LinkedIn es como ese compaƱero de trabajo que siempre encuentra la forma de amargarte el dĆa. Como ese amigo que solo te escribe para pedirte cosas. Como un teleoperador ofreciĆ©ndote una superoferta por telĆ©fono. Como una pila de ropa sucia que no hace mĆ”s que crecer. LinkedIn es como un montón de cosas que no nos gustan y que, sin embargo, siguen en nuestras vidas. Por eso era solo cuestión de tiempo que esta red social incluyera las stories entre sus funcionalidades.
Con las stories, ese formato de publicación surgido en Snapchat e instaurado en la sociedad a travĆ©s de Instagram, sucede como con el reciente renacimiento del GIF: no es algo especialmente novedoso, pero todas las redes sociales quieren tenerlo. AsĆ, tras su llegada a Instagram, Facebook las incluyó y WhatsApp hizo lo propio llamĆ”ndolas Ā«estadosĀ».
Ojo. Ni mĆ”s ni menos que 450 millones de usuarios diarios dice Facebook que tienen las stories o estados de WhatsApp ālos de Zuckerberg son los dueƱos tanto de la app de mensajerĆa como de Instagramā. 450 millones de usuarios son muchos, mĆ”s que los de las stories de Instagram (400 millones) y Snapchat (190 millones). Teniendo en cuenta que la cifra no se ajusta a su uso real en la sociedad y que Facebook no ha explicado cómo realizó el cĆ”lculo, conviene llamar al escepticismo.
En cualquier caso, las stories estĆ”n ahĆ. Podemos subirlas, verlas, compartirlas. El fenómeno iniciado por Snapchat ha sido la Ćŗltima gran revolución de las redes sociales: contenido multiformato āimagen, vĆdeo, texto, sonido, aplicar filtros, stickers y, por supuesto, GIFā, limitado en el tiempo, fĆ”cil de hacer, fĆ”cil de consumir. PĆldoras de información que podemos pasar con el dedo y olvidar al instante.

Y asĆ, llegamos hasta LinkedIn. El portal de bĆŗsqueda de empleo ha ido creando, poco a poco, un ambiente en el que, desde marcas a fanĆ”ticos de Trump, pasando por medios digitales, han ido encontrando su sitio tras la frenĆ©tica caĆda de Facebook. Sin ir mĆ”s lejos, segĆŗn datos de NewsWhip, el nivel de interacción de los usuarios con el contenido publicado en LinkedIn no ha dejado de crecer en los Ćŗltimos aƱos.
La red social no ha perdido la oportunidad de ir introduciendo poco a poco funcionalidades que encandilen a una audiencia mĆ”s amplia. Ya el aƱo pasado anunciaban un mayor soporte para publicaciones de vĆdeo. Ahora, las novedades que LinkedIn estĆ” implementando se cuentan a pares: un diseƱo mĆ”s parecido a Twitter, la posibilidad de compartir tu localización al estilo de WhatsApp o Telegram, reacciones mĆ”s allĆ” del like como en Facebook, GIF en los comentarios…
Y, por supuesto, las dichosas stories. LinkedIn permitirĆ” a estudiantes de campus estadounidenses āel pĆŗblico objetivo de la funcionalidadā compartir sus experiencias en su perfil: su dĆa a dĆa en la universidad, proyectos de clase, actividades… Un compendio de vĆdeos de corta duración con los que los jóvenes podrĆ”n conectar entre ellos y que, de paso, permitirĆ” a las empresas conocer de primera mano a sus futuros trabajadores.

Las implicaciones son extraƱas y tergiversan la idea inicial de las stories: vĆdeos que desaparecen a las 24 horas en los que reflejamos nuestras vidas y hablamos sobre nosotros mismos de maneras que poco tienen que ver con la rigurosidad que la mayorĆa de empresas emplean en los procesos de selección.
Estas stories, que LinkedIn ha rebautizado como Ā«voces estudiantilesĀ» y que āen las pruebas que estĆ”n haciendoā van ligadas a un logo identificativo de su universidad, son el perfecto reflejo de esa sobrefuncionalidad inĆŗtil que las empresas tecnológicas llevan a cabo cuando algo funciona en otros Ć”mbitos; en este caso, aplicado a la batalla feroz por una audiencia joven que no termina de llegar.
Cabe preguntarse si la transición de LinkedIn hacia una red social completa tiene realmente sentido. Si la posibilidad de reaccionar con emojis a noticias, enviar GIF y compartir vĆdeos personales en un portal de empleo son cosas que interesan a una nueva generación de usuarios que usa internet como quiere, muchas veces sin atender a la manera en que las propias aplicaciones quieren y pretenden ser usadas.
El tiempo dirĆ” si LinkedIn logra hacerse un hueco entre las principales redes sociales como una aplicación de uso diario. Mientras, seguiremos aguantando a pesados, colgando el telĆ©fono, acumulando ropa sucia, rechazando solicitudes de amistad. Ā«Me gustarĆa aƱadirte a mi red profesional en LinkedInĀ». Otro dĆa en el mundo.
Eso mismo me pregunto yo. ¿Qué falta hacen en un portal de profesionales para profesionales?
De hecho he dado de baja mi perfil, estoy a la espera de que Liinkedin lo haga desaparecer, al dĆa de hoy aĆŗn sigue activo despuĆ©s de un mes.
Yo tenia mÔs de 1.200 contactos, desde hace meses, vengo observando que cada nueva funcionalidad es sólo para autobombo del autor, no aporta nada de interés.
A la vista del camino que estĆ” tomando, he decidido prescindir de Linkedin, entre otras cosas nunca me ha reportado ningĆŗn beneficio estar ahĆ.
Todos mis contactos y negocios, han salido al margen de esta red, y aunque he publicado contenidos e interactuado con otros, finalmente sólo servĆa para perder mi preciado tiempo.
Asà que adiós Linkedin.
En cuanto a la publicación de “stories” en Whatsapp, o soy la excepción o Facebook miente, tengo 390 contactos, con muchos de ellos mantengo interacciones al menos una vez al mes. Pues bien de todos esos contactos, sólo tres publican “estados” y de esos tres hoy por ejemplo, sólo dos actualizaron ayer. Si puedo concluir algo de esos porcentajes, es que entre un 1 y 2% de mis contactos usan esta opción, y en cuanto a consultar lo que ellos publican, nunca lo hago, salvo cuando por curiosidad como hoy he hechado un ojo a esa opción de menĆŗ. Mi opinión es que quieren meternos en un redil al que no queremos entrar, ellos sabrĆ” quĆ© ganan con eso.
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