
En muy poco tiempo, Gulabi Gang se las ha arreglado para operar fuera de India. Este gigantesco ejĆ©rcito de mĆ”s de trescientas mil mujeres batalla desde hace siete aƱos en contra de la pobreza y corrupción en el paĆs. Armadas con mucha convicción y un pequeƱo garrote protector, dicen de sĆ mismas que la palabra es su principal recurso. Por eso actĆŗan bajo el lema “Verdad, honestidad, sacrificio”. Ahora su dĆa a dĆa es cine para todos los pĆŗblicos que se proyecta hasta en el fin del mundo (o casi).
Esta brigada de mujeres son a veces la Ćŗnica autoridad en los distritos en los que actĆŗan. El atuendo rosa al que deben su nombre -Gulabi significa rosa en hindi- simboliza en su sociedad una feminidad llena de fortaleza e inspira seguridad en sus conciudadanos. Con Ć©l se enfrentan a la desigualdad de gĆ©nero de una sociedad patriarcal y a un intocable sistema de castas. Su sĆmbolo cromĆ”tico es tambiĆ©n un recurso cinematogrĆ”fico gracias a la cineasta Nishtha Jain.
La directora aprovechó para su documental el color que las unifica como contraste del paisaje ocre durante los meses otoƱales que pasó en el centro del paĆs. En Ć©l muestra cómo las mujeres reclutan nuevos miembros para la causa o su capacidad resolutiva en algunos conflictos domĆ©sticos. “Se trataba de despiezar la compleja cebolla social de India a travĆ©s de las Gulabi Gang”, se explica Jain.
Guiadas por el liderazgo natural de la fundadora del movimiento, Sampat Pal, jamĆ”s imaginaron que los pocos medios con los que desempeƱan su labor les llevarĆan aĆŗn mĆ”s lejos de las fronteras indias. Gracias a Jain llegan a lugares como TromsĆø (Noruega), una ciudad situada tan al norte del planeta que vive bajo auroras boreales y cuyo festival de cine aprovecha la oscuridad casi permanente del mes de enero para invitar a la gente a encerrarse en una sala de proyección.
La oportunidad y el destino enfrentó a Nishtha Jain ante la decisión de mostrar de manera explĆcita cómo estas mujeres se enfrentan a la muerte de una mujer quemada viva sin caer en el morbo. Ella misma se cuestiona y se responde. Defiende que, para el espectador, experimentar este documental puede ser una vivencia “algo incómoda al principio, pero extremadamente esclarecedora”. Al menos asĆ le ocurrió a ella mientras lo rodaba.
La actividad de estas mujeres es tan intensa que hacen que la historia se acerque a gĆ©neros de ficción, pero Jain intenta con su cĆ”mara que el drama no ensombrezca el relato. El documental es su oportunidad para contar una gran historia que interese a un pĆŗblico general, sin suponer necesariamente un ejercicio de activismo visual. Poco antes de que ella tomara su cĆ”mara para rodar este documental la britĆ”nica Kim Longinotto hizo algo parecido en 2010 en Pink Saris. Y no parece que la curiosidad del mundo del cine vaya a quedarse en estos dos tĆtulos.
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Imagen: Festival de Cine de Tromso.

En muy poco tiempo, Gulabi Gang se las ha arreglado para operar fuera de India. Este gigantesco ejĆ©rcito de mĆ”s de trescientas mil mujeres batalla desde hace siete aƱos en contra de la pobreza y corrupción en el paĆs. Armadas con mucha convicción y un pequeƱo garrote protector, dicen de sĆ mismas que la palabra es su principal recurso. Por eso actĆŗan bajo el lema “Verdad, honestidad, sacrificio”. Ahora su dĆa a dĆa es cine para todos los pĆŗblicos que se proyecta hasta en el fin del mundo (o casi).
Esta brigada de mujeres son a veces la Ćŗnica autoridad en los distritos en los que actĆŗan. El atuendo rosa al que deben su nombre -Gulabi significa rosa en hindi- simboliza en su sociedad una feminidad llena de fortaleza e inspira seguridad en sus conciudadanos. Con Ć©l se enfrentan a la desigualdad de gĆ©nero de una sociedad patriarcal y a un intocable sistema de castas. Su sĆmbolo cromĆ”tico es tambiĆ©n un recurso cinematogrĆ”fico gracias a la cineasta Nishtha Jain.
La directora aprovechó para su documental el color que las unifica como contraste del paisaje ocre durante los meses otoƱales que pasó en el centro del paĆs. En Ć©l muestra cómo las mujeres reclutan nuevos miembros para la causa o su capacidad resolutiva en algunos conflictos domĆ©sticos. “Se trataba de despiezar la compleja cebolla social de India a travĆ©s de las Gulabi Gang”, se explica Jain.
Guiadas por el liderazgo natural de la fundadora del movimiento, Sampat Pal, jamĆ”s imaginaron que los pocos medios con los que desempeƱan su labor les llevarĆan aĆŗn mĆ”s lejos de las fronteras indias. Gracias a Jain llegan a lugares como TromsĆø (Noruega), una ciudad situada tan al norte del planeta que vive bajo auroras boreales y cuyo festival de cine aprovecha la oscuridad casi permanente del mes de enero para invitar a la gente a encerrarse en una sala de proyección.
La oportunidad y el destino enfrentó a Nishtha Jain ante la decisión de mostrar de manera explĆcita cómo estas mujeres se enfrentan a la muerte de una mujer quemada viva sin caer en el morbo. Ella misma se cuestiona y se responde. Defiende que, para el espectador, experimentar este documental puede ser una vivencia “algo incómoda al principio, pero extremadamente esclarecedora”. Al menos asĆ le ocurrió a ella mientras lo rodaba.
La actividad de estas mujeres es tan intensa que hacen que la historia se acerque a gĆ©neros de ficción, pero Jain intenta con su cĆ”mara que el drama no ensombrezca el relato. El documental es su oportunidad para contar una gran historia que interese a un pĆŗblico general, sin suponer necesariamente un ejercicio de activismo visual. Poco antes de que ella tomara su cĆ”mara para rodar este documental la britĆ”nica Kim Longinotto hizo algo parecido en 2010 en Pink Saris. Y no parece que la curiosidad del mundo del cine vaya a quedarse en estos dos tĆtulos.
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Imagen: Festival de Cine de Tromso.