6 de diciembre 2011    /   BUSINESS
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Lo Ășnico que contenĂ­a hierro en las espinacas de Popeye era la lata

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Puede que tu madre, como la mĂ­a, te dijera en su dĂ­a aquello de “come espinacas, que tienen mucho hierro y te pondrĂĄs fuerte como Popeye”. El vigorĂ©xico marinero llegĂł con varias dĂ©cadas de retraso a España y bastante debilitado respecto a su gran momento, la dĂ©cada de los 30 y los 40, cuando Popeye era tan popular entre los niños norteamericanos como puede ser hoy la Esponja Bob.

La “poción mágica” de Popeye eran las espinacas, concretamente espinacas enlatadas, que el marinero deglutía con fruición antes de zurrar a Brutus. El creador de Popeye, Elzie Segar, creía –erróneamente- que las espinacas contenían mucho hierro, pero no es así: mejor hubiera hecho el marinero en comerse un buen plato de lentejas, una mariscada o, a la desesperada, masticar la lata que contenía las espinacas.

El error procede de un cálculo realizado en 1870 por el doctor alemán Von Wolf que, mientras analizaba una hoja de espinaca, iba dictando a su ayudante los registros vitamínicos de la planta. La ayudante colocó mal una coma y transformó en 30 los 3 miligramos de hierro por cada 100 gramos que en realidad contiene la hoja, convirtiendo en una extraordinaria fuente de mineral lo que no era más que una humilde aportación. Aquel dato equivocado fue dado por bueno y repetido en otros libros de referencia hasta quedar legitimado en las tiras cómicas de Popeye (¿cómo iba a mentir un “dibu”?).

La popularidad de Popeye en el perĂ­odo de entreguerras hizo que las ventas de espinacas aumentaran un 33% y que la ciudad Alma, en Arkansas, se convirtiera en “la capital mundial de la espinaca”, entendiendo “mundial” en el sentido norteamericano: de MĂ©xico para arriba y de CanadĂĄ hacia abajo. Poco tiempo despuĂ©s, en los albores de la II Guerra Mundial, las autoridades sanitarias empezaron a detectar un inusual incremento de las anemias ferropĂ©nicas entre los niños: cuantas mĂĄs espinacas comĂ­an los miembros de la “generaciĂłn Popeye” mĂĄs dĂ©ficit de hierro tenĂ­an en la sangre.

El dato erróneo del porcentaje de hierro en las espinacas no fue corregido hasta 1937, diez años -y varios miles de latas de espinacas- después del nacimiento de Popeye.

Lo dicho hasta aquĂ­ no significa que debamos dejar de comer espinacas (frescas y de temporada, por favor; nunca en lata) sino que no podemos confiar en esta verdura como fuente primordial de hierro. El cuerpo humano sĂłlo puede extraer una cuarta parte del hierro, ya de por sĂ­ escaso, contenido en la espinaca. SegĂșn los cĂĄlculos de los nutricionistas, para obtener la cantidad recomendada de hierro diaria necesitarĂ­amos ingerir un mĂ­nimo de 2,5 kilos de espinacas en el caso de los hombres y 3,8 kilos en las mujeres.

Lecciones que podemos extraer del “affaire Popeye”: 1. Los dibujos animados no son necesariamente la fuente más fiable de información científica y 2. Una coma mal puesta puede llevar a un churumbel a un mal coma.

Este artĂ­culo fue publicado en el nĂșmero de Agosto 2010 de Ling Magazine

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Puede que tu madre, como la mĂ­a, te dijera en su dĂ­a aquello de “come espinacas, que tienen mucho hierro y te pondrĂĄs fuerte como Popeye”. El vigorĂ©xico marinero llegĂł con varias dĂ©cadas de retraso a España y bastante debilitado respecto a su gran momento, la dĂ©cada de los 30 y los 40, cuando Popeye era tan popular entre los niños norteamericanos como puede ser hoy la Esponja Bob.

La “poción mágica” de Popeye eran las espinacas, concretamente espinacas enlatadas, que el marinero deglutía con fruición antes de zurrar a Brutus. El creador de Popeye, Elzie Segar, creía –erróneamente- que las espinacas contenían mucho hierro, pero no es así: mejor hubiera hecho el marinero en comerse un buen plato de lentejas, una mariscada o, a la desesperada, masticar la lata que contenía las espinacas.

El error procede de un cálculo realizado en 1870 por el doctor alemán Von Wolf que, mientras analizaba una hoja de espinaca, iba dictando a su ayudante los registros vitamínicos de la planta. La ayudante colocó mal una coma y transformó en 30 los 3 miligramos de hierro por cada 100 gramos que en realidad contiene la hoja, convirtiendo en una extraordinaria fuente de mineral lo que no era más que una humilde aportación. Aquel dato equivocado fue dado por bueno y repetido en otros libros de referencia hasta quedar legitimado en las tiras cómicas de Popeye (¿cómo iba a mentir un “dibu”?).

La popularidad de Popeye en el perĂ­odo de entreguerras hizo que las ventas de espinacas aumentaran un 33% y que la ciudad Alma, en Arkansas, se convirtiera en “la capital mundial de la espinaca”, entendiendo “mundial” en el sentido norteamericano: de MĂ©xico para arriba y de CanadĂĄ hacia abajo. Poco tiempo despuĂ©s, en los albores de la II Guerra Mundial, las autoridades sanitarias empezaron a detectar un inusual incremento de las anemias ferropĂ©nicas entre los niños: cuantas mĂĄs espinacas comĂ­an los miembros de la “generaciĂłn Popeye” mĂĄs dĂ©ficit de hierro tenĂ­an en la sangre.

El dato erróneo del porcentaje de hierro en las espinacas no fue corregido hasta 1937, diez años -y varios miles de latas de espinacas- después del nacimiento de Popeye.

Lo dicho hasta aquĂ­ no significa que debamos dejar de comer espinacas (frescas y de temporada, por favor; nunca en lata) sino que no podemos confiar en esta verdura como fuente primordial de hierro. El cuerpo humano sĂłlo puede extraer una cuarta parte del hierro, ya de por sĂ­ escaso, contenido en la espinaca. SegĂșn los cĂĄlculos de los nutricionistas, para obtener la cantidad recomendada de hierro diaria necesitarĂ­amos ingerir un mĂ­nimo de 2,5 kilos de espinacas en el caso de los hombres y 3,8 kilos en las mujeres.

Lecciones que podemos extraer del “affaire Popeye”: 1. Los dibujos animados no son necesariamente la fuente más fiable de información científica y 2. Una coma mal puesta puede llevar a un churumbel a un mal coma.

Este artĂ­culo fue publicado en el nĂșmero de Agosto 2010 de Ling Magazine

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