
El pulso de las ciudades lo marcan quienes viven en ellas. ParecerĆa de una lógica aplastante que fueran ellos tambiĆ©n los que configuraran el escenario en el que viven su dĆa a dĆa. āLa realidad es que, para el ciudadano medio, el proceso de diseƱo de los barrios es algo inaccesible y confusoā, cuenta Anne Frederick, directora general de Hester Street Collaborative, una organización sin Ć”nimo de lucro que intenta que sean los ciudadanos quienes tengan en sus manos el poder de construir sus barrios.
Primero una jardinera, luego un mosaico y, posteriormente, un seto. AsĆ comenzó a crecer en 1998 el jardĆn pĆŗblico que constituyó el primer proyecto de Hester Street Collaborative, una asociación sin Ć”nimo de lucro que pretende que los ciudadanos de los barrios deprimidos de Nueva York se den cuenta de la capacidad que atesoran en sus manos para cambiar, de manera directa, su entorno.
Poco antes, ese mismo aƱo, un grupo de arquitectos con ganas de darle la vuelta al mundo, al menos, al mĆ”s próximo a ellos, creaba Hester Street Collaborative. Como explica Anne Frederick, āveo en el proyecto una manera de mejorar los espacios pĆŗblicos y espolear el compromiso cĆvico a travĆ©s del diseƱoā. Lo que salió de ese jardĆn, creado hace casi 15 aƱos, fue un ejemplo de lo relativamente sencillo que es cambiar lo que uno tiene alrededor. āNos inspira el papel que un proceso de trabajo y diseƱo manual puede desempeƱar en que los ciudadanos se percaten de que pueden alterar sus comunidadesā, dice Frederick.

La labor de la organización neoyorquina intenta ofrecer una estructura integral de conocimiento a los habitantes de las zonas donde desarrollan sus iniciativas. Creen firmemente que el Ć©xito, lo que hace que salte la chispa del cambio en la mente de un ciudadano, es una combinación de educación, diseƱo y asesoramiento legal. āHester Street lucha por crear barrios mĆ”s sostenibles, igualitarios y vibrantes en los que las voces de la comunidad marquen el camino a seguir en la mejora del entorno y de los espacio pĆŗblicos desatendidosā, resalta la directora de la ONG.
HSC, cuyo trabajo alcanza a 2.000 vecinos de la ciudad que nunca duerme, busca espacios abandonados de la voluntad polĆtica del ayuntamiento y mete en el lĆo a los vecinos y estudiantes que residen cerca. āEstos tienen asĆ la posibilidad de explorar sus vecindarios, desarrollar recomendaciones de uso y mejora y propugnar cambios para aquello que es importante para ellosā, explica Anne Frederick.

Las iniciativas del grupo de arquitectos se mueven, por un lado, entre las ideadas con una visión a largo plazo que integran sus propuestas en el planeamiento de la ciudad y otras, mĆ”s fugaces y temporales, como instalaciones de diseƱo y arte pĆŗblico, que pretenden promover la atención a sitios clave. āComo espaciosā, explica Frederick, āson transformados temporal y permanentementeā.
Otra de las labores clave de HSC es la de actuar de intermediarios entre autoridades y ciudadanĆa. āTendemos puentes para unir a todos los agentes implicados. Solo de esta manera, el activismo de raĆz puede ser canalizado hasta los que toman las decisionesā, remarca Frederick.
La visión tiene poco de utópico. En un momento en el que articular mecanismos efectivos de organización ciudadana es algo sencillo, y hasta obligatorio, no existe una excusa para dejar a los habitantes de las ciudades fuera de su diseño. Solamente la pura y descarada intención de la exclusión. La tierra para el que la trabaja y la ciudad para el que la habita. El futuro de las urbes se escribe a través del diseño participativo.

āMall-terationsā es una serie de cinco bancos que giran alrededor de un mapa del Lower East Side. Un camino que conecta a los cinco bancos cuenta la historia de la inmigración llegada al vecindario.
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