Seguro que si preguntamos a John Lasseter lo que significa la palabra Yorokobu responde al instante. El jefazo de Pixar le debe mucho a la cultura japonesa y por eso le rinde tributo en cuanto tiene ocasión. «¿Existe algo más molón que el gato-autobús de Mi vecino Totoro ? Si te fijas, te darás cuenta de que tiene la sonrisa de Miyazaki», dice.
VIDEO
https://www.youtube.com/watch?v=J86DqHR92Ew
Su pasión por los dibujos animados rebasaba lÃmites que él mismo considera inapropiados. «Un adolescente deberÃa estar entre chicas y coches, no con cómics y dibujos de la tele», confiesa ahora en una de sus muchas visitas al Festival de Cine de Tokio. No parece que en realidad esté muy arrepentido. Esa obsesión le ha convertido en un tipo verdaderamente importante en la industria del cine y tampoco se puede decir que destruyera su vida personal:
«A mi esposa me la ligué gracias a Miyazaki -admite con cara de pÃcaro-. Es algo que nunca le he contado, pero es otra de las cosas que le debo agradecer».
Reivindica al mÃtico animador japonés desde mucho antes de que la Academia de Hollywood considerara los méritos de quien es el próximo Óscar HonorÃfico. La relación entre ambos es casi de profesor y alumno y los amantes del anime bien saben de las poco disimuladas referencias que se pueden encontrar en las pelÃculas de Lasseter.
Él nunca lo ha negado. De hecho apunta a la influencia nipona como el bastón con el que le dio un meneo al aburrido panorama de la animación occidental. Justo antes de empezar un nuevo proyecto en Pixar obliga al equipo a ver un par de secuencias de Miyazaki para inspirarse.
«En una pelÃcula americana tiene que pasar algo todo el tiempo o el espectador se va a por palomitas. En cambio él sabe celebrar los momentos de silencio en el cine», reivindica.
Cuando Lasseter todavÃa era un retraÃdo y regordete alumno de instituto, encontró en la biblioteca un cómic. Al ver la firma de su autor cayó en la cuenta de que se podÃa vivir de ello. En esos momentos sus sueños pasaban por trabajar para Disney. Poco después compartÃa clase con Brad Bird y otras futuras estrellas del género en la CalArts (Escuela de Artes de California).
«Nuestras aficiones eran muy similares. Alucinábamos con La Guerra de las Galaxias . Yo querÃa hacer algo asà con dibujos. PelÃculas para todos, no solo para niños», recuerda.
Una vez recibieron la visita de unos colegas japoneses que querÃan aprender de ellos. Al final resultó ser justo al contrario. Uno de los estudiantes le pasó un VHS con tres secuencias de una pelÃcula llamada El castillo de Cagliostro, protagonizada por el ladrón de guante blanco Lupin III y dirigida por un tal Hideo Miyazaki. El jovencito Lasseter se quedó en estado de shock. En ese momento supo qué era lo que querÃa hacer con su carrera.
«Era una pelÃcula que no trataba al espectador como a un niño, que contenÃa una de las escenas de acción más brillantes del cine. ¡No estaba solo en el mundo!», celebra, como si la epifanÃa estuviera ocurriendo de nuevo por vez primera.
https://www.youtube.com/watch?v=oxbum3is6G0
Después de ver la cinta decenas de veces se la mostró a una chica llamada Nancy Tigg. Y le gustó tanto como a él. En ese momento supo que querÃa casarse con ella. Desde 1987 Lasseter no ha parado de viajar a Japón. Hay dos rituales que son imprescindibles cada vez que visita el paÃs. Uno es el de ampliar su colección de toys. Fue allà donde se le ocurrió la idea de contar la historia de un juguete cobrando vida. Tin Toy se llamó el cortometraje y ganó el Óscar en 1988, antes de convertirse en la saga Toy Story . El otro hábito que nunca falla es el de visitar a Miyazaki en sus estudios Ghibli. Primero solo, luego con su mujer y poco a poco con sus cinco hijos.
https://www.youtube.com/watch?v=4cpCH7hnM0o
Ahora que el japonés se ha retirado, su herencia en las creaciones de Lasseter cobra un nuevo significado. El protagonista de la nueva pelÃcula 6 Héroes recuerda a su admirado Totoro y vive en San Fransokyo (San Francisco + Tokio), una divertida fusión entre los mundos de ambos animadores. La declaración de amor es más que evidente: «Solo puedo dar las gracias a él y a su paÃs por hacerme como soy».
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Seguro que si preguntamos a John Lasseter lo que significa la palabra Yorokobu responde al instante. El jefazo de Pixar le debe mucho a la cultura japonesa y por eso le rinde tributo en cuanto tiene ocasión. «¿Existe algo más molón que el gato-autobús de Mi vecino Totoro ? Si te fijas, te darás cuenta de que tiene la sonrisa de Miyazaki», dice.
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https://www.youtube.com/watch?v=J86DqHR92Ew
Su pasión por los dibujos animados rebasaba lÃmites que él mismo considera inapropiados. «Un adolescente deberÃa estar entre chicas y coches, no con cómics y dibujos de la tele», confiesa ahora en una de sus muchas visitas al Festival de Cine de Tokio. No parece que en realidad esté muy arrepentido. Esa obsesión le ha convertido en un tipo verdaderamente importante en la industria del cine y tampoco se puede decir que destruyera su vida personal:
«A mi esposa me la ligué gracias a Miyazaki -admite con cara de pÃcaro-. Es algo que nunca le he contado, pero es otra de las cosas que le debo agradecer».
Reivindica al mÃtico animador japonés desde mucho antes de que la Academia de Hollywood considerara los méritos de quien es el próximo Óscar HonorÃfico. La relación entre ambos es casi de profesor y alumno y los amantes del anime bien saben de las poco disimuladas referencias que se pueden encontrar en las pelÃculas de Lasseter.
Él nunca lo ha negado. De hecho apunta a la influencia nipona como el bastón con el que le dio un meneo al aburrido panorama de la animación occidental. Justo antes de empezar un nuevo proyecto en Pixar obliga al equipo a ver un par de secuencias de Miyazaki para inspirarse.
«En una pelÃcula americana tiene que pasar algo todo el tiempo o el espectador se va a por palomitas. En cambio él sabe celebrar los momentos de silencio en el cine», reivindica.
Cuando Lasseter todavÃa era un retraÃdo y regordete alumno de instituto, encontró en la biblioteca un cómic. Al ver la firma de su autor cayó en la cuenta de que se podÃa vivir de ello. En esos momentos sus sueños pasaban por trabajar para Disney. Poco después compartÃa clase con Brad Bird y otras futuras estrellas del género en la CalArts (Escuela de Artes de California).
«Nuestras aficiones eran muy similares. Alucinábamos con La Guerra de las Galaxias . Yo querÃa hacer algo asà con dibujos. PelÃculas para todos, no solo para niños», recuerda.
Una vez recibieron la visita de unos colegas japoneses que querÃan aprender de ellos. Al final resultó ser justo al contrario. Uno de los estudiantes le pasó un VHS con tres secuencias de una pelÃcula llamada El castillo de Cagliostro, protagonizada por el ladrón de guante blanco Lupin III y dirigida por un tal Hideo Miyazaki. El jovencito Lasseter se quedó en estado de shock. En ese momento supo qué era lo que querÃa hacer con su carrera.
«Era una pelÃcula que no trataba al espectador como a un niño, que contenÃa una de las escenas de acción más brillantes del cine. ¡No estaba solo en el mundo!», celebra, como si la epifanÃa estuviera ocurriendo de nuevo por vez primera.
https://www.youtube.com/watch?v=oxbum3is6G0
Después de ver la cinta decenas de veces se la mostró a una chica llamada Nancy Tigg. Y le gustó tanto como a él. En ese momento supo que querÃa casarse con ella. Desde 1987 Lasseter no ha parado de viajar a Japón. Hay dos rituales que son imprescindibles cada vez que visita el paÃs. Uno es el de ampliar su colección de toys. Fue allà donde se le ocurrió la idea de contar la historia de un juguete cobrando vida. Tin Toy se llamó el cortometraje y ganó el Óscar en 1988, antes de convertirse en la saga Toy Story . El otro hábito que nunca falla es el de visitar a Miyazaki en sus estudios Ghibli. Primero solo, luego con su mujer y poco a poco con sus cinco hijos.
https://www.youtube.com/watch?v=4cpCH7hnM0o
Ahora que el japonés se ha retirado, su herencia en las creaciones de Lasseter cobra un nuevo significado. El protagonista de la nueva pelÃcula 6 Héroes recuerda a su admirado Totoro y vive en San Fransokyo (San Francisco + Tokio), una divertida fusión entre los mundos de ambos animadores. La declaración de amor es más que evidente: «Solo puedo dar las gracias a él y a su paÃs por hacerme como soy».
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En el idioma Papiamento que se habla en las Antillas Holandesas
YORO KU BO significa “lloro contigo”
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