7 de mayo 2014    /   DIGITAL
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Lo que mi hijo me enseƱa de los dispositivos

7 de mayo 2014    /   DIGITAL     por          
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Lee gratis la revista PlacerĀ haciendo clic aquĆ­.

El periodista argentino Juan Mascardi colecciona diÔlogos que mantiene con su hijo Bautista, quien ahora tiene cuatro años. Este es un repaso sensorial sobre la percepción del mundo de un niño que representa la generación de nativos digitales. El mundo a través de dispositivos móviles, los sueños, los sentimientos.
ā€œMi hijo no mira noticieros. Se aburre. ĀæQuĆ© hacemos con ellos para que nos miren?ā€. Por primera vez me reĆŗno con el gerente de noticias, el capo mĆ”ximo del canal en donde trabajo. Un profesional que admiro y respeto por su creatividad a la hora de pensar formatos, de diseƱar estrategias de prensa televisiva. Estamos trabajando en un proyecto de convergencia entre TV y web, la retroalimentación de ambas pantallas y esas cosas. Estoy frente a frente. Y pienso. Para darle una respuesta ante una pregunta que es casi una provocación debo decir algo que quiebre el relato. Reacciono rĆ”pido y contesto: ā€œFelicite a su hijo, es un genio. Los noticieros históricamente les dieron la espalda a los niƱos y a los jóvenes y ahora nos preocupamos. La tele los estigmatiza. O hablamos de violencia escolar, o de que suben peleas a YouTube, o de madres adolescentes. El problema no es de la revolución digital, nosotros tenemos un problema de agenda, jamĆ”s los incluimosā€. El gerente piensa en su hijo como potencial pĆŗblico de sus productos. Yo pensarĆ© en el mĆ­o.
Mi hijo mira el noticiero. Me cuenta que cada vez que aparezco en una crónica roja me saluda. ”Hola papi! Bauti quiere ir a conocer el canal. Bauti habla y me cuenta lo que ve en la tele. Como quien colecciona estampillas o cajillas de cigarrillo yo me dedico a recolectar diÔlogos. Recuperar pequeños fragmentos de conversaciones que fueron apareciendo desde los dos años y que aún perduran. Mientras, trato de encontrar otra respuesta para el gerente de noticias en esa colección etérea de palabras al aire. ¿Cómo serÔ la TV dentro de diez años? El interrogante se devela escuchando.
La voz de la ubicuidad
Afuera llueve a chorros. Volvemos de un cumple de 4. Las calles son canales, rĆ­os internos de una ciudad que desborda. Bauti va de copiloto, GPS en mano.
– ĀæPapĆ”, cómo se llama la seƱora que estĆ” en el GPS?
– Nosotros le decimos “Gallega”. Es “la Gallega” porque habla con z, de tĆŗ, en espaƱol. Y en Argentina a los espaƱoles les decimos gallegos.
– ĀæY desde dónde nos habla?
Me rƭo. Pienso. EstƔ tratando de poner en un lugar a esa voz de acento espaƱol que siempre nos ubica en un lugar. Y pregunto entre sonrisas.
– ĀæY para vos en dónde estĆ”?
Bauti tambiƩn se rƭe.
– EstĆ” en el cielo. Y desde ahĆ­ nos habla con un micrófono grandeeeeee…
La información viene de arriba, como una gracia divina o como un satĆ©lite espĆ­a. Libertad o control. La vida cotidiana estĆ” plagada de dispositivos. Es junio del 2011. Mi hijo tiene prohibido atender el móvil. La obsesión y el pĆ”nico de vivir en una metrópolis hacen que esa sea una prĆ”ctica censurada. Bauti avisa a los gritos: ā€œĀ”PapĆ”, el celular!ā€. ā€œNo hijo, ese no es el celular, ese es el telĆ©fono fijoā€. Dos dĆ­as mĆ”s tarde se repite el grito-anuncio. ā€œSuena el celu!ā€. ā€œNo hijo, ese no es el celular, ese es el portero, debe haber llegado la pizzaā€. Para Bauti el telĆ©fono fijo, el portero y el celular son la misma cosa, tres dispositivos que sirven para lo mismo: hablar. Tres nombres distintos para una generación que a los dos aƱos ya hizo una convergencia mental, el medio es el mensaje.
Lengua y lenguaje
– ĀæViste cómo hablan los espaƱoles, papĆ”?
– ĀæCómo hablan?
– Cuando fui a lo de Marina, su papĆ” me dijo: “QuĆ­tate la mochila”. (CeƱo fruncido, serio, voz firme)
– ĀæY eso quĆ© significa?
– En argentino es “sacĆ”te la mochila”
– ĀæY vos que hiciste, te la quitaste o te la sacaste?
– Me la saquĆ©, porque no sĆ© hablar en espaƱol.
En la aldea global existen diferencias, tonos, matices, ritmos idiomÔticos que nada tienen que ver con el fin de la historia que nos quisieron vender los teóricos posmodernos. Los niños perciben los acentos, las cadencias del sonido: hablar, escuchar, sentir. Experiencias sensitivas donde las palabras no siempre pueden definir la esencia de lo que representan.
El nombre de las cosas
Le estaba lavando las manos. Habíamos estado pintando en familia la contratapa del cuaderno del jardín con témperas, crayones y lÔpices. Ya en el baño, me pidió con un tono firme.
– PapĆ”, dame mĆŗsica.
El pedido me desconcertó. ¿Vamos a poner un cidi?, le pregunté.
Señaló el espejo e insistió:
– No quiero poner un cidi… Ā”Dame mĆŗsica!
MirĆ© el espejo. Sólo veĆ­a nuestro reflejo desdibujado por el vapor de un baƱo reciente. Hasta que advertĆ­ que el dedo (todavĆ­a rojoazul) seƱalaba algo que estaba detrĆ”s. Bauti tenĆ­a la vista fija en un objeto en nuestra retaguardia. GirĆ© y me encontrĆ© con una ā€˜radio para baƱos totalmente impermeable’ que nos regaló Fernando, un gran amigo que vive en Barcelona desde hace casi diez aƱos. Bauti querĆ­a la radio, pero pedĆ­a acordes.
Bauti no querĆ­a la forma, sino su contenido.
Bauti llama a las cosas no por lo que el objeto representa sino por su esencia.
SartƩn, botella, electrodo, armario. Los hombres nos empecinamos ponerles nombres ridƭculos a las cosas por sus apariencias, su etimologƭa, su historia. Los niƱos, no.
Tiempo libre
El periodista mexicano Luis Roberto Castrillón sostiene que vivimos en la era del homosliders. Para los niƱos el universo es touch. Varias veces, antes de jugar un partido de fĆŗtbol en la plaza, Bauti me advierte: ā€œVoy a poner playā€ y con su pequeƱo dedo ejecuta una acción en el aire, clickea en la nada y luego comenzamos el torneo de penales. El tiempo libre, esas burbujas de ocio que denominó Roberto Igarza en su libro como micro espacios lĆŗdicos estĆ”n presentes a diario en la relación padre-hijo, aunque a veces el tiempo no es suficiente para jugar todo lo que los niƱos necesitan.
Me llama con una ‘a’ larga al final: “PapĆ”aaaaaaaaaa”. Voy al baƱo a lavarle la cola. Lo miro desde arriba.
– Ā”A vos te voy a romper la compu!
La amenaza de Bauti es firme. Le habĆ­amos advertido que esa noche no tendrĆ­a golosinas por haber estado inquieto durante toda la cena. La revancha por la eventual penitencia es mayor, pienso.
“Ā”AsĆ­ no trabajas mĆ”s, papĆ”!”, agrega mientras me mira de reojo, desde abajo.
La computadora puede ser vista, a veces, como un elemento de trabajo. Pero algunos dispositivos tambiƩn pueden ser un fragmento de amor. Bauti se preparaba para salir de viaje con su mamƔ para ir a visitar a los abuelos. Ya sentado en su sillita de viaje me pregunta:
– ĀæPapĆ”, vos venĆ­s?
– No puedo, hijo. MaƱana hay elecciones y tengo que trabajar en el canal.
– Ā”Ay, cómo voy a extraƱar a tu celular!
Extensión del entretenimiento
Mientras manejo Bauti sabe que no puedo distraerme mirando hacia los laterales, entonces Ʃl me cuenta lo que ve.
– Papi… Ā”Vi un cartel grande de La era del hielo!
– Ā”QuĆ© bueno, vamos a ver la peli! Debe ser que se estrena la tercera parte.
– No es una peli. Es una bebida con gas para tomar.
– Ah.
Los personajes se extienden de las pantallas. Bauti no sabe leer letras pero algo entiende de las estrategias transmedia y de los vericuetos de la mercadotecnia.
PapƔs clonados
No siempre hablamos de los sueños. Pero una invasión de ratas en el barrio me había obsesionado. En el desayuno le conté el sueño reciente.
– Anoche soƱƩ con ratas.
– Y yo soƱƩ que mi papĆ” me compraba otro papĆ”.
– ĀæY cómo era ā€œel otro papĆ”?
– Igualito a vos, papi.
En el sueƱo de Bauti no habĆ­a una sustitución ni reemplazo sino una duplicación. TambiĆ©n aparecĆ­a el mercado: cosas que se pueden comprar. En ese instante me acordĆ© de los replicantes de Blade Runner, la posibilidad de clonar, de fabricar autómatas con sentimientos. Circular y laberĆ­ntico como un cuento de Borges, el ā€œotro papĆ”ā€ de Bauti tendrĆ­a las mismas caracterĆ­sticas, incluso no se perderĆ­a el aura en la repetición del original a diferencia de los postulados del filósofo Walter Benjamin donde la muerte del aura queda en manos de la reproductividad tĆ©cnica. Dos dĆ­as despuĆ©s alquilamos el DVD de la primera temporada de Astroboy, el animĆ© que mirĆ© durante mi infancia. Y ahĆ­ sĆ­ hay un reemplazo, ante la muerte del hijo, un cientĆ­fico le da vida a un niƱo robot con superpoderes. El ā€œotro hijoā€ es sustitutivo.
Feliz cumple
En el noticiero donde trabajo estrenamos una cÔmara que transmite con una tecnología 3G. Eso nos permite emitir en vivo desde cualquier lugar pero sobre todo romper el esquema del móvil en vivo satelital donde quedamos atados a un espacio. Si bien la temporalidad es en tiempo real, la espacialidad de los móviles satélites es fija. La tecnología 3G nos permitió quebrar el eje de la espacialidad, con lo cual fue muy interesante pensar en una narrativa televisiva en movimiento.
El 25 de agosto de 2011 la probamos para encarar una nota color. La Asociación los Amigos del Riel habĆ­a llevado a Rosario una vieja zorra, estos carromatos que recorrĆ­an las vĆ­as del paĆ­s haciendo reparaciones. Con el camarógrafo nos subimos para transmitir simulando un viaje y salimos en vivo con un desplazamiento extenso. Era un modo de probar el canal de transmisión. Como la nota se transformó en un chiste quebrĆ© una mĆ”xima del periodismo y aprovechĆ© para saludar en vivo a mi hijo: ā€œLe envĆ­o felicidades a mi hijo Bauti, que hoy cumple dos aƱosā€.
Al llegar a mi casa le preguntĆ©: ā€œĀæViste hijo que te mandĆ© saludos por la tele?ā€. ā€œSĆ­ papĆ”. ĀæY vos escuchaste lo que yo te dije?ā€. En esa pregunta estĆ” la respuesta que busca el gerente de noticias, pensĆ©. Nosotros desde la TV no escuchamos lo que nos dice la audiencia.

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El periodista argentino Juan Mascardi colecciona diÔlogos que mantiene con su hijo Bautista, quien ahora tiene cuatro años. Este es un repaso sensorial sobre la percepción del mundo de un niño que representa la generación de nativos digitales. El mundo a través de dispositivos móviles, los sueños, los sentimientos.
ā€œMi hijo no mira noticieros. Se aburre. ĀæQuĆ© hacemos con ellos para que nos miren?ā€. Por primera vez me reĆŗno con el gerente de noticias, el capo mĆ”ximo del canal en donde trabajo. Un profesional que admiro y respeto por su creatividad a la hora de pensar formatos, de diseƱar estrategias de prensa televisiva. Estamos trabajando en un proyecto de convergencia entre TV y web, la retroalimentación de ambas pantallas y esas cosas. Estoy frente a frente. Y pienso. Para darle una respuesta ante una pregunta que es casi una provocación debo decir algo que quiebre el relato. Reacciono rĆ”pido y contesto: ā€œFelicite a su hijo, es un genio. Los noticieros históricamente les dieron la espalda a los niƱos y a los jóvenes y ahora nos preocupamos. La tele los estigmatiza. O hablamos de violencia escolar, o de que suben peleas a YouTube, o de madres adolescentes. El problema no es de la revolución digital, nosotros tenemos un problema de agenda, jamĆ”s los incluimosā€. El gerente piensa en su hijo como potencial pĆŗblico de sus productos. Yo pensarĆ© en el mĆ­o.
Mi hijo mira el noticiero. Me cuenta que cada vez que aparezco en una crónica roja me saluda. ”Hola papi! Bauti quiere ir a conocer el canal. Bauti habla y me cuenta lo que ve en la tele. Como quien colecciona estampillas o cajillas de cigarrillo yo me dedico a recolectar diÔlogos. Recuperar pequeños fragmentos de conversaciones que fueron apareciendo desde los dos años y que aún perduran. Mientras, trato de encontrar otra respuesta para el gerente de noticias en esa colección etérea de palabras al aire. ¿Cómo serÔ la TV dentro de diez años? El interrogante se devela escuchando.
La voz de la ubicuidad
Afuera llueve a chorros. Volvemos de un cumple de 4. Las calles son canales, rĆ­os internos de una ciudad que desborda. Bauti va de copiloto, GPS en mano.
– ĀæPapĆ”, cómo se llama la seƱora que estĆ” en el GPS?
– Nosotros le decimos “Gallega”. Es “la Gallega” porque habla con z, de tĆŗ, en espaƱol. Y en Argentina a los espaƱoles les decimos gallegos.
– ĀæY desde dónde nos habla?
Me rƭo. Pienso. EstƔ tratando de poner en un lugar a esa voz de acento espaƱol que siempre nos ubica en un lugar. Y pregunto entre sonrisas.
– ĀæY para vos en dónde estĆ”?
Bauti tambiƩn se rƭe.
– EstĆ” en el cielo. Y desde ahĆ­ nos habla con un micrófono grandeeeeee…
La información viene de arriba, como una gracia divina o como un satĆ©lite espĆ­a. Libertad o control. La vida cotidiana estĆ” plagada de dispositivos. Es junio del 2011. Mi hijo tiene prohibido atender el móvil. La obsesión y el pĆ”nico de vivir en una metrópolis hacen que esa sea una prĆ”ctica censurada. Bauti avisa a los gritos: ā€œĀ”PapĆ”, el celular!ā€. ā€œNo hijo, ese no es el celular, ese es el telĆ©fono fijoā€. Dos dĆ­as mĆ”s tarde se repite el grito-anuncio. ā€œSuena el celu!ā€. ā€œNo hijo, ese no es el celular, ese es el portero, debe haber llegado la pizzaā€. Para Bauti el telĆ©fono fijo, el portero y el celular son la misma cosa, tres dispositivos que sirven para lo mismo: hablar. Tres nombres distintos para una generación que a los dos aƱos ya hizo una convergencia mental, el medio es el mensaje.
Lengua y lenguaje
– ĀæViste cómo hablan los espaƱoles, papĆ”?
– ĀæCómo hablan?
– Cuando fui a lo de Marina, su papĆ” me dijo: “QuĆ­tate la mochila”. (CeƱo fruncido, serio, voz firme)
– ĀæY eso quĆ© significa?
– En argentino es “sacĆ”te la mochila”
– ĀæY vos que hiciste, te la quitaste o te la sacaste?
– Me la saquĆ©, porque no sĆ© hablar en espaƱol.
En la aldea global existen diferencias, tonos, matices, ritmos idiomÔticos que nada tienen que ver con el fin de la historia que nos quisieron vender los teóricos posmodernos. Los niños perciben los acentos, las cadencias del sonido: hablar, escuchar, sentir. Experiencias sensitivas donde las palabras no siempre pueden definir la esencia de lo que representan.
El nombre de las cosas
Le estaba lavando las manos. Habíamos estado pintando en familia la contratapa del cuaderno del jardín con témperas, crayones y lÔpices. Ya en el baño, me pidió con un tono firme.
– PapĆ”, dame mĆŗsica.
El pedido me desconcertó. ¿Vamos a poner un cidi?, le pregunté.
Señaló el espejo e insistió:
– No quiero poner un cidi… Ā”Dame mĆŗsica!
MirĆ© el espejo. Sólo veĆ­a nuestro reflejo desdibujado por el vapor de un baƱo reciente. Hasta que advertĆ­ que el dedo (todavĆ­a rojoazul) seƱalaba algo que estaba detrĆ”s. Bauti tenĆ­a la vista fija en un objeto en nuestra retaguardia. GirĆ© y me encontrĆ© con una ā€˜radio para baƱos totalmente impermeable’ que nos regaló Fernando, un gran amigo que vive en Barcelona desde hace casi diez aƱos. Bauti querĆ­a la radio, pero pedĆ­a acordes.
Bauti no querĆ­a la forma, sino su contenido.
Bauti llama a las cosas no por lo que el objeto representa sino por su esencia.
SartƩn, botella, electrodo, armario. Los hombres nos empecinamos ponerles nombres ridƭculos a las cosas por sus apariencias, su etimologƭa, su historia. Los niƱos, no.
Tiempo libre
El periodista mexicano Luis Roberto Castrillón sostiene que vivimos en la era del homosliders. Para los niƱos el universo es touch. Varias veces, antes de jugar un partido de fĆŗtbol en la plaza, Bauti me advierte: ā€œVoy a poner playā€ y con su pequeƱo dedo ejecuta una acción en el aire, clickea en la nada y luego comenzamos el torneo de penales. El tiempo libre, esas burbujas de ocio que denominó Roberto Igarza en su libro como micro espacios lĆŗdicos estĆ”n presentes a diario en la relación padre-hijo, aunque a veces el tiempo no es suficiente para jugar todo lo que los niƱos necesitan.
Me llama con una ‘a’ larga al final: “PapĆ”aaaaaaaaaa”. Voy al baƱo a lavarle la cola. Lo miro desde arriba.
– Ā”A vos te voy a romper la compu!
La amenaza de Bauti es firme. Le habĆ­amos advertido que esa noche no tendrĆ­a golosinas por haber estado inquieto durante toda la cena. La revancha por la eventual penitencia es mayor, pienso.
“Ā”AsĆ­ no trabajas mĆ”s, papĆ”!”, agrega mientras me mira de reojo, desde abajo.
La computadora puede ser vista, a veces, como un elemento de trabajo. Pero algunos dispositivos tambiƩn pueden ser un fragmento de amor. Bauti se preparaba para salir de viaje con su mamƔ para ir a visitar a los abuelos. Ya sentado en su sillita de viaje me pregunta:
– ĀæPapĆ”, vos venĆ­s?
– No puedo, hijo. MaƱana hay elecciones y tengo que trabajar en el canal.
– Ā”Ay, cómo voy a extraƱar a tu celular!
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Mientras manejo Bauti sabe que no puedo distraerme mirando hacia los laterales, entonces Ʃl me cuenta lo que ve.
– Papi… Ā”Vi un cartel grande de La era del hielo!
– Ā”QuĆ© bueno, vamos a ver la peli! Debe ser que se estrena la tercera parte.
– No es una peli. Es una bebida con gas para tomar.
– Ah.
Los personajes se extienden de las pantallas. Bauti no sabe leer letras pero algo entiende de las estrategias transmedia y de los vericuetos de la mercadotecnia.
PapƔs clonados
No siempre hablamos de los sueños. Pero una invasión de ratas en el barrio me había obsesionado. En el desayuno le conté el sueño reciente.
– Anoche soƱƩ con ratas.
– Y yo soƱƩ que mi papĆ” me compraba otro papĆ”.
– ĀæY cómo era ā€œel otro papĆ”?
– Igualito a vos, papi.
En el sueƱo de Bauti no habĆ­a una sustitución ni reemplazo sino una duplicación. TambiĆ©n aparecĆ­a el mercado: cosas que se pueden comprar. En ese instante me acordĆ© de los replicantes de Blade Runner, la posibilidad de clonar, de fabricar autómatas con sentimientos. Circular y laberĆ­ntico como un cuento de Borges, el ā€œotro papĆ”ā€ de Bauti tendrĆ­a las mismas caracterĆ­sticas, incluso no se perderĆ­a el aura en la repetición del original a diferencia de los postulados del filósofo Walter Benjamin donde la muerte del aura queda en manos de la reproductividad tĆ©cnica. Dos dĆ­as despuĆ©s alquilamos el DVD de la primera temporada de Astroboy, el animĆ© que mirĆ© durante mi infancia. Y ahĆ­ sĆ­ hay un reemplazo, ante la muerte del hijo, un cientĆ­fico le da vida a un niƱo robot con superpoderes. El ā€œotro hijoā€ es sustitutivo.
Feliz cumple
En el noticiero donde trabajo estrenamos una cÔmara que transmite con una tecnología 3G. Eso nos permite emitir en vivo desde cualquier lugar pero sobre todo romper el esquema del móvil en vivo satelital donde quedamos atados a un espacio. Si bien la temporalidad es en tiempo real, la espacialidad de los móviles satélites es fija. La tecnología 3G nos permitió quebrar el eje de la espacialidad, con lo cual fue muy interesante pensar en una narrativa televisiva en movimiento.
El 25 de agosto de 2011 la probamos para encarar una nota color. La Asociación los Amigos del Riel habĆ­a llevado a Rosario una vieja zorra, estos carromatos que recorrĆ­an las vĆ­as del paĆ­s haciendo reparaciones. Con el camarógrafo nos subimos para transmitir simulando un viaje y salimos en vivo con un desplazamiento extenso. Era un modo de probar el canal de transmisión. Como la nota se transformó en un chiste quebrĆ© una mĆ”xima del periodismo y aprovechĆ© para saludar en vivo a mi hijo: ā€œLe envĆ­o felicidades a mi hijo Bauti, que hoy cumple dos aƱosā€.
Al llegar a mi casa le preguntĆ©: ā€œĀæViste hijo que te mandĆ© saludos por la tele?ā€. ā€œSĆ­ papĆ”. ĀæY vos escuchaste lo que yo te dije?ā€. En esa pregunta estĆ” la respuesta que busca el gerente de noticias, pensĆ©. Nosotros desde la TV no escuchamos lo que nos dice la audiencia.

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Opiniones 4
  • Lo de “dame mĆŗsica” me recuerda a un personaje de una telenovela de mi paĆ­s, que decĆ­a “dame parling” cuando querĆ­a que alguien le hablara de algo. El parling vendrĆ­a del “parlare” italiano, claro šŸ˜€

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