18 de octubre 2012    /   DIGITAL
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Las lenguas que hablarán nuestros hijos, si queremos

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Si tuviera un hijo, me gustaría que intentara aprender desde pequeñito al menos cuatro lenguas: español, inglés, chino y código.

Y esta preocupación, ¿por qué ahora? Podría ser porque muchos de mis amigos están empezando a ampliar sus familias. O tal vez porque muchos de ellos se están dando cuenta ahora de que, pese a haber estudiado inglés desde los seis años, su nivel supone una clara desventaja en el entorno competitivo global. Una brecha que ha limitado sus posibilidades de elección.

Me gustaría que nuestros hijos tuvieran facilidades para competir, más opciones para elegir dónde vivir, qué leer y, sobre todo, que pudieran tener una visión más completa del mundo que les permitiera interpretarlo y estar preparados para intervenir en él con más juicio.

Creo firmemente que disponemos de herramientas suficientes —desafortunadamente, muchas de ellas al margen del sistema educativo— como para capacitar a estos niños enseñándoles, entre otras cosas, estas cuatro lenguas.

Doy por hecho que los hijos de mis amigos dominarán el español y, con ello, casi involuntariamente, acabarán comprendiendo sus raíces, interpretarán fácilmente los códigos culturales de su entorno y podrán comunicarse con cualquiera de los casi quinientos millones de hispanohablantes del planeta.

Espero que sepamos enseñarles mejor inglés del que aprendimos nosotros. Unos pocos, probablemente, se formarán en esta lengua como nativos. Y los que no, si no son bien enseñados, no será por falta de acceso para informarse en esta lengua. El idioma del mercado y el más usado en internet, por delante del chino y español.

En algunos colegios españoles, el chino empieza a ser una opción. Y ojalá se equipare pronto al inglés en las escuelas porque, antes de que estos recién nacidos cumplan cuatro años, China será la primera potencia mundial.

Pero si hay una lengua que les permitirá intervenir y moldear el mundo en el que vivirán es el código, los lenguajes de programación. Porque, si de entre las culturas dominantes se está imponiendo una, no es la hispana, ni la anglosajona, ni la china. Es la cultura digital.

No se me ocurre ninguna que esté transformando más rápidamente el escenario internacional. Que esté provocando cambios tan profundos como la reinterpretación de las nociones de privacidad, transparencia, propiedad intelectual o interactividad. Ni que constantemente esté generando nuevas tipologías de empleo o nuevas formas de relación, participación, colaboración, cocreación o producción.

Quienes sean capaces, por ejemplo, de desarrollar sitios web o posicionarlos para ser encontrados, entenderán y dominarán mejor estos nuevos entornos y, por tanto, tendrán mayor posibilidad de influir en esos cambios.

Desafortunadamente, mi inglés no es perfecto, y no sabría escribir una línea de chino ni de código. Pero, precisamente, el acceso a la información puede suplir estas carencias para —fijaos qué maravilla— transmitir a la siguiente generación unos conocimientos que mis amigos y yo ni siquiera poseemos.

Para enseñar conceptos básicos de programación a niños pequeños, MIT Media Lab ha diseñado Scratch, un lenguaje que les permite crear animaciones, juegos, música o arte y compartirlas en la red, incluyendo ayuda para que padres o profesores puedan guiarlos sin conocimientos previos.

Para niños un poco más creciditos, Mozilla ha desarrollado la iniciativa educativa y sin ánimo de lucro Mozilla Webmaker, con plataformas como Popcorn, para crear vídeos interactivos, y Thimble o Hackasaurus (disponible en español) para crear sitios web.

Siendo herramientas abiertas y gratuitas, me pregunto por qué no están ya en los colegios. ¿No es una excelente oportunidad para que la brecha idiomática que han sufrido otras generaciones no se vuelva a repetir?

Podemos quejarnos por los recortes en educación. Podemos entender que los cambios que suceden a nuestro alrededor son más veloces que nuestro sistema educativo. Y podemos reconocer que aquí la innovación nunca fue un valor en alza. (Si aún doblamos las películas al español, ¿cómo vamos a pedir que enseñen cultura digital en los colegios?). Sin embargo, este contexto es el idóneo para darnos cuenta de que ahora que tenemos todas estas herramientas a nuestro alcance, nadie vendrá a emplearlas por nosotros.

Jesús Revuelta es director creativo en Double You

Foto: Lt. Richard Stone bajo dominio público.

Si tuviera un hijo, me gustaría que intentara aprender desde pequeñito al menos cuatro lenguas: español, inglés, chino y código.

Y esta preocupación, ¿por qué ahora? Podría ser porque muchos de mis amigos están empezando a ampliar sus familias. O tal vez porque muchos de ellos se están dando cuenta ahora de que, pese a haber estudiado inglés desde los seis años, su nivel supone una clara desventaja en el entorno competitivo global. Una brecha que ha limitado sus posibilidades de elección.

Me gustaría que nuestros hijos tuvieran facilidades para competir, más opciones para elegir dónde vivir, qué leer y, sobre todo, que pudieran tener una visión más completa del mundo que les permitiera interpretarlo y estar preparados para intervenir en él con más juicio.

Creo firmemente que disponemos de herramientas suficientes —desafortunadamente, muchas de ellas al margen del sistema educativo— como para capacitar a estos niños enseñándoles, entre otras cosas, estas cuatro lenguas.

Doy por hecho que los hijos de mis amigos dominarán el español y, con ello, casi involuntariamente, acabarán comprendiendo sus raíces, interpretarán fácilmente los códigos culturales de su entorno y podrán comunicarse con cualquiera de los casi quinientos millones de hispanohablantes del planeta.

Espero que sepamos enseñarles mejor inglés del que aprendimos nosotros. Unos pocos, probablemente, se formarán en esta lengua como nativos. Y los que no, si no son bien enseñados, no será por falta de acceso para informarse en esta lengua. El idioma del mercado y el más usado en internet, por delante del chino y español.

En algunos colegios españoles, el chino empieza a ser una opción. Y ojalá se equipare pronto al inglés en las escuelas porque, antes de que estos recién nacidos cumplan cuatro años, China será la primera potencia mundial.

Pero si hay una lengua que les permitirá intervenir y moldear el mundo en el que vivirán es el código, los lenguajes de programación. Porque, si de entre las culturas dominantes se está imponiendo una, no es la hispana, ni la anglosajona, ni la china. Es la cultura digital.

No se me ocurre ninguna que esté transformando más rápidamente el escenario internacional. Que esté provocando cambios tan profundos como la reinterpretación de las nociones de privacidad, transparencia, propiedad intelectual o interactividad. Ni que constantemente esté generando nuevas tipologías de empleo o nuevas formas de relación, participación, colaboración, cocreación o producción.

Quienes sean capaces, por ejemplo, de desarrollar sitios web o posicionarlos para ser encontrados, entenderán y dominarán mejor estos nuevos entornos y, por tanto, tendrán mayor posibilidad de influir en esos cambios.

Desafortunadamente, mi inglés no es perfecto, y no sabría escribir una línea de chino ni de código. Pero, precisamente, el acceso a la información puede suplir estas carencias para —fijaos qué maravilla— transmitir a la siguiente generación unos conocimientos que mis amigos y yo ni siquiera poseemos.

Para enseñar conceptos básicos de programación a niños pequeños, MIT Media Lab ha diseñado Scratch, un lenguaje que les permite crear animaciones, juegos, música o arte y compartirlas en la red, incluyendo ayuda para que padres o profesores puedan guiarlos sin conocimientos previos.

Para niños un poco más creciditos, Mozilla ha desarrollado la iniciativa educativa y sin ánimo de lucro Mozilla Webmaker, con plataformas como Popcorn, para crear vídeos interactivos, y Thimble o Hackasaurus (disponible en español) para crear sitios web.

Siendo herramientas abiertas y gratuitas, me pregunto por qué no están ya en los colegios. ¿No es una excelente oportunidad para que la brecha idiomática que han sufrido otras generaciones no se vuelva a repetir?

Podemos quejarnos por los recortes en educación. Podemos entender que los cambios que suceden a nuestro alrededor son más veloces que nuestro sistema educativo. Y podemos reconocer que aquí la innovación nunca fue un valor en alza. (Si aún doblamos las películas al español, ¿cómo vamos a pedir que enseñen cultura digital en los colegios?). Sin embargo, este contexto es el idóneo para darnos cuenta de que ahora que tenemos todas estas herramientas a nuestro alcance, nadie vendrá a emplearlas por nosotros.

Jesús Revuelta es director creativo en Double You

Foto: Lt. Richard Stone bajo dominio público.

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Opiniones 8
  • No nos engañemos. El nivel de formación en idiomas en este país es bajísimo. Causa vergüenza ajena ver cómo personas de la primavera árabe eran capaces de expresarse ante las cámaras en inglés perfectamente, y cuando preguntan en las calles de Madrid o Barcelona, solo unos pocos – muy pocos – lo hablan decentemente. Y lo más chocante es ver que aquellos que lo desconocen lo dicen sin inmutarse, con una sonrisa. Enorgullecerse de según qué pertenencias es ahondar el abismo de la ignorancia.
    Los idiomas se aprenden desde pequeño. Es, desde luego, el mejor método. Para ello hay que tener visión de futuro, olvidarse un poco de las tradiciones del lugar – digo un poco, no vaya a ser que me estigmaticen -, y desde las instancias públicas darle el impulso y el interés que merecen. Claro que si los presidentes del gobierno que tenemos suelen ser monolingües ¿qué podemos esperar? No solo no se ha estimulado la excelencia, sino que se ha perpetuado la mediocridad.
    La excelencia se marcha. Pocos empresarios quieren entender que gente con formación, con cinco idiomas vale su peso en oro, y pretender que gane 600 eur al mes provoca hilaridad primero, y lo segundo, que es peor, su partida a otros países. Conozco varios casos.
    La red ha pulverizado fronteras, pero la que todavía no es capaz de romper es ese muro de monolingüismo edificado desde hace muchos años y cuyos ladrillos de desconocimiento, falso orgullo y cabezonería no hacen otra cosa que seguir aislando.
    Afortunadamente hay gente curiosa, joven y no tan joven, que encuentra caminos para escapar de esta matriz hispánica donde lo único que importa es “españolizar” (Wert dixit) o “evangelizar” (monseñor Munilla dixit).
    Las autopistas hacia el cielo parecen despejadas y sin peajes. Los peajes, lamentablemente, los pagamos – y muy caro – en tierra. Todos los recortes en educación y formación van a condenar a varias generaciones, porque las decisiones erróneas se toman en un momento, pero sus consecuencias generan desastres de muy difícil solución a medio y a largo plazo.

  • Buen artículo!
    Desde mi punto de vista, es poco probable que el chino pase a ser la lengua vehicular sustituyendo al inglés. Precisamente porque Internet y la programación son las infrastructuras donde se desarrolla la economía del siglo XXI (equivalentes a puertos, carreteras y aeropuertos de los últimos siglos) hay que fijarse qué materiales los constitutyen. Y todos los lenguajes de programación están basados en el inglés. No solo de cara a palabritas tipo ‘for’ y ‘while’, si no que la propia sintaxis del código está basada en la manera de estructurar el pensamiento típica de lenguas anglosajonas (y casi me atrevería a decir indoeuropeas). Los lenguajes de programación evolucionan, cierto, pero el core de Unix y muchas otras cosas que nunca van a cambiar seguirán construídas así. El inglés prevalecerá.

    • Muchas gracias por ilustrarnos, Franc. No había caído en ello.
      No puedo estar más de acuerdo, leyendo tus palabras. Yo tampoco creo que el chino se imponga, pero sí creo que a nuestros hijos les vendría genial conocerlo, pra entendernos mejor con ellos, para tener una visión más global (no más occidental), y por qué no, para hacer negocios, conocer personas y demás. ¿no?

  • Desde los tiempos de la Torre de Babel el mundo ya no es el mismo y nadie dijo que los primeros hombres y mujeres hablaran en español o en inglés. Se hablaba una lengua más allá del mismo raciocinio, de la humanidad al hominio, de la razón al poder de la comunicación, del sistema de masas al poder fáctico de los ejercitos que hablan con el poder de las armas o los gobiernos que hablan desde la indiferéncia.
    Me sabe muy mal que en España se haya maltratado el uso y el respecto hacia otras lenguas que no fueran la suya propia, y eso ha degenerado en la indiferéncia hacia otras culturas consideradas inferiores.
    Aún hoy continua el mismo pensamiento en el rancio abolengo de las familias llamadas de la nobleza española.
    Aunan esfuerzos en transformarlo todo sin cambiar nada. Continua la vieja idea de la lengua ligada al imperio. En algunos encuentros que he realizado en cursos de verano en Gran Bretaña me he encontrado con maestros de comunidades dónde presumen de ser bilingües, o sea, castellano inglés, y ni ellos mismos lo pronuncian ni lo hablan bien.
    ¿Cómo podemos cambiar esta mentalidad tan arraigada en nuestro país de hablame en cristiano que no te entiendo? de ese menos precio a otras culturas.
    Ruego a quien pueda que haga algo para cambiarlo, aunque soy pesimista en este aspecto, quizas algún dia nuestro país ya no sea diferente a los demás y encontremos a una dependienta o a un conductor de taxi, metro o autobús que nos sepa hablar en otro idioma que no sea el suyo.

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