecinas’. Ā«Las ciudades no son sistemas aislados y forman parte de un enorme ecosistema en una región en concreto. Es decir, la cantidad de personas que se vayan de la ciudad y las que lleguen a ella depende tambiĆ©n de cuĆ”ntas lo hicieron en las ciudades mĆ”s cercanas, aunque esas personas en realidad nunca se hayan conocido entre sĆ­ o no tengan algo evidente en comĆŗnĀ».
[pullquote class=”right”]Los sistemas urbanos tienen una inercia o memoria de su pasado. Una memoria que se remonta a 15 aƱos en el caso de una ciudad espaƱola de mĆ”s de 10.000 habitantes [/pullquote]
En el caso de España, Hernando y su equipo calculan que el radio de interacción entre ciudades se extiende a unos 80 km. MÔs allÔ de esta distancia, la influencia entre ciudades es prÔcticamente inexistente. La explicación reside, según Hernando, en la entropía. «Hay muchas formas de explicar qué es la entropía, pero se puede decir que es una medida del orden o desorden de un sistema. Si este estÔ en equilibrio (o cerca), la entropía es mÔxima». Hernando y su equipo cayeron en la cuenta de que aquel término que se utilizaba con frecuencia en Física, Biología o en las Ciencias de la Información se podía aplicar también a sistemas sociales. «Nosotros también nos ordenamos maximizando la entropía, al igual que lo hacen los Ôtomos, las proteínas o los granos de arena»
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EE UU gana en memoria a EspaƱa
Para llegar a todas aquellas conclusiones, Hernando recurrió a los datos de población del INE en España desde 1900 hasta 2011. También analizó los datos demogrÔficos de otras ciudades europeas, aunque el país que resultó mÔs interesante para comparar con España fue Estados Unidos. «Recurrimos a los registros de la Oficina del Censo del país norteamericano entre los años 1830 y 2000. Encontramos los mismos patrones que en España, confirmando las características cualitativas de los modelos que manejamos, aunque cuantitativamente el resultado fue muy diferente».
Aunque, de algún modo, también esperado, reconoce Hernando. «Las distancias típicas de interacción o influencia entre las ciudades de EE UU es de 200 km frente a los 80 km de las de España». Una diferencia que el científico atribuye a una cuestión cultural y a la propia necesidad: «La densidad de ciudades no es tan alta como en Europa y la gente tiene mÔs costumbre de hacer mÔs kilómetros en carretera».
Las norteamericanas también pueden presumir de tener mÔs memoria que las de nuestro país: 25 frente a nuestros 15 años. AdemÔs, la huella que circunstancias históricas tan relevantes como una guerra o una crisis económica impregnan a la sociedad perdura allí mÔs en el tiempo. En España hablamos de unos 15 años mientras que en Estados Unidos se sitúa en torno a los 20.
Ā«Pasado ese tiempo, la dinĆ”mica social es tan diferente a la que fue que decimos que el sistema ā€œha perdido la memoriaā€. Lo entendemos como un acto de resiliencia. Lo cual es positivo pese a que, cuando esto pasa, encontramos que resulta mĆ”s complicado hacer predicciones. Nuestra ventana de tiempo fiable se reduce y la incertidumbre aumenta significativamenteĀ». Para explicar cómo las ciudades evolucionan hacia un estado no del todo definido para superar un hecho traumĆ”tico, Hernando recurre a Twain cuando dijo aquello de que ā€œla historia no se repite, pero rimaā€. Ā«En esas situaciones, las ciudades pasan por determinadas fases para superar esos hechos. Lo que resulta difĆ­cil de predecir es quĆ© versos en particular sonarĆ”n cada vezĀ».
En el caso de EspaƱa, la crisis económica tiene visos de convertirse en uno de los eventos históricos mĆ”s relevantes desde el punto de vista demogrĆ”fico, asegura Hernando. Ā«Los patrones estĆ”n tambiĆ©n cambiando profundamente —aƱade—. Si comparamos con los eventos pasados, esto significa que estamos en uno de esos periodos de incertidumbre y que en los próximos 10-15 aƱos se habrĆ” perdido la memoria de la dinĆ”mica anterior a la crisisĀ».
El científico pronostica cambios profundos en la próxima década. Lo que muchos auguraban con los primeros coletazos de la crisis («ya nada volverÔ a ser como antes», decían), él lo define como «un proceso de resiliencia donde se superarÔn los eventos pasados y encontraremos una nueva manera de ser, aunque la forma en particular en la que lo hagamos a largo plazo todavía es una incógnita». «Lo ocurrido en Estados Unidos con su Guerra Civil o con el crack del 29 podrían ser claros ejemplos», agrega.
Que las ciudades tienen memoria es algo que Hernando y su equipo ya no dudan. Lo que no tienen tan claro es dónde reside esa memoria. «”No lo sabemos! Y no solo eso. Incluso tenemos indicios para hipotetizar que existen dos mecanismos diferentes que definen una memoria a corto plazo y otra a largo, pero todavĆ­a no tenemos claro cómo funcionan o interaccionanĀ». Tampoco estĆ” claro cómo contribuimos cada uno de nosotros a esa memoria, ni cómo influye las diferencias culturales de los ciudadanos, ni si es posible influir ā€˜positivamente’ en ella. Ā«Lo que estĆ” claro es que es un fenómeno global porque hemos investigado a partir de datos de varios paĆ­ses de cuatro continentes y encontramos inercia en todos ellosĀ». El propósito de Hernando y compaƱƭa es seguir investigando, porque el estudio de estas cuestiones, asegura, Ā«nos ayudarĆ”n no solo a entender mejor cómo nos comportamos a nivel colectivo. Incluso podrĆ­an servir para diseƱar entornos y dinĆ”micas urbanas mĆ”s armoniosas, estables y justas en el futuroĀ».
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Opiniones 3
  • Interesante el studio de los procesos migratorios con recursos matematicos. Sin embargo no sorprende que los estados actuales sean el resultado de estados intermedios de hace tiempo. Es que simplemente la sociedad es un sistema dinamico complejo. Por otro lado el autor confunde esontaneidad (maximo de entropia) con equilibrio (maxima disminucion de la energia libre de Helmholtz).

    • El principio de mĆ”xima entropĆ­a estable que el sistema se encuentra en equilibrio si maximiza la entropĆ­a bajo ciertas restricciones dadas a priori. En un sistema fĆ­sico, si esa restricción es en la energĆ­a interna, se maximiza la entropĆ­a sujeta a esa condición. Al funcional (o potencial termodinĆ”mico) que combina entropĆ­a y energĆ­a interna se le llama tradicionalmente energĆ­a libre de Helmholtz, pero existen otras funcionales si la restricción es al volumen, o al potencial quĆ­mico, etc. Lo sorprendente es que estos conceptos puedan ser utilizados tambiĆ©n es sistemas formados por humanos!

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