LavapiƩs, el barrio laboratorio

”Yorokobu gratis en formato digital!
¿Lavapiés? Lavapiés no existe. Y quien lo dice no es cualquiera. Es Manuel Osuna, vecino y cartero del barrio, presidente de la asociación de vecinos de La Corrala y, probablemente, uno de los conocedores mÔs profundos del barrio de Lavapiés. Aunque no exista.
TĆ©cnicamente Manuel tiene razón. El barrio de LavapiĆ©s es una ficción administrativa. Para el Ayuntamiento de Madrid no existe tal barrio, existe el barrio de Embajadores, uno de los barrios del distrito Centro en cuyo interior se delimita LavapiĆ©s, que sĆ es real y palpable en el imaginario madrileƱo, con fronteras, vecinos y caracterĆsticas propias. Muy propias.
LavapiĆ©s se presenta en cifras: 107 calles en 102 hectĆ”reas en las que viven unas 45.000 personas censadas. De ellas, un tercio (31%) son extranjeras, una tasa que dobla a la media de la ciudad de Madrid (16%) y casi triplica la media espaƱola (12%). Y en ese 31% hay, nada menos, que 88 nacionalidades. Esto es algo que no ocurre en ningĆŗn otro barrio de EspaƱa y, probablemente, haya que rebuscar mucho en Europa para encontrar algo igual. āLavapiĆ©s es un laboratorio social donde se entrelazan, recrean y reproducen cientos de experiencias de distintos lugares del mundo, permitiendo dar la vuelta al mundo sin salir del barrioā. AsĆ lo sintetizó la directora Helena Taberna. Y con mucho acierto. Un laboratorio es un lugar donde se aplica el mĆ©todo de ensayo-error y mezclar 88 culturas en veinte aƱos en 102 hectĆ”reas es un experimento que podrĆa haber salido muy mal. No fue el caso. Y tiene su porquĆ©.
LavapiƩs, el barrio de los migrantes
De LavapiĆ©s se dice que hasta el siglo XV fue la juderĆa de Madrid. EstĆ”n convencidos de ello la mayorĆa de historiadores y estudiosos de la villa, pero no terminan de aparecer pruebas fĆsicas que respalden la creencia. Se dice que bajo la iglesia de San Cayetano, patrón del barrio en cuyo honor se celebran las fiestas, se halla una sinagoga. Todo serĆa excavar, pero habrĆa que tirar la iglesia. Y no parece buena idea. Los judĆos realizaban rituales en la actual plaza de LavapiĆ©s antes de acceder a la sinagoga. En estos rituales, entre otras cosas, se lavaban los pies. Es la versión mĆ”s probable para explicar de dónde viene el nombre. El AvapiĆ©s, otra variante aparecida posteriormente, podrĆa ser, segĆŗn los historiadores, una hipercorrección del original LavapiĆ©s.

Con la expulsión en 1492 de los judĆos, el barrio cambió. Muchos vecinos sefardĆes se fueron y otros se convirtieron. De nuevo una hipótesis: la mayorĆa de conversos optó por llamarse Manolo o Manola, el nombre mĆ”s comĆŗn de la Ć©poca, de ahĆ que a los vecinos de LavapiĆ©s, en Madrid, se les llame āmanolosā, apodo que respondĆa al de āchulaposā, que eran los de MalasaƱa, el barrio ārivalā del norte. Ambos sobrenombres se extendieron con el tiempo a toda la ciudad de Madrid.
LavapiĆ©s avanzó hacia la era moderna como un barrio popular, de vecinos de clase trabajadora, y ya en el siglo XX fue uno de los destinos predilectos de los que abandonaban el campo huyendo de la posguerra para desembarcar en la ciudad. Casas pequeƱas y baratas y situación privilegiada (LavapiĆ©s estĆ” en pleno centro de Madrid atravesado por dos lĆneas de metro), eran los dos factores que atraĆan a los emigrantes y que dotaron a LavapiĆ©s de identidad durante todo el franquismo. Con la democracia, y como sucedió con tantos otros barrios que se atragantaron intentando beber el trasvase campo-ciudad, LavapiĆ©s entró el declive. La superpoblación y la desatención empezaron a desgastar el barrio. Las nuevas generaciones decidieron largarse de unas calles deterioradas por la crisis y tomadas por la heroĆna posfranquista. Los edificios se empezaron a vaciar y el sambenito de LavapiĆ©s comenzó a tomar forma. En realidad se produjo el efecto que se dio en todos los barrios que, veinte aƱos antes, habĆan absorbido sin orden ni concierto la emigración rural. La diferencia es que este se situaba en el corazón de Madrid.
āĀ”Ya te cogerĆ©!ā
āLas condiciones del barrio, con casas asequibles y en pleno centro, atrajeron una vez mĆ”s a los emigrantesā, explica Carmen Cepeda, directora del Centro Social Comunitario Casino de la Reina, un espacio en el corazón de LavapiĆ©s dedicado a la integración, apoyo y convivencia de los vecinos. El āuna vez mĆ”sā de Carmen muestra que el barrio siempre fue destino escogido de quien llegaba a Madrid. āLo que pasa es que ahora, en lugar de campesinos espaƱoles, se trataba de extranjeros, que a principios de los aƱos 90 comenzaron a llenar el espacio que la población autóctona iba dejando vacĆoā. LavapiĆ©s se convirtió entonces, a ojos de cualquier paseante, en un barrio de gente mayor e inmigrantes. En realidad, y a grandes rasgos, asĆ era.
āEsa Ć©poca fue una de las mĆ”s difĆciles del barrioā, explica Manuel Osuna. āEstabas aquĆ sentado āManuel mira por la ventana de su modesto despacho en la asociación de vecinos¬ā y veĆas carreras que hoy ya no vesā. ĀæCarreras? āSĆ, carreras. Un chaval marroquĆ corriendo y el policĆa detrĆ”s que le decĆa: āĀ”ya te cogerĆ©!ā. Eso ahora no se ve, por suerteā.
LavapiĆ©s mezcló droga, abandono y migración. Un experimento que dio fama, de la mala, al laboratorio. āHay que dejar muy claro āexpresa Carmen Cepedaā que aquĆ el problema fue la delincuencia, no la inmigraciónā. Y es que, a veces todavĆa, son dos tĆ©rminos que hay que diferenciar. āAquĆ, en los 90, habĆa la delincuencia que habĆa en cualquier otro barrio popular de Madridā, aƱade. Y es verdad. Los datos policiales de la dĆ©cada de los 90 (se supone que la peor Ć©poca de LavapiĆ©s) muestran que el Ćndice de delitos era menor que la mayorĆa de barrios de la periferia madrileƱa, como Vallecas, Usera, Carabanchel o San Blas. āAquĆ el problema eran los de la banda del pegamentoā. Quien toma la palabra es Javier VĆ”zquez, presidente de Distrito 12, una de las asociaciones de comerciantes de LavapiĆ©s. āEran chavales marroquĆes que se dedicaban a robar, sobre todo a los chinos, e iban todo el dĆa colocadosā.
Y tan chavales. La banda del pegamento, cuyo recuerdo sigue muy presente en el barrio, eran un grupo de unos veinte menores magrebĆes que tenĆan aterrorizado al vecindario. āSe trató del caso mĆ”s claro de MENASā, aclara Cepeda. āEsto es, menores no acompaƱados. Llegaron a un lugar nuevo, sin apoyo, infraestructuras ni control y se pusieron a delinquir y a drogarse. Por eso digo que fue un problema de delincuencia, no un problema de que llegaran inmigrantesā. Los chavales del pegamento llegaron a cometer un asesinato, tras un asalto a un vecino coreano. āEl Ćŗnico asesinato que ha habido en LavapiĆ©sā, se apresura a aclarar Manuel. Como una suerte de āmeninhos da rĆŗaā, estos niƱos campaban a sus anchas por las calles del barrio esnifando pegamento y viviendo en una barra libre de servicios y consumo: no pagaban nada. La mayorĆa de comerciantes agachaban las orejas.

El estigma
āLos mayores problemas ocurrĆan cuando los chinos salĆan a vengarse. AhĆ se montaban unos buenos jaleosā, rememora Manuel. Los chinos, los marroquĆes y tambiĆ©n los latinoamericanos (sobre todo cubanos, ecuatorianos y colombianos) fueron las primeras comunidades en arribar a LavapiĆ©s. Como pioneros en un barrio desatendido y que se deshabitaba, buscaron acomodo por su cuenta. Y en este acomodo surgieron los roces. Si tenemos en cuenta lo que podĆa haber pasado dado el escenario, cabe concluir que la palabra roce cobra todo su sentido en este proceso: apenas hubo problemas sociales serios mĆ”s allĆ” de la banda del pegamento, que terminó siendo desmantelada. āEs que a mĆ no me ha pasado nada jamĆ”s aquĆ, y llevo en el barrio toda la vidaā, dice Manuel. Y lo mismo repite Javier. āLos del pegamento fueron el Ćŗnico problema, por lo demĆ”s nunca hubo nada especialā. Los mencionados datos policiales lo corroboran.
El problema fue que el estigma quedó grabado. āEs un problema de paisaje urbanoā, comenta Carmen Cepeda. āLlegaron personas diferentes y se les tuvo miedo. AdemĆ”s, influyó la estructura y fisonomĆa del barrio, que estĆ” compuesto por calles estrechas, que estaban mal iluminadas y bastante sucias. El dibujo final asustabaā. Manuel lo baja a la calle: āCoƱo, es que es normal. Vas caminando por una calle oscura y ves cinco senegaleses sentados. Pues te asustas, las cosas como son, dan miedo. Pero resulta que esos senegaleses estĆ”n tomando un tĆ©, porque los chicos africanos estĆ”n aquĆ mucho en la calle, y no tienen ninguna intención de asustar a nadieā. āLos medios tambiĆ©n ayudaronā, se queja Javier. āEl barrio solo salĆa en la prensa cuando ocurrĆa algo malo. Y si ocurrĆa en Atocha o en Sol (barrios colindantes), decĆan que habĆa pasado en LavapiĆ©sā. Nuevos vecinos, barrio desatendido y titulares sensacionalistas. LavapiĆ©s cobró fama, a finales de los aƱos 90, de barrio peligroso. Muy peligroso. āLos taxis no querĆan entrar aquĆ. Es absurdo, pero ocurrĆaā, concluye Manuel.
A veces, las cosas sĆ se hacen bien
ĀæCómo afrontar una situación en la que cientos de inmigrantes de los mĆ”s dispares lugares llegan a un pequeƱo barrio abandonado en un corto perĆodo de tiempo? Con un plan de rehabilitación e integración ejemplar. Madrid, EspaƱa en general para quien guste, puede presumir de haber logrado un equilibrio cultural en LavapiĆ©s asombroso. āLas cosas, opino, se han hecho bienā, expone Carmen Cepeda. Y da el tĆ©rmino clave: diagnóstico compartido. Que traducido: se consultó, se habló y se diseñó de abajo arriba. Las tres administraciones (Estado, Comunidad y Ayuntamiento) pusieron el dinero y las asociaciones, las iniciativas. Funcionó.
LavapiĆ©s es, con diferencia, el barrio de Madrid con mayor nĆŗmero de asociaciones vecinales y culturales, ademĆ”s de todo tipo de movimientos, espacios e iniciativas sociales. Existe una enorme red de agrupaciones que pelean y luchan por el barrio. Es, en definitiva, un lugar donde ha cristalizado la autogestión. āFueron a estas asociaciones a quienes acudieron las administraciones. Y por eso los resultados se empezaron a verā. El plan de rehabilitación que el ayuntamiento de Madrid puso sobre la mesa a finales de los aƱos 90 trazaba varias lĆneas maestras:
La primera era la rehabilitación de las infraestructuras. No hace tanto LavapiĆ©s estaba hecho polvo. Adoquines levantados, farolas rotas y cableado desorganizado. El plan abordó este problema y, a dĆa de hoy, las obras en muchos puntos del barrio continĆŗan.

La segunda, la rehabilitación de viviendas. Uno de los puntos estrella del plan. Las casas, pequeƱas y precarias, estaban en estados lamentables. Especialmente las llamadas corralas, construcciones tĆpicas del centro de Madrid en las que se amontonaban cientos de vecinos. En muchos casos era autĆ©ntico chabolismo vertical. āRecuerdo la corrala de Sombrerete ādice Manuelā, cuarenta y pico viviendas y ni se sabe cuĆ”nta gente vivĆa ahĆ. Y mucha droga. Ese edificio era un problemaā. Hoy, esta corrala, como el resto de viviendas del barrio, estĆ” rehabilitada.
Y la tercera lĆnea, el programa socio-educativo. Se crearon centros de convivencia, como el Casino de la Reina, se aumentó (en realidad se implantó por primera vez) el nĆŗmero de trabajadores sociales y mediadores sociales, se inauguraron centros de atención a los inmigrantes y hasta se creó una casa de acogida en TĆ”nger subvencionada por el gobierno espaƱol para que no llegasen menores marroquĆes no acompaƱados.
Estas medidas ayudaron a la convivencia entre las distintas comunidades. Esto no quiere decir que se mezclaran. Ni mucho menos, pero sà se instaló el respeto.
Tras marroquĆes, chinos y latinoamericanos, comenzaron a llegar africanos, sobre todo de Senegal, Ghana y Mali. Le siguieron los conocidos en el barrio como ābanglashā, provenientes de Bangladesh. Esta Ćŗltima es, actualmente, la comunidad mĆ”s numerosa de LavapiĆ©s y ha montado un próspero negocio de restaurantes indios. Aunque ellos no lo son. āLa comunidad de Bangladesh representa un fenómeno excepcionalā, explica Cepeda. āNo estĆ”n en ningĆŗn otro territorio de Madrid, solo en LavapiĆ©s. Son unos 3.500 en la ciudad de los que 3.200 viven en este barrio. Eso es Ćŗnicoā.

En concreto, la mayorĆa de los ābanglashā viven en la calle Amparo y alrededores. Y es que, LavapiĆ©s, a su modo, es un mundo dentro del mundo. El mapa del barrio muestra que cada comunidad vive, trabaja y socializa en zonas concretas del barrio. Y apenas se mezclan. Los chinos controlan las calles del norte, donde han instalado sus tiendas de venta al por mayor. Este tipo de tiendas llegó a ser casi monopolio en LavapiĆ©s, con el desembarco en los aƱos 90 de la comunidad china. āEl presidente de la asociación de comerciantes chinos āexplica Manuelā me preguntó si querĆa que LavapiĆ©s fuera āchinatownā. Manuel contiene una sonrisa. āYo le dije que sĆ, que querĆa que esto fuera āchinatownā, āsenegaltownā y āmarruecostownā. AquĆ cabemos todosā. Con los aƱos los comerciantes chinos han ido desplazando sus negocios a polĆgonos industriales como Cobo Calleja āconocido despectivamente como Cobo Chinejaā, donde dominan absolutamente el mercado.
La calle central, llamada como el barrio, LavapiĆ©s, se la reparten entre marroquĆes y africanos. Los primeros cada vez son menos, y se dedican, sobre todo, al negocio de los móviles y las teterĆas. Los segundos gustan de la venta callejera y, sobre todo, de hacer mucha, muchĆsima vida en la plaza de LavapiĆ©s y alrededores. Es aquĆ, en el corazón del barrio, donde LavapiĆ©s muestra su incomparable identidad: un paseo por la plaza observando los bancos para sentarse a modo de travelling cinematogrĆ”fico, nos deja ver el primer banco ocupado por cubanos, en camisetas de tirantes, chanclas y riendo con estruendo; en el segundo, mujeres de Bangladesh con sus hijos; en el tercero, tambiĆ©n velos, esta vez de mujeres Ć”rabes; en el cuarto, tres seƱoras espaƱolas, bastón en mano, arreglando el mundo; y en el quinto, un grupo de jóvenes de Mali, gritando sus risas. Para lograr tan majestuosa secuencia se tuvo que trabajar. Y duro.
āĀ”PolicĆa! Ā”Mi vecino estĆ” matando un cordero!ā
A primera hora de la maƱana de un lunes de octubre de 1996, la policĆa local de Madrid recibió una llamada de un vecino ecuatoriano de LavapiĆ©s. HabĆa escuchado unos gritos en el patio interior de su edificio y, cuando se habĆa asomado, descubrió a su vecino marroquĆ degollando un cordero. La policĆa acudió al lugar y multó al āagresorā. El problema fue que la policĆa recibió decenas de llamadas mĆ”s ese dĆa, alertando de asesinatos a corderos. Era, claro, la fiesta del cordero, una de las dos celebraciones mĆ”s importantes del calendario musulmĆ”n.

Los multados se quejaron a su comunidad y esta se reunió con la asociación de vecinos, que a su vez habló con el ayuntamiento. Al año siguiente, Lavapiés contaba con espacios reservados para la matanza del cordero, una especie de pequeños mataderos, controlados sanitariamente e invisibles para el resto de vecinos.
Esta historia, real, refleja como pocas el desafĆo al que se enfrentó Madrid para que LavapiĆ©s mantuviera el equilibrio en el alambre de la multiculturalidad. Otra historia similar fue la denuncia que presentó una familia colombiana a sus asiĆ”ticos vecinos quienes colgaban el pescado en el tendedero. āLes tuvimos que explicar que, aquĆ en EspaƱa, no se puede colgar el pescado asĆ, que se guarda en la neveraā, recuerda Carmen Cepeda. Zapatos en la calle, cajas de cartón a la entrada de las tiendas, reuniones para tomar el tĆ© en plena acera⦠las costumbres de casi un centenar de comunidades se cruzaban en todas direcciones y a toda velocidad.
El plan siguió el camino que se esperaba y el barrio comenzó a cambiar con el siglo XXI. āUno de los dĆas mĆ”s positivos para LavapiĆ©s fue cuando instalaron la parada de taxi en la plazaā, expresa Manuel. Javier puntualiza: āEsa parada ya existĆa, lo que pasa es que los taxistas no se atrevĆan a venir. Hoy en dĆa siempre tiene taxis y mĆ”s en dĆas de celebración, como el TapapiĆ©sā. Javier desliza uno de los eventos mĆ”s en auge del barrio, una ruta de tapas por los distintos bares del mundo que contiene LavapiĆ©s.
La inauguración, tambiĆ©n en la plaza de LavapiĆ©s, del Centro Nacional de Arte DramĆ”tico, impulsó definitivamente el barrio, ademĆ”s de la cercanĆa del Museo Reina SofĆa (en realidad no es cercanĆa, es que estĆ” en el barrio, aunque viva de espaldas a Ć©l). LavapiĆ©s fue mutando su paisaje y las distintas comunidades se fueron asentando en paz. El plan estaba dando sus frutos: las infraestructuras eran mejores, las casas estaban arregladas y los vecinos, aunque no se mezclan (y siguen sin hacerlo), conviven en aceptable armonĆa.
Un nuevo tipo de vecino comenzó a sentirse atraĆdo por un barrio cĆ©ntrico, de casas pequeƱas y accesibles y lleno de iniciativas culturales y sociales. Jóvenes de profesiones mĆ”s o menos liberales, de fuera de Madrid y con mentalidades urbanas, han ido tomando el barrio. Hasta el punto de que, a dĆa de hoy, la segunda comunidad extranjera mĆ”s numerosa de LavapiĆ©s es la italiana. Y enseguida, en la lista, aparecen la estadounidense y la britĆ”nica. āAhora dicen que estĆ”n viniendo los gays. Que es el nuevo barrio gay de Madridā, dice Javier. āOjalĆ”, eso serĆa muy bueno para el comercio y la hostelerĆaā.
Crisis, el invitado inesperado
LavapiĆ©s disfruta de su resurrección gracias al trabajo de los vecinos, pero no venden unicornios. āSeguimos teniendo problemas, claroā, admite Javier. La droga es uno de ellos. Sigue habiendo abundante menudeo. āAlgunos vecinos dicen que las cosas estĆ”n peor que hace algunos aƱos, con la crisisā¦.ā, comenta Manuel no muy convencido. āPuede serā. Otro problema es el de los pisos patera, la llamada cama caliente, que siguen existiendo en el barrio para acoger a inmigrantes. La realidad es que la crisis, como en todas partes, ha golpeado. āNuestra preocupación ahora son los escolares, porque los recortes en las becas comedor han hecho que bastantes niƱos se hayan quedado sin la Ćŗnica comida completa y sana que tenĆan en su dĆaā, expone Carmen. āLa crisis aquĆ estĆ” golpeando muy fuerte y falta ver quĆ© consecuencias tendrĆ” en esta generación, sobre todo a nivel de fracaso escolarā.
Mientras tanto LavapiĆ©s sigue su camino. Ocultando sus orĆgenes y tambiĆ©n su futuro. QuiĆ©n sabe a dónde llegarĆ” el experimento. De momento, el laboratorio, pese a la crisis, sigue abierto y funcionando.


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¿Lavapiés? Lavapiés no existe. Y quien lo dice no es cualquiera. Es Manuel Osuna, vecino y cartero del barrio, presidente de la asociación de vecinos de La Corrala y, probablemente, uno de los conocedores mÔs profundos del barrio de Lavapiés. Aunque no exista.
TĆ©cnicamente Manuel tiene razón. El barrio de LavapiĆ©s es una ficción administrativa. Para el Ayuntamiento de Madrid no existe tal barrio, existe el barrio de Embajadores, uno de los barrios del distrito Centro en cuyo interior se delimita LavapiĆ©s, que sĆ es real y palpable en el imaginario madrileƱo, con fronteras, vecinos y caracterĆsticas propias. Muy propias.
LavapiĆ©s se presenta en cifras: 107 calles en 102 hectĆ”reas en las que viven unas 45.000 personas censadas. De ellas, un tercio (31%) son extranjeras, una tasa que dobla a la media de la ciudad de Madrid (16%) y casi triplica la media espaƱola (12%). Y en ese 31% hay, nada menos, que 88 nacionalidades. Esto es algo que no ocurre en ningĆŗn otro barrio de EspaƱa y, probablemente, haya que rebuscar mucho en Europa para encontrar algo igual. āLavapiĆ©s es un laboratorio social donde se entrelazan, recrean y reproducen cientos de experiencias de distintos lugares del mundo, permitiendo dar la vuelta al mundo sin salir del barrioā. AsĆ lo sintetizó la directora Helena Taberna. Y con mucho acierto. Un laboratorio es un lugar donde se aplica el mĆ©todo de ensayo-error y mezclar 88 culturas en veinte aƱos en 102 hectĆ”reas es un experimento que podrĆa haber salido muy mal. No fue el caso. Y tiene su porquĆ©.
LavapiƩs, el barrio de los migrantes
De LavapiĆ©s se dice que hasta el siglo XV fue la juderĆa de Madrid. EstĆ”n convencidos de ello la mayorĆa de historiadores y estudiosos de la villa, pero no terminan de aparecer pruebas fĆsicas que respalden la creencia. Se dice que bajo la iglesia de San Cayetano, patrón del barrio en cuyo honor se celebran las fiestas, se halla una sinagoga. Todo serĆa excavar, pero habrĆa que tirar la iglesia. Y no parece buena idea. Los judĆos realizaban rituales en la actual plaza de LavapiĆ©s antes de acceder a la sinagoga. En estos rituales, entre otras cosas, se lavaban los pies. Es la versión mĆ”s probable para explicar de dónde viene el nombre. El AvapiĆ©s, otra variante aparecida posteriormente, podrĆa ser, segĆŗn los historiadores, una hipercorrección del original LavapiĆ©s.

Con la expulsión en 1492 de los judĆos, el barrio cambió. Muchos vecinos sefardĆes se fueron y otros se convirtieron. De nuevo una hipótesis: la mayorĆa de conversos optó por llamarse Manolo o Manola, el nombre mĆ”s comĆŗn de la Ć©poca, de ahĆ que a los vecinos de LavapiĆ©s, en Madrid, se les llame āmanolosā, apodo que respondĆa al de āchulaposā, que eran los de MalasaƱa, el barrio ārivalā del norte. Ambos sobrenombres se extendieron con el tiempo a toda la ciudad de Madrid.
LavapiĆ©s avanzó hacia la era moderna como un barrio popular, de vecinos de clase trabajadora, y ya en el siglo XX fue uno de los destinos predilectos de los que abandonaban el campo huyendo de la posguerra para desembarcar en la ciudad. Casas pequeƱas y baratas y situación privilegiada (LavapiĆ©s estĆ” en pleno centro de Madrid atravesado por dos lĆneas de metro), eran los dos factores que atraĆan a los emigrantes y que dotaron a LavapiĆ©s de identidad durante todo el franquismo. Con la democracia, y como sucedió con tantos otros barrios que se atragantaron intentando beber el trasvase campo-ciudad, LavapiĆ©s entró el declive. La superpoblación y la desatención empezaron a desgastar el barrio. Las nuevas generaciones decidieron largarse de unas calles deterioradas por la crisis y tomadas por la heroĆna posfranquista. Los edificios se empezaron a vaciar y el sambenito de LavapiĆ©s comenzó a tomar forma. En realidad se produjo el efecto que se dio en todos los barrios que, veinte aƱos antes, habĆan absorbido sin orden ni concierto la emigración rural. La diferencia es que este se situaba en el corazón de Madrid.
āĀ”Ya te cogerĆ©!ā
āLas condiciones del barrio, con casas asequibles y en pleno centro, atrajeron una vez mĆ”s a los emigrantesā, explica Carmen Cepeda, directora del Centro Social Comunitario Casino de la Reina, un espacio en el corazón de LavapiĆ©s dedicado a la integración, apoyo y convivencia de los vecinos. El āuna vez mĆ”sā de Carmen muestra que el barrio siempre fue destino escogido de quien llegaba a Madrid. āLo que pasa es que ahora, en lugar de campesinos espaƱoles, se trataba de extranjeros, que a principios de los aƱos 90 comenzaron a llenar el espacio que la población autóctona iba dejando vacĆoā. LavapiĆ©s se convirtió entonces, a ojos de cualquier paseante, en un barrio de gente mayor e inmigrantes. En realidad, y a grandes rasgos, asĆ era.
āEsa Ć©poca fue una de las mĆ”s difĆciles del barrioā, explica Manuel Osuna. āEstabas aquĆ sentado āManuel mira por la ventana de su modesto despacho en la asociación de vecinos¬ā y veĆas carreras que hoy ya no vesā. ĀæCarreras? āSĆ, carreras. Un chaval marroquĆ corriendo y el policĆa detrĆ”s que le decĆa: āĀ”ya te cogerĆ©!ā. Eso ahora no se ve, por suerteā.
LavapiĆ©s mezcló droga, abandono y migración. Un experimento que dio fama, de la mala, al laboratorio. āHay que dejar muy claro āexpresa Carmen Cepedaā que aquĆ el problema fue la delincuencia, no la inmigraciónā. Y es que, a veces todavĆa, son dos tĆ©rminos que hay que diferenciar. āAquĆ, en los 90, habĆa la delincuencia que habĆa en cualquier otro barrio popular de Madridā, aƱade. Y es verdad. Los datos policiales de la dĆ©cada de los 90 (se supone que la peor Ć©poca de LavapiĆ©s) muestran que el Ćndice de delitos era menor que la mayorĆa de barrios de la periferia madrileƱa, como Vallecas, Usera, Carabanchel o San Blas. āAquĆ el problema eran los de la banda del pegamentoā. Quien toma la palabra es Javier VĆ”zquez, presidente de Distrito 12, una de las asociaciones de comerciantes de LavapiĆ©s. āEran chavales marroquĆes que se dedicaban a robar, sobre todo a los chinos, e iban todo el dĆa colocadosā.
Y tan chavales. La banda del pegamento, cuyo recuerdo sigue muy presente en el barrio, eran un grupo de unos veinte menores magrebĆes que tenĆan aterrorizado al vecindario. āSe trató del caso mĆ”s claro de MENASā, aclara Cepeda. āEsto es, menores no acompaƱados. Llegaron a un lugar nuevo, sin apoyo, infraestructuras ni control y se pusieron a delinquir y a drogarse. Por eso digo que fue un problema de delincuencia, no un problema de que llegaran inmigrantesā. Los chavales del pegamento llegaron a cometer un asesinato, tras un asalto a un vecino coreano. āEl Ćŗnico asesinato que ha habido en LavapiĆ©sā, se apresura a aclarar Manuel. Como una suerte de āmeninhos da rĆŗaā, estos niƱos campaban a sus anchas por las calles del barrio esnifando pegamento y viviendo en una barra libre de servicios y consumo: no pagaban nada. La mayorĆa de comerciantes agachaban las orejas.

El estigma
āLos mayores problemas ocurrĆan cuando los chinos salĆan a vengarse. AhĆ se montaban unos buenos jaleosā, rememora Manuel. Los chinos, los marroquĆes y tambiĆ©n los latinoamericanos (sobre todo cubanos, ecuatorianos y colombianos) fueron las primeras comunidades en arribar a LavapiĆ©s. Como pioneros en un barrio desatendido y que se deshabitaba, buscaron acomodo por su cuenta. Y en este acomodo surgieron los roces. Si tenemos en cuenta lo que podĆa haber pasado dado el escenario, cabe concluir que la palabra roce cobra todo su sentido en este proceso: apenas hubo problemas sociales serios mĆ”s allĆ” de la banda del pegamento, que terminó siendo desmantelada. āEs que a mĆ no me ha pasado nada jamĆ”s aquĆ, y llevo en el barrio toda la vidaā, dice Manuel. Y lo mismo repite Javier. āLos del pegamento fueron el Ćŗnico problema, por lo demĆ”s nunca hubo nada especialā. Los mencionados datos policiales lo corroboran.
El problema fue que el estigma quedó grabado. āEs un problema de paisaje urbanoā, comenta Carmen Cepeda. āLlegaron personas diferentes y se les tuvo miedo. AdemĆ”s, influyó la estructura y fisonomĆa del barrio, que estĆ” compuesto por calles estrechas, que estaban mal iluminadas y bastante sucias. El dibujo final asustabaā. Manuel lo baja a la calle: āCoƱo, es que es normal. Vas caminando por una calle oscura y ves cinco senegaleses sentados. Pues te asustas, las cosas como son, dan miedo. Pero resulta que esos senegaleses estĆ”n tomando un tĆ©, porque los chicos africanos estĆ”n aquĆ mucho en la calle, y no tienen ninguna intención de asustar a nadieā. āLos medios tambiĆ©n ayudaronā, se queja Javier. āEl barrio solo salĆa en la prensa cuando ocurrĆa algo malo. Y si ocurrĆa en Atocha o en Sol (barrios colindantes), decĆan que habĆa pasado en LavapiĆ©sā. Nuevos vecinos, barrio desatendido y titulares sensacionalistas. LavapiĆ©s cobró fama, a finales de los aƱos 90, de barrio peligroso. Muy peligroso. āLos taxis no querĆan entrar aquĆ. Es absurdo, pero ocurrĆaā, concluye Manuel.
A veces, las cosas sĆ se hacen bien
ĀæCómo afrontar una situación en la que cientos de inmigrantes de los mĆ”s dispares lugares llegan a un pequeƱo barrio abandonado en un corto perĆodo de tiempo? Con un plan de rehabilitación e integración ejemplar. Madrid, EspaƱa en general para quien guste, puede presumir de haber logrado un equilibrio cultural en LavapiĆ©s asombroso. āLas cosas, opino, se han hecho bienā, expone Carmen Cepeda. Y da el tĆ©rmino clave: diagnóstico compartido. Que traducido: se consultó, se habló y se diseñó de abajo arriba. Las tres administraciones (Estado, Comunidad y Ayuntamiento) pusieron el dinero y las asociaciones, las iniciativas. Funcionó.
LavapiĆ©s es, con diferencia, el barrio de Madrid con mayor nĆŗmero de asociaciones vecinales y culturales, ademĆ”s de todo tipo de movimientos, espacios e iniciativas sociales. Existe una enorme red de agrupaciones que pelean y luchan por el barrio. Es, en definitiva, un lugar donde ha cristalizado la autogestión. āFueron a estas asociaciones a quienes acudieron las administraciones. Y por eso los resultados se empezaron a verā. El plan de rehabilitación que el ayuntamiento de Madrid puso sobre la mesa a finales de los aƱos 90 trazaba varias lĆneas maestras:
La primera era la rehabilitación de las infraestructuras. No hace tanto LavapiĆ©s estaba hecho polvo. Adoquines levantados, farolas rotas y cableado desorganizado. El plan abordó este problema y, a dĆa de hoy, las obras en muchos puntos del barrio continĆŗan.

La segunda, la rehabilitación de viviendas. Uno de los puntos estrella del plan. Las casas, pequeƱas y precarias, estaban en estados lamentables. Especialmente las llamadas corralas, construcciones tĆpicas del centro de Madrid en las que se amontonaban cientos de vecinos. En muchos casos era autĆ©ntico chabolismo vertical. āRecuerdo la corrala de Sombrerete ādice Manuelā, cuarenta y pico viviendas y ni se sabe cuĆ”nta gente vivĆa ahĆ. Y mucha droga. Ese edificio era un problemaā. Hoy, esta corrala, como el resto de viviendas del barrio, estĆ” rehabilitada.
Y la tercera lĆnea, el programa socio-educativo. Se crearon centros de convivencia, como el Casino de la Reina, se aumentó (en realidad se implantó por primera vez) el nĆŗmero de trabajadores sociales y mediadores sociales, se inauguraron centros de atención a los inmigrantes y hasta se creó una casa de acogida en TĆ”nger subvencionada por el gobierno espaƱol para que no llegasen menores marroquĆes no acompaƱados.
Estas medidas ayudaron a la convivencia entre las distintas comunidades. Esto no quiere decir que se mezclaran. Ni mucho menos, pero sà se instaló el respeto.
Tras marroquĆes, chinos y latinoamericanos, comenzaron a llegar africanos, sobre todo de Senegal, Ghana y Mali. Le siguieron los conocidos en el barrio como ābanglashā, provenientes de Bangladesh. Esta Ćŗltima es, actualmente, la comunidad mĆ”s numerosa de LavapiĆ©s y ha montado un próspero negocio de restaurantes indios. Aunque ellos no lo son. āLa comunidad de Bangladesh representa un fenómeno excepcionalā, explica Cepeda. āNo estĆ”n en ningĆŗn otro territorio de Madrid, solo en LavapiĆ©s. Son unos 3.500 en la ciudad de los que 3.200 viven en este barrio. Eso es Ćŗnicoā.

En concreto, la mayorĆa de los ābanglashā viven en la calle Amparo y alrededores. Y es que, LavapiĆ©s, a su modo, es un mundo dentro del mundo. El mapa del barrio muestra que cada comunidad vive, trabaja y socializa en zonas concretas del barrio. Y apenas se mezclan. Los chinos controlan las calles del norte, donde han instalado sus tiendas de venta al por mayor. Este tipo de tiendas llegó a ser casi monopolio en LavapiĆ©s, con el desembarco en los aƱos 90 de la comunidad china. āEl presidente de la asociación de comerciantes chinos āexplica Manuelā me preguntó si querĆa que LavapiĆ©s fuera āchinatownā. Manuel contiene una sonrisa. āYo le dije que sĆ, que querĆa que esto fuera āchinatownā, āsenegaltownā y āmarruecostownā. AquĆ cabemos todosā. Con los aƱos los comerciantes chinos han ido desplazando sus negocios a polĆgonos industriales como Cobo Calleja āconocido despectivamente como Cobo Chinejaā, donde dominan absolutamente el mercado.
La calle central, llamada como el barrio, LavapiĆ©s, se la reparten entre marroquĆes y africanos. Los primeros cada vez son menos, y se dedican, sobre todo, al negocio de los móviles y las teterĆas. Los segundos gustan de la venta callejera y, sobre todo, de hacer mucha, muchĆsima vida en la plaza de LavapiĆ©s y alrededores. Es aquĆ, en el corazón del barrio, donde LavapiĆ©s muestra su incomparable identidad: un paseo por la plaza observando los bancos para sentarse a modo de travelling cinematogrĆ”fico, nos deja ver el primer banco ocupado por cubanos, en camisetas de tirantes, chanclas y riendo con estruendo; en el segundo, mujeres de Bangladesh con sus hijos; en el tercero, tambiĆ©n velos, esta vez de mujeres Ć”rabes; en el cuarto, tres seƱoras espaƱolas, bastón en mano, arreglando el mundo; y en el quinto, un grupo de jóvenes de Mali, gritando sus risas. Para lograr tan majestuosa secuencia se tuvo que trabajar. Y duro.
āĀ”PolicĆa! Ā”Mi vecino estĆ” matando un cordero!ā
A primera hora de la maƱana de un lunes de octubre de 1996, la policĆa local de Madrid recibió una llamada de un vecino ecuatoriano de LavapiĆ©s. HabĆa escuchado unos gritos en el patio interior de su edificio y, cuando se habĆa asomado, descubrió a su vecino marroquĆ degollando un cordero. La policĆa acudió al lugar y multó al āagresorā. El problema fue que la policĆa recibió decenas de llamadas mĆ”s ese dĆa, alertando de asesinatos a corderos. Era, claro, la fiesta del cordero, una de las dos celebraciones mĆ”s importantes del calendario musulmĆ”n.

Los multados se quejaron a su comunidad y esta se reunió con la asociación de vecinos, que a su vez habló con el ayuntamiento. Al año siguiente, Lavapiés contaba con espacios reservados para la matanza del cordero, una especie de pequeños mataderos, controlados sanitariamente e invisibles para el resto de vecinos.
Esta historia, real, refleja como pocas el desafĆo al que se enfrentó Madrid para que LavapiĆ©s mantuviera el equilibrio en el alambre de la multiculturalidad. Otra historia similar fue la denuncia que presentó una familia colombiana a sus asiĆ”ticos vecinos quienes colgaban el pescado en el tendedero. āLes tuvimos que explicar que, aquĆ en EspaƱa, no se puede colgar el pescado asĆ, que se guarda en la neveraā, recuerda Carmen Cepeda. Zapatos en la calle, cajas de cartón a la entrada de las tiendas, reuniones para tomar el tĆ© en plena acera⦠las costumbres de casi un centenar de comunidades se cruzaban en todas direcciones y a toda velocidad.
El plan siguió el camino que se esperaba y el barrio comenzó a cambiar con el siglo XXI. āUno de los dĆas mĆ”s positivos para LavapiĆ©s fue cuando instalaron la parada de taxi en la plazaā, expresa Manuel. Javier puntualiza: āEsa parada ya existĆa, lo que pasa es que los taxistas no se atrevĆan a venir. Hoy en dĆa siempre tiene taxis y mĆ”s en dĆas de celebración, como el TapapiĆ©sā. Javier desliza uno de los eventos mĆ”s en auge del barrio, una ruta de tapas por los distintos bares del mundo que contiene LavapiĆ©s.
La inauguración, tambiĆ©n en la plaza de LavapiĆ©s, del Centro Nacional de Arte DramĆ”tico, impulsó definitivamente el barrio, ademĆ”s de la cercanĆa del Museo Reina SofĆa (en realidad no es cercanĆa, es que estĆ” en el barrio, aunque viva de espaldas a Ć©l). LavapiĆ©s fue mutando su paisaje y las distintas comunidades se fueron asentando en paz. El plan estaba dando sus frutos: las infraestructuras eran mejores, las casas estaban arregladas y los vecinos, aunque no se mezclan (y siguen sin hacerlo), conviven en aceptable armonĆa.
Un nuevo tipo de vecino comenzó a sentirse atraĆdo por un barrio cĆ©ntrico, de casas pequeƱas y accesibles y lleno de iniciativas culturales y sociales. Jóvenes de profesiones mĆ”s o menos liberales, de fuera de Madrid y con mentalidades urbanas, han ido tomando el barrio. Hasta el punto de que, a dĆa de hoy, la segunda comunidad extranjera mĆ”s numerosa de LavapiĆ©s es la italiana. Y enseguida, en la lista, aparecen la estadounidense y la britĆ”nica. āAhora dicen que estĆ”n viniendo los gays. Que es el nuevo barrio gay de Madridā, dice Javier. āOjalĆ”, eso serĆa muy bueno para el comercio y la hostelerĆaā.
Crisis, el invitado inesperado
LavapiĆ©s disfruta de su resurrección gracias al trabajo de los vecinos, pero no venden unicornios. āSeguimos teniendo problemas, claroā, admite Javier. La droga es uno de ellos. Sigue habiendo abundante menudeo. āAlgunos vecinos dicen que las cosas estĆ”n peor que hace algunos aƱos, con la crisisā¦.ā, comenta Manuel no muy convencido. āPuede serā. Otro problema es el de los pisos patera, la llamada cama caliente, que siguen existiendo en el barrio para acoger a inmigrantes. La realidad es que la crisis, como en todas partes, ha golpeado. āNuestra preocupación ahora son los escolares, porque los recortes en las becas comedor han hecho que bastantes niƱos se hayan quedado sin la Ćŗnica comida completa y sana que tenĆan en su dĆaā, expone Carmen. āLa crisis aquĆ estĆ” golpeando muy fuerte y falta ver quĆ© consecuencias tendrĆ” en esta generación, sobre todo a nivel de fracaso escolarā.
Mientras tanto LavapiĆ©s sigue su camino. Ocultando sus orĆgenes y tambiĆ©n su futuro. QuiĆ©n sabe a dónde llegarĆ” el experimento. De momento, el laboratorio, pese a la crisis, sigue abierto y funcionando.


Estupendo artĆculo del barrio que mĆ”s me encanta de Madrid. Felicidades.
Pues en mi Municipio, CalviĆ , en la Isla de Mallorca, habitado por unas 52.000 personas censadas, no solo conviven 88 nacionalidades distintas, sino que esta cifra llego a alcanzar la friolera de 102 nacionalidades distintas.
Mi Municipio, turistico y el mas importante y rico de toda Europa durante los 90’s, alberga algo mas de la mitad de sus habitantes durante la epoca invernal, pues muchos de los residentes son de origen Peninsular (alrededor del 35%) y otros muchos de origen extranjero (alrededor del 35%), residentes en nuestro municipio, que aprovechan el invierno para ir a visitar a sus familias con la excusa de Accion de Gracias, Navidad, etc. El resto de habitantes son de origen Balear (otro 30% aprox.).
En Verano, con la llegada del turismo, la poblacion llega a alcanzar los 150.000 habitantes, con un promedio de 1.000.000 de turistas anuales de diferentes nacionalidades, cubriendo la practica totalidad de naciones del mundo (Hasta 200 nacionalidades se han registrado).
LavapiĆ©s, aun que es un barrio y no un municipio, no es tan especial como parece… Aunque seguramente si tenga mas interes historico que mi municipio.
http://es.wikipedia.org/wiki/Calvi%C3%A1
Muy buen artĆculo, del que difiero en el apartado “A veces, las cosas sĆ se hacen bien” No voy a negar que algunas cosas mejoraron pero esos planes que dicen “Las tres administraciones (Estado, Comunidad y Ayuntamiento) pusieron el dinero y las asociaciones, las iniciativas. Funcionó.” en algunos caso alimentaron a las alimaƱas de las constructoras que compraban edificios enteros a precio de saldo, las arreglaron con subvenciones de un 70% y luego especularon vendiendo esas viviendas (habiendo realizado Ćŗnicamente lavados de cara) llevĆ”ndonos a la crisis inmobiliaria que hoy sufrimos. Lo digo por experiencia propia. Muchas vecinas del barrio hemos hecho enormes sacrificios, económicos, fĆsicos y mentales para poder mantener nuestras casas no sólo sin ayuda de la administración, sino con hostigamientos por su parte. Soy una vecina de la Corrala de la Calle Sombrerete 6, aquĆ podrĆ”n conocer mĆ”s de la historia si les interesa.
QuĆ© buen periodismo. Gracias, Nacho… vecino š
Precioso artĆculo
Muy interesante artĆculo, gracias! Sólo una aclaración: la calle Cabestreros (en la q vivo) ya no tiene ningĆŗn tipo d presencia china. En su lugar, aquĆ se encuentra la Mezquita Senegalesa, el reztaurante senegalĆ©s Baobab, y otro par de comercios d esta comunidad, q ademĆ”s es numerosa en las vivirndas d la zona. Las tiendas dalimentación las regentan bangladeshĆes. TambiĆ©n hay locutorios marroquĆes, ademĆ”s d un negocio d toda la vida d zapatos d flamenca, un bar d inspiración mejicana y otro d titularidad cubana, asĆ como el clĆ”sico label frecuentado por militantes del barrio. Este verano se ha inaugurado una panaderĆa q gestionan africanos (creo q guineanos), y hace unos meses se trasladó una aca
demia d baile urbano, q antes estaba ubicada en otro espacio d lavapiĆ©s. Casi me olvido d los luthiers!, dl estanco y d la Asociación Cultural La Nevera. Creo q ahora sĆ estĆ todo el mundo! Pues eso, venid x aquĆ, disfrutad dl barrio, y comprobad con vuestros ojos d la dejadez municipal q dĆa a dĆa sufrimos…
Querido Mc Fly. He buscado la información de las nacionalidades y no la he encontrado. Lo que sĆ he encontrado es que la mayorĆa de los extranjeros que allĆ viven proceden de Alemania o Inglaterra. Generalmente con dinero. Igualito qur los africanos que llegan en patera, los chinos que curran como chinos, o los bangladeshies que se parten los cuernos en los restaurantes… Igualico, oigan… Lo siento, tu comparación es tan absurda como comparar Katmandu con Disneylandia…
No podrĆa estar mĆ”s de acuerdo…
discrepo totalmente con las bondades que se narran en el articulo sobre la rehabilitacion de viviendas…. nadie ayudo a lxs vecinos a remodelar sus casas, se les expulso de mala manera en muchos casos para que las constructoras hicieran su agosto… de los antiguas vecinos y vecinas del barrio casi ninguno queda, en su lugar han venido jovenes con dinerito que se pueden permitir los actuales alquileres. Los verdaderos vecinos de siempre,en su mayoria jubilados y con pensiones insignificantes ,tubieron que abandonar sus casas…. quienes alli hemos vivido recordamos como el plan de rehabilitacion de lavapies incluia la estrategia de exterminio de todo tipo de iniciativa de autogestion, se desalojaron todos los centros y viviendas sociales autogestionadas…eso si la limpieza de cara fue brutal, ahora en lavapies todo parece mas limpio y a los turistas no les da miedo venir…en fin dinero dinero y dinero..una vez mas…
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