6 de marzo 2017    /   CREATIVIDAD
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El libro que te enseƱa a defenderte de la publicidad

6 de marzo 2017    /   CREATIVIDAD     por          
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Huck Magazine publicó recientemente una reseña sobre Advertising Shits In Your Head. Un libro con un título de poder magnético. ¿Qué es lo que dice esa gente que hace la publicidad en tu cerebro? No hace falta ir a Wordreference para saber si es un doble sentido o un localismo. Dice exactamente eso: la publicidad se caga en tu cabeza.

El libro se abre con un manifiesto de cuatro puntos hecho pĆŗblico en SĆ£o Paulo en 2007 y renovado en Grenoble en 2015:

1.- La publicidad se caga en tu cabeza. Es una forma de polución visual y psicológica.
2.- Eliminar, sustituir, pintarrajear anuncios no es vandalismo. Es un acto de limpieza que es legal y moralmente defendible.
3.- El espacio visual es un espacio pĆŗblico. Es parte de lo colectivo. Pertenece a todos, por lo tanto, nadie debe ser capaz de poseerlo.
4.- La publicidad exterior puede y debe ser prohibida.

Con esa tarjeta de presentación, y el subtítulo Strategies for resistance, el concepto del libro no deja lugar a dudas. Por si las hubiera, se remontan a los inicios de la publicidad moderna para explicar sus mecanismos. Allí se encuentran el sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays, que utilizó los descubrimientos de su tío para captar la atención del consumidor y manipular sus deseos de compra.

Los elementos establecidos por Edward Bernays hace décadas son casi los mismos que se utilizan en la publicidad actual. Solo han cambiado algunos pequeños detalles. Por ejemplo, que los departamentos de comunicación de las empresas ya no se llaman de propaganda. La palabra quedó estigmatizada después de la Segunda Guerra Mundial. Ahora prefieren llamarlos departamentos de relaciones públicas. Sin embargo, el objetivo es el mismo.

Los responsables de Advertising Shits… prefieren el tĆ©rmino originario. Ā«PropagandaĀ» es mucho mĆ”s explĆ­cito y desvela otro de los objetivos de la publicidad. ĀæVender mĆ”s? No. El control social. Un fin para el que no se duda en utilizar el espacio pĆŗblico.

Una situación ante la que, según los autores de Advertising Shits, solo cabe la resistencia. En el libro se repasan posibles acciones para trolear o modificar las campañas publicitarias que estÔn presentes en las calles. No necesariamente empleando métodos vandÔlicos o destrozando las marquesinas. El reto para muchos de estos grupos de guerrilla estÔ en cambiar el mensaje comercial por otro que conciencie de lo pernicioso de la publicidad o, sencillamente, que embellezca el espacio público común.

Para ello, se incluyen diagramas en los que se detallan cómo son las llaves que utilizan los operarios de esas compañías, cómo se abren las marquesinas y cómo se sustituyen los carteles unos por otros. Hasta se menciona la necesidad de llevar un chaleco reflectante. Cuanta mÔs apariencia de normalidad haya en la operación, menos sospechas levantarÔ entre la policía.

El libro tampoco deja de lado a los guardianes del orden. En él se explican las consecuencias reales de lo que se estÔ haciendo y argumentos para defenderlo: «Si alteras una valla publicitaria colocando un cartel en el fondo solo estÔs colocando un póster en un lugar destinado a que se pongan pósteres».

También explican que es complicado definir como delito una actividad que es considerada trabajo en cualquier otra situación. Por último, aclaran que tampoco es una tragedia ser detenido en una de esas acciones: el colectivo francés Les Déboulonneurs, por ejemplo, busca eso. Sus miembros no toman ninguna medida de clandestinidad o de seguridad porque su objetivo, ademÔs de intervenir la publicidad exterior, es ser detenidos. Solo así pueden ser llevados ante un juez y explicar públicamente «los perniciosos efectos de la publicidad en el individuo y el abuso que las compañías hacen de las ciudades para su propio beneficio».

El libro se puede adquirir en formato físico. También puede ser leído gratuitamente a través de Issu. Ahora bien, si se tiene activado un bloqueador de publicidad, el libro no podrÔ verse. ¿Justicia poética? MÔs bien que la publicidad se ha vuelto a cagar en los ciudadanos.

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El libro se abre con un manifiesto de cuatro puntos hecho pĆŗblico en SĆ£o Paulo en 2007 y renovado en Grenoble en 2015:

1.- La publicidad se caga en tu cabeza. Es una forma de polución visual y psicológica.
2.- Eliminar, sustituir, pintarrajear anuncios no es vandalismo. Es un acto de limpieza que es legal y moralmente defendible.
3.- El espacio visual es un espacio pĆŗblico. Es parte de lo colectivo. Pertenece a todos, por lo tanto, nadie debe ser capaz de poseerlo.
4.- La publicidad exterior puede y debe ser prohibida.

Con esa tarjeta de presentación, y el subtítulo Strategies for resistance, el concepto del libro no deja lugar a dudas. Por si las hubiera, se remontan a los inicios de la publicidad moderna para explicar sus mecanismos. Allí se encuentran el sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays, que utilizó los descubrimientos de su tío para captar la atención del consumidor y manipular sus deseos de compra.

Los elementos establecidos por Edward Bernays hace décadas son casi los mismos que se utilizan en la publicidad actual. Solo han cambiado algunos pequeños detalles. Por ejemplo, que los departamentos de comunicación de las empresas ya no se llaman de propaganda. La palabra quedó estigmatizada después de la Segunda Guerra Mundial. Ahora prefieren llamarlos departamentos de relaciones públicas. Sin embargo, el objetivo es el mismo.

Los responsables de Advertising Shits… prefieren el tĆ©rmino originario. Ā«PropagandaĀ» es mucho mĆ”s explĆ­cito y desvela otro de los objetivos de la publicidad. ĀæVender mĆ”s? No. El control social. Un fin para el que no se duda en utilizar el espacio pĆŗblico.

Una situación ante la que, según los autores de Advertising Shits, solo cabe la resistencia. En el libro se repasan posibles acciones para trolear o modificar las campañas publicitarias que estÔn presentes en las calles. No necesariamente empleando métodos vandÔlicos o destrozando las marquesinas. El reto para muchos de estos grupos de guerrilla estÔ en cambiar el mensaje comercial por otro que conciencie de lo pernicioso de la publicidad o, sencillamente, que embellezca el espacio público común.

Para ello, se incluyen diagramas en los que se detallan cómo son las llaves que utilizan los operarios de esas compañías, cómo se abren las marquesinas y cómo se sustituyen los carteles unos por otros. Hasta se menciona la necesidad de llevar un chaleco reflectante. Cuanta mÔs apariencia de normalidad haya en la operación, menos sospechas levantarÔ entre la policía.

El libro tampoco deja de lado a los guardianes del orden. En él se explican las consecuencias reales de lo que se estÔ haciendo y argumentos para defenderlo: «Si alteras una valla publicitaria colocando un cartel en el fondo solo estÔs colocando un póster en un lugar destinado a que se pongan pósteres».

También explican que es complicado definir como delito una actividad que es considerada trabajo en cualquier otra situación. Por último, aclaran que tampoco es una tragedia ser detenido en una de esas acciones: el colectivo francés Les Déboulonneurs, por ejemplo, busca eso. Sus miembros no toman ninguna medida de clandestinidad o de seguridad porque su objetivo, ademÔs de intervenir la publicidad exterior, es ser detenidos. Solo así pueden ser llevados ante un juez y explicar públicamente «los perniciosos efectos de la publicidad en el individuo y el abuso que las compañías hacen de las ciudades para su propio beneficio».

El libro se puede adquirir en formato físico. También puede ser leído gratuitamente a través de Issu. Ahora bien, si se tiene activado un bloqueador de publicidad, el libro no podrÔ verse. ¿Justicia poética? MÔs bien que la publicidad se ha vuelto a cagar en los ciudadanos.

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  • ĀæDónde se puede comprar/descargar el eBook? Porque desde luego en Issuu estĆ” bloqueada la descargar y en la web de la editorial solo sale la versión fĆ­sica

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