17 de mayo 2012    /   ENTRETENIMIENTO
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Lo Ășnico bueno que trajo una guerra

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O por qué cada vez que se pide un gintonic se debe brindar por la ya extinta salud de Guillermo III de Orange, la Guerra de los 30 Años, los ilustradores pioneros y el peligro que suponía beber agua en el siglo XVII.

El siglo XXI es el siglo de la ginebra. Al menos, en España, lo que constituía una bebida purgante para acólitos de bar de plaza de pueblo es ahora objeto de selecto consumo en vasos que se visten con los mås dicharacheros aderezos. Efectivamente, si ve fruta tras el segundo plato, no son los postres sino los gintonics.

España es el segundo mercado mundial de ginebra. Si bien el consumo de bebidas espirituosas ha experimentado un ligero declive, el de ginebras de alta gama ha seguido la tendencia contraria. Para llegar a esta peculiar situaciĂłn, en la que este paĂ­s es el Ășnico del ranking de consumo mundial que escapa de la esfera de influencia inglesa, la historia ha dado algunos curiosos requiebros.

En contra de lo que muchos podrĂ­an pensar, la ginebra no surgiĂł en las faldas del imperio britĂĄnico. La bebida naciĂł como remedio medicinal en Holanda, entre los siglos XIV y XV, y tomĂł su nombre de la denominaciĂłn holandesa del enebro, la baya cuya presencia constituye condiciĂłn sine qua non para que la ginebra sea ginebra. AlgĂșn tiempo despuĂ©s, era el particular doping del ejĂ©rcito de los PaĂ­ses Bajos. Si el valor para lanzarse de cabeza contra las lĂ­neas enemigas escaseaba, unos tragos de la curativa bebida otorgaban el ‘Dutch Courage’, ese extra que todos necesitamos para empuñar pica y mosquete y arramblar con lo que se nos ponga por delante.

La guerra terminĂł y los soldados ingleses se llevaron a casa lo mejor que habĂ­an encontrado en los PaĂ­ses Bajos: el destilado de enebro. La influencia del reciĂ©n coronado Guillermo III de Orange, rey holandĂ©s de Inglaterra, hizo el resto para que la bebida se extendiese a un ritmo diabĂłlico. “Los ingleses ni siquiera sabĂ­an la receta”, explica Sean Harrison, maestro destilador de Plymouth Gin. “Por eso tenĂ­a diferente sabor que la original holandesa”. Las tensiones polĂ­ticas con Francia condujeron a la prohibiciĂłn de importaciĂłn de brandy y vino francĂ©s. “A eso se añadĂ­a que, en la Ă©poca, era peligroso beber agua. La manera de estar sano pasaba por beber alcohol”, cuenta Harrison. Ese conglomerado de factores supuso el despegue definitivo para el consumo masivo de ginebra.

Se establecieron destilerĂ­as sin licencia por todas partes. En las ciudades, cada esquina era un Gin Palace, un antecesor del pub donde se servĂ­an galones del transparente lĂ­quido a espuertas. ÂżEl origen del garrafĂłn? Posiblemente. Pero lo que sĂ­ es seguro es que el consumo se convirtiĂł en un problema sin control para el gobierno. Este periodo se denominĂł Gin Craze y desatĂł una batalla polĂ­tica y propagandĂ­stica que se librĂł en el parlamento y en las pĂĄginas de los periĂłdicos. “Tras cuatro tentativas sin Ă©xito, el gobierno inglĂ©s promulgĂł el Gin Act de 1751”, dice Sean Harrison. “Se trataba de un acta que trataba de reducir un consumo de ginebra que estaba degradando a la sociedad de la isla”, señala.

En este escenario es donde apareció el ilustrador William Hogarth, dibujante satírico con un alto carácter moralizador, al que se considera uno de los precursores de la historieta. “Se hicieron muy populares dos ilustraciones, Gin Lane y Beer Street, que contraponían la degradación que estaba propagando la bebida invasora holandesa con el supuesto beneficio que implicaba el consumo de la cerveza ale inglesa”, narra el destilador británico.

Gin Lane desvela la decadencia y el abandono de una ciudadanĂ­a solo preocupada por apurar el fondo de los vasos hasta alcanzar la pobreza econĂłmica y moral mĂĄs absoluta. MalnutriciĂłn, infanticidios y montones de cadĂĄveres dotan a la ilustraciĂłn de un costumbrismo propio del ĂĄlbum de fotos de un ĂĄngel del infierno.

Por el contrario, Beer Street es un escenario en el que se ha borrado del mapa a los usureros, las artes prosperan, el alimento abunda y el amor perfuma el aire. Todo muy bucĂłlico, pero con el amargo y delicioso sabor de la malta y el lĂșpulo.

El resultado de todas estas campañas de crĂ©dito y descrĂ©dito, de toda la carga de la baterĂ­a grĂĄfica impresa, se puede observar aĂșn hoy en dĂ­a. La denostada bebida proveniente del continente vio cĂłmo se fabricaba segĂșn las leyes y postulados del gobierno que confiaba su fabricaciĂłn a destiladores ‘profesionales’. “Esto generĂł la industria de la ginebra tal y como la conocemos hoy”, dice el responsable de la destilaciĂłn de Plymouth Gin. Es decir, una vez que la producciĂłn se dejĂł en ciertas manos, la mala fama de la bebida solo quedĂł como un mal recuerdo.

Pasaron los siglos, la colonizaciĂłn britĂĄnica llevĂł la ginebra a todo el mundo y vinieron los extravagantes aderezos, el elongado ritual de preparaciĂłn y la pose estirada y grandilocuente. Sin embargo, esa es otra historia que podrĂĄn experimentar en su bar de cĂłcteles favorito por no menos de 10 euros por ronda.

O por qué cada vez que se pide un gintonic se debe brindar por la ya extinta salud de Guillermo III de Orange, la Guerra de los 30 Años, los ilustradores pioneros y el peligro que suponía beber agua en el siglo XVII.

El siglo XXI es el siglo de la ginebra. Al menos, en España, lo que constituía una bebida purgante para acólitos de bar de plaza de pueblo es ahora objeto de selecto consumo en vasos que se visten con los mås dicharacheros aderezos. Efectivamente, si ve fruta tras el segundo plato, no son los postres sino los gintonics.

España es el segundo mercado mundial de ginebra. Si bien el consumo de bebidas espirituosas ha experimentado un ligero declive, el de ginebras de alta gama ha seguido la tendencia contraria. Para llegar a esta peculiar situaciĂłn, en la que este paĂ­s es el Ășnico del ranking de consumo mundial que escapa de la esfera de influencia inglesa, la historia ha dado algunos curiosos requiebros.

En contra de lo que muchos podrĂ­an pensar, la ginebra no surgiĂł en las faldas del imperio britĂĄnico. La bebida naciĂł como remedio medicinal en Holanda, entre los siglos XIV y XV, y tomĂł su nombre de la denominaciĂłn holandesa del enebro, la baya cuya presencia constituye condiciĂłn sine qua non para que la ginebra sea ginebra. AlgĂșn tiempo despuĂ©s, era el particular doping del ejĂ©rcito de los PaĂ­ses Bajos. Si el valor para lanzarse de cabeza contra las lĂ­neas enemigas escaseaba, unos tragos de la curativa bebida otorgaban el ‘Dutch Courage’, ese extra que todos necesitamos para empuñar pica y mosquete y arramblar con lo que se nos ponga por delante.

La guerra terminĂł y los soldados ingleses se llevaron a casa lo mejor que habĂ­an encontrado en los PaĂ­ses Bajos: el destilado de enebro. La influencia del reciĂ©n coronado Guillermo III de Orange, rey holandĂ©s de Inglaterra, hizo el resto para que la bebida se extendiese a un ritmo diabĂłlico. “Los ingleses ni siquiera sabĂ­an la receta”, explica Sean Harrison, maestro destilador de Plymouth Gin. “Por eso tenĂ­a diferente sabor que la original holandesa”. Las tensiones polĂ­ticas con Francia condujeron a la prohibiciĂłn de importaciĂłn de brandy y vino francĂ©s. “A eso se añadĂ­a que, en la Ă©poca, era peligroso beber agua. La manera de estar sano pasaba por beber alcohol”, cuenta Harrison. Ese conglomerado de factores supuso el despegue definitivo para el consumo masivo de ginebra.

Se establecieron destilerĂ­as sin licencia por todas partes. En las ciudades, cada esquina era un Gin Palace, un antecesor del pub donde se servĂ­an galones del transparente lĂ­quido a espuertas. ÂżEl origen del garrafĂłn? Posiblemente. Pero lo que sĂ­ es seguro es que el consumo se convirtiĂł en un problema sin control para el gobierno. Este periodo se denominĂł Gin Craze y desatĂł una batalla polĂ­tica y propagandĂ­stica que se librĂł en el parlamento y en las pĂĄginas de los periĂłdicos. “Tras cuatro tentativas sin Ă©xito, el gobierno inglĂ©s promulgĂł el Gin Act de 1751”, dice Sean Harrison. “Se trataba de un acta que trataba de reducir un consumo de ginebra que estaba degradando a la sociedad de la isla”, señala.

En este escenario es donde apareció el ilustrador William Hogarth, dibujante satírico con un alto carácter moralizador, al que se considera uno de los precursores de la historieta. “Se hicieron muy populares dos ilustraciones, Gin Lane y Beer Street, que contraponían la degradación que estaba propagando la bebida invasora holandesa con el supuesto beneficio que implicaba el consumo de la cerveza ale inglesa”, narra el destilador británico.

Gin Lane desvela la decadencia y el abandono de una ciudadanĂ­a solo preocupada por apurar el fondo de los vasos hasta alcanzar la pobreza econĂłmica y moral mĂĄs absoluta. MalnutriciĂłn, infanticidios y montones de cadĂĄveres dotan a la ilustraciĂłn de un costumbrismo propio del ĂĄlbum de fotos de un ĂĄngel del infierno.

Por el contrario, Beer Street es un escenario en el que se ha borrado del mapa a los usureros, las artes prosperan, el alimento abunda y el amor perfuma el aire. Todo muy bucĂłlico, pero con el amargo y delicioso sabor de la malta y el lĂșpulo.

El resultado de todas estas campañas de crĂ©dito y descrĂ©dito, de toda la carga de la baterĂ­a grĂĄfica impresa, se puede observar aĂșn hoy en dĂ­a. La denostada bebida proveniente del continente vio cĂłmo se fabricaba segĂșn las leyes y postulados del gobierno que confiaba su fabricaciĂłn a destiladores ‘profesionales’. “Esto generĂł la industria de la ginebra tal y como la conocemos hoy”, dice el responsable de la destilaciĂłn de Plymouth Gin. Es decir, una vez que la producciĂłn se dejĂł en ciertas manos, la mala fama de la bebida solo quedĂł como un mal recuerdo.

Pasaron los siglos, la colonizaciĂłn britĂĄnica llevĂł la ginebra a todo el mundo y vinieron los extravagantes aderezos, el elongado ritual de preparaciĂłn y la pose estirada y grandilocuente. Sin embargo, esa es otra historia que podrĂĄn experimentar en su bar de cĂłcteles favorito por no menos de 10 euros por ronda.

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