El emperador chino Qin Shihuang estaba preocupado. Era el año 200 antes de Cristo, sentía su muerte cerca y el otro mundo le daba miedo. En su paso por esta vida, el primer gobernante de una China unida/imperio del Centro había masacrado a cientos de miles de personas y esperaba que, al cruzar el último umbral, todos sus espíritus acudieran clamando venganza. Necesitaba un ejército que le protegiera, así que ordenó a sus artesanos que crearan miles y miles de soldados de terracota y a sus arquitectos que construyeran una tumba que pudiera albergar tal obra. Pero, a diferencia de otros yacimientos del mismo complejo, entre las figuras que protegía al primer Qin no se ha encontrado ninguna mujer.
«Todas mis obras me llevaron a centrarme en cuestiones de la selección de sexo», explica, «esto es predominante sobretodo en Asia, especialmente en China e India». Como los dos países representan un tercio de la población mundial, «los desequilibrios que se dan allí entre hombre y mujer son disparadores de desequilibrios a escala global».
«Por supuesto, llevar el mismo tipo de obra a un contexto complemente diverso no tenía sentido», rememora, «necesitaba un símbolo poderoso, que tuviera una resonancia tanto nacional como universal».
Y lo encontró en la grandilocuente tumba descubierta en 1974, afeminando uno de los emblemas internacionales de un país en cuya capital, en el 2007, había 118 niños por cada 100 niñas y en Shanghai 120. La dote, la prenda que debe pagar la familia de la mujer durante el casamiento ya que se supone que aportará nuevos miembros a la familia del novio, junto con la recientemente y ligeramente relajada política del hijo único, se consideran los motivos principales de esta situación.
Junto con el escultor local Wen Xian Feng, Mourry creó a 116 estatuas, todas inspiradas en ocho huérfanas preadolescentes que conoció gracias a una ONG local. Cada una de ese centenar largo de figuras, como las esculturas originales, es diferentes a la anterior. La obra, finalizada en los últimos meses de 2013, se encuentra ahora de gira mundial. Cuando acabé de visitar países como Suiza, Francia o Estados Unidos, volverá a China, donde Mourry la enterrará en su propio y contemporáneo yacimiento arqueológico hasta 2030.
«El hecho es que este proyecto ha evolucionado con el tiempo para convertirse en una cuestión personal», sentencia, «quién sabe lo que puede pasar con los años».
El emperador chino Qin Shihuang estaba preocupado. Era el año 200 antes de Cristo, sentía su muerte cerca y el otro mundo le daba miedo. En su paso por esta vida, el primer gobernante de una China unida/imperio del Centro había masacrado a cientos de miles de personas y esperaba que, al cruzar el último umbral, todos sus espíritus acudieran clamando venganza. Necesitaba un ejército que le protegiera, así que ordenó a sus artesanos que crearan miles y miles de soldados de terracota y a sus arquitectos que construyeran una tumba que pudiera albergar tal obra. Pero, a diferencia de otros yacimientos del mismo complejo, entre las figuras que protegía al primer Qin no se ha encontrado ninguna mujer.
«Todas mis obras me llevaron a centrarme en cuestiones de la selección de sexo», explica, «esto es predominante sobretodo en Asia, especialmente en China e India». Como los dos países representan un tercio de la población mundial, «los desequilibrios que se dan allí entre hombre y mujer son disparadores de desequilibrios a escala global».
«Por supuesto, llevar el mismo tipo de obra a un contexto complemente diverso no tenía sentido», rememora, «necesitaba un símbolo poderoso, que tuviera una resonancia tanto nacional como universal».
Y lo encontró en la grandilocuente tumba descubierta en 1974, afeminando uno de los emblemas internacionales de un país en cuya capital, en el 2007, había 118 niños por cada 100 niñas y en Shanghai 120. La dote, la prenda que debe pagar la familia de la mujer durante el casamiento ya que se supone que aportará nuevos miembros a la familia del novio, junto con la recientemente y ligeramente relajada política del hijo único, se consideran los motivos principales de esta situación.
Junto con el escultor local Wen Xian Feng, Mourry creó a 116 estatuas, todas inspiradas en ocho huérfanas preadolescentes que conoció gracias a una ONG local. Cada una de ese centenar largo de figuras, como las esculturas originales, es diferentes a la anterior. La obra, finalizada en los últimos meses de 2013, se encuentra ahora de gira mundial. Cuando acabé de visitar países como Suiza, Francia o Estados Unidos, volverá a China, donde Mourry la enterrará en su propio y contemporáneo yacimiento arqueológico hasta 2030.
«El hecho es que este proyecto ha evolucionado con el tiempo para convertirse en una cuestión personal», sentencia, «quién sabe lo que puede pasar con los años».
Petarda
vaya miembra.
Yo ya conocía a Juan Muñoz.
Qué genia! Llevo mucho tiempo siguiendo este proyecto.
bestial
bestial
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