Líderes mundiales cagando y otras formas de liberar al pueblo
Este pintor desarrolló un Ensayo sobre la burla en el que exploraba el gesto de la burla como una forma de «desenchufarnos de la realidad». «Surgió como un proyecto intimista que abordaba la importancia de esa mueca inocente en gente anónima como elemento liberador; pero me di cuenta de que todos estábamos siendo sometidos a otra gran burla y empecé a pintar personajes que yo consideraba que nos estaban tomando el pelo: Urdangarín, Merkel, Botín, Bárcenas, Fabra o Gallardón», recuerda.
Transcurría entonces el momento cenital de la crisis, los tentáculos de la estafa comenzaban a desvelarse y Toño Velasco sentía que la ciudadanía no tomaba suficiente concienciada del robo.
El resultado trascendió del ámbito local a través de las redes sociales y de medios nacionales. La exposición recibió visitas masivas de personas sorprendidas que se hacían fotos sacando la lengua a los cuadros, disfrutando de su pequeña guerra ganada. Hasta los niños correteaban y armaban jaleo alrededor de una Ángela Merkel deslenguada de dos metros que había perdido todo su poder.
El mazazo puede provenir del simple hecho de romper los contextos, de cambiar la perspectiva. El diseñador gráfico israelí Amit Shimoni creó Hipstory, un proyecto en el que trastoca la estética de decenas de líderes mundiales, vivos y muertos. El diseñador recuerda a Yorokobu que su intención no es criticar, sino dar un giro a la forma en que pensamos o procesamos las figuras que admiramos. La explosión de seguidores y la propagación a nivel mundial de las imágenes demuestra que hay un deseo de apropiarse de los símbolos, de descomponerlos a nuestro antojo.
Kennedy con tupé y perilla; Lenin con chaleco de cuero, dilatación y tatuajes; el Ché Guevara con un gorro imperialista de Adidas; Gandhi con las gafas de Lennon y una camiseta como de Desigual; o la reina de Inglaterra sonriendo con una corona hecha de flores que quizás haya robado del Botánico. Aunque no existiera una intención directa, estas composiciones cumplen los códigos de la sátira al quebrar la construcción de los personajes y desautorizar o relativizar su peso histórico. Aunque no existiera una intención directa, estas composiciones cumplen los códigos de la sátira al quebrar la construcción de los personajes y desautorizar o relativizar su peso histórico
Igual ocurrió cuando el portal DesignCrowd lanzó el desafío de añadir un moñete de Yorkshire a los hombres más poderosos del planeta. «Lo hicimos para divertirnos. Los moños de hombre son un estilo que está de moda, unos los aman y otros los odian. Creímos que podíamos usar ese motivo para crear imágenes hilarantes que pudieran convertirse en virales. Pensamos que el arte tiene un papel que desempeñar en el mundo», cuenta Jo Sabin, responsable de comunicación de la web.
Vladimir Putin, George W. Bush, Kim Jong-un, Obama o David Cameron… Todos, por ese simple añadido capilar, adquieren un aspecto lamentable. No ocurre porque el moño en sí sea motivo de mofa (que también), sino porque propina un golpe a su institucionalismo y a esa neutralidad estética que los convierte en seres indefinidos e inaccesibles. «Este desafío se convirtió en viral y fue compartido 400.000 veces», destaca Sabin, que admite que la burla es consustancial a la democracia: «Los políticos necesitan tener la piel muy gruesa».
Si de lo que se trata es de ajustar cuentas, hay que desarmar al político de todo su poder, acorralarlo en un momento de indefensión. La diseñadora italiana Cristina Guggeri encontró el método más adecuado. Representó a las figuras más relevantes de la geopolítica cagando.
Los personajes aparecen con expresión de resignación, algo molestos, como si no reconocieran a su alta personalidad en los chapoteos y salpicadas del agua de la taza. Eso o sufren algún problema digestivo, o tal vez tienen tal identificación con su papel histórico que piensan que todo el Estado defeca a través de su recto.
Guggeri se ha preocupado de diseñar los váteres en consonancia con cada personalidad. Por mucho que cuelgue una lámpara de araña sobre la cabeza de la reina de Inglaterra, sus bragas nonagenarias y los pleguecillos de las medias dejan en evidencia su santidad.
La mofa contra la monarquía sufre más a menudo los achaques de la censura. Ellos no necesitan morirse para salir en los sellos, pero secuestran portadas de revistas cuando no se sienten bien representados. Toño Velasco sufrió una de esas tentativas al embarcarse en el proyecto de la web satírica Fundición Príncipe de Astucias. «Nos quisieron quitar el dominio porque decían que atentaba contra la monarquía, pero no lo consiguieron porque, evidentemente, eso es ridículo».
Como defensa ante quienes se sublevan y se quejan de una vulneración de su derecho a la dignidad y a la imagen, Velasco recuerda los fundamentos de la sátira: «Lo primero es perder el respeto al personaje, y cuando digo esto lo digo con todo el respeto. Hay que perderles el respeto como políticos y mantenérselo como personas. Debemos romper con el cliché del poder, darnos cuenta de que están a nuestro servicio».
Lo primero es perder el respeto al personaje, y cuando digo esto lo digo con todo el respeto. Hay que perderles el respeto como políticos y mantenérselo como personas. Debemos romper con el cliché del poder, darnos cuenta de que están a nuestro servicio
Este pintor desarrolló un Ensayo sobre la burla en el que exploraba el gesto de la burla como una forma de «desenchufarnos de la realidad». «Surgió como un proyecto intimista que abordaba la importancia de esa mueca inocente en gente anónima como elemento liberador; pero me di cuenta de que todos estábamos siendo sometidos a otra gran burla y empecé a pintar personajes que yo consideraba que nos estaban tomando el pelo: Urdangarín, Merkel, Botín, Bárcenas, Fabra o Gallardón», recuerda.
Transcurría entonces el momento cenital de la crisis, los tentáculos de la estafa comenzaban a desvelarse y Toño Velasco sentía que la ciudadanía no tomaba suficiente concienciada del robo.
El resultado trascendió del ámbito local a través de las redes sociales y de medios nacionales. La exposición recibió visitas masivas de personas sorprendidas que se hacían fotos sacando la lengua a los cuadros, disfrutando de su pequeña guerra ganada. Hasta los niños correteaban y armaban jaleo alrededor de una Ángela Merkel deslenguada de dos metros que había perdido todo su poder.
El mazazo puede provenir del simple hecho de romper los contextos, de cambiar la perspectiva. El diseñador gráfico israelí Amit Shimoni creó Hipstory, un proyecto en el que trastoca la estética de decenas de líderes mundiales, vivos y muertos. El diseñador recuerda a Yorokobu que su intención no es criticar, sino dar un giro a la forma en que pensamos o procesamos las figuras que admiramos. La explosión de seguidores y la propagación a nivel mundial de las imágenes demuestra que hay un deseo de apropiarse de los símbolos, de descomponerlos a nuestro antojo.
Kennedy con tupé y perilla; Lenin con chaleco de cuero, dilatación y tatuajes; el Ché Guevara con un gorro imperialista de Adidas; Gandhi con las gafas de Lennon y una camiseta como de Desigual; o la reina de Inglaterra sonriendo con una corona hecha de flores que quizás haya robado del Botánico. Aunque no existiera una intención directa, estas composiciones cumplen los códigos de la sátira al quebrar la construcción de los personajes y desautorizar o relativizar su peso histórico. Aunque no existiera una intención directa, estas composiciones cumplen los códigos de la sátira al quebrar la construcción de los personajes y desautorizar o relativizar su peso histórico
Igual ocurrió cuando el portal DesignCrowd lanzó el desafío de añadir un moñete de Yorkshire a los hombres más poderosos del planeta. «Lo hicimos para divertirnos. Los moños de hombre son un estilo que está de moda, unos los aman y otros los odian. Creímos que podíamos usar ese motivo para crear imágenes hilarantes que pudieran convertirse en virales. Pensamos que el arte tiene un papel que desempeñar en el mundo», cuenta Jo Sabin, responsable de comunicación de la web.
Vladimir Putin, George W. Bush, Kim Jong-un, Obama o David Cameron… Todos, por ese simple añadido capilar, adquieren un aspecto lamentable. No ocurre porque el moño en sí sea motivo de mofa (que también), sino porque propina un golpe a su institucionalismo y a esa neutralidad estética que los convierte en seres indefinidos e inaccesibles. «Este desafío se convirtió en viral y fue compartido 400.000 veces», destaca Sabin, que admite que la burla es consustancial a la democracia: «Los políticos necesitan tener la piel muy gruesa».
Si de lo que se trata es de ajustar cuentas, hay que desarmar al político de todo su poder, acorralarlo en un momento de indefensión. La diseñadora italiana Cristina Guggeri encontró el método más adecuado. Representó a las figuras más relevantes de la geopolítica cagando.
Los personajes aparecen con expresión de resignación, algo molestos, como si no reconocieran a su alta personalidad en los chapoteos y salpicadas del agua de la taza. Eso o sufren algún problema digestivo, o tal vez tienen tal identificación con su papel histórico que piensan que todo el Estado defeca a través de su recto.
Guggeri se ha preocupado de diseñar los váteres en consonancia con cada personalidad. Por mucho que cuelgue una lámpara de araña sobre la cabeza de la reina de Inglaterra, sus bragas nonagenarias y los pleguecillos de las medias dejan en evidencia su santidad.
La mofa contra la monarquía sufre más a menudo los achaques de la censura. Ellos no necesitan morirse para salir en los sellos, pero secuestran portadas de revistas cuando no se sienten bien representados. Toño Velasco sufrió una de esas tentativas al embarcarse en el proyecto de la web satírica Fundición Príncipe de Astucias. «Nos quisieron quitar el dominio porque decían que atentaba contra la monarquía, pero no lo consiguieron porque, evidentemente, eso es ridículo».
Como defensa ante quienes se sublevan y se quejan de una vulneración de su derecho a la dignidad y a la imagen, Velasco recuerda los fundamentos de la sátira: «Lo primero es perder el respeto al personaje, y cuando digo esto lo digo con todo el respeto. Hay que perderles el respeto como políticos y mantenérselo como personas. Debemos romper con el cliché del poder, darnos cuenta de que están a nuestro servicio».
Lo primero es perder el respeto al personaje, y cuando digo esto lo digo con todo el respeto. Hay que perderles el respeto como políticos y mantenérselo como personas. Debemos romper con el cliché del poder, darnos cuenta de que están a nuestro servicio